250
Héroes
ignorados
Considero héroe al que
por una causa que él estima justa y noble se sacrifica por
otros. Para los griegos el héroe se elevaba a la divinidad por
la acción heroica realizada. El acto heroico conlleva el
sacrificio, muchas veces la vida. Toda nación tiene
héroes que recuerda, los más lo son por un heroico acto
en la
guerra,
siendo la guerra el rompimiento de la paz entre naciones que da lugar
a una lucha armada símbolo de la insania humana barbarie aun no
superada
y de la que todos somos parte pues el mundo es el reflejo de la imagen
del conjunto pensante que lo habita.
Tengo entre mis manos un libro grande, pesado, antiguo, de gruesas
tapas labradas resultado de la hermosa
encuadernación de hace 100
años de los primeros ejemplares de Zig-Zag, la revista semanal
ilustrada que vio la luz en 1905 y dejó de ser en 1964.
Mientras hojeo las primeras páginas del N° 1, una joya de
colección,
intento imaginar la pretérita
época de hace 100 años y quedo en abstracción con
la propaganda, las fotos, los dibujos, el fino humor, sus
artículos y la calidad de impresión con buen
gusto. Me detengo en un
relato que dejaré íntegro
acá para después exponer la Reflexión que por ese
testimonio escribí.
En el artículo de
Zig-Zag llamará la
atención algunos errores de ortografía que no son tales
sino la forma en la que hace 100 años en la
América Joven el idioma castellano
se escribía.
Por respeto consideré que lo lógico era transcribir el
texto tal cual se encuentra y está relacionado con
una batalla
de la Guerra del Pacífico, la de Chorrillos (13 de enero de
1881), entre la alianza
Perú-Boliviana contra Chile, guerra iniciada en 1879 y
finalizada en 1883...
*
Memorias de un viejo soldado
Hace algunos años que estoi hundido en un
sillon viejo de mi cuarto, sin poder moverme con la maldita bala
que me metieron los peruanos en la pierna izquierda al terminar la
batalla de Chorrillos. La gota ha concluido por completo su obra. Por
esto creo mui explicable el jenio endemoniado que me domina.
Ya no quedan amigos ni parientes que vengan a
traerme el alivio de su conversación. Devoro todos los diarios y
me desespero mas aun al saber que todo el mundo se vuelve loco de
entusiasmo ante esa guerra de rusos y japoneses con sus minas que
vuelan rejimientos enteros, sus heroismos estraordinarios y los
discursos patéticos de sus jenerales. Pues bien, nosotros hemos
tenido tambien una guerra como esa, en nada inferior por heroismo y
sacrificio. Las minas nos han volado mucha jente; el hambre y la sed
nos han arrebatado gran cantidad de guerreros. Y ha habido batallas en
que los torrentes de sangre mezclada de "rotos" y "futres" han corrido
en proporción mas copiosa que los de ahora. Solo que entonces no
se conocian las guerras teatrales de gran espectáculo, no habia
tanto cable y los corresponsales extranjeros eran muchos ménos.
Por eso han quedado definitivamente enterrados bajo la muralla del
olvido mas absoluto, rasgos de esfuerzo humano que cualquier nacion
habria grabado con orgullo imperecedero en el bronce de sus monumentos
y en el oro de sus romances.
Antes de ir a reunirme con mis compañeros de
armas, que en su mayor parte tuvieron la felicidad de partir primero
que yo, quiero escribir algo para devolver a esas lejiones de
héroes ignorados, siquiera un chispazo de la gloria tan
injustamente arrebatada.
Usted, mi amigo que escribe en los diarios, me
ayudará un poco corrijiéndome estos reglones. Tenga por
seguro que Dios habrá de premiarle en su carrera el haber
abierto una válvula de salida a los sentimientos de amargura y
decepción que están desbordando, desde hace muchos
años, en el corazón de un viejo moribundo.
Quiero terminar luego estas lineas, cuya letra quiza
no se me entienda.
Talvez mañana mis manos ya no tendrán el poder de trazar
estos
caracteres rudos como mi alma de soldado.
Yo tuve un hijo único, que costó la
vida a su madre, mientras yo
estaba encerrado en un fortin de la Araucania. Está demas decir
que en
un principio mi dolor no tuvo límites. Pero despues fué
viniendo un
relativo consuelo. El chiquillo tenia la voz, la mirada, los mismos
movimientos; en una palabra, la semblanza absoluta de aquella santa. No
me cansaba de mirarlo en mis dias de licencia, porque veia revivir un
mundo de recuerdos de ella, en toda su gracia y en toda su juventud.
Vino la guerra y me fui con uno de los primeros
rejimientos a1
norte. Al despedirme no fué poca mi sorpresa a1 ver que aquel
chiquillo
de dieziseis años me manifestaba la firme resolucion de irse a
combatir
a mi lado. Vi entónces cómo se habian amalgamado en
él los instintos
guerreros de mi familia de militares, con la tenacidad heredada de su
abuelo materno, aquel célebre revolucionario liberal que usted
conoce
de nombre.
Supe que el director de su colejio lo hizo sacar un
dia en Coquimbo del trasporte en que se fugaba con un continjente de
voluntarios. Despues me escribieron que estaba mui enamorado en
Santiago.
Cuá1 no seria mi sorpresa cuando la
víspera de Chorrillos se me apareció en el campamento y
me dijo que la vida le era insoportable en Santiago y que queria hacer
carrera en el ejército! En un principio tuve impulsos de darle
de
puntapiés, pero me acordé de que a la misma edad me
fugué de la casa de mi abuelo para irme a1 sitio de la Serena en
la revolucion del jeneral Cruz el año 51.
Crei que estaria ménos espuesto en zapadores
y le consegui alli el grado de sarjento distinguido.
Aquella mañana todo iba bien en el asalto de
las poderosas posiciones de Chorrillos. Todo, ménos en aquel
maldito molino fortificado que nos barria por el flanco izquierdo y nos
sacaba el "jugo" con sus cañones ingleses. Por todas partes las
minas
estallaban a su gusto, matándonos muchos soldados sobre todo de
caballeria. Un rotito divisó en el suelo un reloj monisimo de
señora. Se agachó a recojerlo, y el reloj, conectado con
una mina, lanzó por los aires, en pedazos, a todos los hombres
del
peloton.
Pero, ¿qué hacer con ese molino de
los demonios? Nos tragaba
jente, y nos tragaba mas y
mas con una voracidad loca! Al mismo tiempo, desde las posiciones del
frente, nos abanicaban de abajo arriba con torrentes de plomo,
refrescando así, mortalmente, el hornillo en que nos
habíamos metido.
Todos nosotros estábamos exasperados en aquel
atolladero. A las cuchufletas de 1os primeros momentos habia
sucedido una serie de roncas interjecciones. Yo estaba en la primera
fila de tiradores de mi batallon. Y, si sali vivo de alli, fué
sin duda porque con el rifle a la cara y los correajes terciados no me
diferenciaba en nada de un soldado raso.
No podiamos avanzar ni retroceder. No veiamos a
nadie en el fuerte enemigo. La fila de kepies que nos habian colocado
por burla en la cresta de la trinchera estaba ya en tierra. Y ellos
seguian fusilándonos a su gusto detras de sus bastiones de
piedra.
Miré hácia atras a las filas cada vez
mas
ralas de mi jente y vi a mi hijo que habia abandonado su puesto para
venir a juntárseme. Era de verlo con la fiebre devoradora de los
combates, mordiendo cada cartucho antes de enviarlo
con una imprecacion al enemigo invisible.
Aquella situación no podia
prolongarse. Diez minutos más y mi batallón se
deshacia como un terron de azúcar bajo la lluvia
de metralla cada vez mas pesada. ¡Ibamos a perecer todos!
El jeneral de la division que había estado
en Yungay cuarenta años antes, vino hácia mí, loco
de desesperacion y nos lanzó un torrente de insultos para
animarnos.
No había cañones y era necesario abrir
a toda costa una brecha en aquel fuerte o bien la batalla estaba
perdida.
-¡Qué se vuele esa batería!-
gritó el jeneral. Todos nos miramos asombrados.
Y luego.
-¡Tres grados al voluntario que lleve
allí un saco de dinamita!-
Un soldado de la primera fila avanzó,
arrastrándose como cincuenta metros en demanda del fuerte fatal
y se quedó allí para siempre!
Sale un segundo héroe. Va cien metros
más allá con su carga. Un momento pensamos: ¡Este
llegará! Vano intento! Lo mata una de las balas que se clavan en
las faldas de la colina como un verdadero papel de alfileres.
El tercer voluntario que se adelanta es mi hijo. El
va mas léjos, sube y sube siempre...
De repente se desploma con las manos
empuñadas hácia el enemigo, en ademan de suprema
maldición ¡Todo se ha concluido! Pero, nó;
luego se mueve y avanza con más decision y rapidez. Era el saco
que se le había soltado de las manos hasta diez metros mas
abajo. Y así siguió esa caza al hombre, en que mi hijo
hacia prodijios de astucia y valor. Cien veces lo creí muerto,
era que se detenia para distraer a los tiradores enemigos.
Apelo ahora a los que tienen hijos para que se
hagan cargo del martirio chino de un infeliz padre, obligado por su
deber a presenciar impasible la agonia de su único hijo.
Miré un momento hacia atras y vi al jeneral
con los ojos mas chicos que nunca, que presenciaba, kepi en mano, sin
cuidarse de las balas que rebotaban en torno suyo, el sacrificio de
aquel niño héroe.
Llegaba, por fin, a mui pocos pasos de la muralla.
Un chispazo de esperanza pugnaba por anidarse en mi corazon. De
repente, jiró hacia la derecha y quedó bajo el gran
cañon de la fortaleza!
Veinte bayonetas salieron de las troneras y se
clavaron en su cuerpo. Cayó y el saco no estallaba! Con un
supremo esfuerzo se lo colocó en la cabeza.
Comprendí su intento: queria que las balas
enemigas lo hicieran estallar ya que no tenia mecha ni cómo
encenderla. Fué cosa de un segundo, de un verdadero
relámpago. Un gran diablo de pantalon lacre se asomó un poco por la tronera y le
disparó a quema-ropa, buscando la cabeza a traves del saco.
La esplosion fué espantosa. La muralla
vaciló
sobre si y cayó, sepultando aquellos cañones tan fatales
para
nosotros.
La columna nuestra lanzó un hurra de supremo
triunfo. Luego se quebró y salió a paso de carga. El
corneta
cayó a mi lado. Yo estaba loco de venganza, sediento de sangre.
Tomé esa corneta y la apliqué a mis labios. Con mi
aliento de padre, desgarrado hasta el alma, ese toque de cala-cuerda
tenia una espresion de venganza suprema, de odio formidable como nunca
talvez se le habrá dado igual. Penetramos en el fuerte y
barrimos con todo y con todos. Así tambien cayeron todas las
demas posiciones.
Mataría talvez veinte, talvez cincuenta de
los victimarios de mi hijo. Yo no veia nada ni sabia de nada que no
fuera matar. ¡Quién sabe cuántos muchachos de la
edad de mi hijo fueron sacrificados de ese modo por mí!
La batalla se ganó. En las últimas
horas de la tarde seguia yo en mi locura de muerte. Una bala me
rompió el tendon principal de la pierna izquierda y caí
sin sentido. Dicen que me encontraron sobre un monton de muertos con
tres sables quebrados al lado.
No pude asistir a los solemnes funerales de los
únicos restos que fué posible identificar. En mi delirio
me pareció ver que una mujer hermosísima, imájen
de la Patria, venia ante las tropas formadas con sus estandartes de
victoria a depositar sobre la tumba de esa mina humana los tres galones
que supiera ganar con su sacrificio.
Así, Dios no ha querido que el mio fuera el
consuelo de mi vejez. Pero no puedo consentir en que caiga el olvido
sobre su memoria.
En estos veinticinco años de aislamiento y de
abandono que he pasado, él ha estado siempre conmigo. Si cierro
los ojos en la penumbra de mi cuarto, vuelvo a verlo tal cual era
el dia de su sacrificio, cuando subia con el saco de dinamita
hácia la fortaleza peruana.
Entónces conversa conmigo y me habla de ese
mundo de consuelo infinito, donde me espera con su madre. Allá
debo irme mui luego. Despues siento esas marchas militares, las
mismas de Napoleon que nadie toca ya por antiguas. Ellas acarician mi
oido con el mismo amoroso acento con que nos llevaban a1 asalto o nos
hacian olvidar las semanas enteras que estábamos marchando sin
comer ni beber por el desierto.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mucho
le agradeceria si hiciera algo por publicar esto, ya que hasta los
últimos deseos de un asesino son cumplidos en el patibulo.
¿Cuántos no creerán nada, lo
discutirán o se encojerán de hombros? Eso no me importa.
¿Acaso alguna riqueza del mundo seria suficiente para pagarme en
su justo valor la vida de aquel heróico hijo de la inmortalidad
que se llamó el Hombre-mina?
VICTOR NOIH
*
Desde 100 años en el
futuro, tu testimonio amigo guerrero lo creo, no lo
discuto ni me
encogí de hombros al leerlo, al contrario, tengo la suerte de
ser padre y me
emocioné al "ver" el sacrificio heroico de tu joven hijo, tu
relato me conmovió y te admiro como hombre
leal, valiente, disciplinado que fuiste y a tu hijo como el
héroe que fue...
Como padre más que soldado deseas que se
conozca el sacrificio de tu hijo héroe, por ello amigo
acá queda en el "CiberEspacio" donde permanecerá... y por
medio de él se honra a tanto héroe
anónimo que bajo arena quedó en el olvido sin
ninguna mención. ¿Qué puedo decir para esta
reflexión a la que me llevas con tu recuerdo camarada guerrero?
¿Cómo explicar y entender cual humano que soy al arte
de la guerra? Desde allá donde estás en PAZ con los tuyos
escucha esta personal invocación que me nace desde, desde
acá, compartir contigo:
Padre, si en algo puedo ser
útil dadme Fuerza para lograrlo
Ese viejo soldado
lisiado de guerra, vive abandonado esperando a la muerte para que lo
una con los suyos. Lo hace sin siquiera poder disfrutar de sus
victorias
pues en sus recuerdos solo está presente el heroico sacrificio
de su hijo al que él impotente vio cumplir con honor su
voluntaria misión dando la vida por los demás.
Además del constante recuerdo del sacrificio heroico de su hijo
por el que clama reconocimiento tiene, en sus últimos
días, una
revelación de un Más Allá que le aguarda para
estar con sus seres queridos. La revista Zig-Zag en su primer
número, en 1905, con ese MENSAJE del soldado anticipó en
los albores del siglo XX algo para los futuros, en los albores del
siglo XXI, los actual presentes que hoy somos, pues luego de 80
años de su muerte, en pleno acelerado avance de la
modernidad, millares y millares de personas van testimoniando sobre su
retorno
desde el umbral del Más Allá al ser calificados por la
ciencia médica como muertos clínicos misteriosamente
vueltos a la vida sin secuela cerebral. Esos testimonios de FE y
Esperanza permiten racionalizar el Mensaje del viejo soldado,
testimonios que son evaluados
por serios investigadores que, por sobre el limitante paradigma
materialista de la ciencia, demuestra y da validez por el riguroso
método estadístico a una VERDAD que a diario, gracias a
la moderna ciencia médica que los revive a pesar de estar
cerebralmente muertos y pasado el límite de la sobrevida,
vuelven desde el Umbral del Mundo Real para decirnos, sin secuela
cerebral: Hay un Más
Allá de la vida que nos aguarda sin juicio ni absurdo
castigo
por transitorios errores de lo ilusorio
realizados en la ignorancia, errores que están por debajo de lo eterno que cada uno es, en donde lo denso del acá
no vibra en lo sutil del Más Allá. Ignorancia que, de
manera
gradual, permite
manifestar la Sabiduría del alma por intermedio de la mente cada
vez
más purificada, en un Despertar que desliga, paso a paso, del
deseo de lo
ilusorio mundano que Allá es un necesario sueño
más para el
alma...
Pareciera que la guerra es
uno de los paradigmas que enmarcan al ser humano, un negativo modelo de
pensamiento nada fácil de aceptar. La UNESCO nacida de las
Naciones Unidas creada con tan buenas intenciones al finalizar la
Segunda Guerra Mundial, en su carta constitutiva señala la causa
de la sin razón al afirmar:
Como las guerras se inician en la mente de los hombres
Es en las mentes de los mismos hombres
que deberán ser edificadas
las defensas para la PAZ
La Sagrada Enseñanza
dice que a nadie debes dañar pero que de nadie tienes que
aceptarlo. Quienes inician una guerra intentan hacer daño, el
que se defiende cumple su deber de no aceptar ser dañado. Pensar
es un voluntario acto
mental consciente, siendo ese consciente mental el lugar de inicio de
las guerras y, a su vez teniendo ese consciente mental el potencial de
dar lugar a la definitiva PAZ entre los hombres si cada uno, por
sí mismo, logra edificar sus defensas PENSANDO CADA
DÍA UN POCO MEJOR. Las guerras son el fruto prioritario del mal
pensar de un
reducido grupo humano con poder de decisión sobre los
más, los
llamados ciudadanos a los que ellos manejan y que, sin pensar, van a la
guerra
como parte de un sensibilizado colectivo por arte de los señores
de la
guerra. Es allí, en esa tropa engañado para
beneficio de unos pocos en donde han quedado tantos heroicos actos
olvidados como este desgarrador testimonio de un padre lisiado,
olvidado y,
cada día, re-viendo cómo su único hijo, por un
acto heroico,
moría acribillado permitiendo que él su padre y los otros
camaradas de su
batallón se salvaran y así la importante batalla ganaran.
Ese sentido relato del patriota soldado nos da
una LUZ de Esperanza al decir de manera transpersonal:
Entónces conversa
conmigo y me habla de ese mundo de consuelo infinito,
donde me espera con su madre. Allá debo irme mui luego.
Esa visión cercana a la muerte representa la síntesis de
lo que actualmente han visto y sentido millones en el umbral del
Más
Allá, son los llamados
muertos clínicos que por algo y para algo han retornado de un
Mundo REAL de consuelo
infinito que a TODOS nos aguarda una vez finalizado el tránsito
por este
duro mundo de ilusión.
Esta Reflexión 61 la dedico a
todos los héroes anónimos y lo hago con la esperanza que
los
más piensen y no se dejen engañar y manejar por los menos
que tanto poseen
en lo material sin importar el cómo lo han logrado a vuestra
costa y sacrificio... ¿Para
qué les ha servido todo ese oro y poder mundano, si nada de
él se podrán llevar al mundo real? Sólo lo positivo logrado
acá nos acompañará en el despertar Allá.
Ellos, en su delirio de grandeza y poder, se creen los amos y son tan
solo siervos del camino fácil material, piensan que lo tienen
todo y no tienen nada, pues nada desde lo ilusorio reservaron para lo
REAL.
Camarada Guerrero, te repito,
en el CiberEspacio ha quedado el acto heroico del Héroe que fue
tu hijo y la Revelación que, por él tuviste para nosotros
desde el Más Allá. Gracias.
Padre, si en algo puedo ser
útil dadme Fuerza para lograrlo
*
Dr.
Iván Seperiza
Pasquali
Quilpué,
Chile
Abril de 2006