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Krishnamurti y la Religión

En una reunión formal, se sugiere no hablar de política ni de religión. Son temas que el Maestro Jiddu Krishnamurti (1895-1986) no eludió en alguna de sus Conferencias. Desde mi primer libro, allá por el año 1980, pasando por los CiberEscritos, los CiberSoliloquios y las CiberReflexiones, en varias ocasiones he tomado frases de Krishnamurti para reforzar algún tema. Uno de los títulos del año 2002 lo dediqué a Krishnamurti y sus "sabias palabras" entregadas en México en el año 1935. Pienso que Krishnamurti fue uno de los últimos Maestros encarnados que actuaron en la Tierra y, desde que conocí su obra está entre las personas que admiro. En 1909 Charles Webster Leadbeater, colaborador de Annie Besant, presidenta de la Sociedad Teosófica, encontró en Krishnamurti de 14 años un "aura especial" y sentenció que el joven era la encarnación de Maitreya y sería el nuevo "Instructor del Mundo". El 2 de agosto de 1929, día de apertura del Campamento Anual de la Orden de La Estrella de Oriente, celebrado en Ommen, Holanda, Krishnamurti no se mostró como Maitreya sino que disolvió la Orden ante atónitos tres mil destacados miembros que esperaban pasar a ser incondicionales seguidores de la nueva encarnación de Buda. Con la fuerza y el magnetismo de la Verdad que de él dimanaba les señaló:

Vamos a discutir esta mañana la disolución de la Orden de la Estrella. Muchos se alegrarán y otros se sentirán más bien tristes. Esta no es una cuestión de regocijo ni de tristeza, porque es algo inevitable, como voy a explicarlo.
Quizás recuerden ustedes la historia de cómo el diablo y un amigo suyo estaban paseando por la calle cuando vieron delante de ellos a un hombre que levantaba algo del suelo y, después de mirarlo, se lo guardaba en el bolsillo. El amigo preguntó al diablo: “¿Qué recogió ese hombre?”. “Recogió un trozo de la Verdad”, contestó el diablo. “Ese es muy mal negocio para ti, entonces”, dijo su amigo. “Oh, no, en absoluto”, replicó el diablo, “voy a dejar que la organice”.
Yo sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero a él absoluta e incondicionalmente. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente a lo largo de algún sendero en particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán cuan imposible es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás. Esto es lo que todo el mundo trata de hacer. La Verdad se empequeñece y se transforma en un juguete para los débiles, para los que están sólo momentáneamente descontentos. La Verdad no puede rebajarse, es más bien el individuo quien debe hacer el esfuerzo de elevarse hacia ella. Ustedes no pueden traer la cumbre de la montaña al valle. Si quieren llegar a la cima de la montaña, tienen que atravesar el valle y trepar por las cuestas sin temor a los peligrosos precipicios. Tienen que ascender hacia la Verdad, esta no puede “descender” ni organizarse para ustedes. El interés en las ideas es sostenido principalmente por las  organizaciones, pero las organizaciones sólo despiertan el interés desde afuera. El interés que no nace del amor a la Verdad por sí misma, sino que es despertado por una organización, no tiene valor alguno. La organización se convierte en una estructura dentro de la cual sus miembros pueden encajar convenientemente. Ellos no se esfuerzan más por alcanzar la Verdad o la cumbre de la montaña, sino que más bien tallan para sí mismos un nicho conveniente donde se colocan, o dejan que la organización los coloque, y consideran que, debido a eso, la organización ha de conducirlos hacia la Verdad.
De modo que esta es la primera razón, desde mi punto de vista, por la que la Orden de la Estrella debe ser disuelta. A pesar de esto ustedes formarán probablemente otras Ordenes, continuarán perteneciendo a otras organizaciones que buscan la Verdad. Yo no quiero pertenecer a ninguna organización de tipo espiritual; por favor, comprendan esto. Yo haría uso de una organización que me llevara de aquí a Londres, por ejemplo; ésta es una clase por completo diferente de organización, meramente mecánica, como el correo o el telégrafo. Yo usaría un automóvil o un buque de vapor para viajar, estos son sólo mecanismos físicos que nada tienen que ver con la espiritualidad. Por otra parte, sostengo que ninguna organización puede conducir al hombre a la espiritualidad.
Si se crea una organización para este propósito, ella se convierte en una muleta, en una debilidad, en una servidumbre que por fuerza mutila al individuo y le impide crecer, establecer su unicidad que descansa en el descubrimiento que haga, por sí mismo, de esta Verdad absoluta e incondicional. Por lo tanto, esa es otra de las razones por las que he decidido, ya que soy el Jefe de la Orden, disolverla. Nadie me ha persuadido para que tome esta decisión.
Esta no es ninguna magnífica proeza, porque yo no deseo seguidores, y esto es lo que quiero significar. En el momento en que siguen a alguien, dejan de seguir a la Verdad. No me preocupa si prestan o no prestan atención a lo que digo, deseo hacer cierta cosa en el mundo y voy a hacerla con resuelta concentración. Sólo estoy interesado en una cosa esencial: Hacer que el hombre sea libre. Deseo liberarlo de todas las jaulas, de todos los temores, y no fundar religiones, nuevas sectas, ni establecer nuevas teorías y nuevas filosofías. Entonces, como es natural, me preguntarán por qué recorro el mundo hablando continuamente. Les diré porque lo hago. No es porque desee que me sigan ni porque desee un grupo especial de discípulos selectos. ¡Cómo gustan los hombres de ser diferentes de sus semejantes, por ridículas, absurdas o triviales que puedan ser sus distinciones! No quiero alentar ese absurdo. No tengo discípulos ni apóstoles, ya sea en la tierra o en el reino de la espiritualidad.
Tampoco es la tentación del dinero, ni es el deseo de vivir una vida cómoda lo que me atrae. ¡Si yo quisiera llevar una vida cómoda no vendría a un Campamento ni viviría en un país húmedo! Estoy hablando francamente porque quiero que esto quede establecido de una vez por todas. No deseo que estas discusiones infantiles se repitan año tras año.
Un periodista que me ha entrevistado, consideraba un acto grandioso disolver una organización en la que había miles y miles de miembros. Para él esto era una gran acción, porque dijo: “¿Qué hará usted después, cómo vivirá? No tendrá seguidores, la gente no le escuchará” Con que sólo haya cinco personas que escuchen, que vivan, que tengan sus rostros vueltos hacia la eternidad, será suficiente. ¿De qué sirve tener miles que no comprenden, que estén por completo embalsamados en sus prejuicios, que no desean lo nuevo, sino que más bien desean traducir lo nuevo para que se acomode a sus propias personalidades estériles, estancadas? Si hablo enérgicamente no me entiendan mal, por favor, no es por falta de compasión. Si acuden a un cirujano para una operación, ¿no es bondad de su parte operar aunque les cause dolor? Así, de igual modo, si yo hablo francamente no es por falta de verdadero afecto; al contrario.
Como he dicho, tengo solamente un propósito: hacer que el hombre sea libre, impulsarlo hacia la libertad, ayudarle a que rompa con todas sus limitaciones, porque sólo eso habrá de darle la felicidad eterna, la realización no condicionada del ser.
Porque soy libre, no condicionado, total – no una parte, no lo relativo, sino la Verdad total que es eterna – deseo que aquellos que buscan comprenderme sean libres; que no me sigan, que no hagan de mi una jaula que se tornará en una religión, una secta. Más bien deberían liberarse de todos los miedos: del miedo de la religión, del miedo de la salvación, del miedo de la espiritualidad, del miedo del amor, del miedo de la muerte, del miedo de la vida misma. Así como un artista pinta un cuadro porque se deleita en esa pintura, porque ella es la expresión de su ser, su bienestar, su gloria, así hago yo esto, y no porque quiera nada de nadie.
Ustedes están acostumbrados a la autoridad, o a la atmósfera de autoridad, la cual creen que va a conducirlos a la espiritualidad. Creen y esperan que otro, por sus extraordinarios poderes – un milagro – pueda transportarlos a ese reino de libertad eterna que es la Felicidad. Toda la perspectiva que tienen de la vida está basada en esa autoridad.
Me han escuchado durante tres años sin que ningún cambio se operara en ustedes, salvo en algunos pocos. Ahora, analicen lo que estoy diciendo, sean críticos para que puedan alcanzar una comprensión profunda, fundamental. Cuando buscan una autoridad que los conduzca a lo espiritual, se obligan automáticamente a crear una organización alrededor de esa autoridad. Por la creación misma de esa organización que suponen a de ayudar a esta autoridad para que les guíe hacia la vida espiritual, quedan presos en una jaula.
Si yo les hablo francamente, recuerden, por favor, que no lo hago así por dureza ni por crueldad ni a causa del entusiasmo por mi propósito, sino porque deseo que comprendan lo que estoy diciendo. Esa es la razón por la que están aquí, y sería una pérdida de tiempo si yo no explicara claramente, decisivamente, mi punto de vista.
Durante dieciocho años se han estado preparando para este acontecimiento, para la Venida del Instructor del Mundo. Durante dieciocho años se han organizado, han esperado a alguien que viniera a dar un nuevo deleite a sus corazones y mentes, que transformara por completo sus vidas otorgándoles una nueva comprensión; a alguien que los elevara a un nuevo plano de existencia, que les diera un nuevo estímulo, que los hiciera libres, ¡y vean ahora lo que está sucediendo! Piensen, razonen consigo mismos y descubran de qué manera esa creencia los ha hecho diferentes, no con la superficial diferencia de llevar una insignia, lo cual es trivial, absurdo. ¿En qué forma una creencia así ha barrido con todas las cosas no esenciales de la vida? Esta es la única manera de juzgar: ¿En qué forma son más libres, más grandes, más peligrosos para toda Sociedad que esté basada en lo falso y en lo no esencial? ¿En qué forma los miembros de esta Organización de la Estrella han llegado a ser diferentes?
Como dije, ustedes se han estado preparando para mí durante dieciocho años. No me preocupa si creen o no creen que soy el Instructor del Mundo. Eso es de muy poca importancia. Puesto que pertenecen a la Organización de la Orden de la Estrella, han entregado su simpatía, su energía, aceptando que Krishnamurti es el Instructor del Mundo – parcial o totalmente; totalmente para aquellos que en verdad están buscando, sólo parcialmente con quienes están satisfechos con sus propias verdades a medias –.
Se han estado preparando durante dieciocho años, y miren cuántas dificultades tienen ustedes en su camino hacia la comprensión, cuántas complicaciones, cuántas cosas triviales. Sus prejuicios, sus miedos, sus autoridades, sus iglesias nuevas y viejas... Todas esas cosas, sostengo, son una barrera para la comprensión. No puedo ser más claro que esto. No quiero que estén de acuerdo conmigo, no quiero que me sigan, quiero que comprendan lo que estoy diciendo.
Esta comprensión es necesaria porque la creencia de ustedes no los ha transformado, sino que solo los ha complicado, y porque no están dispuestos a afrontar las cosas como son. Lo que desean es tener sus propios dioses, dioses nuevos en lugar de los viejos, religiones nuevas en lugar de las viejas, nuevas formas en vez de las viejas, todas cosas inútiles, barreras, imitaciones, muletas. En lugar de las viejas distinciones espirituales, tienen ustedes nuevas distinciones espirituales, en lugar de los viejos cultos, tienen cultos nuevos. Todos dependen de algún otro para su espiritualidad, para su felicidad, para su iluminación; y aunque se han estado preparando para mí durante dieciocho años, cuando yo digo que todas estas cosas son innecesarias, cuando digo que deben descartarlas todas y mirar dentro de sí mismo para la iluminación, para la gloria, para la purificación e incorruptibilidad del ser, ninguno de ustedes quiere hacerlo. Puede que haya unos pocos, pero son muy, muy pocos.
¿Para qué, pues, tener una organización?
¿Por qué personas falsas, hipócritas, me han seguido a mí, la encarnación de la Verdad? Recuerden, por favor, que no estoy diciendo cosas duras o crueles, sino que hemos llegado a una situación en que deben ustedes enfrentarse a las cosas tal como son. El año pasado dije que no transigiría. Muy pocos me escucharon entonces. Este año he puesto eso absolutamente en claro. No se cuántos miles en el mundo – miembros de la Orden – han estado preparándose para mí durante dieciocho años; sin embargo, ahora no están dispuestos a escuchar incondicionalmente, totalmente, lo que digo.
¿Para qué, pues, tener una organización?
Como dije antes, mi propósito es hacer que los hombres sean incondicionalmente libres, porque sostengo que la única espiritualidad es la incorruptibilidad del propio ser, que es eterno, que es la armonía entre la razón y el amor. Esta es la absoluta incondicionada Verdad que es la Vida misma. Deseo, por lo tanto, que el hombre sea libre, que se regocije como el pájaro en el cielo claro; libre de toda carga, independiente, estático en esa libertad. Y yo, para quien ustedes se han estado preparando durante dieciocho años, digo ahora, que deben liberarse de todas estas cosas, liberarse de sus complicaciones, de sus enredos. Para esto no necesitan tener una organización basada en la creencia espiritual. ¿Por qué tener una organización para cinco o diez personas en el mundo, que comprenden, que luchan, que han desechado todas las cosas triviales? Y para los débiles no puede haber organización alguna que les ayude a encontrar la Verdad, porque la Verdad está en cada uno de nosotros; no está lejos ni cerca; está eternamente ahí.
Las organizaciones no pueden hacerlos libres. Ningún hombre puede, desde afuera, hacerlos libres; ni un culto organizado ni la propia inmolación a una causa puede hacerlos libres. Ustedes utilizan una máquina de escribir para su correspondencia, pero no la ponen en un altar para adorarla. Sin embargo, eso es lo que están haciendo cuando las organizaciones se convierten en la principal preocupación de ustedes. “¿Cuántos miembros hay en ella?” Esta es la primera pregunta que me hacen todos los reporteros. “¿Cuántos seguidores tiene? Por su número juzgaremos si lo que usted dice es verdadero o falso”. Yo no sé cuántos son. No estoy interesado en eso. Aunque hubiera un solo hombre que halla podido liberarse, sería suficiente.
Además, tienen ustedes la idea de que sólo ciertas personas poseen la llave para entrar en el Reino de la Felicidad. Nadie la posee. Nadie tiene la autoridad para poseerla. Esa llave es el propio ser de cada uno, y sólo en el desarrollo y la purificación y la incorruptibilidad de ese ser, está el Reino de la Eternidad.
Verán, pues, cuan absurda es toda la estructura que han creado buscando la ayuda externa, dependiendo de otros para el propio bienestar, para la propia felicidad, para la propia fortaleza. Estas cosas solamente pueden encontrarlas dentro de sí mismos. ¿Para qué, pues, tener una organización?
Se han acostumbrado que se les diga cuánto han avanzado, cuál es el grado espiritual que poseen. ¡Qué niñería! ¿Quién sino ustedes mismos puede decir si son hermosos o feos por dentro? ¿Quién sino ustedes mismos puede decir si son incorruptibles? Ustedes no son serios en estas cosas.
¿Para qué, pues, tener una organización?
Pero aquellos que realmente deseen comprender, que traten de descubrir lo que es eterno, sin principio y sin fin, marcharán juntos con mayor intensidad y serán un peligro para todo lo que no es esencial, para las irrealidades, para las sombras. Y ellos se reunirán y se volverán la llama, porque habrán comprendido. Un cuerpo así es el que debemos crear y tal es mi propósito. Gracias a esa verdadera comprensión habrá una verdadera amistad. A causa de esa verdadera amistad – que al parecer ustedes no conocen – habrá verdadera cooperación de parte de cada uno. Y esto no por motivo de la autoridad, ni por la salvación, ni por la inmolación a una causa, sino porque realmente han comprendido y, en consecuencia, son capaces de vivir en lo eterno. Esto es algo más grande que todo placer y que todo sacrificio.
Estas son, pues, algunas de las razones por las que, después de haberlo considerado cuidadosamente durante dos años, he tomado esta decisión. No proviene de un impulso momentáneo. No he sido persuadido a ello por nadie – no me dejo persuadir en tales cosas –. Durante dos años he estado pensando en esto, despacio, cuidadosamente, pacientemente, y he decidido ahora disolver la Orden, puesto que soy su Jefe. Pueden formar otras organizaciones y esperar por algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear nuevas jaulas y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer que los hombres sean absolutamente, incondicionalmente libres.
Jiddu Krishnamurti
Él sabía quien era, quien no era y que vino al mundo para hablar a los demás y así lo hizo. El 1 de julio de 1933 en Alpino, Italia, dijo:

Me gustaría que hicieran ustedes un descubrimiento vital, no un descubrimiento inducido por la descripción de otros. Si alguien les hubiera hablado, por ejemplo, del paisaje de aquí, vendrían con sus mentes ya dispuestas a causa de esa descripción, y entonces tal vez se sentirían decepcionados por la realidad. Nadie puede describir la realidad. Ustedes deben experimentarla, verla, percibir toda su atmósfera. Cuando ven su belleza y exquisitez, experimentan una jubilosa renovación, una reavivación interna.


El 2 de julio de 1933 en Stresa señaló:

En mis pláticas, no voy a tejer una teoría intelectual. Hablaré de mi propia experiencia, la cual no nace de ideas intelectuales, sino que es real. Por favor, no piensen en mí como en un filósofo que expone un nuevo conjunto de ideas para que el intelecto de ustedes pueda hacer malabares con ellas. Eso no es lo que voy a ofrecerles. Más bien, quisiera explicar que la verdad, la vida de plenitud y riqueza interna, no puede ser realizada por intermedio de otra persona, mediante la imitación o mediante alguna forma de autoridad.


El 31 de julio de 1949, durante la sexta conferencia de un ciclo de catorce sobre "El Conocimiento de uno mismo", presentadas en Ojai, California, Krishnamurti a los asistentes les manifiesta:

En la mañana de hoy quisiera dilucidar qué es la verdadera religión. Mas para descubrir lo que ella es, debemos primero encaminar nuestra vida y no sobreponerle algo que creemos espiritual, romántico, sentimental. Examinemos, pues, nuestra vida para saber qué entendemos por religión, y si hay algún modo de descubrir qué es la verdadera religión.

En primer lugar, la vida de la mayoría de nosotros está llena de conflictos; estamos sumidos en el dolor, en el sufrimiento, Nuestra vida es aburrida, vacía; la muerte nos espera, y hay explicaciones a granel. La vida es principalmente una repetición constante de cosas habituales. Considerada en su totalidad, es penosa y cansadora, pesada y dolorosa; y ésa es la suerte que corre la mayoría de nosotros. Para escapar a eso recurrimos a las creencias, a los rituales, al saber, a las distracciones, a la política, a la actividad: nos acogemos gustosos a cualquier medio de evitar nuestra diaria rutina, tediosa y pesada. Estos escapes, ya sean políticos o religiosos, tienen por su propia naturaleza que volverse igualmente cansadores, rutinarios, habituales. Nos movemos de una sensación a otra; y toda sensación termina por ser tediosa, aburrida. Como nuestra vida es principalmente una reacción de nuestros centros físicos, y como ella causa perturbación y dolor, tratamos de huir hacia lo que llamamos religión, hacia el reino del espíritu.

Ahora bien, mientras busquemos la sensación en alguna forma, ésta ha de conducir eventualmente al fastidio; porque uno se harta, se cansa de ello, lo cual es asimismo un hecho evidente. Mientras más sensaciones experimentáis, más fatigosas se vuelven ellas al final; más tediosas, más habituales. ¿Y acaso la religión es cosa de sensación? Por religión entendemos la búsqueda de la realidad, el descubrimiento, la comprensión o vivencia de lo supremo. ¿Es todo esto asunto de sensación, de sentimiento, de simpatía? Para la mayoría de nosotros, la religión es una serie de creencias, dogmas, rituales, una constante repetición de fórmulas organizadas, etc. Si examináis estas cosas, veréis que ellas también son resultado del deseo de sensación. Concurrís a iglesias, a templos o a mezquitas, repetís ciertas frases y os entregáis a ciertas ceremonias. Todas ellas son estímulos, os producen cierta clase de sensación; y vosotros al sentiros satisfechos con esa sensación, le dais un nombre altisonante, no obstante lo cual ella es esencialmente sensación. Sois prisioneros de la sensación, os agradan las impresiones, la emoción de ser buenos, la repetición de ciertas plegarias, etc. Pero si esto se analiza de un modo profundo e inteligente, descúbrese que en el fondo esas cosas son mera sensación; y aunque varíen en la forma de expresarse y os den una impresión de novedad, ellas son esencialmente sensación, y, por lo tanto, al final de cuentas, resultan pesadas, tediosas, creadoras de hábito.

Así, pues, la religión no es evidentemente ceremonia. La religión no es dogma. La religión no es la continuación de ciertos principios o creencias inculcadas desde la niñez. Que creáis en Dios o no creáis en Dios, ello no os convierte en personas religiosas. La creencia, por cierto, no os torna religiosos. El hombre que lanza una bomba atómica y destruye en pocos minutos a miles y miles de personas, puede que crea en Dios; y ni el que lleva una vida estúpida y también cree en Dios, ni la persona que no cree en Dios, son sin duda personas religiosas. El creer o el no creer, nada tiene que ver con la búsqueda de la realidad o con el descubrimiento y vivencia de esa realidad, lo cual es religión. La vivencia de la realidad es religión; y esa vivencia no se alcanza mediante ninguna creencia organizada, ninguna iglesia, ningún conocimiento, sea de Oriente o de Occidente. Religión es la capacidad de experimentar directamente aquello que es inconmensurable, que no pueden expresarse en palabras; pero eso no puede experimentarse mientras huyamos de la vida, de esa vida que hemos convertido en algo tan torpe, tan vacío, tan rutinario. La vida, que es interrelación, ha llegado a ser cuestión de rutina porque en lo íntimo no hay intensidad creadora, porque interiormente somos pobres; y es por eso que exteriormente tratamos de llenar ese vacío con creencias, con diversiones y conocimientos, con diversas formas de excitación.

Ese vacío, esa pobreza interior, sólo podrá cesar cuando dejemos de escaparnos; y dejamos de escaparnos cuando ya no buscamos sensación. Entonces podemos enfrentar ese vacío. Ese vacío no es distinto de nosotros: somos ese vacío. Como lo dilucidábamos ayer, el pensamiento de es distinto del pensador. El vacío no es distinto del observador que siente dicho vacío. El observador y lo observado son un fenómeno conjunto. Y cuando eso lo experimentéis directamente encontraréis que esa cosa que habéis temido como vacío -y que os hace buscar escapatorias en diversas formas de sensación, la religión, inclusive- cesa; y podéis hacerle frente y ser ese vacío. No habiendo comprendido lo que significan y cómo han surgido los escapes, y dado que no los hemos examinado ni ahondado plenamente, ellos han llegado a ser mucho más importantes, más significativos, que aquello que es.  Los escapes nos han condicionado; y, por haber escapado, no somos creadores en nosotros mismos. Hay "creatividad" en nosotros cuando experimentamos la realidad constantemente pero no de un modo continuo; porque hay una diferencia entre la continuidad y el experimentar de instante en instante. Lo que continúa decae. Aquello que se experimenta de instante en instante, ni muere ni decae. Si podemos experimentar algo de instante en instante, ello tiene vitalidad, posee vida; si podemos enfrentar la vida en todo momento de un modo nuevo, en ello hay "creatividad". Pero tener una experiencia cuya continuidad deseáis, es algo en que hay decadencia.

Muchas personas que han tenido alguna clase de experiencia placentera,  quieren que esa experiencia continúe. Vuelven, pues, a ella, la reviven, la buscan la añoran y son infelices porque ella no continúa; y así se produce un constante proceso de decadencia. Por el contrario, si hay vivencia de instante en instante, hay renovación. Esa es la renovación creadora; y no podéis tener esa renovación, ese impulso creador, si vuestra mente se ocupa en escapar y se ve atrapada en todas esas cosas que damos por sabidas. Por eso tenemos que examinar de nuevo todos los valores que hemos acumulado; y uno de los principales valores de nuestra vida es la religión, la cual se halla muy organizada. Pertenecemos a una u otra de las varias religiones, sectas, sociedades o grupos organizados, porque ello nos da cierto sentido de seguridad. El estar identificados con la organización más vasta, o con la más pequeña, o con la más exclusiva, nos brinda satisfacción. Sólo cuando seamos capaces de reexaminar todas esas influencias que nos condicionan, que nos ayudan a huir de nuestro fastidio, de nuestra vacuidad, de nuestra falta de responsabilidad creadora y de júbilo creador; sólo cuando las hayamos examinado y estemos de vuelta después de desecharlas y de haber encarado lo que es -sólo entonces, sin duda, seremos capaces de penetrar realmente en la totalidad del problema de lo que es la verdad. Porque, al hacer esto hay una posibilidad de conocimiento propio; y sólo cuando existe el conocimiento de ese proceso, hay una posibilidad de pensar, sentir y actuar rectamente. No podemos practicar el recto pensar a fin de liberarnos del proceso de pensamiento; para ser libre, uno debe conocerse a sí mismo. El conocimiento propio es el principio de la sabiduría; y sin conocimiento propio no puede haber sabiduría. Puede haber conocimiento, sensación; pero la sensación es tediosa y pesada, mientras que la sabiduría, que es eterna, nunca decae ni puede tener fin.


Te sientes realizado, quieres guiar a otros en el secreto del éxito de la vida, deseas mostrar la senda que te permitió lograrlo. Sin embargo en tu euforia has olvidado que el camino es interior, algo privativo tuyo, exclusivo e irrepetible; no es para nadie más. Ese otro al que deseas orientar debe, por sí mismo, encontrar su senda y por sí mismo alcanzar la cima viviendo la su realidad que es la realidad de él. A lo más podrás dar un sano consejo sin nada imponer. La senda es interior y a ese interior cada uno accede con su mente sin ajena participación... El Conocimiento de uno mismo carece de Maestro externo, no hay manuales ni enseñanzas para graduarse en el "Conócete a ti mismo", ese paso trascendente se logra en la secreta cámara interior, lo que algunos llaman Meditación. Estimo que lo señalado por el Krishnamurti, al igual que toda su Enseñanza, es para la individual reflexión, no el grupal aprendizaje y menos aún del apego a una ajena opinión, sino que está destinado a atisbar en lo interno del propio conocimiento: el principio de la sabiduría que nos facilita el personal discernir nacido más allá del dogma, la creencia... Discernir es lograr decidir por uno mismo lo que es válido o no y eso os invito ahora a realizar en vuestra interiorización para una personal Reflexión.

*

        Padre, si en algo he de ser útil, dadme Fuerza para lograrlo

 

Dr. Iván Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile
Junio
de 2006

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