PALABRAS PREVIAS
Hace pocos días y desde muy lejos recibí en Correo Electrónico uno de cuyos párrafos señalaba:
Permíteme obsequiarte en esta Navidad y en aras de un año 2003, con un cuento que escribiera hace unos 6 años, inspirado en un triste caso real y cercano, que te adjunto. El resultado, me llevó a divagar con mi imaginación y me vino la idea a mi mente. No lo he publicado, ni lo pienso hacer, pero te lo dedico con el respeto y admiración que te mereces, como una mínima retribución a todo lo que he sentido que me has dado al leer los escritos en Mundo Mejor.Agradecido solicité la autorización del autor, quien respondió:
Te doy de todo corazón y con mucho orgullo, la autorización de poner mi cuento en tu página y de darle el uso que estimes más conveniente. Si quieres puedes usar mis iniciales sin mencionar nombre, porque preferiría permanecer en el anonimato.Queda entonces este cuento en Mundo Mejor que, como médico y estudioso de la mente me emocionó e hizo recordar mi escrito "Del arte de sanar" que valida plenamente una experiencia de la vida real.
Dr. Iván Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile
26 de diciembre de 2002
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NUESTRO CONOCIDO
Esa noche fue la última vez que lo vi. Nunca más volví
a saber de él. Todo quedó envuelto en un misterio. Fue un
caso raro, no por sí mismo, sino por lo extraordinario.
Yo lo conocí hace muchos años atrás. Trabajaba en
una de las tantas dependencias de una oficina pública, ganaba un
salario que le permitía satisfacer todas sus necesidades y darse
algunos gustos extras.
Se sabía que la muerte de sus padres,
ocurrida con muy poca diferencia de tiempo entre uno y el otro, lo había
afectado mucho. Los dos habían padecido, sin que nada lo indicara
ni lo justificara, de un cáncer maligno que terminó con ambos.
Al encontrarme con él, poco tiempo después que fallecieron,
me dijo que había decidido investigar, en una forma no convencional,
todo lo posible referente a ese maldito mal que lo había privado
de sus padres. No era médico, pero tenía una aptitud natural
para introducirse e interesarse en los más diversos temas y llegar,
gracias a una lógica innata que poseía, a conclusiones que,
en varios casos, profesionales del ramo no le podían rebatir.
Me manifestó que no creía que la maldita enfermedad esa,
fuera causada solo por el crecimiento descontrolado de una célula.
Creía, y estaba convencido, de que podría haber algo más
como causa. Había conseguido algunas horas de trabajo como voluntario,
en un par de hospitales en los que se dedicaba a a cuidar enfermos solo
de cáncer.
Desde ese encuentro pasó bastante tiempo sin saber nada de él.
También algunos conocidos y colegas comunes, me dijeron que lo habían
perdido de vista. Sólo uno nos pudo decir que, habían rumores,
que se estaba dedicando bastante a la investigación práctica
y teórica sobre la enfermedad, llegando a ser un especialista en
el tema y que, además, se ocupaba en documentarse en metafísica
y esoterismo.
Yo dejé de interesarme por él,
principalmente por la falta de contacto.
Un día, ya de noche, me telefonea
un colega, quien con voz muy excitada me cuenta que nuestro conocido iba
a aparecer en uno de los programas semanales nocturnos de TV. Se trataba
de uno de los pocos programas serios e interesantes a la vez, que se transmitían
en esos días. Lamentablemente este colega que me llamó no
disponía más antecedentes que me pudieran aclarar de qué
se trataba y por qué motivo él aparecería allí.
Pude averiguar después que se trataba de un programa de concurso
de conocimientos en el que intervenían, inicialmente, varios participantes,
cada uno en un tema elegido a su gusto. El concurso estaba dividido en
etapas de eliminación, quedando para la etapa final solo uno de
los participantes. A pesar de que se le calificaba como un programa serio,
pensé, como muchos otros, que sería uno de los tantos programas
de relleno para atraer la atención, porque la gran mayoría
de los postulantes que participaban y creían saber o dominar un
tema, eran muy poco lo que sabían, lo cual provocaba una impresión
negativa y desfavorable respecto al programa. Pero parece que este no era
el caso. Por eso esperé con ansias y curiosidad, a la vez, el día
de la transmisión.
El premio otorgado al que completaba la última etapa con éxito,
era bastante suculento en dinero y atraía a muchos aventureros.
Para modificar la mala impresión de programas anteriores parecidos,
se había informado que se había hecho una preselección
de los posibles participantes. Estos habían sido sometidos a un
examen previo con ayuda de especialistas y profesionales en el tema correspondiente,
lo que, por una parte, indicaba que se mejoraría la calidad del
programa y, por la otra, los concursantes seleccionados comprobarían
poseer vastos conocimientos en su tema, lo que prometía hacer
muy reñida e interesante las etapas preliminares.
Además, para evitar malas interpretaciones, se decidió transmitir
el programa en vivo y que las grabaciones hechas sirvieran como testimonio
para el caso de que hubiera necesidad de aclaraciones posteriores.
Habían sido ya transmitidos algunos programas y ninguno de los postulantes
había cumplido con los requisitos para llegar a la etapa final.
Cuando llegó la fecha del primer programa en que participaría
nuestro conocido, lógicamente, me preparé para verlo, muy
interesado.
Fueron presentados seis participantes y nuestro conocido entre ellos. Participó
en el tema en el que en forma muy dedicada y autodidacta se había
especializado. Su aparición fue muy discreta y modesta. Desde el
comienzo se demostró que dominaba su tema, contestaba a cada
pregunta en forma concisa, clara y directa. Después de unos pocos
programas quedaron dos participantes, él entre ellos, y poco después
quedó él solo como único finalista para postular al
gran premio. Sus conocimientos habían creado y promovido el interés
general. Incluso varios médicos y profesionales especialistas en
el tema se mostraban asombrados del nivel y profundidad de los conocimientos
que nuestro conocido poseía, pese a ser solo un aficionado, por
decir así, al tema.
Cuando llegó la oportunidad de participar en la postulación
al premio final, creo que casi toda la población estaba pendiente
del programa. Al comienzo se le formularon a nuestro conocido cinco preguntas
y le asignaron unos minutos para pensar y escribir sus respuestas. Pero
éste de inmediato dijo que preferiría, si se lo permitían,
contestar de inmediato y utilizar esos minutos para explicar algo posteriormente.
Sus respuestas fueron, como siempre, cortas y directas, pero me dio la
impresión que esta vez podían de calificarse de magníficas
y brillantes. Lógicamente recibió el aplauso y los honores
de los presentes, además del suculento premio en dinero. Cuando
le preguntaron que pensaba hacer con el dinero respondió:
“Este dinero lo podré invertir para poder percibir una renta que
me permita seguir dedicándome a este tema, tanto práctica
como teóricamente. A propósito, permítanme agregar
algo más. El conocimiento y la experiencia adquirida en estos años
de dedicación al tema, me ha permitido recopilar ciertos datos,
los que me han llevado a ciertas conclusiones que me han hecho posible
obtener un preparado o remedio muy simple que creo que puede combatir la
enfermedad. No me ha sido posible ponerlo en práctica porque no
soy médico, ni químico ni farmacéutico, ni tampoco
soy profesional titulado. Yo sé que hay bastantes personas que sufren
de este mal y que están desahuciadas. Solo pido que se me otorgue
una oportunidad de experimentar con por lo menos dos personas, voluntarios
ambos, con la autorización y aprobación de las respectivas
familias, de los médicos e instituciones correspondientes para probar
un tratamiento dentro del cual se incluye administrar el remedio, un líquido
como agua, que puedo preparar. Nada pueden perder, pero yo nada puedo garantizar.
La decisión es de Uds., auspiciadores y directores del programa
como también de Uds. público presente y televidente. Estoy
a vuestra disposición para lo que decidan, saben donde me pueden
ubicar. Gracias”.
Como era de esperar, comenzaron los comentarios y discusiones al respecto
en todos los ámbitos y niveles, en público y en privado.
El tema fue de primera importancia en algunos diarios y revistas, como
también en algunos otros programas de radio y TV, durante unos días.
Nuestro conocido no se dejó intimidar ni por los comentarios a favor
ni en contra. Se mantuvo en el anonimato y en lo que expresó públicamente
en el programa de TV, no agregó ni quitó nada. No aceptó
invitaciones a ningún tipo de programa ni tampoco entrevistas. Lo
único que agregó fue que cuando hubiera una oferta concreta,
debidamente aceptada y autorizada de acuerdo a sus condiciones, llevaría
a cabo públicamente lo propuesto.
Aparecieron muchas familias en la que algún miembro padecía
el mal y también personas que habían sido declaradas como
incurables, las que manifestaron abiertamente su deseo de participar como
voluntarios en el experimento, total, nada tenían que perder. La
situación era un poco parecida a la que se hubiera creado si se
hubieran descubierto sendas vetas de oro en el desierto, creando una fiebre
del oro, y que todos querían aprovechar.
El asunto comenzó a difundirse hasta tomar proporciones de importancia
general, tanto así que nuestro conocido no pudo permanecer en el
anonimato, ni aislado ni indiferente a toda esa ola de opiniones ni comentarios,
los más en favor que en contra. Así que, en forma muy sensata,
manifestó públicamente, que estaba dispuesto a reunirse con
todos los médicos, representantes de organismos e instituciones
y toda clase de persona afín o relacionada con el tema, para poner
en claro su oferta, sus puntos de vista y determinar la participación
de voluntarios que fueran elegidos por quienes ellos quisieran, previa
fijación de las condiciones de común acuerdo y debidamente
autorizadas. Lo único que pidió fue que la decisión
fuera rápida, pues él no quería esperar un tiempo
indefinido. Si la decisión era negativa, se reintegraría
a sus estudios e investigaciones y de todas maneras cooperaría entregando
los resultados obtenidos a personas, autoridades, profesionales y organismos
competentes. En caso favorable el proceso requería cierta preparación
previa, además de dedicar bastante tiempo y en forma especial a
trabajar en el tratamiento a otorgar a los voluntarios seleccionados.
El experimento fue aprobado y, finalmente, se seleccionaron dos personas
afectadas, un varón y una dama, ambos menores de 50 años,
que estaban en una etapa avanzada de la enfermedad y la medicina convencional,
por el momento, nada más podía hacer por ellos. Estaban internados
en una sección especial para esos casos en un cierto hospital. Ambos
estaban aún en su sano juicio y dentro de su estado se comportaban
en forma normal, sabían y estaban conscientes que sus días
estaban contados, se mostraban resignados y con un estado de ánimo
digno de elogio. Lo que más les preocupaba era tratar, de dejar
todos sus asuntos ordenados para evitar problemas a sus respectivos cónyuges
e hijos.
Nuestro conocido exigió reunirse con cada uno de los enfermos, en
presencia de miembros de sus respectivas familias, para establecer las
condiciones del experimento.
En esa reunión nuestro conocido dejó bien establecidos los
siguientes puntos:
El experimento era solo una prueba voluntaria
y no garantizaba ningún éxito, luego no había lugar
a hacerse ilusiones o esperanzas de curación. Por lo tanto no estaba
dispuesto a recibir quejas en su contra y esperaba que no las hubiera,
tampoco esperaba ni quería elogios, sea cual fuere el resultado,
pero los registros llevados estarían a disposición de quien
los solicitara.
El tratamiento convencional que ambos enfermos estaban recibiendo debería
ser suspendido en un comienzo, por lo menos durante unas dos semanas, siempre
y cuando los médicos lo aprobaran y aseguraran que esa suspensión,
momentánea, no entrañara un peligro vital inmediato para
ellos.
Los enfermos deberían cumplir exactamente
con las instrucciones dadas por él, aunque les parecieran fuera
de lo convencional.
Sea cual fuere la etapa en que se encontrara el experimento, podría
ser suspendido, si el enfermo, la familia o los médicos así
lo consideraran.
Nuestro conocido aclaró expresamente que su acción y aporte
eran voluntarios, en todo sentido y que lo dejaran actuar tranquilo, durante
esas dos semanas.
Para facilitar el proceso, se logró ubicar a ambos enfermos en recintos
contiguos en la misma sección especial del hospital en donde
estaban. Nuestro conocido se instaló junto a ellos y se pasaba con
ellos todo el día. Solo abandonaba el hospital en las noches. Todas
las mañanas llegaba con dos botellas, de esas que contienen un litro
y medio de bebida, llena de un líquido transparente idéntico
en su aspecto al agua.
Su rutina diaria era estar casi todo el día con ambos enfermos,
entre un cuarto a media hora con cada uno de ellos, alternativamente, pasando
de un cuarto a otro, no dejando que nadie ingresara en el recinto
en donde se encontraba con el enfermo durante ese lapso. Antes de pasar
de uno al otro, le daba de beber, al que dejaba, un vasito de unos 100
cc de ese líquido que traía consigo cada mañana.
Transcurrieron así las dos semanas y ante el asombro general
se empezó a vislumbrar una cierta mejoría en el aspecto exterior
los enfermos. Su apariencia general mejoró, su apetito aumentó,
y después de haber permanecido postrados en cama comenzaron a levantarse
y caminar un poco.
Nuestro conocido pidió si podían radiografiar las zonas que
estaban afectadas. Una vez obtenidas las radiografías, los médicos
las compararon con las últimas tomadas. Manifestaron bastante
conformidad y optimismo al detectar que se mostraba una leve disminución
de las zonas afectadas. Se creó un clima de entusiasmo, pero todos
decidieron calmarse, ya que para poder calificar con certeza la mejoría,
se debería esperar por lo menos otro par de semanas más,
radiografiar otra vez y llevar a cabo de nuevo una comparación entre
los resultados obtenidos.
Pasaron las dos semanas y nuestro conocido seguía con su rutina,
se le veía extenuado pero alegre. Los dos enfermos tenían
aspecto bastante mejorado. Las radiografías tomadas revelaron en
forma asombrosa que las zonas afectadas en ambos, habían disminuido.
Los médicos y familiares se reunieron con nuestro conocido y le
pidieron que les explicara el procedimiento y la composición del
líquido que les daba de beber a los enfermos. Nuestro conocido les
dijo que consideraba que era prematuro todavía y creía que,
para beneficio de todos, convenía esperar un tiempo suficiente adicional
hasta que se tuviera una casi completa seguridad de que el mal hubiera
disminuido o, en el mejor de los casos, desparecido. Los asistentes, impacientes,
no se mostraron muy conformes, pero aceptaron y, dado el ritmo de mejoría
que los afectados mostraban, se fijaron un plazo prudencial adicional para
que nuestro conocido los hiciera partícipe de su procedimiento y
les diera la fórmula del líquido.
Pero como siempre ocurre en los casos en que alguien tiene éxito
con algo, nunca faltan los intrigantes, ni los desconfiados ni los envidiosos.
Dos personas que habían seguido de cerca el proceso, que estaban
emparentados y relacionados con los enfermos, fueron influenciados por
ciertos comentarios de médicos que, al parecer, no veían
con muy buenos ojos el posible éxito de nuestro conocido. Ellos
decidieron actuar clandestinamente antes del plazo fijado. Lo que hicieron
fue sencillamente tomar una muestra del líquido que se les daba
de beber a los enfermos y sin decir su origen lo llevaron a un laboratorio
para su análisis químico.
Cuando obtuvieron el resultado del análisis, no lo pudieron creer,
ya que pensaron que se encontrarían con una serie complicada de
componentes químicos, pero no fue así. El análisis
mostró que el líquido era simplemente agua potable. Entonces
entre ellos surgieron la duda y las preguntas. ¿Sería que
justo el día que tomaron la muestra se equivocaron o que los enfermos
recibieron, sencillamente, agua? No sabían que hacer, así
que decidieron en la forma más disimulada posible tomar más
muestras del líquido que se les daba de beber a los enfermos y llevarlas
a diversos laboratorios para nuevos análisis y así no despertar
mayores sospechas. Durante ese tiempo los enfermos se fueron recuperando
cada vez más para su propia alegría y la de sus familiares
y nuestro conocido seguía asistiéndolos, como siempre, varias
veces al día, recibiendo muestras cálidas y sinceras de agradecimientos.
Los análisis posteriores solo confirmaron los resultados del primero,
entonces los iniciadores, con ese resultado como prueba apoyo, decidieron
recurrir, consultar y aconsejarse, simultáneamente con otras dos
personas. Para ser imparciales eligieron una de aquellas que se mostraba
reacia con el experimento y a otra que lo apoyaba. Ambas después
de escucharlos, se mostraron muy sorprendidas, entonces decidieron
hacer tres cosas. Primero que el asunto quedara en el más estricto
secreto, por el momento. Segundo, esperar hasta reunirse nuevamente, dado
que faltaban pocos días para que se cumpliera el plazo fijado por
nuestro conocido para que los hiciera partícipe del procedimiento
y les diera la fórmula del líquido. Tercero ver el giro que
tomaba la reunión, fundamentalmente en base a lo que expusiera nuestro
conocido y actuar en consecuencia.
Mientras tanto la recuperación de los enfermos fue asombrosa, pero
todos los involucrados estuvieron de acuerdo en no dar publicidad alguna,
hasta que se hubieran llevado a cabo las pruebas y exámenes médicos
de rigor para estar totalmente seguros de los resultados y esperar hasta
después de la reunión.
Las pruebas y exámenes médicos previos dieron resultados
excelentes que venían a confirmar la recuperación de los
enfermos. En ambos casos se comprobó que el mal no solo se detuvo,
sino que disminuyó la cantidad de zonas afectadas, lo cual llevó
a pensar ¿Se había encontrado, por fin, el remedio o tratamiento
tan buscado para combatir ese mal?
Llegó el día de la reunión. Se llevó a cabo
en forma, podría decirse privada, pues no se quería provocar
esperanzas prematuras. Asistieron una veintena de personas, pero no los
enfermos tratados, ya que según opinión de todos no era conveniente
su asistencia en esta primera reunión. Además de nuestro
conocido, estaban algunos de los familiares más cercanos de los
pacientes tratados, los médicos que estuvieron involucrados en el
proceso, tanto los que lo apoyaban como los que estaban en contra y las
personas que habían seguido de cerca el proceso, que estaban emparentados
y relacionados con los enfermos. Entre ellos estaban aquellos dos
que mandaron a analizar el líquido y que no les agradaba, sin causa
justificada, el posible éxito de nuestro conocido.
Abrió la reunión uno de los médicos, quien en forma
bastante imparcial, sin exagerar, expuso brevemente todo el proceso que
había tenido lugar, continuó describiendo los resultados
positivos a los que se había llegado y concluyó invitando
a nuestro conocido para que les explicara el método y les diera
la fórmula del remedio utilizado. Al comenzar hablar nuestro conocido,
dio la impresión de que se hubiera creado una atmósfera de
tensión en el ambiente que afectaba a todos los presentes, cosa
que no pasó inadvertida a nuestro conocido.
Este comenzó su exposición:
- Esta enfermedad siempre ha sido considerada
enfermedad fatal para la que no hay remedio posible y que terminaba, casi
en la totalidad de los casos, con la muerte del paciente, ¿por qué?
En cambio una gripe o un resfrío no, ¿por qué? Mi
teoría era que puesto que todo el mundo está convencido de
que la enfermedad es fatal, entonces la persona afectada, consciente que
la tiene, se sugestiona y mentalmente “se mata”, “decide” su propia muerte.
Su mente está condicionada y sugestionada por el entorno. Entonces
pensé que una forma de atacar al problema es trabajar para sacar
esa idea preconcebida de muerte segura de su mente, por lo tanto empecé
a tratar a los enfermos sugestivamente y al mismo tiempo darles un
remedio, que, a propósito, ya advertí que debido a la desconfianza
de algunos de entre uds. mandaron a analizar y descubrieron que que era
simplemente agua, todo esto ¿por qué? - en eso lo interrumpieron
con un murmullo de exclamaciones parte de varios de los presentes.
Incluso uno lo insultó llamándolo embaucador y mentiroso,
pero nuestro conocido los hizo callar con energía diciéndoles:
- déjenme terminar primero y no se basen en que lo que les di fue
agua sino en los resultados. Esperaba esta reacción de Uds., les
tengo las respuestas adecuadas, lo que pasa es que todos estamos influenciados
por una serie de imposibles, por un ambiente que reacciona negativamente
cuando ocurre algo bueno que se sale de nuestro esquema preconcebido de
ideas fijas. Siempre más de alguien dirá “no puede suceder”.
Hay, sobre todo, una tendencia a lo negativo, como si recibir y gozar lo
bueno fuera malo. Como si fuera un pecado triunfar, ser feliz, irradiar
salud y bienestar. Esto hay que cambiarlo, porque creo que, pese a todo,
el hombre nació para ser feliz, tiene el derecho a serlo y a gozar
de la vida, pero el entorno negativo nos influye y nos sugestiona. Eso
fue lo que hice, día a día conversaba con cada uno de los
enfermos, trabajaba modificando sus ideas preconcebidas, explicándoles
que el cáncer era como otra cualquiera enfermedad provocada por
un desequilibrio interno que se manifestaba por el crecimiento alterado
e incontrolado de una célula, cosa que cada uno podía controlar
pensando en forma positiva y haciéndole frente como a una enfermedad
simple cualquiera. Lógicamente parte del proceso debía ir
acompañada de un remedio, para no actuar tan drásticamente
sobre esquemas mentales tan arraigados, y también de algunos ejercicios
respiratorios de concentración mental. No fue fácil, pero
creo que se obtuvo el éxito.
Parte de Uds. eran escépticos al experimento, estaban preparados
para que éste fracasara y para que los pacientes continuaran siendo
víctimas de la enfermedad. Nunca pensaron, ni se imaginaron, que
pudieran mejorar, entonces de inmediato afluyeron vuestras ideas preconcebidas,
lo que les indujo de inmediato a considerarme como sospechoso, embaucador
y así actuaron contra mí.
Yo no tengo nada más que agregar,
los resultados de la prueba están a la vista en ambos casos. Bajo
esa actitud de sospecha y desconfianza, debo de interrumpir la continuación
del experimento, salvo que Uds., todos los presentes decidan lo contrario
y me den su apoyo incondicional. Solo les pido, que vuestra decisión
sea rápida, dentro de las 24 horas, para que, en caso que deseéis
que continúe pueda prepararme en consecuencia. He aquí donde
podéis encontrarme las próximas 24 horas.
Nuestro conocido abandonó el recinto. Me informaron después,
que la mayoría de los presentes en la reunión, incluso gran
parte de los parientes directos de los enfermos, decidió, pese a
los resultados obtenidos, no continuar con el experimento y continuar aplicándoles
a los enfermos los tratamientos convencionales que hubiere. Me interesé
después por saber como estaban los enfermos, supe que ambos fallecieron
antes de haber transcurrido los cuatro meses desde que se llevó
a cabo esa reunión. De nuestro conocido no he sabido nunca más.
B. G.
Un apreciado CiberAmigo de la distancia.
Pareciera que el autor, mi amigo en la distancia,
fue el personaje central del relato.