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Héroes ignorados


Considero héroe al que por una causa que él estima justa y noble se sacrifica por otros. Para los griegos el héroe se elevaba a la divinidad por la acción heroica realizada. El acto heroico conlleva el sacrificio, muchas veces la vida. Toda nación tiene héroes que recuerda, los más lo son por un heroico acto en la guerra, siendo la guerra el rompimiento de la paz entre naciones que da lugar a una lucha armada símbolo de la insania humana barbarie aun no superada y de la que todos somos parte pues el mundo es el reflejo de la imagen del conjunto pensante que lo habita.

Tengo entre mis manos un libro grande, pesado, antiguo, de gruesas tapas labradas resultado de la hermosa encuadernación de hace 100 años de los primeros ejemplares de Zig-Zag, la revista semanal ilustrada que vio la luz en 1905 y dejó de ser en 1964. Mientras hojeo las primeras páginas del N° 1, una joya de colección, intento imaginar la pretérita época de hace 100 años y quedo en abstracción con la propaganda, las fotos, los dibujos, el fino humor, sus artículos y la calidad de impresión con buen gusto. Me detengo en un relato que dejaré íntegro acá para después exponer la Reflexión que por ese testimonio escribí.

En el artículo de Zig-Zag llamará la atención algunos errores de ortografía que no son tales sino la forma en la que hace 100 años en la América Joven el idioma castellano se escribía. Por respeto consideré que lo lógico era transcribir el texto tal cual se encuentra y está relacionado con una batalla de la Guerra del Pacífico, la de Chorrillos (13 de enero de 1881), entre la alianza Perú-Boliviana contra Chile, guerra iniciada en 1879 y finalizada en 1883...
*
Memorias de un viejo soldado

    Hace algunos años que estoi hundido en un sillon viejo de mi cuarto, sin poder moverme con la maldita bala que me metieron los peruanos en la pierna izquierda al terminar la batalla de Chorrillos. La gota ha concluido por completo su obra. Por esto creo mui explicable el jenio endemoniado que me domina.
    Ya no quedan amigos ni parientes que vengan a traerme el alivio de su conversación. Devoro todos los diarios y me desespero mas aun al saber que todo el mundo se vuelve loco de entusiasmo ante esa guerra de rusos y japoneses con sus minas que vuelan rejimientos enteros, sus heroismos estraordinarios y los discursos patéticos de sus jenerales. Pues bien, nosotros hemos tenido tambien una guerra como esa, en nada inferior por heroismo y sacrificio. Las minas nos han volado mucha jente; el hambre y la sed nos han arrebatado gran cantidad de guerreros. Y ha habido batallas en que los torrentes de sangre mezclada de "rotos" y "futres" han corrido en proporción mas copiosa que los de ahora. Solo que entonces no se conocian las guerras teatrales de gran espectáculo, no habia tanto cable y los corresponsales extranjeros eran muchos ménos. Por eso han quedado definitivamente enterrados bajo la muralla del olvido mas absoluto, rasgos de esfuerzo humano que cualquier nacion habria grabado con orgullo imperecedero en el bronce de sus monumentos y en el oro de sus romances.
    Antes de ir a reunirme con mis compañeros de armas, que en su mayor parte tuvieron la felicidad de partir primero que yo, quiero escribir algo para devolver a esas lejiones de héroes ignorados, siquiera un chispazo de la gloria tan injustamente arrebatada.
    Usted, mi amigo que escribe en los diarios, me ayudará un poco corrijiéndome estos reglones. Tenga por seguro que Dios habrá de premiarle en su carrera el haber abierto una válvula de salida a los sentimientos de amargura y decepción que están desbordando, desde hace muchos años, en el corazón de un viejo moribundo.
    Quiero terminar luego estas lineas, cuya letra quiza no se me entienda. Talvez mañana mis manos ya no tendrán el poder de trazar estos caracteres rudos como mi alma de soldado.
    Yo tuve un hijo único, que costó la vida a su madre, mientras yo estaba encerrado en un fortin de la Araucania. Está demas decir que en un principio mi dolor no tuvo límites. Pero despues fué viniendo un relativo consuelo. El chiquillo tenia la voz, la mirada, los mismos movimientos; en una palabra, la semblanza absoluta de aquella santa. No me cansaba de mirarlo en mis dias de licencia, porque veia revivir un mundo de recuerdos de ella, en toda su gracia y en toda su juventud.
    Vino la guerra y me fui con uno de los primeros rejimientos a1 norte. Al despedirme no fué poca mi sorpresa a1 ver que aquel chiquillo de dieziseis años me manifestaba la firme resolucion de irse a combatir a mi lado. Vi entónces cómo se habian amalgamado en él los instintos guerreros de mi familia de militares, con la tenacidad heredada de su abuelo materno, aquel célebre revolucionario liberal que usted conoce de nombre.
    Supe que el director de su colejio lo hizo sacar un dia en Coquimbo del trasporte en que se fugaba con un continjente de voluntarios. Despues me escribieron que estaba mui enamorado en Santiago.
    Cuá1 no seria mi sorpresa cuando la víspera de Chorrillos se me apareció en el campamento y me dijo que la vida le era insoportable en Santiago y que queria hacer carrera en el ejército! En un principio tuve impulsos de darle de puntapiés, pero me acordé de que a la misma edad me fugué de la casa de mi abuelo para irme a1 sitio de la Serena en la revolucion del jeneral Cruz el año 51.
    Crei que estaria ménos espuesto en zapadores y le consegui alli el grado de sarjento distinguido.
    Aquella mañana todo iba bien en el asalto de las poderosas posiciones de Chorrillos. Todo, ménos en aquel maldito molino fortificado que nos barria por el flanco izquierdo y nos sacaba el "jugo" con sus cañones ingleses. Por todas partes las minas estallaban a su gusto, matándonos muchos soldados sobre todo de caballeria. Un rotito divisó en el suelo un reloj monisimo de señora. Se agachó a recojerlo, y el reloj, conectado con una mina, lanzó por los aires, en pedazos, a todos los hombres del peloton.
    Pero, ¿qué hacer con ese molino de los demonios? Nos tragaba jente, y nos tragaba mas y mas con una voracidad loca! Al mismo tiempo, desde las posiciones del frente, nos abanicaban de abajo arriba con torrentes de plomo, refrescando así, mortalmente, el hornillo en que nos habíamos metido.
    Todos nosotros estábamos exasperados en aquel atolladero. A las cuchufletas de 1os primeros momentos habia sucedido una serie de roncas interjecciones. Yo estaba en la primera fila de tiradores de mi batallon. Y, si sali vivo de alli, fué sin duda porque con el rifle a la cara y los correajes terciados no me diferenciaba en nada de un soldado raso.
    No podiamos avanzar ni retroceder. No veiamos a nadie en el fuerte enemigo. La fila de kepies que nos habian colocado por burla en la cresta de la trinchera estaba ya en tierra. Y ellos seguian fusilándonos a su gusto detras de sus bastiones de piedra.
    Miré hácia atras a las filas cada vez mas ralas de mi jente y vi a mi hijo que habia abandonado su puesto para venir a juntárseme. Era de verlo con la fiebre devoradora de los combates, mordiendo cada cartucho antes de enviarlo con una imprecacion al enemigo invisible.
    Aquella situación no podia prolongarse. Diez minutos más y mi batallón se deshacia como un terron de azúcar bajo la lluvia de metralla cada vez mas pesada. ¡Ibamos a perecer todos!
    El jeneral de la division que había estado en Yungay cuarenta años antes, vino hácia mí, loco de desesperacion y nos lanzó un torrente de insultos para animarnos.
    No había cañones y era necesario abrir a toda costa una brecha en aquel fuerte o bien la batalla estaba perdida.
    -¡Qué se vuele esa batería!- gritó el jeneral. Todos nos miramos asombrados.
    Y luego.
    -¡Tres grados al voluntario que lleve allí un saco de dinamita!-
    Un soldado de la primera fila avanzó, arrastrándose como cincuenta metros en demanda del fuerte fatal y se quedó allí para siempre!
    Sale un segundo héroe. Va cien metros más allá con su carga. Un momento pensamos: ¡Este llegará! Vano intento! Lo mata una de las balas que se clavan en las faldas de la colina como un verdadero papel de alfileres.
    El tercer voluntario que se adelanta es mi hijo. El va mas léjos, sube y sube siempre...
    De repente se desploma con las manos empuñadas hácia el enemigo, en ademan de suprema maldición  ¡Todo se ha concluido! Pero, nó; luego se mueve y avanza con más decision y rapidez. Era el saco que se le había soltado de las manos hasta diez metros mas abajo. Y así siguió esa caza al hombre, en que mi hijo hacia prodijios de astucia y valor. Cien veces lo creí muerto, era que se detenia para distraer a los tiradores enemigos.
     Apelo ahora a los que tienen hijos para que se hagan cargo del martirio chino de un infeliz padre, obligado por su deber a presenciar impasible la agonia de su único hijo.
    Miré un momento hacia atras y vi al jeneral con los ojos mas chicos que nunca, que presenciaba, kepi en mano, sin cuidarse de las balas que rebotaban en torno suyo, el sacrificio de aquel niño héroe.
    Llegaba, por fin, a mui pocos pasos de la muralla. Un chispazo de esperanza pugnaba por anidarse en mi corazon. De repente, jiró hacia la derecha y quedó bajo el gran cañon de la fortaleza!
    Veinte bayonetas salieron de las troneras y se clavaron en su cuerpo. Cayó y el saco no estallaba! Con un supremo esfuerzo se lo colocó en la cabeza.
    Comprendí su intento: queria que las balas enemigas lo hicieran estallar ya que no tenia mecha ni cómo encenderla. Fué cosa de un segundo, de un verdadero relámpago. Un gran diablo de pantalon lacre se asomó un poco por la tronera y le disparó a quema-ropa, buscando la cabeza a traves del saco.
    La esplosion fué espantosa. La muralla vaciló sobre si y cayó, sepultando aquellos cañones tan fatales para nosotros.
    La columna nuestra lanzó un hurra de supremo triunfo. Luego se quebró y salió a paso de carga. El corneta cayó a mi lado. Yo estaba loco de venganza, sediento de sangre. Tomé esa corneta y la apliqué a mis labios. Con mi aliento de padre, desgarrado hasta el alma, ese toque de cala-cuerda tenia una espresion de venganza suprema, de odio formidable como nunca talvez se le habrá dado igual. Penetramos en el fuerte y barrimos con todo y con todos. Así tambien cayeron todas las demas posiciones.
    Mataría talvez veinte, talvez cincuenta de los victimarios de mi hijo. Yo no veia nada ni sabia de nada que no fuera matar. ¡Quién sabe cuántos muchachos de la edad de mi hijo fueron sacrificados de ese modo por mí!
    La batalla se ganó. En las últimas horas de la tarde seguia yo en mi locura de muerte. Una bala me rompió el tendon principal de la pierna izquierda y caí sin sentido. Dicen que me encontraron sobre un monton de muertos con tres sables quebrados al lado.
    No pude asistir a los solemnes funerales de los únicos restos que fué posible identificar. En mi delirio me pareció ver que una mujer hermosísima, imájen de la Patria, venia ante las tropas formadas con sus estandartes de victoria a depositar sobre la tumba de esa mina humana los tres galones que supiera ganar con su sacrificio.
    Así, Dios no ha querido que el mio fuera el consuelo de mi vejez. Pero no puedo consentir en que caiga el olvido sobre su memoria.
    En estos veinticinco años de aislamiento y de abandono que he pasado, él ha estado siempre conmigo. Si cierro los ojos en la penumbra de mi cuarto, vuelvo a  verlo tal cual era el dia de su sacrificio, cuando subia con el saco de dinamita hácia la fortaleza peruana.
    Entónces conversa conmigo y me habla de ese mundo de consuelo infinito, donde me espera con su madre. Allá debo irme mui luego. Despues siento esas marchas militares, las mismas de Napoleon que nadie toca ya por antiguas. Ellas acarician mi oido con el mismo amoroso acento con que nos llevaban a1 asalto o nos hacian olvidar las semanas enteras que estábamos marchando sin comer ni beber por el desierto.
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Mucho le agradeceria si hiciera algo por publicar esto, ya que hasta los últimos deseos de un asesino son cumplidos en el patibulo. ¿Cuántos no creerán nada, lo  discutirán o se encojerán de hombros? Eso no me importa. ¿Acaso alguna riqueza del mundo seria suficiente para pagarme en su justo valor la vida de aquel heróico hijo de la inmortalidad que se llamó el Hombre-mina?
VICTOR NOIH
*
Desde 100 años en el futuro, tu testimonio amigo guerrero lo creo, no lo discuto ni me encogí de hombros al leerlo, al contrario, tengo la suerte de ser padre y me emocioné al "ver" el sacrificio heroico de tu joven hijo, tu relato me conmovió y te admiro como hombre leal, valiente, disciplinado que fuiste y a tu hijo como el héroe que fue... Como padre más que soldado deseas que se conozca el sacrificio de tu hijo héroe, por ello amigo acá queda en el "CiberEspacio" donde permanecerá... y por medio de él se honra a tanto héroe anónimo que bajo arena quedó en el olvido sin ninguna mención. ¿Qué puedo decir para esta reflexión a la que me llevas con tu recuerdo camarada guerrero? ¿Cómo explicar y entender cual humano que soy al arte de la guerra? Desde allá donde estás en PAZ con los tuyos escucha esta personal invocación que me nace desde, desde acá, compartir contigo:

Padre, si en algo puedo ser útil dadme Fuerza para lograrlo

Ese viejo soldado lisiado de guerra, vive abandonado esperando a la muerte para que lo una con los suyos. Lo hace sin siquiera poder disfrutar de sus victorias pues en sus recuerdos solo está presente el heroico sacrificio de su hijo al que él impotente vio cumplir con honor su voluntaria misión dando la vida por los demás. Además del constante recuerdo del sacrificio heroico de su hijo por el que clama reconocimiento tiene, en sus últimos días, una revelación de un Más Allá que le aguarda para estar con sus seres queridos. La revista Zig-Zag en su primer número, en 1905, con ese MENSAJE del soldado anticipó en los albores del siglo XX algo para los futuros, en los albores del siglo XXI, los actual presentes que hoy somos, pues luego de 80 años de su muerte, en pleno acelerado avance de la modernidad, millares y millares de personas van testimoniando sobre su retorno desde el umbral del Más Allá al ser calificados por la ciencia médica como muertos clínicos misteriosamente vueltos a la vida sin secuela cerebral. Esos testimonios de FE y Esperanza permiten racionalizar el Mensaje del viejo soldado, testimonios que son evaluados por serios investigadores que, por sobre el limitante paradigma materialista de la ciencia, demuestra y da validez por el riguroso método estadístico a una VERDAD que a diario, gracias a la moderna ciencia médica que los revive a pesar de estar cerebralmente muertos y pasado el límite de la sobrevida, vuelven desde el Umbral del Mundo Real para decirnos, sin secuela cerebral: Hay un Más Allá de la vida que nos aguarda sin juicio ni absurdo castigo por transitorios errores de lo ilusorio realizados en la ignorancia, errores que están por debajo de lo eterno que cada uno es, en donde lo denso del acá no vibra en lo sutil del Más Allá. Ignorancia que, de manera gradual, permite manifestar la Sabiduría del alma por intermedio de la mente cada vez más purificada, en un Despertar que desliga, paso a paso, del deseo de lo ilusorio mundano que Allá es un necesario sueño más para el alma...

Pareciera que la guerra es uno de los paradigmas que enmarcan al ser humano, un negativo modelo de pensamiento nada fácil de aceptar. La UNESCO nacida de las Naciones Unidas creada con tan buenas intenciones al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en su carta constitutiva señala la causa de la sin razón al afirmar:


Como las guerras se inician en la mente de los hombres
Es en las mentes de los mismos hombres
 que deberán ser edificadas
las defensas para la PAZ

La Sagrada Enseñanza dice que a nadie debes dañar pero que de nadie tienes que aceptarlo. Quienes inician una guerra intentan hacer daño, el que se defiende cumple su deber de no aceptar ser dañado. Pensar es un voluntario acto mental consciente, siendo ese consciente mental el lugar de inicio de las guerras y, a su vez teniendo ese consciente mental el potencial de dar lugar a la definitiva PAZ entre los hombres si cada uno, por sí mismo, logra edificar sus defensas PENSANDO CADA DÍA UN POCO MEJOR. Las guerras son el fruto prioritario del mal pensar de un reducido grupo humano con poder de decisión sobre los más, los llamados ciudadanos a los que ellos manejan y que, sin pensar, van a la guerra como parte de un sensibilizado colectivo por arte de los señores de la guerra. Es allí, en esa tropa engañado para beneficio de unos pocos en donde han quedado tantos heroicos actos olvidados como este desgarrador testimonio de un padre lisiado, olvidado y, cada día, re-viendo cómo su único hijo, por un acto heroico, moría acribillado permitiendo que él su padre y los otros camaradas de su batallón se salvaran y así la importante batalla ganaran.

Ese sentido relato del patriota soldado nos da una LUZ de Esperanza al decir de manera transpersonal:

Entónces conversa conmigo y me habla de ese mundo de consuelo infinito, donde me espera con su madre. Allá debo irme mui luego.

Esa visión cercana a la muerte representa la síntesis de lo que actualmente han visto y sentido millones en el umbral del Más Allá, son los llamados muertos clínicos que por algo y para algo han retornado de un Mundo REAL de consuelo infinito que a TODOS nos aguarda una vez finalizado el tránsito por este duro mundo de ilusión.

Esta Reflexión 61 la dedico a todos los héroes anónimos y lo hago con la esperanza que los más piensen y no se dejen engañar y manejar por los menos que tanto poseen en lo material sin importar el cómo lo han logrado a vuestra costa y sacrificio...
¿Para qué les ha servido todo ese oro y poder mundano, si nada de él se podrán llevar al mundo real? Sólo lo positivo logrado acá nos acompañará en el despertar Allá. Ellos, en su delirio de grandeza y poder, se creen los amos y son tan solo siervos del camino fácil material, piensan que lo tienen todo y no tienen nada, pues nada desde lo ilusorio reservaron para lo REAL.

Camarada Guerrero, te repito, en el CiberEspacio ha quedado el acto heroico del Héroe que fue tu hijo y la Revelación que, por él tuviste para nosotros desde el Más Allá. Gracias.

Padre, si en algo puedo ser útil dadme Fuerza para lograrlo
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Dr. Iván Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile
Abril de 2006

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