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Mi Vida

Este es el anillo recuerdo de mis padres

Dr. Iván Leonardo Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile


Dedicado:
A mi madre Elsa (Q.E.P.D.)
A mi padre Juan (Q.E.P.D.)
A mi esposa Olga (Q.E.P.D.)
A mis hijos Iván y Astrid.
A todos los CiberLectores que por diferentes causalidades
al CiberPuerto MUNDO MEJOR llegaron
y sus agradecidos correos me hicieron llegar.
A todos los lectores que en el papel con cariño más una página han guardado.

Anhelo:
Tiene el escrito que a continuación leeréis, en lo posible el sentido de enfatizar que si yo lo logré, quien lo desee, con Actitud Mental Positiva reforzada por la Fuerza del Pensamiento Positivo, más una Sonrisa, podrá a su vez lograrlo. Intentan las cuartillas siguientes dejar en el olvido duros hechos negativos que dividen a la sociedad. Ojalá sea un canto de unión y esperanza para estos difíciles años que por delante tendremos. Humano soy, humanamente intento un Saber compartir, como humano os escribo, humanamente comprendedlo...

 

Reconocimiento:
Como un reconocimiento a quienes
me permitieron nacer.
Como un reconocimiento a quienes
me permitieron vivir.
Como un reconocimiento a quienes
pese a su apoyo y cariño ignoré.
Como un reconocimiento a quienes
sin yo saberlo ayudaron a surgir
al Guerrero en mí.
Como un sentido homenaje a los Guerreros.
Cual modesto presente por medio de estas
manos os llegue mi Ofrenda de Agradecimiento:

La vida del Guerrero tiene la satisfacción de Misión Cumplida
Y el duro rigor de esa vida está para un adecuado temple él lograr

ANTELIBRO o Introducción

Más una vez desde el CiberEspacio, agradecidos CiberLectores de la página MUNDO MEJOR en InterNet, me han preguntado mediante correo electrónico o "E-mail": ¿Por qué no relata su vida doctor? A pesar de considerar fuera de misión Mi Vida yo escribir, pues hay una especie de barrera que no me siento, en ocasiones, autorizado traspasar, aunque las apariencias digan lo contrario, créanlo, respeto barreras si son transpersonales. Puedo hacerlo en una autobiografía, lo sé, sin embargo me inspira respeto mejor olvidar relatar Mi Vida, para evitar en especial la vanidad fruto del halago, y lo que es peor del autohalago. Corría el año 2001, es decir habíamos pasado el ignoto 2000 sin Apocalipsis, mi escrito AntiApocaliosis me hacía, cual Guerrero, sentir triunfador frente a los apocalípticos que quedaron en silencio a la espera de unas presuntas profecías Maya para diciembre del 2012. Recibí de dos ingenieros un correo electrónico separados por pocos días. Ambos CiberLectores, uno de México el otro desde Israel, me sugerían que escribiera Mi Vida. Frente a esta causalidad, por ignotas razones comienzo, en cuanto vida a recordar, si el recuerdo de la misma, en lo posible con Mi Misión relacionada ella lo esté, me ayude a entender el hilo conductor de mi vida y, por sobre todo, a más de uno le sirva para decir:

Si él lo logró, entonces: ¿Por qué no yo?

DESARROLLO

PALABRA, divino don
Con respeto os invoco
Para que des Fuerza-Energía
A este mi Sentimiento
Que nace desde el alma

Comienza el relato de Mi Vida como un sentido homenaje de respeto y agradecimiento a mis padres por lo que soy. Inicio Mi Vida como un agradecido recuerdo a quienes me tendieron la mano más una vez. Parte Mi Vida dando gracias a los que de una u otra forma me tuvieron que soportar y a quienes tanto molesté.

Elsa Rosa llegó al mundo por un humano error. Ciudad Limache, a unos 45 kilómetros hacia el interior de Quilpué. Tranquilo lugar en una casona con un patio con amplio corral lleno de aves y un gran parrón central. Matrimonio tradicional de sangre española con varios hijos, una, la mayor, hermosa niña-mujer de trece años, Elena. Cerca de ese hogar un negocio de barrio a cargo de un apuesto joven italiano que prendado quedó de Elena y embarazada la dejó. Se asustó el italiano y desapareció. Nace Elsa y la hacen pasar como hija de Rosa, su abuela, la madre de Elena. Elena crece, ya mujer conoce a un distinguido varón de rancia familia. Se casan y él le da tres hijos, una dama y dos varones. Vivían en Peña Blanca sito entre Limache y Quilpué. Elena decide traer a su primera hija con ella. Elsa siempre destacó por su fuerte carácter, su especial intuición, inteligencia, ciertos dones no comunes que diferente la hacían a las demás, además de, por su especial belleza destacar. Tenía, y lo era con esa distinción, don de mando natural y sensibilidad poco común. Es enviada a un Internado de monjas para señoritas, en Santiago la Capital. Allá destacó y muy buena educación adquirió. Ya señorita regresa a casa de su madre y brilla entre las amistades. El padrastro a quien decía el Tata, era un caballero distinguido y algo retraído, dueño de extensas tierras del sector. Poseía caballerizas y tuvo antes además una empresa naviera con dos barcos. Consumía y nada producía.

Juan Antonio llegó al mundo de manera por sus padres biológicos programada. Lo hizo en la norteña ciudad de Iquique, a unos 1.800 kilómetros de la ciudad de Peña Blanca que está en la zona central del país. Sus padres habían nacido en la isla de Hvar, actual Croacia. El padre como capitán de barco migró a Chile y una vez establecido hizo venir a la que sería su mujer, quien dos varones como hijos le dio y al parecer una mujer. La tradición de la zona de Hvar indicaba que la máxima aspiración para un hijo varón era llegar a ser capitán de barco u obispo. A los nueve años de edad Juan es enviado al Seminario de Santiago en busca del obispado como futuro. Una sola vez volvió a ver a sus padres, la lengua vernácula olvidó. La Iglesia como madre lo adoptó, lo mimó y cuidó. Era brillante, destacado en natación y el mejor en los estudios, además con un especial don conciliador y trato humano. Es enviado a Roma a doctorarse en una serie de disciplinas. Al hacerlo salió de la cápsula de cristal en la que su grata vida pasó. Ver en Roma a compañeros en las noches a hurtadillas a ... acudir. Ver lo atractivo que resultaba lo mundano para quienes serían destacados consagrados o ya lo eran, lo impactó y en sus convicciones desequilibró. Él en sus votos no transó pero PENSÓ, y parece que en ciertas disciplinas no es bueno, por uno mismo pensar. Iniciaciones de consagrado allá, en Roma, con honores recibió. A Chile retornó a una parroquia de Villa Alemana que está al lado de Peña Blanca.

En secreto un libro negro escribió. Un día dos miradas se cruzan, eran las de Elsa y Juan. El, alto, esbelto, distinguido y con sotana, era un consagrado. Ella, menuda, bella y distinguida, tenía un padre desconocido. Supongo que fue amor a primera vista, química le llaman, el colgó la sotana y ella por esposo lo aceptó. Con lo puesto llegaron a Santiago, la Capital. Ella hizo, para el modesto hogar, muebles con cajones recubiertos con tela. Él recibió el iracundo rechazo de su madre iglesia que lo excomulgó y en un país católico dogmático no le fue fácil caminar. Hoy los premian y les dan muy buenos trabajos cuando por contradicciones vitales hacen algo similar. El mundo se les cerró, pero un amigo iniciado apareció y los ayudó, mas no a su ideología lo convirtió. Juan nunca sus Sagrados Votos olvidó. Consiguió un puesto en el Departamento de Tránsito de la Municipalidad y además obtuvo la concesión de la dulcería de un cine de la calle San Diego, sector popular.

A todo esto yo, el único hijo de Elsa y Juan, de manera no programada por humano deseo, nací como Iván Leonardo. Vivimos cerca de un Gran Parque, el de la Parada Militar de los 18 de septiembre, nuestro día Nacional. Luego vivimos por varios años a dos cuadras de Avenida Matta en la calle Lira, de donde recuerdo que en una gran casa pintada por fuera de color crema-amarillo, ocupábamos la amplia residencia del segundo piso. Tenía mi pieza propia con ventana orientada hacia la majestuosa Cordillera de los Andes y vista al patio del piso inferior. Había allí un hermoso parrón y un día logré tomar un zarcillo o rama trepadora de la vid y ella dio lugar a la prolongación del parrón y desde mi ventana en verano uva deliciosa podía comer y a la mesa del hogar además servir. Cómo olvidar la gran escalera donde tanto jugué, como niño soñé y travesuras ideé. Un día al traer el encargo de unos huevos que fui a comprar, en un peldaño de la amada escalera tropecé, caí y los rompí. Tanta pena por ello sentí, no sobraba en el hogar el dinero como para esos lujos distractivos yo tener.

Mi madre era dura y severa, quería lo mejor para su único hijo. Recuerdo las lecciones en el piano de la casa y la Sonata Para Elisa de Beethoven, que según decían tocaba de manera magistral teniendo yo ocho años de edad. Pero era una imposición y nada de piano recuerdo. El Guerrero en mi a temprana edad como un rebelde se manifestó. Mi padre me llevaba al Colegio, siendo mi primer Colegio uno British tan Inglés. Todavía rememoro el arroz que nos daban al almuerzo con sabor a rancio, entonces con qué ganas en la tarde a casa regresaba a comer un plato de lentejas que antes rechazaba. Por lo menos el Inglés me sirvió para valorar las lentejas, pues el rechazo hacia el Colegio hizo que el idioma inglés fuera un trauma personal. Ante el británico fracaso me llevaron a un Colegio de sacerdotes españoles. Extraña decisión.

En general las evocaciones de aquella pretérita época son poco gratas de recordar en cuanto al Colegio. Mi madre me había contado la historia de mi padre y cómo ella le había suplicado que el Libro Negro se lo diera para ella quemar, y así sucedió y el mundo no supo una verdad que yo también, en gran parte ignoré. Me sentía desde niño distinto o diferente a mis amigos, con la sensación de ir un paso delante de los demás y ver lo que otros, salvo mi madre, no apreciaban. Saber lo que había tras las máscaras personales de la gente me aisló, pienso que como defensa natural. Siempre tuve la sensación que para mi padre como consagrado, le dolía haber sido padre biológico y muy fuerte hay que ser, para un estigma así como niño sensitivo sobrellevar, en un mundo que consideré hostil. Se dice que la mejor defensa es un buen ataque, y a mi manera, cual rebelde con causa, me defendí.

En el Colegio admiré al padre Vicente, el cura Vicho como le decíamos, jugaba a la pelota y el frontón con nosotros y escuchaba nuestros problemas. Un día, con cuánta alegría personal supe que Vicho había sido nombrado Rector del Colegio. A contar de ese día Vicho desapareció y otro Vicente aprecié, uno vanidoso, distante... Hasta allí llegó mi admiración por los sacerdotes, la idealizada admiración que por ellos sentía se derrumbó de ese mítico pedestal y una vez más me rebelé al verlos tan humanos como yo.

Tenía siete años cuando me enteré que mi padre había ingresado a estudiar Medicina en la Universidad de Chile. Usaba él una moto marca Indian con sidecar. Un año antes me llevaba una mañana al Colegio Inglés y un perro negro y de gran tamaño lo persigue, le tira mi papá una patada, el perro coge su pie, tambalea la moto y me veo caminando contra el tránsito por el medio de la calle. Presto mi padre me alcanza, venía con mi gorro de escolar inglés en una de sus manos. El gorro tenía un respetable agujero en la parte superior, por lo que supuse que de cabeza caí al duro pavimento. Ignoro si ese hecho tuvo o no que ver con mi futuro de ir casi siempre contra la corriente del orden establecido.

Ocho años duré o me duraron en el Colegio de sacerdotes españoles. Ocho años de rebelde lucha al captar que era rechazado y discriminado por algunos profesores que en mi veían al hijo del cura, un estigma no calificado, y además al captar la admiración de ellos por mis compañeros cuyos padres eran ricos y generosos con el Colegio. La rebeldía comenzó a brotar. Nada de grato me resultó al finalizar el último año escolar que en el Colegio permanecí, que de treinta y cinco alumnos, el único no nombrado en algo destacado fui YO. Los últimos serán los primeros pensé.

Crecí, tuve pocos amigos y más antimundo me desarrollé. Cursaba cuarto medio. ese sería mi último año en el Colegio particular y lo iba, en justicia a repetir. No tenía por dónde salvarme.  Algo superior a mí me decía que n o debía repetir curso.¿Qué hacer? Usé la Imaginación. Fabriqué, no recuerdo cómo, un borra tinta que me quedó fabuloso y no patenté. Un día ingresé a la sala de profesores, tomé el libro de clases, me fui a un lugar seguro y con maestría de iniciado, cual aprendiz de Mago Merlín, mejoré mis notas de manera que pudiera al menos poder tranquilo llegar a examen de fin de años. Solo fui más generoso en Física y me auto eximí. Como había que actuar con ciencia y sapiencia, a otros compañeros sus notas a la vez mejoré, en especial a los que más apreciaba. Esas notas fueron convalidadas, pero mi sexto sentido me advirtió que un profesor al menos dudaba y estaba intrigado. ¿Qué hacer? Hablé con un compañero cuyas notas mejoré. Juntos ingresamos a la sala de profesores, cada uno tomó dos libros de clase, es decir el de nuestros curso y otros tres. El Colegio era muy grande, con extensos patios y canchas deportivas. Había una pala, hicimos un hoyo, sepultamos los libros, los cubrimos bien, regamos el sector y... ¿Habrán aparecido ya?

Nuestra aula de clases en el segundo piso de la nueva ampliación, era espaciosa con los pupitres ubicados en seis escalones. Por lógica yo me sentaba en el de más arriba y al rincón. Cómo olvidar la cara de sorpresa de mis compañeros de curso cuando algunas de sus notas de presentación final las escuchaban mejoradas y, para qué decir al ser destacado Seperiza como eximido de un examen importante... Más de uno debe haber pensado que el Viejito de Pascua era real. Cómo olvidar además cuando el profesor de Historia, tan bajito que le decíamos "potoco" y por eso una vez de su clase me expulsó, al relatar él que el extracto del mejor perfume venía en frasco chico, y yo desde arriba al fondo replicar con una SONRISA que el veneno también. Se puso pálido y con voz iracunda señaló: Seperiza fuera de clases. Y al patio feliz me fui a chutar la pelota, sin entender el poco espíritu de humor de mi profesor. Pues bien, entra el padre historiador a nuestra aula. El revuelo era impresionante por la falta de los libros de cuatros cursos. Por "suerte" decían, ya las notas estaban en la planilla final, pero era el hecho el que les afectaba. Y señala con su hablar tan español: Yo se que el culpable de esta broma de mal gusto está aquí y su dura mirada hacia donde yo me sentaba, él dirigió. Tuve ganas de entonar la Marsellesa: "Allons  enfants de la patrie le jour de gloire est arrivé !... ( Marchemos, hijos de la patria, que ha llegado el día de la gloria...) e ignoro por qué, después de entonar mentalmente la melodía, tan tranquilo me sentí. Pienso que el Guerrero aun de niño, Guerrero es, y como tal no podía aceptar lo que veía y otros no captaban. Entonces con justicia sentí por qué me rebelé. A pesar de tener tan "buena nota" fui reprobado en canto por llevar el cuaderno de una niña de un Colegio de monjas cercano. Quedó en la planilla una roja advertencia. Vino el examen de dibujo y mi carpeta en un 80% contenía dibujos de alumnas de dicho cercano Colegio de niñas. Debo destacar que los examinadores eran laicos y venían de fuera, no eran del Colegio. Uno de ellos miró al trasluz un fémino dibujo de mi carpeta y vio que la firma estaba adulterada, me miró, SONRIÓ y señaló con cierta sorna en la voz: Buenos tus dibujos muchacho, muy buenos, y aprobé. ¿Por qué lo hizo? Aprendí que en la vida la ayuda llega de la forma menos pensada. Inglés por lógica reprobé y quedé para Marzo, era lo esperado. Lo impensado fue Matemática, para el examen hubo una prueba escrita y al día siguiente figuro con un rojo, pido ver la prueba y se me señala que mi profesor la extravió después de él haberla corregido. Lo insulté, le dije "lámpara" que era su apodo por lo fácil que su cara se ponía roja, y salí descontrolado por tamaña injusticia. El profesor examinador me llamó aparte y paternalmente me señaló que en marzo tendría justicia. ¿Fue injusticia? ¿O un acto de molestia ante el alumno que tanto durante el año lo molestó?

Armé mi maleta para irme a Limache de vacaciones, mi madre encontró los cuadernos y libros de inglés y matemática muy bien ordenaditos entre la ropa a llevar. Ante su sorpresa le señalé que deseaba repasar para estar mejor preparado el nuevo año. Matemática no era problema para mi, pero Inglés si. Intenté aprender de memoria el libro. Llegó marzo y en el Instituto Nacional nos juntamos todos los reprobados de los Colegios Particulares. Matemática como ese profesor lo aseguró, sin problema aprobé. Tengo la duda si influyó él o no en la corrección y calificación positiva de mi prueba. Inglés resultó algo especial. Éramos cinco jóvenes ante tres examinadores de duro rostro. Vinieron las preguntas y yo respondía cualquier cosa. El profesor examinador, sentado al medio dice: Hasta acá llegó el examen. Los cinco no tienen idea del ramo, pero hubo al menos uno que habló, mal pero habló. Seperiza estás aprobado. Pensé que a lo mejor a la gente no le importa las burradas que uno dice, si se las dice con convicción.

Mi padre, siendo alumno de Medicina fue brillante. Un día me diagnostican amigdalitis crónica y había que operar. Llego como niño asustado al pabellón. Está el profesor y mi padre de orgulloso alumno ayudante. Anestesia local. Todavía veo las largas agujas que mi garganta hieren o pinchan una y otra vez sin compasión. Se inicia la magistral operación, lo de magistral es porque era para el lucimiento del profesor. De repente, todo es rojo ante mí. Entre lo rojo aprecio la nerviosa mirada del profesor y la angustia de mi padre. Siento gritos que se van debilitando. Qué suerte pensé, por tan pronto lograr al hogar tan lejano regresar en el Más Allá. Pero no era así. Una arteria importante había sido, por la magistral mano pasada a llevar. Se logró a tiempo aislar y suturar. Y yo seguí acá para el dolor del dogma y modelo establecido de pensar. Esto trajo consecuencias. Mi dentadura que requería ortodoncia de urgencia, por los dientes superiores para afuera. Me llevaron al dentista, ignoro si era profesor, vi la aguja adosada a la jeringa estando yo en el sillón dental, y hasta allí no más llegó, pues la certera patada hizo a la jeringa cual pelota volar, y yo arranqué espantado de tamaña brutalidad. Puede que lo llamen instinto de conservación. Si no me gustó este mundo, entonces ¿conservar qué?

Tenía unos doce años ya de edad, alto, atlético y esbelto. Mi padre finalizaba sus estudios de la Carrera de Medicina y caigo con fiebre enfermo. Se me diagnostica una cardiopatía reumática, evidentemente lo hizo un profesor. Y me marcaron la vida a temprana edad al permanecer en absoluto reposo como tres meses e impedirme, para el futuro, deportes practicar. El futuro, pasado algunos años, señaló que era tan solo un soplo funcional o fisiológico... Vaya profesor que una vez más me tocó, pensé yo. A pesar que me dañaste igual hoy te aprecio. Olvidé decir que por el trauma de la aguja bucal, mi dentadura es pésima. Vaya otro profesor en mi camino pensé, pero igual hoy te aprecio. Así tenía que ser, años después me enteré que lo llaman KARMA, será...

Mi padre ya médico se hace cargo del Sanatorio El Pino, cerca de San Bernardo, para mi percepción de la época a muchos kilómetros al Sur de Santiago por la Gran Avenida, son en la realidad unos treinta los kilómetros. Nos vamos a vivir al paradero 5,1/2 de la Gran Avenida, calle Ramón Subercaseaux, idílico lugar en el recuerdo. Iba a clase colgando de un bus o micro, era experto en ello y caminaba mucho para llegar al Colegio, donde la felicidad terminaba. Me encantaba contemplar la Naturaleza y, con éter anestesiar a veces lagartijas a las que "operaba" y veía su corazón latir, sin hacerlas sufrir, según entonces pensaba. Bajo mi cama tenía una calavera o cráneo humano de los que se usaban en Anatomía. Lo tomaba entre mis manos y contemplativo me quedaba pensando: ¿Cómo habrá sido su vida? En cierta ocasión una tía de mi madre por unos días en mi pieza alojó. En la noche un desesperado grito rompe el silencio y la tranquilidad del sueño. ¿Qué pasó? Era ella, quien pensando que tomaba desde debajo de la cama la bacinica o pelela, tomó la calavera... Mi espontánea risa un buen reto de mi madre me costó. ¿Por qué gritar por algo tan natural? Allí entendí que a las mujeres en mi vida no lograría entender.

Viene la reminiscencia previa de la calle Lira. Era el líder natural del grupo, por razones ignotas siempre lo fui. Organizaba los juegos, creaba otros, variaba los conocidos, y la pelota de trapo que yo mismo hacía, en la calle felices nos permitía jugar. Un día veo hombres vestidos de verde con gorra y adusto rostro correr junto a otros a caballo tras de nosotros. Nos persiguen como en busca de trofeos de guerra. Soy capturado y llevado al cuartel policial, allí, sintiéndome un héroe permanecí, pues la evidencia de la pelota de trapo alcancé al techo de una casa hacer llegar. Estuve tranquilo hasta que mi padre me fue a rescatar. Era niño, prefiero no imaginar a mi madre viendo al "niño" preso, por el grave delito de jugar con una pelota de trapo en la calle de la ciudad. El duro golpe emocional a la cama enferma la llevó, ante tamaña ofensa. Quizá desde entonces pienso que no es la democracia el mejor sistema nacional, para los políticos sí lo es, para mi pueblo no lo ha sido. ¿Dónde la justicia social estará? Democracia: ¿Habrá acaso en ti algún humano sistema aún no conocido, en el que la idea Justicia Social tenga significado justo y con sentido social? Otros juegos menos peligrosos para la tranquila comunidad eran las bolitas (bochas) y el trompo. Artista era para eso jugar. Nuestra calle tenía por pavimento bolones de piedra. Un día comenzó la destrucción. Grandes hoyos y montículos de tierra eran lugar ideal para jugar y la reprimenda materna recibir por lo sucio que llegaba al hogar, igual, cual cavernícola feliz volvía allí a jugar. Pasó el encanto y el progreso dejo una lisa y pavimentada calle fome para jugar. Entonces vino la bicicleta. Pensé que el progreso no era tan malo.

Me veo en la calle de amplia vereda pavimentada curando hilo para volantín, lo hacía con vidrio molido que lograba al poner en un tarro trozos de vidrio que en una vidriería nos regalaban. Ese tarro de mediano tamaño era puesto en la vía del tranvía una y otra vez hasta que fino polvo de vidrio se lograba sacar de su aplastado interior. Puesto ya todo el carrete de hilo entre dos árboles de la vereda, con una mano llevando la cola derretida y la otra el vidrio en un paño, el hilo quedaba preparado como mortal arma para el volantín rival derrotarlo en magistral aéreo combate. Solía fabricar mis propios volantines, al parecer algunos quedaban bastante artísticos y originales. En la esquina de la cuadra había un negocio, lo máximo era cuando lograba comprar trozos de manjar duro y camotines dulces. ¡Cuánta delicia al paladar era eso degustar!

Cual artista en la bicicleta me comportaba al conducir con una mano y en la otra llevar un tubo de vidrio y dentro un agudo cucurucho que hacía con papel de cuaderno. Soplaba mi cerbatana y a distancia daba en el blanco de una melena de mujer (en aquel entonces no había melenas masculinas ni conocidas profecías que desde cientos de años atrás lo señalaran) y el cucurucho entre su pelo quedaba, la mayoría de las veces sin ellas notarlo. Cuánta maestría pensaba yo. Además salíamos a recorrer muchas cuadras a la redonda buscando botadas cajetillas de cigarrillo, con las que confeccionábamos unos especiales trenzados a modo de multicolores cinturones. La aventura duró hasta que una vecina avisó a mi madre que "el niño" andaba buscando basura por las calles. Qué grato llega a la memoria el andar en el tranvía con su brazo tomacorriente unido al tendido del cable eléctrico. Era espectacular el movimiento, el ruido, la rapidez, el maquinista, los asientos de madera y los amplios ventanales. Con qué expectación aguardaba, casi a diario para subir al tranvía N° 5 o al 33. En aquellos años no se hablaba de contaminación como ahora, donde cuánto bien nos haría en la Capital el transporte eléctrico tener.

Mi padre se hace cargo de la casa del Director del Sanatorio El Pino y allá nos vamos a vivir. Otro idílico lugar de mi evocación. Desde el paradero 39 de la Gran Avenida, un largo callejón de dos kilómetros tantas veces a pie recorrí, o en el Fíat jardinera de mi papá, o lo hacía en la ambulancia y las más de las veces en un coche a caballo, el medio oficial de transporte para el Sanatorio llegar. Eran otros tiempos tan diferente a los actuales, si hasta se podía tranquilo de noche caminar a casa y qué hermoso era hacerlo por el largo y solitario callejón rural a la luz de la Luna, acompañado por las sombras de los árboles, el canto de los grillos y el ladrido de algún perro en la distancia, bajo la oscura bóveda celeste tan llena de hermosas estrellas con su titilar. Me quedaba, en especial durante las noches sin Luna llena, por ratos contemplando el cielo, pensando sin pensar, o a lo mejor buscando cuál de todas ellas era mi verdadero hogar. Ante tamaña magnificencia más una vez rememoré cuando mi madre, a temprana edad, me enseñaba a leer. Tenía entre mis manos un libro de cuentos. Veía y veo de manera nítida la imagen de la Cigüeña con sus alas desplegadas y llevando en el pico un gran pañal con un sonriente niño recién nacido en él. Yo entonces a mi madre le decía: Mamá, la cigüeña no se equivocó de hogar conmigo pero sí se equivocó de planeta... El rompe esquemas, el rompe paradigmas, el rompe dogmas... supo de manera infantil Su Misión.

El Sanatorio El Pino tenía un gran tranque donde solía ir a descansar y la naturaleza contemplar. Un día tomo a mi perro Yoli y lo dejo al borde del agua. Desde ese día Yoli pasó a ser experto nadador, hasta que una vez lo trajeron muerto porque lo habían envenenado. Ese día entendí la envidia de la gente. Sin embargo, hay una mala evocación de aquella época. Estaba de moda el Charlestón y lo bailaba bastante bien pues soy de piernas largas, lo hacía a pesar de la recomendación del profesor de cardiología, al igual que jugaba tenis de mesa o ping pong con cierta maestría. Después de una sesión de baile de práctica en la sala de estar del personal del Sanatorio, siento un tirón inguinal derecho. Lo ignoré, pero en la noche el testículo se infló. Luego se puso morado y me dolió. Le avisé a mi papá y de urgencia llegué donde un profesor, quien teniendo yo dieciséis años consideró que tarde había llegado por la torsión del cordón. No entendí nada. Me anestesiaron con Anestesia General y al despertar vi a una enfermera curándome y sentí que algo me faltaba. Un huevito menos había de ahora en adelante en mi vida. Me habían sacado uno de la pareja más importante para la vida reproductiva de un varón Guerrero. Chao Iván me dije y más de una lágrima silenciosa rodó por las mejillas. Chao mundo cruel pensé. La enfermera, joven y sensual, quizá inspirada, me habló en aquel instante de mujer a hombre: No te preocupes cabro, lo vai a hacer mejor, yo ahora te lo podría demostrar y apretó con su cálida mano algo en mi... ¿Qué habrá querido decir? El otro que solitario quedó, solemnemente se despidió: Chao hermano-amigo yo lo haré por ti. ¿Que quiso señalar?

La remembranza salta al cercano presente, con uno de nuestros mascota salchicha pelo largo. Tenía siete meses y ante tal pedigree con que al mundo vino dotado, a concurso canino, al menos por una vez debía él acudir, para quedar así registrado cual pura raza que lo era. Mi hija lo llevó, no quise acompañarla pues sabía que estando yo presente se iba a portar muy mal. Ellos leen nuestras mentes y captaría que el papi estaría pensando "cuánta ridiculez". Un peluquero de canes ayudó a mi hija a dejarlo mejor presentado en su café dorado pelo largo, y entonces exclamó: Pero si le falta un huevito y te lo van a descalificar. En ese momento Tom es llamado por el Juez. Viene la caminata de presentación, se le sube a la mesa de examen, cuando el Internacional Juez acerca la mano a la zona crucial, Tom tira una mordida, pasa a ser lobo feroz y el juez no lo descalificó, sino que lo calificó con una B por mala conducta, pero registrado quedó. Un Veterinario que lo había atendido, con su señora hablan con mi esposa para las nupcias de Tom. La novia era una bella y distinguida dama de similar pedigree. Se le explicó lo de la criptorquidia y el Veterinario dijo que para nada importaba. En resumen, se casaron y ella tuvo siete hijos de él. Yo pensé cuando por teléfono avisaban: Nació el primero, van cinco, fueron siete. ¿Qué habría ocurrido si él los dos huevitos hubiera tenido? Por eso a veces le digo "el huevo de oro" y no lo hago por vanidad personal, no. Uno de los hijos de Tom quedó para nosotros, Quiman su nombre y que solo al primer concurso asistió y arrasó con premios por la calidad "genética" de la que era portador. Será pensé yo. Agradecido estoy de esa enfermera que conmigo no se equivocó. Pero, ¿cómo recordar al profesor que ni siquiera una voz de aliento me entregó? A lo mejor por eso no soy académico universitario, ante tres profesores de medicina chilenos tan especiales en mi kármico camino.

Ya que estoy hablando de los elitistas Teckel, salchichas en el lenguaje vulgar, Tom, como todos los de su raza no solo esa intuitiva "inteligencia" demostró. Haber sido descalificado como iba a suceder, le hubiera significado no conocer a Lady y que además su hijo Quiman estuviera en nuestro hogar. Con la acción que de manera heroica realizó en la Quinta Vergara de Viña del Mar, ante el distinguido público que llenaba el lugar y el destacado Juez Internacional, logró para su hoja de vida de la raza, calificado quedar. No me encontraba en casa cuando viene de visita un amigo ingeniero alemán, muy formal él, quien estaba acompañado de una dama italiana que no era su esposa. Ante el portón de la casa y previo a que el mismo le fuera abierto, orgulloso le comentaba a su dama acompañante sobre el perro alemán que vería. Tom, lo que era habitual en él, desde el otro lado del portón olfateaba y escuchaba con atención. La dama de manera despectiva le responde: ¡Ah! esos perritos traidores que atacan por atrás y muerden los talones. Les abren el portón, pasa al jardín primero la dama italiana y Tom cual pantera salta de frente y a la altura de la mano de ella le muerde el chaquetón y cual fiera no los dejó pasar. Gran escándalo, cuánta vergüenza... Llego a casa, me entero de la noticia, llamo de inmediato a mi amigo para saber la verdad, pues toda verdad es cual moneda de dos caras, y quien no mira ambas caras, no conoce la moneda, por lo tanto ignora la verdad. Me cuenta lo sucedido, y que admirado por Tom él está. Le respondí que el mejor amigo leía nuestras mentes, entendía el humano lenguaje y tal humillación a su noble raza en extinción él no lo podía aceptar. Tomé a Tom en brazos, de Guerrero a Guerrero lo abracé y felicité, a pesar de los reclamos de las féminas del hogar, que estas cosas de hombre parecen ellas no entender.

Retrocedo en el tiempo, aparece la casa de fundo de la abuela en Peña Blanca, cuya calle en su homenaje lleva hoy su nombre como Santa Elena. Surge la imagen de un Gran molino de viento para sacar el agua del pozo y un estanque al lado. Me estaba bañando en el estanque, me tomo de un tablón, se da vuelta y bajo el agua quedo y no podía salir. A través del agua y ya casi sin respiración, veía difusos rostros que pensaban que estaba jugando y yo en mi "juego" me iba y me iba, pero no me dejaron al hogar volver. Quizá por eso fui malo para la natación.

Durante la práctica quirúrgica de mi padre en su último año académico, le tocó atender en la sala común a un paciente diabético descompensado cuya pierna derecha le había sido amputada por gangrena en el pie. Le llama la atención el apellido Pasquali, le trae recuerdos de cuando era un consagrado en Peña Blanca. Conversan, lo hacen en italiano pues mi padre dominaba varios idiomas (así debía ser para uno que a purpurado tenía que llegar). Le pregunta si vivió en Limache, el italiano con temor dijo que si. Entonces usted conoció a tal familia, y el italiano descompuesto quedó. Era el padre de mi madre, era mi abuelo materno. Relató que lo engañaron al pretender decirle que había sido padre de un niño (tío de mi madre, un mes mayor), que él se dio cuenta y desapareció, ignorando que Elena de él tuvo una hija. Mi madre al conocer la noticia se indignó con él. Después recapacitó y por medio de mi padre señaló que solo lo iría a ver si le daba su apellido que ella siempre debió llevar. Ignoro los detalles del encuentro y cuántas veces lo visitó. Me parece que hasta yo, su nieto, lo conocí. Si, veo un rubio pícaro muy poco italiano sino más bien... Legalmente mi madre tuvo su apellido paterno y yo mi nuevo apellido materno. Nunca me expliqué el por qué supuse una vez que Pasquali había sido una italianización del polaco Pashkualinsky o Pasqualovsky que mi pícaro abuelo legalizó, quizá fue un sueño y nada más. Qué cosas tan extrañas, desde niño sueño Yo.

Duro, muy duro debe haber sido para mis padres ver que el niño en el Colegio Particular no podría su educación continuar. Me matricularon en un Liceo Fiscal que estaba a pocas cuadras de casa. Qué alivio en cuanto locomoción. Fueron dos años relajados y felices. Allí era el hijo del doctor. La profesora jefe del curso, una distinguida dama, al finalizar ese año, el penúltimo de la enseñanza media, destacó que Silva era el mejor alumno, una muy justa decisión. Discrepé, para variar, con la nominación al segundo destacado, Seperiza. No lo podía creer, si yo no había hecho ningún mérito. Me levanto y le señalo que no acepto, pues si alguien merecía tal honor es él (olvidé su nombre). Mi esfuerzo ha sido nulo al lado de su dedicación, señalé. Rompí esquemas y la profesora al fin lo aceptó y yo feliz quedé aunque nadie me entendió. Ese compañero después se fue a hacer cargo de la Carnicería paterna en un barrio popular. Ignoro si aquel diploma lo puso como adorno en la sala de ventas. El rector solía darme valiosos consejos académicos y señaló que yo sería médico como mi padre. Lo que él no visionó fue cómo lo lograría, pues mi mal puntaje en el Bachillerato me hizo llegar en desventaja al examen de admisión. Era un amplio gimnasio lleno de jóvenes postulantes. Vinieron las preguntas escritas, solo rememoro una: ¿Cuál es la distancia entre Santiago y Mendoza? No tenía idea. Sin embargo, un año después recorrí esa distancia en colectivo, luego en tren y avión cruzando la Cordillera, dado que era ya estudiante de Medicina en Mendoza, la viñatera ciudad de Argentina. Y todavía no tengo idea de la respuesta a esa académica pregunta.

Hablando de avión, está la experiencia de mi primer vuelo en el Invierno entre Mendoza y Santiago. Subí a la aeronave cuando comenzaba a nevar. Escuché al piloto de LAN, la Línea Aérea Nacional chilena, decir que no se quedaba pues había una asonada militar y de inmediato debía partir. Entonces aprecié el aeropuerto lleno de militares y desplazamiento de camiones y cañones. No se si habrán hecho algún simulador de ese vuelo. Al cruzar la Cordillera íbamos en medio de la tormenta. El cuatrimotor ¿o bimotor? a hélice crujía entre el viento, subía un poco y bajaba bruscamente más con dolido quejido de su estructura. Veía las cumbres nevadas como con rapidez se acercaban a mi. El estómago parecía, con un nada de suave cosquilleo, querer salir por la boca. Hasta aquí llegué pensé una vez más en mi vida. Pero no, logramos aterrizar en Santiago. Sin embargo hubo otro vuelo peor. Fue uno de Puerto Montt a Santiago cuya ruta es de 1.000 kilómetros (qué pena que el examen de ingreso a Medicina no hicieron esa pregunta). Ya era médico oftalmólogo en aquella sureña ciudad, casado con el hijo nacido en Santiago y la hija en Puerto Montt, ella, de unos tres meses, tenía una subluxación congénita de cadera que con doble pañal acolchado respondía bien. Pero, otro profesor asomaba en mi horizonte. ¿Cómo no la iba a examinar un profesor en Santiago? Los operadores de tráfico aéreo se encontraban en huelga, ignoraba qué significaba esa actividad. En ese vuelo lo supe. Con lluvia de madrugada, mi señora los dos hijos y yo llegamos al aeropuerto, se anuncia que el vuelo está cancelado por el mal tiempo. Al día siguiente estaba despejado. Mientras caminaba "nervioso sin saber por qué", en la sala de embarque, escucho, con ese oído tan especial con que nací, al piloto conversar con su copiloto y decirle que a vuelo instrumental no entrarán a Santiago pues no le tiene confianza a quienes reemplazan a los profesionales en huelga. Analizaban los Aeropuertos de alternativa para un aterrizaje de emergencia. Allí pensé en la tozudez de un Presidente de la República por el que yo había votado.

Nos llaman al avión, ocupo el lado de la ventanilla, mi señora el asiento del pasillo, pensando en los niños para ir al baño y mayor comodidad. Iván el hijo estaba conmigo, Astrid la hija con su madre. Todo el vuelo fue sin una sola nube, con una panorámica espléndida. Cerca de Santiago estaba ya nublado, cada vez más nublado, y me llama la atención que el avión inicia el descenso entre nubes. ¿Irá a vuelo instrumental pensé? Algo me hace pegarme a la ventanilla a mirar. La hija de tres meses de edad comienza a gemir, un extraño gemido como si algo quisiera decirnos. Iván, el hijo, algo menor de dos años, se pega a mi como pidiendo protección. Más miro por la ventanilla ya realmente preocupado. Se produce un claro entre las nubes y veo casi encima casas, gente y vehículos. Siento un fuerte golpe, fue como recibirlo en el abdomen. De inmediato rugen los motores y se levanta el avión virando hacia la derecha. Un colega que iba delante se da vuelta y demudado me pregunta: ¿Qué pasó? Chocamos, le dije, ten calma, vamos a aterrizar bien. En aquella época no hablaba de visualización, del poder de la mente ni de Actitud Mental Positiva como lo hago ahora. Surge un claro entre las nubes y en picada se dirige el avión al Aeropuerto de Los Cerrillos nuestro destino, y aterrizó. Sale de inmediato el piloto de la cabina de mando hacia el pasillo y explica que tendremos que bajar por las magas puestas entre la puerta del avión y el suelo. Olga con Astrid en sus brazos se tiran, después lo hago yo con Iván y veo cómo al lado del tubo de escape de uno de los motores sale bencina a raudales por los efectos de la brecha fruto de la colisión. Al lado de la brecha que permitía la caída del combustible, estaba el tubo de escape del motor, que supongo para nada iba frío después de 1.000 kilómetros de nosotros volar. Grito que corramos porque todo puede estallar. Corrimos y corrimos hasta que un grupo de policía militar nos hizo parar señalando que no debíamos dirigirnos al terminal aéreo.

Dejo a Iván en el suelo, casi golpeo a uno de los policías militares en el rostro e iracundo le respondo que él será un siervo de un Presidente Demócrata, pero no yo. No se que más dije y grité, pero nos dejaron pasar, y allí estaba mi madre esperándonos. Al día siguiente retorné solo a Puerto Montt, evidentemente que lo hice en tren y no en avión. Fui al terminal aéreo y había un temeroso silencio entre los funcionarios de la Aerolínea comercial, me parece era LADECO. Igual, con mi método de Guerrero herido supe la Verdad. El personal suplente que la soberbia gubernamental había puesto como rompe huelga para que a ellos no le doblaran la mano, no era calificado. Minutos antes que nosotros una avioneta con cuatro personas a bordo, recibió mal las coordenadas para aterrizar, chocó con un árbol y todos murieron carbonizados. Nuestro avión también recibió mal las coordenadas. Las casas que por la ventanilla vi a doce metros de distancia eran del sector de Padre Hurtado, algo al Sur de Santiago. Dado que el piloto no tenía confianza iba coordinado en emergencia con el copiloto y el ingeniero de vuelos. Tuvimos la suerte de chocar a doce metros de altura con la copa de un árbol del sector y de inmediato los tres reaccionaron y nos salvaron de "aterrizar" sobre las casas de la población.

Ya más calmado, si calma podía yo tener, al funcionario le pregunté por el piloto, el copiloto y el ingeniero de vuelo para darles mis agradecimientos. Me dijo que habían sido destinados al tráfico internacional. Entonces le señalé que tenía una duda, si esa enorme aeronave, en descenso, choca con la copa de un árbol a doce metros, la que le rompe el tanque de combustible de uno de los motores, ¿cómo logró elevarse estando a diez u once metros del suelo antes de estrellarnos con los cables del tendido eléctrico y las casas del sector? ¿Por qué no nos incendiamos? Me miró y preguntó si yo era creyente, pues él ahora sí creía en los milagros... Será a lo mejor por eso que la palabra políticos me indigesta y admiro la Fuerza Mental.

En el Liceo casi sin estudiar, era yo considerado el segundo alumno del curso, en cambio en el Colegio Particular de treinta y cinco alumnos ocupaba el lugar treinta y cinco. ¡Cuánta diferencia entre lo privado y lo Estatal! Tuve un profesor de Filosofía que admiré y respeté. Su hijo era compañero de estudio y vivían a una cuadra de casa. Me llamaba la atención que ciertos días llegaban al hogar del filósofo profesor distinguidas personas en lujosos autos. Intrigado le pregunté a mi amigo el por qué de esos autos frente a su casa. Me respondió que su padre, nuestro profesor de Filosofía, era alto dignatario de una Logia y que esos distinguidos visitantes tenían menos grado que él y venían a pedir consejo y recibir enseñanza o apoyo. ¿Qué era una Logia entonces pensé? Ese día aprendí que no siempre el oro brilla y no todo lo que brilla es oro.

No quedé en Medicina. Mi padre esperanzado también había venido a ver los resultados. Nada señaló en su silenciosa frustración al comprobar que mi nombre no figuraba en la lista de los aceptados. Al pedirme volver a casa con él, le dije que quería estar solo y caminar. Deambulo por el centro de la ciudad, me siento un fracasado, iba triste y desesperanzado, pienso que me mira la gente y se burla de mi, señalando que ahí va un derrotado, uno que no pudo a Medicina ingresar. Pateo un papel arrugado de la vereda, miro al rincón donde llega y veo en el suelo, a su lado, un billete de poco valor, lo recojo, alcanzaba para unos dulces y además, ignoro el por qué, me da para comprar el diario. Me siento en un banco de la tradicional Plaza de Armas, abro el diario y lo primero que miro es un anuncio de la Universidad Católica que inaugura la Carrera de Psicología y que el plazo de inscripción vencía en dos días más. Pese a mi derrota, algo me hace caminar hasta esa Universidad. Me señalan la sección de Psicología, llevaba mis antecedentes en una carpeta y una secretaria me explica que estoy bajo los veinticinco puntos de aceptación automática y por tener veintitrés puntos (de un máximo de 35 y un mínimo de 20), debía pasar al examen de ingreso. ¿Cómo, una vez más? Crucé la puerta de una pieza y allí definitivamente mi vida cambió, gracias a la casualidad de un modesto billete de poco valor monetario, solitario y perdido en un rincón de la céntrica vereda de la ciudad. Sentado ante un escritorio estaba un hombre maduro, pelo largo moderado y blanco, que de inmediato me hizo recordar a Einstein. Con un perfecto español europeo me señaló que me sentara, lo hizo de manera jovial, alegre y cortés. Me miró fijo con sus azules y penetrantes ojos. Mantuve la mirada, supe que era analizado, abrí mi mente y mentalmente pregunté si valía la pena seguir viviendo. Cuánta paz irradiaba, me rodeó con ella. Hizo dos puntuales preguntas: ¿Qué libro ha leído recientemente? Le respondí que La hora 25 de Virgil Georgiu. ¿Qué le pareció? Señalé que después de leerlo al fin había entendido un cuadro de Picasso donde se aprecian ojos por un lado, manos, rostros y pies por otro, y todos revueltos y agrupados. Eso lo entendí en el relato del libro, en que los prisioneros judíos eran apiñados en camiones antes de llevarlos al Campo de Concentración y de allí a la Cámara de Gases. Olvidé qué mas señalé. ¿Qué película puede destacar de las últimas que vio? Dije De aquí a la Eternidad, que estaba relacionada con la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué opina de ella? Debo haber dado una satisfactoria explicación que olvidé pues en mi ficha que la secretaria le pasó, puso de puño y letra y de manera destacada: MUY APTO. Me miró sonriente, lo miré y la SONRISA devolvió a mi rostro. La secretaria me señaló que debía ir a la Facultad de Teología a entregar ese certificado al Jefe de Carrera, un Monseñor. Llegué a su oficina y al entrar me pareció ingresar al peligro que tantas veces desde niño presentí. Me puse en alerta, sexto sentido agudizado, pues eso mi Voz Interior señaló. Luego de saludarlo y él responder de manera fría e impersonal, tomó la carpeta, la miró y pensativo quedó. Al Monseñor en ese instante lo vi detrás de la humana máscara o careta. Supe que había sido compañero de Seminario de mi papá. ¿Cómo lo supe? Lo supe. Entonces al captar una vez más el rechazo hacia el hijo del consagrado que purpurado debió llegar a ser, me anticipé y le señalé: El hijo del cura que usted rechaza por haber nacido fue considerado MUY APTO por un Maestro de Verdad. Enmudeció, dudó entre expulsarme por mi insolencia o felicitarme por mi valor. Percibí que veía delante al hijo que él pudo una vez tener, y sentí pena. Firmó los papeles, me pidió que saludara a Juan, mi papá, y sin que yo lo notara, aunque lo noté, se preocupó de mis estudios. No lo defraudé pues fui brillante, flojo pero brillante.

Bèla Székely, el examinador de ingreso, organizador y primer Director de la carrera de Psicología en la Universidad Católica de Santiago fue, por un año mi MAESTRO. Pasé a ser su ayudante. Me llevó a una sesión de psicoterapia. Ver llegar a un hombre de éxito y mostrar su realidad, me hizo pensar: ¿De qué me preocupo entonces yo? Su señora nos enseñaba los Tests Psicológicos. Quisieron llevarme a Europa a su Escuela Psico Somática Espiritual. Cuando Don Bèla vio que debería ser médico, su apoyo me otorgó y gracias a él tuve el coraje y la fuerza de irme a estudiar en Argentina. Un día veo al MAESTRO en la capilla de la Universidad, en estado de meditación. Me siento junto a él y me dice: ¿Qué piensas? Le respondí que estaba sorprendido pues cómo él que era judío, oraba en una capilla católica. DIOS está en todo lugar, me señaló. ¿Cómo lo puedo encontrar? le pregunté. Me dio una respuesta para el futuro, un actual presente. Primero Iván deberás conocerte y encontrarte a ti mismo, luego lo harás con los demás y entonces encontrarás a DIOS. Mientras esto escribo me emociono y tengo la sensación que está a mi lado observando con atenta mirada y una gran comprensión lo que escribo. Hasta parece jovialmente decir ULALÁ...

Tuve en ese entonces un profesor de Filosofía. ¿Cómo definirlo?, un filósofo era él. Diferente, vivía en otra, no estaba ni ahí con el mundo. Vivía en sí mismo. Sus clases eran abstractas para mi. Un día ya no fue, había partido hacia el Gran Viaje porque así lo decidió él, no de muerte natural o accidental, sino en forma voluntaria. Me afectó pues me era simpático y lo respetaba, sin que la noticia recibida me sorprendiera. En clase se le hace una oración y la compañera que tenía al lado, muy seria me señala que ella no rezará. A la salida de clases la encaré, le dije de todo por su religioso fanatismo y que para nada podía yo compartir un credo así, pues sentía que DIOS lo había perdonado, comprendido y recibido con amor. Evidentemente ella no me entendió y menos yo a ella en la fuerza del dogma que le impedía discernir. Señalaba que no podía rezar por quien estaba en el Infierno. Nunca me tragué esa "Enseñanza" del Dios iracundo y el infierno, pues intuí que era un humano acomodo detrás de la palabra. Tres años antes, era expulsado de clase de Religión por rebatir la enseñanza del sacerdote y decirle, sin querer callar, que ese Dios no era el mío. Para mi DIOS era solo amor, comprensión y perdón. Feliz como tantas veces ya, al patio del Colegio la pelota me fui a chutar. De los treinta y cinco alumnos del curso, en el examen final ante un Sr. Obispo, que no era del Colegio, el único no eximido en Religión fui yo, con un rojo de nota de presentación. Soy llamado ante la comisión examinadora. El Sr. Obispo susurra algo al oído del profesor, quien se pone granate de colorado. Al parecer tengo una capacidad auditiva especial, pues le escuché decir: Padre, cuánto daño ha hecho al rebaño. Una oveja del Señor se ha perdido por culpa de usted. No recuerdo el examen, más bien fue una breve conversación. Me puso la nota máxima, un siete, promediado con el dos de presentación, dio cuatro y medio, es decir aprobé con un cinco. Entonces pensé que no todos ellos eran iguales en la viña del Señor.

Otro profesor de Psicología, en su ramo Psicología Evolutiva solía decir: En mi época profana de hombre pecador iba yo a cazar y pescar... Usaba una corbata humita y no sé por qué asocié lo de su corbata con no ser él ahora un profano. Con alegría muchos años después, en mi búsqueda de la Verdad, en el rincón de una oscura librería de compra venta, entre los estantes había un librito de él dedicado a la Parapsicología.

En una conversación de recreo en Psicología un compañero relata que dos amigos fueron a estudiar Medicina a la Argentina. Para qué lo escuché, el "virus médico" latente en mi se reactivó. Pregunté y supe que allá no había examen de ingreso como acá.

Plácido fue ese año de Psicología. Mi MAESTRO, don Bèla deseaba que no hubiera examen hasta el tercer año. Preguntó mi opinión y le dije que en lo personal eso significaba que por tres años no estudiaría y solo lo haría para calentar las materias a último momento, que no olvidara que no estaba en Europa, se encontraba en Chile. Ignoro si esa respuesta le sirvió o quiénes más lo aconsejaron, pero hubo exámenes de fin de año. Igual no los di pues me eximí. Que pena, no necesité calentar las materias a última hora. Disfruté tanto el estudio de los Tests Psicológicos, sentía que la mente humana era algo muy especial, en general tratada por el psicoanálisis de manera tan superficial: Bèla Székely era el autor de un famoso libro sobre los Tests que varias veces leí y releí. Pasé a segundo año. En diciembre tomé la decisión y a Mendoza escribí una carta muy formal. No obtuve respuesta. Finalizaba febrero y debía pronto a Psicología volver. Caminando por el centro de la ciudad, tuve la idea de llamar por teléfono al pasar frente al edificio de la Compañía Telefónica. Pedí una llamada de persona a persona para hablar con el Decano de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. La telefonista se comunicaba una y otra vez, con una y otra persona. Me informa que tiene en línea a la secretaria del Decano quien no se encontraba en la ciudad. Le digo que con ella deseo hablar. Me presenté y pregunté sobre la solicitud que había enviado. Un largo minuto me hizo esperar y al fin respondió, señalando que llegara tal día, muy pronto en realidad, pues había sido aceptado y tenía que matricularme. Esos exámenes de ingreso eran los ideales para mi, he ingresé.

Mis padres, cuánto karma en vida les ofrecí. Al darles la buena nueva de querer irme a Mendoza a estudiar Medicina, hubo en ellos silencio e incredulidad. Al captar que hablaba en serio, mi madre con aparente tranquilidad señaló que no se oponía si eso era lo que yo consideraba mejor. No quería que al igual que sus hermanos, la señalara, pues mi abuela se opuso a que sus dos hijos fueran a Europa a estudiar. Mi padre se descompuso, la idea lo superó. ¡Si siempre has sido un flojo inteligente! ¡Si en psicología te fue bien casi sin estudiar! ¡No eres un joven responsable! ¡Qué confianza te tengo como para dejarte partir!... Decía y repetía. Por lógica predominó la opinión materna, pues en sociedad machista es la mujer la que manda. Ahora pienso cuánto habrán sufrido al ver que su úncio hijo partía hacia un destino inseguro y desconocido en el país vecino. Pero algo como que me guiaba a dejar el hogar y la seguridad de la carrera de psicología en la patria y una universidad de prestigio donde tenía ya asegurado mi futuro profesional.

Muy de madrugada una mañana partí. Mi padre desde el Sanatorio El Pino en su Fíat jardinera me fue a dejar al terminal. Ese auto pequeñito lo había comprado por una modesta herencia inesperada que como Seperiza (SeperitÇa) desde los Estados Unidos recibió. Llegamos a La Alameda hasta ubicar el Café de donde los colectivos salían a Mendoza. En uno de ellos me embarqué, sentado al lado del chofer. Me veo pasando la ciudad de los Andes e iniciando el ascenso a la Cordillera. Era impresionante apreciar en el serpenteante camino de ascenso a la alta montaña, trepar las luces de los vehículos más madrugadores que nosotros. Crucé a territorio argentino y tuve el deseo de bajar y a casa volver. Captó mi tristeza el chofer y al parar en una posada de plena Cordillera, me señaló que comiera con él pues le daban trato especial. Tan especial que jamás imaginé que tanta parrillada se pudiera ofrecer y uno consumir. Él firmó un vale y yo nada cancelé. Entonces algo sonreí. Llegando ya a la ciudad de Mendoza me preguntó dónde alojaría. No tenía idea. Me replicó que sería conveniente buscara pensión cerca de la Facultad de Medicina y que por esa noche alojara donde una tía de él. Allí esa noche me quedé.

Al día siguiente, raudo y lleno de fe fui a la Facultad. Con qué hermoso e imponente edificio me encontré. Por sus amplias escaleras subían y bajaban jóvenes de blanco delantal y otros de color marrón. Llegué a Secretaría, presenté mis papeles, quedé registrado o matriculado y una Secretaria me preguntó en qué grupo de Anatomía quería estar. Dije que ojalá donde hubiera un alumno chileno. A mi lado estaba un joven de bigote que me dice que él era chileno, venía de la ciudad de Talca, al Sur de Santiago. Quedamos en el mismo grupo y me llevó al Comedor Estudiantil. Supe entonces que el delantal marrón era de los estudiantes de los dos primeros años y el blanco de tercero en adelante Otro chileno me habló de una pensión donde había un lugar disponible, barato y al lado de la Facultad. Allí, por ese año quedé instalado. Además me inscribí en el Comedor Estudiantil. En esa época algunos molares perdí, pues al parecer la corona dental ni endodoncia existían en la tarifa escolar, eso no se sugería al estudiante, quien tan solo disfrutaba de la cómoda extracción molar.

Compré la Anatomía de Testut Latarjet con sus cuatro enormes volúmenes. Mi primera tarea fue el hueso clavícula, tan insignificante y con tantas páginas a él dedicadas por el anatomista francés. Ese hueso congeló mi sonrisa y razoné que no era capaz de tanto estudiar. ¿Por qué no volver a Psicología bajo el alero del hogar y la Patria? Reflexioné que perder un año no me haría mal y mi mente en la posibilidad del retorno quedó puesta. Anatomía tenía un examen eliminatorio semestral. Quince días antes, me encontraba almorzando en el Comedor Estudiantil, donde por poco dinero se comía muy bien. Hablando de dinero, jamás la Universidad me cobró. ¡Qué tiempos aquellos! ¿Volverán? Dudaba, con serias dudas, de mi resultado semestral y pensé que retornaría de manera definitiva a casa antes de lo programado.

Mientras esto redacto observo un mueble antiguo, recuerdo de mis padres. Es esbelto, de fina y rancia madera. Posee catorce cajones y una puerta corredera. Abro el octavo cajón y encuentro un sobre grande con fotos del recuerdo, dos en especial como estudiante de Medicina llaman mi atención. Es la Primavera mendocina y cual estudio fotográfico, armé una composición escénica con rudimentarios efectos especiales para la foto. Al fondo del patio de una vieja casona, colocamos un pizarrón, delante una vieja mesa de escritorio con muchos libros a destacar, todos los que teníamos a mano, una lámpara, un reloj despertador. Junto a los libros coloqué unos huesos de lo que fue una pierna humana. Entre la mesa y el pizarrón destaca un señorial sillón de estilo. Y allí estoy yo de delantal blanco y no marrón como me correspondía. Varios dibujos anatómicos óseos figuran ya por mis trazos en el pizarrón. Con la mano derecha delineo un cráneo que tengo en mi mano izquierda. Miro hoy la actitud y simbolismo de esas manos y se me destaca además la contemplativa mirada, viendo más allá de la forma física de los humanos huesos que acá han de quedar. Entiendo ahora que ya tenía la certeza, gracias al semestral examen de Anatomía que luego relataré, que sí podía tener éxito en mi carrera, y además siento por el aura hoy destacada que estaba marcado por mi Misión en la vida. En la otra foto figuran mi padre a la derecha, mi madre al centro, yo a la izquierda, sentados en una pandereta con las dunas de la playa detrás y al fondo un solitario y significativo árbol tipo pino insigne. La foto está tomada en el balneario Las Salinas de la turística Ciudad Jardín de Viña del Mar, a veinte minutos de donde ahora vivo en Quilpué. Es el mes de enero, plena temporada de verano, tostadito por la playa me veo. Mi mamá con su brazo derecho toma mi brazo izquierdo y con el izquierdo toma el derecho de mi papá. Los tres estamos tan felices porque el "niño" pasó a tercer año de Medicina. Pronto, en dos meses más tendré que rendir el examen de Fisiología, cuyo detalle más adelante os relataré.

En la mesa del Comedor Universitario éramos cinco estudiantes. Un colombiano, un peruano, un argentino y dos chilenos. El argentino me caía mal, sentimiento de rechazo que era mutuo. Lo consideraba sobrado, prepotente y puro bla, bla. Me dice, quizá captando mi preocupado estado de ánimo: Che chileno, a vos en Anatomía te va a ir mal. Miráme a mi... Como un relámpago me levanto y a viva voz, que el amplio comedor hizo enmudecer, le respondí: Mira, argentino, sabes que no he estudiado a diferencia de lo que tu dices haber logrado. Te voy a demostrar lo que vale un chileno. Y a mi pieza me fui. Doña Pepa, la dueña de la pensión iracundo me ve llegar. Me ofrece un mate, que esta vez sí le acepté. Algo pasó, me tranquilicé, se aclararon las ideas y me puse a estudiar al lado de mi propio mate que con su bombilla en el negocio cercano adquirí, pues como que me daba cosa en una mateada bombilla compartir. Descubrí que con el mate de noche podía estudiar y hacerlo mejor. Adquirí, no se como, el hábito de escribir lo medular de lo estudiado y dibujar. Luego resumir lo escrito en frases cortas o palabras detonantes del recuerdo de lo aprendido. Por ejemplo, dos años después, cuando me dio por conocer la buena música, estaba de moda entre melómanos hablar de los Cinco Grandes de la Música Rusa. Cómo recordar esos nombres. Elemental me dije, mediante una sola frase: De Rimsky-Korsakov y Tchaikovsky no me iba olvidar, pero faltaban los otros tres, entonces escribí: Ba = Balakirev Vo = Vorodin y Cui = Cui. Quedó la palabra detonante: BaVoCui y esos tres nombres jamás olvidé. Fue a lo mejor un método de mnemotecnia o arte de aumentar y ayudar a la memoria.

Llegó el día de ese especial examen semestral eliminatorio. Mi examinador fue el Profesor Solomon. Preguntó y respondí, volvió a preguntar y pedí permiso para usar la pizarra y mediante dibujo explicado responder, para responder mejor un auxiliar tuvo que traer tizas de colores, pues allí solo tiza blanca en ese momento había. Vino la última pregunta, me la hizo con ingenio el examinador y con ingenio similar respondí sobre el especial comportamiento anatómico, de la arteria radial en el brazo. Sonrió, extendió su mano y me felicitó. Mi nota era un diez con felicitaciones. Profesor, le señalé, ¿puede darme dos comprobantes? ¿Para qué? me preguntó. Uno para enviarlo a mis padres y otro por una apuesta de honor. Tómalos y felicito a tus padres y tu honor ganado.

Ingresé realizado al comedor, la mesa busqué. El argentino no estaba con rostro sobrado pues lo habían reprobado. Una cosa es decir tanto yo se, y otra es saberla ante un examinador. Sin sentarme le pasé uno de los comprobantes y le dije: Para que sepas esto vale un chileno. Y al Parque a caminar feliz me fui, pues supe que era capaz y podía lograrlo. Qué gran favor ese joven norteño me hizo. Él se fue, pues no era para estudiar y las tierras de su padre necesitaban de buen administrador. Si mi papá hubiera tenido tales tierras, creo que yo habría hecho lo mismo. Jamás en mis estudios pude ser reprobado y algunas felicitaciones recibí, pues ahora sabía que sabía que era capaz de hacerlo. Pienso cómo pequeños detalles marcan nuestro destino. Llega diciembre, apruebo los exámenes y antes de volver a casa fui invitado a una fiesta acompañando a la hija menor de las dos hijas de Doña Pepa. Ella me agradaba, yo le agradé. Desde Chile una encendida y juvenil carta de amor le envié, esa carta me costó dejar la pensión. Ignoraba yo la curiosidad femenina y que esa carta en manos de la madre iba a terminar. Doña Pepa encolerizó pues le tenía un italiano con plata asignado a esa hija, y así ese matrimonio resultó ser.

Antes de Psicología dejar y Medicina comenzar, Bèla Székely, mi MAESTRO, me regaló uno de sus libros con dedicatoria. No se dónde quedó. Recuerdo la primera hoja en la que destacaba a sus padres muertos en la Segunda Guerra Mundial, en la cámara de gases de un Campo De Concentración. En este recuerdo lo aprecio como un hombre sabio y genial, un fuera de serie de los que pocos, muy pocos hay. Y ese fuera de serie puso al verme por primera vez: MUY APTO. ¿Por qué Don Bèla? Me dejó una especial iniciación junto con la Enseñanza Trascendental que él sabía algún día entendería, como con el pasar de los años sucedió. Se que vio mi futuro y en él una Misión, ¿Cuál misión? ¿Tendría que ver con Amor = Luz + Paz? No lo se. Dos personas más vieron ese "algo" en mi. Un swami a la pasada en el Aeropuerto, quien se detuvo, me miró, mantuvimos fija la mirada, con sorpresa él sonrió y su camino siguió. Años después, siendo médico ejerciendo como oftalmólogo, por un tiempo practiqué su método de Meditación en el que había sido iniciado en Quilpué. Otro swami vedanta él, no ya a la pasada, me "reconoció" y primero lo hizo con un especial saludo ceremonial que me sorprendió, después, irradiando su aura dorada, una misión me pidió aceptara realizar: Dígales la Verdad, toda la Verdad y que lo que la Sagrada Biblia señala ya está sucediendo... Cosa que acepté, pues a un ser de aura dorada, ¿cómo ese honor solicitado se lo iba yo a negar? Bruto seré, pero no para tanto.

Al volver a Mendoza, ella, Doña Pepa, me llevó a la casa de su hermano, donde como huésped fui recibido en mi propia pieza. Era más lejos de la Facultad, pero lo pasé mejor ya que recibí trato familiar. Prefiero dejar en el olvide el juego de los Golpes de Estado Militar que en Argentina viví. Dos recuerdos sí deseo destacar. Era septiembre durante mi primer año y de noche fui a buscar un libro de Embriología al Hogar Universitario, sito cerca de la CGT o central obrera de Gobierno. Recibo el libro, durante la conversación se sienten ráfagas de metralla cada vez más cercanas. Misteriosamente todos los del Hogar desaparecen. Ellos eran gobiernistas, después del golpe militar figuraron como iracundos opositores al Gobierno derribado y que tanto los había a ellos ayudado. Vi un teléfono negro. Lo tomé, tenía tono y una telefonista habló. Pedí comunicación a Chile con la casa de mis padres. La llamada pasó y, de madrugada, mis padres me señalan: ¡Hijo cómo estás! El inicio de la revolución que vivía en vivo y en directo, ya era conocida en mi hogar. Respondo entre el ruido de las balas y otros mayores a balas, que todo estaba bien, poniendo mi pañuelo en la bocina con el fin que ellos ese ruido de guerra no escucharan. Me despedí dejando tranquilos a mis padres. Calmó la balacera, vino el silencio, salí y a mi habitación frente a la Facultad logré llegar. Al día siguiente veo pasar por la calle una larga, muy larga caravana militar, con camiones llenos de soldados serios y tristes, cañones y otras cosas más. Se dijo que iban a Córdoba a atacar a los insurrectos, pues al parecer en Córdoba el golpe se inició. Habrán transcurrido unas cuatro horas y veo retornar a la caravana militar con las luces de los vehículos encendidas, tocando sus bocinas, los soldados dando vítores de felicidad. Retornaban a "Tomar Mendoza". Será, pensé, así el juego de guerra militar en cuanto una revolución muy seria y formal.

A los pocos días fui al Correo Central para hablar por teléfono a mi casa. Me habían dado la comunicación con Chile, alcancé a decir: Hola mamá, cuando bruscamente se abre la puerta de la cabina y veo aparecer el cañón de una carabina militar, y un joven conscripto, con "grata sonrisa" me observó y señaló que hablara tranquilo. No se si será tranquilo hablar sentado en una oscura y minúscula cabina telefónica bajo el grato estímulo de una carabina apuntada, con bala pasada hacia mi corazón. ¿Cómo estás hijo, qué pasa allá? decía la trémula voz materna. Todo está bien mamá, hay pura tranquilidad, no se preocupe. Yo solo estudio y me va bien. Estén tranquilos, las clases continúan sin problemas y todo se encuentra en calma. Pensé que a lo menos el soldado me invitaría al almuerzo del rancho militar por lo que yo había, hacia Chile declarado. No fue así.

La vida de estudiante continuó en la tranquila ciudad con su gran parque y laguna, el Cerro la Gloria, su Jardín Zoológico y otros lugares que en especial en Primavera disfruté. Vino el segundo año fuera del hogar y la Patria. La meta ya era más lejana, retornar al hogar pero con el título de médico. Psicología en el recuerdo se archivó y nunca supe nada más de mi MAESTRO, hasta que no hace mucho desde Hungría una pariente, sobrina de él, en inglés me escribió, mediante correo electrónico, preguntando por Bèla Székely pues estaban haciéndole una biografía y en el Buscador de InterNet aparecí yo, pues una o dos menciones había en unos escritos personales dedicada a Don Bèla, un genio del ámbito mundial en la Psicología no material.

Destaca en el recuerdo el examen de Fisiología. El sistema de estudio de Argentina en general era muy diferente al de Chile. Cada alumno decidía cuándo daba examen de acuerdo a los turnos en el año programados y si salía reprobado podía rendir cuantas veces quisiera esa materia. La única limitante estaba en que no se autorizaba cursar ramos ni rendir exámenes sin haber antes aprobado materias correlativas. Cada alumno podía a su vez demorar sus estudios los años que estimara o él aguantara y además se asistía a clases si se lo deseaba o no. En Chile se iniciaba el nuevo año con todos los ramos rendidos, las clases eran obligatorias y el profesor preguntaba en el examen lo más relevante para él, era más fácil y muy pocos solían, en aquella época fracasar, dado la estricta selección de ingreso y el limitado número de selectos alumnos. En Argentina había, durante el examen, una esfera transparente con bolillas de números de acuerdo a cada cátedra. Uno como alumno, de principio de año tenía las hojas impresas en que el ramo estaba dividido por números para el examen final. Cada número destacaba diferentes tópicos variados de materia. El alumno en su examen oral sorteaba dos bolillas. Es decir, el profesor podía preguntar, de acuerdo con las bolillas sorteadas cosas no trascendentes y difíciles que figuraban en el listado y en Chile un profesor hubiera preguntado tan solo si a un alumno quería a propósito reprobar. Hubiera sido una irreverencia de mal gusto en diciembre del segundo año de carrera, Fisiología intentar rendir. Aprobé los otros ramos, me vine a casa con felicidad. Preparé algo Fisiología sobre la base del magistral libro "Fisiología Humana" del Dr. Bernardo Alberto Houssay, médico fisiólogo (1887-1971), ganador del Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947. Compartido ese honor con los esposos Carlos F. Cori y Gerry T. Radnitz, por sus trabajos sobre el lóbulo anterior de la hipófisis. En Santiago conseguí unos apuntes chilenos, y reforcé temas relacionados con la compleja Fisiología del Sistema Nervioso, Urinario y Respiratorio en especial.

Ya en Mendoza, ese día de marzo que tuve la audacia de presentarme al examen, éramos diez los aspirantes a aprobar la temida Fisiología, siendo yo el único representante de mi curso. Digo temido por lo extenso y complejo del tema y ser el profesor uno de los discípulos del Nobel Dr. Houssay, lo que lo hacía un semidiós, y como tal se sentía ante los alumnos, y como tal los alumnos aprobados semidioses alumnos deberían ser para el reconocimiento de un ser tan elevado. Durante la espera previa escuchaba a los otros nueve inscritos: Che, vos sabés cuánto le he dado a la materia... Llevo un año o más... ¿Y vos chileno? Bueno, la preparé un poco ahora en las vacaciones en Viña del Mar. Mirada de compasión ante el irreverente. Mejor me aislé y esperé mi turno. Fui llamado. Eran tres en la mesa los examinadores. Uno el Decano interventor que era Profesor de Microbiología, otro el Profesor de Farmacología y ÉL, el discípulo del Nobel. Sorteo las dos bolillas, y varió la tradición. En todos los otros exámenes uno escogía un tema para comenzar. El Profesor jefe me señala, sin respetar esa tradición, que dibuje la máquina de oxigenación en anestesia general o algo parecido. Hasta allí llegué, pues ni siquiera lo había leído y a ese trabajo práctico al parecer no había asistido. Sabía que ya estaba reprobado. Ignoro el por qué él, el examen lo continuó, pero, en despectivo tono me dice: Espero sepa que existe el Sistema Nervioso y pueda decir algo de la conducción eléctrica en la fibra nerviosa... Qué me han dicho, y me lucí. Salí y a la pregunta: ¿Cómo te fue chileno? respondí: MAL, el genio me reprobó con justa razón pues una fundamental pregunta no respondí.

Era la norma que una vez finalizado todos los exámenes, en este caso de diez alumnos, salía a la puerta de la sala un ayudante de cátedra y en orden alfabético leía nombre y nota. El no nombrado lo era porque estaba reprobado. Nombra uno de los examinados con una nota ocho. Luego silencio y solo nombra a uno más, diciendo que el siguiente alumno por dudas en la comisión era llamado a DESEMPATE. Seperiza puede pasar. Yo no me lograba del asiento levantar, tuvieron que ayudarme y empujar. Pálido entré. El Decano, gran amigo después, me alentó. Me hizo tomar asiento y señaló que había ciertas dudas que ellos necesitaban aclarar en cuanto a mis conocimientos de la materia. El genio profesor miraba para otro lado. Cada uno de nosotros, continuó, le hará una pregunta que usted con calma responderá. Viene la primera del decano sobre algo relacionado con la Fisiología de la respiración y correctamente con brillo respondí. El Farmacólogo me demolió con su pregunta sobre unas drogas en relación al corazón. Respetuosamente señalé no saberlo. La cuenta estaba 1x1. Toma la palabra el discípulo del Nobel y me hace una compleja pregunta relacionada con la Fisiología renal. Tema que dominaba, consulté si podía usar la pizarra, esta vez había tiza de colores. Dibujé con arte, expliqué con pasión y convicción. Hablé y hablé, pero hablé bien. Entonces el Decano mira al Profesor y le dice: ¿Estás conforme? Mueve la cabeza en aceptación y yo grito de emoción: ¡Así que aprobé! Calma me señalan, debe esperar nuestra resolución. Salí gritando: Aprobé, aprobé. Tras mío viene el ayudante ceremonial y dice: Seperiza cuatro. El cuatro era la nota mínima de aprobación, fue el cuatro más hermoso de mi vida. Nunca me interesó la nota, sólo quería aprobar y aprobar para a mi tierra regresar. A pesar de ello logré algunos diez, o nota máxima, y unos con felicitación adicional.

Si me preguntan: ¿Cuál considero mi mayor éxito como estudiante universitario?, de inmediato habrá una respuesta paradojal, pues no figura ninguno de los éxitos señalados con un diez y felicitaciones. Ese examen aprobado en desempate con la nota mínima, fue mi mayor éxito personal, y lejos me catapultó en la autoestima y autovaloración para continuar adelante con Actitud Mental Positiva en el resto de mi carrera, que con tanta tranquilidad afronté, pues ya sabía que podía, ya sabía que era capaz. Eso es lo que, pasados los años, en los escritos de InterNet intento demostrar:

Con Actitud Mental Positiva cree que puedes
y podrás pues ERES CAPAZ

Ese tercer año fue especial. Tuve de profesor en Microbiología al Decano Interventor. Ese año Mendoza autorizó, por primera vez, rendir examen como alumno libre. Me parece que un junio fui el primero en hacerlo rindiendo Parasitología, con nota diez. En Diciembre al entrar a examen de Microbiología el Profesor Decano señala: Espero chileno que nos saque de la modorra. Obtuve un diez así que supongo que los desperté.

El aprecio del Decano nació en el examen de BioQuímica de segundo año en el que al parecer le respondí bien, luego por mi Desempate en Fisiología, además por el hecho de haber sido el primer alumno que rendía, con el nuevo sistema, un examen adelantándolo como alumno libre y, además por un conflicto entre mi curso y su Cátedra de Microbiología. Me explico: El Jefe de Práctico hace una prueba escrita, me fascinaba la Microbiología y la Parasitología pues tenía acceso con el microscopio al mundo de la vida en la microdimensión, mundo de fantasía... A continuación del examen se señala que esa prueba es de tipo eliminatorio. Yo sabía que había respondido muy bien, estaba tranquilo. Sin embargo varios compañeros de curso se sienten afectados por no haberse, con tiempo, advertido que era una prueba eliminatoria, cosa justa por lo demás; tener siempre claras las reglas del juego. Se forma una comisión de cinco alumnos y, para variar, yo llevaba la batuta en cuanto hablar. Nos recibe el Decano en su despacho y entramos, mejor dicho, entro solo pues los otros cuatro se quedan afuera. ¿Qué pasó chileno? me pregunta con su cordial saludo. Me siento mal Profesor pues éramos cinco compañeros de una comisión y míreme aquí solo, al parecer el único que no le tiene temor. Tú ya me conoces, habla con sinceridad. Y hablé... El Profesor de inmediato anula la prueba. Mucha gente valiosa se cruzó en el camino de mi vida, vaya para todos ellos mis respetos y agradecimiento.

Pero entendí que el nuevo plan de estudios de Mendoza me alejaba de Chile. Pregunté y me recomendaron Córdoba. En la casa donde residía, había un matrimonio cuyo hijo estudiaba Ingeniería en Córdoba. Me señaló que si me iba podría alojar donde unos amigos de él. El problema estaba que yo no tenía como materia separada de la Anatomía General, la Anatomía Topográfica y necesitaba ese ramo en Córdoba aprobar. Viajé, ubiqué al Profesor, un genio "loco" por su exquisita genialidad, gran cirujano cerebral entre otras cosas, quien me insistió que antes de dar el examen como alumno libre, se lo recordara. No lo hice. Llega el examen, no para diez o veinte alumnos como en Mendoza, para más de cien. Ingresaban sobre mil alumnos cada primer año, era una locura. Aprobé el práctico por puro bla, bla, agregando que el Profesor me había dicho que para él ese examen era solo formalidad, pues consideraba que debía de haberse reconocido entre mis materias rendidas la parte Topográfica al tener aprobado Anatomía en Mendoza. Soy llamado, entro y exclama el profesor: ¡El chileno! A ver Juaneda conversa tú con él. Y el tal Juaneda me pregunta: ¿Por qué se vino de Chile? Dije lo que sentía: Porque no hice mérito para quedar allá. Y mi profe se descompone señalando a punto de desmayar: Se vienen acá porque esta es una mala Universidad... De inmediato pensé en la ciudad de Rosario como próxima parada. Entonces le dije: Está equivocado Profesor, he llegado acá, al corazón geográfico y emocional de la Patria Argentina, por el prestigio de esta Centenaria Universidad y por tener un plan de estudios similar al de mi Patria. Si usted afirma que la Universidad es mala, cosa que rechazo, lo sería por culpa de los profesores y no de los alumnos. Y acá están quizá los más destacados profesores, como lo es usted, por ejemplo. El profe, puso sus pies sobre la mesa, se inclinó en el asiento hacia atrás, los ojos se cerraron y con voz casi inaudible dice: Juaneda, examínalo tú, y el show comenzó, hablando yo ante una pregunta de Juaneda, sobre la inervación y circulación del cuero cabelludo. Salí convencido que había reprobado. Larga espera ante tanto alumno. Comienza la lectura de la lista... ... ... Seperiza cuatro. No lo podía creer y una manda fui a cancelar a un lugar en las Sierras de Córdoba. Pensé que el profesor, a pesar de lo excéntrico y enojado por mi sinceridad, era un caballero ante todo, y su palabra él cumplió.

De los treinta y un exámenes de la Carrera, dieciseis los adelanté como alumno libre, lo que me significó graduarme dos años antes. Se perdió por una huelga casi un año, igual pude en el tiempo adelantar. Dar libre significaba que si uno tenía los ramos precedentes aprobados, podía presentarse a examen sin haber cursado esa materia.

En Córdoba viví en una añosa y céntrica casa de una amplia avenida, con escalera tipo mármol hacia nuestro segundo piso. Casa arrendada con otros cinco estudiantes de diferentes carreras, yo era el único extranjero y además de Medicina. Los viajes a mi hogar ya se espaciaron mucho. El clima era frío en Invierno y con húmedo calor de Verano. Solo me interesaba estudiar. Venían algunos chilenos a casa a contarme sus problemas, parece que con la palabra y el hecho de escucharlos los ayudaba. Al irse me preguntaba ¿quién me ayuda a mi? En Córdoba fui una máquina de dar exámenes, como lo he sido ahora una máquina para escribir mis libros. Recuerdo a un amigo chileno que este mundo ya dejó y ese sentido recuerdo del Tito, lo grafico así:

Es de noche, hace un húmedo calor. Estoy caminando por el centro de la ciudad de Córdoba en Argentina. Mientras camino, a cada paso siento un ruido, aprecio que está dado al pisar langostas, miles de ellas veraneando en la ciudad y mirando las luminosas vitrinas. Algunas gentiles se posan en mi cabeza, en el cuello... Contemplo vitrinas tras las cuales se ofrecen masitas y pasteles junto a otras exquisiteces al paladar. Paso ante una gran confitería donde el alegre público que puede pagar, come y toma café. Y yo, solo debo mirar y adelante seguir, sin a esos lugares poder entrar pues la plata que me queda del mes es lo justo para la diaria movilización hacia la Universidad. Ahora estoy con un amigo quien ya se encuentra en el Más Allá. Me dice: Maestro, ¿cómo lo hacemos? Le respondo que tiene que haber un método natural para mejor subsistir sin tener que puro estudiar y lo justo comer. Veamos, como jóvenes varones, qué punto, sanamente en la mujer se podría explotar. No lo se. El instinto maternal le señalo. ¿Cómo? Probemos. Cuánta plata tenemos, da para un café para dos. Entramos al destacado céntrico lugar. Al ingresar cada uno recibió un ticket de unos nueve centímetros de ancho por dieciocho de largo, con varias columnas con números. Ante cada consumo la mesera marcaba un número y al salir uno pagaba la suma de lo que el ticket señalaba. El método planeado fue, pedir solo el café, hablar y que ella, la mesera escuchara. La curiosidad femenina estaba considerada en el planificado experimento, al igual que la entonación que daba a las frases: ¡Cuánto extraño a mi madre! ¡Qué triste estaría ella en la distancia si me viera delgado y solo pudiendo un café acá pedir!  ¡Cuán solo me siento lejos del hogar! La mesera, madre de dos hijos varones, se interesó... En resumen, desde ese día podíamos ir tres veces a la semana, en el turno de ella o de una amiga compañera también maternalmente compasiva y comprensiva, y siempre ellas marcaban el único consumo de café, que era "misteriosamente" acompañado de masitas, algún jugo, emparedados, unos pastelillos y agua mineral para la mejor digestión. Amigo, después de todo no lo pasamos tan mal.

El hijo del matrimonio que alojaba como pensionista donde yo en Mendoza estaba, se recibe de Ingeniero en Córdoba, se casa con su novia mendocina y consigue empleo en la Fábrica Militar de Río Tercero. Les nace su primer hijo y ante tanta insistencia que los visitara, una vez fui. Cómo olvidar la pulcritud del hogar en la casa del recinto militar. La mano femenina se notaba en cada detalle, todo tan diferente de mi desordenada pieza. Cómo olvidar la comida familiar, pues estaba alojado en un hogar donde se respiraba amor y respeto entre ellos, además del hijo recién nacido. Conocí la Fábrica, salí de paseo en moto, descansé y agradecido los dejé para volver a Córdoba a estudiar. Hace unos años la noticia relató que esa Fábrica Militar estalló y el daño llegó hasta la misma ciudad de Río Tercero. Pensé en el matrimonio amigo y sus hijos, cuya casa estaba en el sector del recinto militar al lado de la Fábrica. Si ellos todavía vivían ahí, ¿quedaron entre las víctimas fatales? Ahora se "sabe" que no hubo accidente sino una autoexplosión controlada que se salió de control, hecha para hacer desaparecer evidencias del bullado caso de contrabando de armas a Croacia y Ecuador... Tanta mugre del recuerdo que es mejor en el olvido dejar. Eso no quita mi indignación al rememorar ese matrimonio ejemplar, cuyas vidas con las de sus hijos pudieron en esa siniestra explosión finalizar, por obra de oscuros interese económicos de los señores del poder... Pienso entonces en el Padre Lacunza, quien hace 200 años tan bien los retrató...

Cuando quedaba solo en la casa me iba a la Carnicería cercana y a módico precio me daban unos bifes que al freírlos en el gran sartén de la cocina y una vez servidos, salían del plato por su tamaño. Un día me entero que hubo un terremoto en Chile. No afectó a mis padres. Cursaba ya Obstetricia y en esa Maternidad se organizó la recepción de la ayuda hacia mi país. Mucho colaboró la gente. Estaba anotando y organizando lo recibido y veo entonces llegar a una hermosa alumna de Farmacia que venía a dejar lo recolectado en un Estadio. Ella rubia, alta, mezcla de alemán con austriaca. Fuimos novios como llamaban a lo que en Chile considerábamos un "pololeo". Sin embargo, la prioridad uno era recibirme. Tuve un duro golpe cuando me enteré que en Chile no me sería reconocido el título de Médico de Argentina. Si me hubiera quedado en Córdoba con certeza ella hubiera sido mi esposa, pero el destino tenía otros caminos para mi. Hubo un examen que por lo inusual recuerdo, mejor dicho son dos. En ambos recibí la ayuda femenina más algo de... ¿trampa mía? Obstetricia era uno de aquellos ramos finales, junto a Pediatría, que demoraban la graduación por el alto porcentaje de alumnos reprobados.

Me presento al examen de Obstetricia en un auditórium público, entran en camilla a la paciente embarazada. ¡Qué poca delicadeza con ella pensé! Me la imaginé afectada al ser examinada en público, lo que para mi debía ser un hecho privado. Me acerco y le pregunto al oído qué había ella escuchado decir de su pronto parto. Me susurra que son gemelos y nacerán en cinco días más. Llega el profesor, la examina y pide mi opinión. Palpando su abdomen describo lo que en teoría sabía de un parto gemelar, haciendo hablar a mis manos como un experto: Una cabeza acá, una nalga allá, otra cabeza por este lado y una nalga por aquel. Me pidió la fecha del parto y se la di. Sólo discrepó conmigo en unos gramos en cuanto al peso con que nacerían los gemelos. Por lo tanto, el temido examen aprobé. ¿Quiénes hoy serán aquellos gemelos?

Dermatología la adelanté como alumno libre. Por ser libre mi examen era práctico-teórico. Me asignan una paciente de la sala de mujeres. Debía examinar, interrogar y escribir para luego, en lo posible diagnosticar. Veo sus piernas y me confundo ante lo que contemplé. Le pregunto de dónde es y me dice que de la zona rural de Tucumán, que ella tenía una rara tuberculosis y por eso hacía tres días había llegado a Córdoba para ser mejor estudiada. Llamo al jefe de sala y le señalo que estoy con indigestión y ganas de vomitar. Me dice que vaya rápido al baño. Corro, pero no al baño precisamente sino a la Biblioteca, tomo un libro de Tuberculosis y allí veo el caso, era una máculo-pápulo-necrótica, algo bastante raro. De una mirada vi el texto y a la sala aliviado volví. Interrogué, examiné y escribí. Llegó la comisión examinadora y el Profesor me señala si puedo hacer un diagnóstico de certeza. Respondo que no siempre resulta bien un diagnóstico de certeza a primera vista, pero que ante un caso tan evidente: Mujer, mayor de cincuenta años, proveniente de tal zona de Tucumán... y tan nítido el cuadro, como de "libro": Ved las máculas, mirad las pápulas y las zonas de necrosis en la piel... ... ... observad esto... Y di mi diagnóstico de certeza. Toma la hoja clínica el Profesor y dice: Un alumno hizo el complejo diagnóstico y ustedes doctores NO.

Ginecología fue una especial materia de estudio en lo personal. Destaqué como alumno ante un profesor más humano y jovial. La Endocrinología me fascinaba y muchos libros conocí sobre el tema. Poco antes de ingresar al examen, repasé las variaciones hormonales y su relación con la fisiología del embarazo, parte de la Endocrinología general. Justo tengo la fortuna de sortear la bolilla que destacaba ese tema. Al iniciar el examen hablé de otro punto que conocía bien, sabiendo que para el final vendría lo que más dominaba. Me iluminé mientras disertaba. Al dar las notas, sale el Profesor y señala que Seperiza tiene un diez con felicitaciones y se trata de uno de los mejores exámenes en su cátedra rendido. Vuelvo a pensar: ¿Fue suerte? ¿Si a Córdoba no la hubiera dejado, dónde y cómo estaría hoy?

Había alumnos que si una materia estaba dividida en treinta bolillas estudiaban quince por ejemplo, según ciertas cábalas que tenían, y confiaban en el azar del sorteo, se les llamaba "lanceros". Con mi método de rápido escribir lo destacado al estudiar cada tema, para luego resumirlo enfatizando palabras o frases detonantes del recuerdo, al menos siempre algo podía responder de las bolillas sorteadas, a lo menos con lo suficiente para aprobar y no ser reprobado en un examen. Pienso que la suerte la llama uno con la propia Actitud Mental, teoría que intento destacar desde hace ya varios años en lo relacionado, en especial con aquellas personas que parten señalando: Me va a ir mal. Al así hacerlo, ya queda condicionado el subconsciente para que de esa manera suceda. Tampoco resulta decir: Me va a ir bien e irse de fiesta, no, uno debe ayudar con el propio esfuerzo para que ese me va a ir bien, genere el factor que le falta a la Actitud Mental para que funcione en forma adecuada la fuerza del subconsciente, se trata del factor Positivo. AMP (Actitud Mental Positiva) más PP (Pensamiento Positivo), más el elemento SONRISA es la llave del éxito en la vida.

Era moda en Córdoba el cine de trasnoche, allí vi la película "El milagro alemán". Me impactó el joven estudiante de Medicina discriminado, que de manera clandestina, durante la Segunda Guerra Mundial, escucha para Navidad radio internacional, y en ese momento se hace audible la parte Coral de la Novena Sinfonía de Beethoven. Es 24 de Diciembre en la noche, un día muy especial para mi, sin embargo estaba en el Hospital dando el último examen que en Córdoba rendiría. Había tomado la decisión de irme a Montevideo, Uruguay. Previo escribir a varios países, de Uruguay alguien de la facultad de Medicina me respondió que había un convenio con Argentina en el que se me reconocía mis dos años de práctica clínica, además me homologaban todos los ramos aprobados. Es más, me aconsejaba llegar a rendir allá Pediatría y Medicina Legal-Psiquiatría y que había una Ley vigente de intercambio de título con Chile.

Había terminado con mi polola al decir chileno, novia al decir argentino, pues ella no podía soportar que me fuera ya que tenía la certeza que jamás volvería. Mi último examen en Córdoba, cerca de las doce de la noche de un 24 de diciembre, me significó obtener un diez en Cirugía II. La llamé por teléfono y me respondió muy sentida y distante. Y yo nada ante mi destino podía hacer. Llegué a casa, todos se habían ido a sus hogares a pasar la Navidad. Me sentía mal, no sabía si la amaba, la soledad era mi compañía. Nunca me había embriagado o emborrachado. Tomé una botella de ron que en una de las piezas encontré. Pensé en ella, la que había sido mi hermosa novia cordobesita, pongo radio Nacional Córdoba y los acordes de la Coral de la Novena Sinfonía inundaron mi pieza y mi corazón. Recordé al joven de la película, sin saber si en la vida real hubiera muerto en un campo de concentración. Tantas cosas rememoré. Mi obsesión era ser Médico, poco faltaba ya. Tan solo que me sentía. Victorioso pero tristemente solitario. Siempre me había sentido solo, pero esa noche era una soledad especial y diferente, los sentimientos la acompañaban. Dudaba si radicarme en Córdoba junto a ella o irme a un inseguro destino en Uruguay, del que nada sabía. Se me había enfatizado en la Facultad de Medicina, que si pedía el traslado a Uruguay, no podría retornar. Tomo la botella, brindo por ella, dama mía, sigo brindando... Desperté al día siguiente tirado sobre la cama con un dolor de cabeza y malestar general, que nunca más me hicieron beber más de una protocolar copa y nada más.

Extraño es en ese tiempo pretérito que, salvo haber sido remecido en mis juveniles recuerdos por la palabra REENCARNACIÓN la primera vez que la vi escrita, y por la lectura de Lobsang Rampa con su serie de relatos iniciados con el "Tercer Ojo", nunca hubo un atisbo de lo que después consideré como La Misión de Mi Vida. En aquella época solo una meta tenía presente: Llegar a mi Patria con el título y hacer a mis padres sentirse orgullosos de su hijo.

Establecí contacto con el Cónsul de Uruguay en Córdoba, quien una serie de consejos me dio. Hablé por teléfono con mi padre, lo dudó, yo lo superaba con mi "irresponsable" audacia y juvenil tenacidad. Por carta me comunicó que a un médico chileno recibido hacía poco en Uruguay no le habían reconocido el título en Chile, por tanto me pedía me quedara en Córdoba. Vendí lo que pude, otras cosas regalé y, con mi maleta al terminal de buses interprovinciales me dirigí. Era enero, hacía mucho calor y en bus me voy hasta Buenos Aires. Córdoba y gratos años, quedaban atrás. Era algo superior a mi lo que hacía siguiera adelante, siempre adelante para mi hogar y Patria como médico retornar.

Primero quedó atrás Psicología y mi proyección europea. La Patria nunca quedó atrás, algo me decía que a ella regresaría. Para siempre quedó atrás el grato Jardín de Mendoza, una maravillosa ciudad tan cercana a mi Cordillera. Quedó atrás la gran Córdoba mediterránea con sus Sierras espectaculares y hermosas mujeres, una en especial.

En Córdoba, antes que la niebla del olvido llegue, emerge uno de los que era del grupo de seis arrendatarios de la casa del que yo era parte. Trabajaba en el Departamento de Cultura de la Municipalidad y al saber mi afición por la buena música solía regalarme entradas para Conciertos en el Teatro Municipal Rivera Indarte. Asistí a una gala especial, actuaba el connotado pianista nacido en Chile, Claudio Arrau. Quizá por ello recibí un palco esa vez. Hacía frío por lo que llegué bien arropado con mi humilde ropa de estudiante pobre y un grueso chaleco verde oscuro tejido por mi mamá con la lana más gruesa del mercado de la lana nacional. A mi papá le pedía lo justo para vivir, dado que él ejercía su apostolado como médico salubrista con dedicación exclusiva a su cargo, entonces de Director de Hospital. Llego al Teatro, estaba repleto, entro a mi palco y me encontré con un conjunto de damas, cada una más hermosa, distinguida y de gala vestidas, sentadas, pobrecitas ellas junto al vulgar. Miraba a la galería donde está la gente entendida y que realmente con sacrificio económico disfruta de la buena música, y pensaba que allá arriba al fondo era mi lugar, pero ya que estaba acá, a contemplar tanta juvenil belleza me dediqué para luego "irme" con dos Conciertos para piano de Beethoven, magistralmente ejecutados por alguien que en mi Patria nació. Cosas de la vida pensé.

Conocí un chileno "patiperro" que tenía un auto y se dedicaba a vender y comprar cosas en las serranías cordobesas. Además de pequeñas fotos del álbum familiar les hacía grandes retratos de marco ovalado tipo antiguo. Él organizaba fiestas de matrimonio. Cada cierto tiempo yo era "invitado" junto a algún otro estudiante chileno. Cuán grato es ser invitado "especial" a tan memorable acontecer. Se transformó en tradición que al llegar la mesada mensual, luego de pagar lo que había que cancelar y dejar para el transporte urbano, con lo poco sobrante ir a cenar, por una vez en el mes, a una Parrillada. Al ingresar, antes de pasar al comedor se escogía las carnes que a la vista estaban. En la mesa el mesero llegaba con una gran fuente de ensalada y las carnes por uno previamente elegidas, venían crujientes a la parrillada. Me sentía mejor que un rey.

Para la fiesta nacional, nuestro 18 de septiembre, la Colonia Chilena Residente solía organizar un baile con comida, o cena bailable. Recuerdo estar en el turno de portero y junto a la puerta del local ver aparecer un joven algo mayor que yo, de anteojos de delgado marco, nariz aguileña, que en silencio miraba. ¿Eres chileno? le pregunté. Si, tímidamente respondió. Pasa, no tengo dinero para pagar la entrada señaló. Pasa igual y toma estos vales para que puedas a gusto consumir, le respondí. Era violinista destacado y como estudiante de Medicina figuraba. En Montevideo volví a saber de él.

Cómo olvidar los insectos. Amigas langostas por miles en la noche visitando la ciudad. Amigos mosquitos, una mención especial. Estudiaba de noche con un calor húmedo infernal, frente a un pequeño ventilador. Miro hacia el cielo raso al estirar los brazos y lo veo negro. Miles de mosquitos chupadores y de los otros, contemplaban cómo estudiaba, a la espera que me quedara dormido para ellos comenzar la función. Tomé un insecticida con su "FLEET" o bombilla pulverizadora, pues entonces no se conocía al "spray" ni el futuro daño a la Capa de Ozono que la tecnología habría de inducir. Estaba en mi labor y al parecer por el entusiasmo exterminador mucha fuerza al aparato apliqué, se salió el émbolo y mi mano en el tubo metálico cilíndrico se estrelló. Abundante sangre manó de la dolorosa herida sobre mi dedo anular de la mano derecha a nivel de la articulación. Logré sin sutura sanar, y la cicatriz era un recuerda mosquitos para mi. Hoy intenté verla y me costó encontrarla, es decir, los mosquitos ya habían quedado también atrás del recuerdo.

Amable vinchuca, portadora del Mal de Chagas que tantos corazones humanos dañó. Durante una tormenta eléctrica con mucho calor, llega a mi pieza mientras estudio, un insecto alado, era un chupa sangre color oscuro llamado vinchuca, de unos dos centímetros de largo por uno de ancho. Sabía que la luz los inmoviliza y no tuve temor al temor del Mal de Chagas que ella podía portar. La hice caer en un frasco de vidrio cuya tapa perforé para mantenerla con aire. Le daba de comer colgándole trozos de carne vacuna fresca y la observaba pensando en cuántos seres humanos por su causa, sin ella saberlo, ya habrían muerto o eran inválidos cardiópatas crónicos. Puso unos huevos que dieron lugar a pequeñas vinchuquitas blancas cual arañas. Ella murió y me fui con mi tesoro a la Cátedra de Parasitología, donde el frasco dejé. Me miraron extrañados y preguntaron: ¿Cómo las consiguió? Conté la historia y allá quedaron pues servirían para realizar el Test del Mal de Chagas.

La luciérnaga fue una fugaz amiga. Llega de noche a mi pieza calurosa un insecto volador de algo más de un centímetro, cuerpo negro estrecho y alas tenues. Revolotea entorno de mi lámpara y me llamó la atención la luz que emitía, con una luminiscencia fosforescente desde debajo de su abdomen. La puse en un frasco de vidrio, oscurecí la pieza y hasta caer dormido la contemplé en su hermosa luz. Al día siguiente me fui con el frasco a un parque y allí la liberé.

Todo eso y mucho más quedaba atrás, mientras el bus que me llevaba hacia Buenos Aires pasaba de noche por la Provincia de Santa Fe, cerca ya de la Ciudad de Rosario y veía por la ventanilla a cientos de luciérnagas revolotear. Tuve la sensación, en la calurosa y húmeda noche, que acudían a despedirme y desearme suerte. Es la ventaja de la ilusión. Temprano me encontraba en el terminal porteño y tomé un taxi señalando al conductor que iba a la Dársena Sur a tomar el barco o como se llame, hacia Uruguay. Me dijo que estábamos justo en la hora y que acortaría camino. No haría el largo recorrido destinado a los turistas. Llegué a tiempo de sacar el pasaje y embarcar. El chofer me había señalado durante el trayecto que no me quedara en cubierta, sino que fuera al salón, me sentara ante una mesa, pidiera una taza de café y así cómodo viaje tendría por mínimo costo adicional. Le hice caso. A mi mesa con cuatro sillas, se sentó un distinguido matrimonio uruguayo con una hija de ensueño, unos tres o cuatros años menor que yo. Tan elegante, femenina, discreta y distinguida ella que la habían de ver. Me di cuenta que yo estaba con sueño, barbón y sucio por el viaje, y solo una humilde taza de café enfrente, para consumir. Me sentí incómodo, les señalé la situación y que si mi desastrada presencia les molestaba, sin yo molestarme y entendiéndolos, subía a cubierta. La señora respondió: Al contrario, su voz es tan amorosa, ¿no es cierto hija? ¡Cuidado! pensé, debo recibirme primero de médico. Pude conversar con tan cálida voz y a cambio comer muy bien.

En Córdoba tuve la suerte (una vez más) de estar un año y medio de alumno residente en práctica en la Cátedra de Clínica Médica II. Una mañana llegué donde el Profesor, me presenté y le pregunté si podía ir a su Servicio a aprender. Él era un valioso ser humano, aceptó y pronto me asignó tres camas de una gran sala del vetusto Hospital. Puse todo mi empeño en ser digno de aquella aceptación y respaldo. A cada paciente, un caso clínico hospitalizado, le llevaba una meticulosa ficha clínica. Miraba al Profesor mientras como clínico actuaba. Preguntaba, anotaba y anotaba en mi cuaderno. Sin saberlo progresé y las camas a mi cargo fueron seis. A pesar de ser de un curso inferior, llegaban alumnos previo a dar su examen y yo les "enseñaba" lo pertinente para cada caso y además preguntas con voz docente les hacía y hasta sanos consejos para que dieran mejor examen les entregaba. Esta dedicación tuvo sus frutos como impensado premio. Al trasladarme a Uruguay el Profesor me otorgó un Certificado de práctica Clínica en su Servicio por dos años. Consideró como doble o triple el tiempo de estadía de dos veranos seguidos que allí pasé, y no bajo el cálido sol de una playa con su suave brisa marina y tantas hermosas mujeres doradas por el Sol para contemplar y... eso sumó dos años de práctica en su Servicio.

Quien desde Uruguay me respondió de manera tan atenta y cordial, sugirió destacara entre los antecedentes esos dos años de práctica. En Uruguay fueron evaluados mis Certificados y antecedentes por una Comisión Docente del más alto nivel y tras el dictamen, se me señaló que para recibir el título debía dar dos exámenes y nada más. Varios años después, por un colega supe en la norteña ciudad de Antofagasta que me libré de dos años adicionales en una práctica rural. Pensé en ese Profesor cordobés y aquel funcionario anónimo uruguayo con gratitud. Gracias a ellos a mi Patria llegué dos años antes con el título de Doctor en Medicina bajo el brazo...

Al arribar a Montevideo, de inmediato compré un plano de la ciudad y el periódico que tuviera más avisos económicos. Me senté en una plazoleta bajo la refrescante sombra de los árboles y busqué dónde quedaba el Hospital de Niños y miré si había oferta de pensiones cercanas a él. Encontré una como a cinco cuadras. Llamé por teléfono y allí aterricé a darme una de las más gratificantes duchas de mi vida.

Tres meses en Montevideo permanecí. El Profesor de Pediatría me recibió con cordialidad, mucho aprendí de él. Durante una visita a la sala de Recién Nacido dañado o patológico me señala un recién nacido, nuevo paciente ingresado. Me pide mi diagnóstico. Él era un Clínico y Semiólogo connotado, dotado de gran sencillez y humano espíritu o don. ESA ES MEDICINA pensé. Miré al recién nacido, escuché su llanto doloroso, observé sus movimientos, posición, piel y le dije que era una Lúes o sífilis Congénita. Bien, fue su comentario. Ahora examínelo. Con qué orgullo señale unos siete signos clínicos más que encontré. Le pidió al ayudante de cátedra a cargo del nuevo caso su opinión, encontró cuatro signos más que yo. Entonces él, el Profesor Peluffo, al niño tomó y una gran lección nos dio. Encontró, mostró y demostró como veinte signos en total. Esa era MEDICINA sin Laboratorio ni computarización...

En la pensión me hablan del famoso chileno de la televisión. Se trataba de aquel muchacho violinista que para una fiesta patria le permití sin costo disfrutar de la misma en la Córdoba que quedó atrás. Estaba él en Uruguay, por lógica sin estudiar pues su genialidad iba delante de la racionalidad, muy delante del materialismo del estudio, como lo consideraba él. Supe que había participado de un programa millonario de Concurso relacionado con preguntas y respuestas sobre un tema dado. Lo encontré un día en la calle. Iba "IDO" como siempre, es decir desconectado de la realidad lineal. Le pregunté sobre el concurso y opinó que le daba como vergüenza hablar de él, porque por una mujer no había ganado el premio total. Me explicó que en su bohemia pensión uno de los bohemios iba a concursar sobre Chopin. Se arrepintió a última hora y dejó al chileno en su lugar, casi sin tiempo de preparación. Él aceptó y ensayó ante el espejo cada presentación y estudiando cómo causar mejor impresión. Todos sus movimientos y palabras estaban fríamente calculados. Avanzó y avanzó en el concurso. Era un espectáculo digno de ver y aplaudir. Falló en la pregunta final y allí entra a tallar la mujer. Me dice que una admiradora le lleva un libro sobre el romántico músico Chopin, pero el la encontró tan poco agraciada en su romántica admiración hacia él, que el pequeño libro no aceptó, y allí, precisamente en aquel libro, figuraba la respuesta a la pregunta final que él ignoró.

De mañana aprobé el examen de Pediatría sin problema. En la tarde del mismo día fui a rendir el último examen de mi carrera, Medicina Legal-Psiquiatría. Aprobé sin distinción máxima, pero aprobé. Al señalármelo el Profesor, exclamé: ¿ENTONCES SOY MÉDICO? Me miró con sorpresa y lamentó no habérselo advertido antes, pues era un honor para la cátedra que con su ramo me hubiera doctorado. Lo que no comprendí fue el por qué no entendían que en un mismo día hubiera dado mis dos exámenes finales. Lo encontraba tan natural. Recalco esto pues en el futuro, al conocer la mente comprendí el valor de la fuerza de una aspiración visualizada con intensidad y realizada con Actitud Mental Positiva, si uno pone además la voluntad y el esfuerzo del Positivo Pensamiento, con su cuota de sacrificio personal.

Corrí al Centro de la Ciudad. Había una Empresa de Telégrafo Internacional. Pregunté a la funcionaria cuántas palabras entraban en un cablegrama a Chile con esa plata que llevaba. Tenía solo para poner cuatro palabras en el texto: SOY MÉDICO. DOCTOR IVÁN. Con emoción a mis padres eso les escribí. Hace algún tiempo recordé aquel telegrama, quise encontrarlo para, en lugar destacado de mi pieza de trabajo tener. No lo logré, el pasado atrás quedó.

Estamos finalizando agosto de 2001, y con el fin de reforzar lo hasta ahora escrito, abro cajones y buscando en uno de ellos encuentro los Certificados que el tiempo ha respetado. Destaco el siguiente:

Está otorgado en Montevideo, siendo ya Médico, y a la letra señala:

El que suscribe Secretario de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, hace constar que en el expediente de esta facultad N°. 620245 en el cual el Sr. Iván L. Seperiza Pasquali tramitó y obtuvo la reválida de estudios de Medicina, cursados parcialmente en la Universidad Nacional de Córdoba, República Argentina, existe un certificado según el cual la mencionada persona no ha sufrido ninguna reprobación durante sus estudios en ese país. Asimismo se hace constar que, como surge del certificado de escolaridad adjunto expedido por la Bedelía de esta Facultad, el Sr. Iván L. Seperiza Pasquali tampoco ha sido reprobado en ninguno de los exámenes de la carrera de Medicina realizada en esta Casa de Estudios.-----
Se expide la presente a solicitud del interesado, en Montevideo...-------

Nunca fui reprobado y adelanté casi dos años la carrera rindiendo algo más del 50% de los exámenes como alumno libre... No logro reaccionar ante tanta tenacidad, fe, confianza y motivación que me permitieron siempre seguir adelante con una confianza casi irresponsable, pues si lo hubiera pensado racionalmente, no habría acortado mi carrera universitaria como sucedió. Pienso que una fuerte motivación permite que la retroalimentación mental subconsciente nos haga realidad los anhelos que son justos y que con sacrificio y constancia todos podemos obtener. Mi motivación era la de volver lo antes posible al hogar, la Patria y trabajar para evitar el gasto económico en el que mi padre incurría.

En Montevideo tuve suerte, una vez más. ¿Era suerte en realidad? Un funcionario me ayudó para agilizar los trámites del título para con él llegar a Chile. Fui a la Facultad a iniciar la regularización del título de DOCTOR EN MEDICINA, y lograr todas las legalizaciones que el mismo en su dorso presenta. El connotado funcionario, movió la burocracia ministerial. Tenía quince días de espera, un récord para el sistema, y en forma irreflexiva conseguí un préstamo, adquirí pasaje en KLM y a Chile llegué. Mis padres no lo podían creer, su hijo era médico de verdad y antes de tiempo. "Amigos" que nunca faltan, sus mentes envenenaban contándole cómo ellos sabían de estudiantes chilenos que llevaban varios años en Argentina y apenas cursaban el segundo año... Lo cual, en parte podría ser verdad, dura realidad, pues muy fuerte debía ser un joven chileno en Argentina para estar estudiando sin que la nostalgia lo apagara. Sin embargo el cuento de esa probable evidencia llevaba el tono de hacer pensar que lo mismo con Iván estaría sucediendo. Fue una de las razones por las que ante cada examen aprobado pedía un certificado que a mi casa hacía llegar. Tenía en la pieza, ante mi mesa de estudio, la lista de todos los ramos de la carrera y uno a uno tarjaba el que ya había quedado atrás y miraba los que faltaban y sacaba cuentas de cómo adelantar cada vez más mi graduación. Ya sin préstamo regresé de Santiago a Montevideo, recibí el grande y hermoso diploma junto a otro más pequeño del Sindicato Médico del Uruguay.

En Chile no me fue fácil dar rodaje a la parte legal, pues había oposición por parte de la Universidad, la encargada de dar los Certificados de Títulos para ejercer la profesión. En el Ministerio respectivo no tenían idea qué hacer. Se trataba del primer caso a registrar. Tuvieron que abrir un libro que quedó encabezado por mi. El colega que antes se había recibido en Uruguay, equivocó el camino al ir a la Universidad de Chile a convalidar sus estudios, allí el Decano en forma despectiva lo trató y rechazó. Pero un asesor jurídico al Ministerio informó que de acuerdo a esa Ley, la Universidad nada tenía que ver ni hacer. Era una trasnochada y regada Ley entre funcionarios de ambos Gobiernos con unos cincuenta años de olvido. Alguien entonces señaló que me faltaba el Certificado de Título de la Universidad de Chile. Otro encontró el informe del Asesor Jurídico y allí entendieron la Ley. Debía ahora, ya registrado ministerialmente, ir al Organismo Encargado del Ejercicio de la Profesión, que en aquella época era el Colegio Médico. Hasta allá llegué y se me señaló una oficina del cuarto piso. El funcionario asesor estaba al parecer palabreado por el Decano e insistió, como actuando a la defensiva, que me faltaba el Certificado de Título, que la Universidad jamás me otorgaría. En su mesa recuerdo un gran tintero de cristal blanco-azul. Mi mano y mi mirada se sintieron atraídos por dicho macizo tintero de cristal. El funcionario palideció pues temió que fuera estrellado en su cabeza... Indignado salgo del despecho y una secretaria (tan buen oído ellas) me señala que vaya mejor al quinto piso. En una oficina se encontraba el Asesor Jurídico del Colegio Médico de Chile. Me recibe un caballero, le muestro la Ley y lo que en el piso inferior había sucedido. Feliz exclama: Muchacho a esos prepotentes los vamos a ganar. Nadie lo podrá impedir. Y fue así como me colegié.

Convencido que ya era médico con todas las de la Ley, soy contratado en el Hospital de Viña del Mar, para el Servicio de Pediatría. Sin embargo llega un Decreto de Contraloría que rechaza mi contrato dado que faltaba el bendito Certificado de Título. Mi padre, Médico Director del Hospital Van Buren el más grande de la Región, me contactó con el Asesor Jurídico Zonal, quien luego de estudiar los antecedentes me dijo: Muchacho, vamos a ir juntos a dar la pelea, solo déjame hablar a mi. Me aleccionó bien y llegamos al edificio de la Contraloría en Santiago. Nos recibió uno de esos engominados jóvenes funcionarios escogidos no por capacidad, sino por cuoteo político o ser hijitos de papá. Habló el funcionario, con ademanes y énfasis en las palabras, de SU INTERPRETACIÓN de la Ley, con qué erudición lo hacía. Nosotros en silencio escuchábamos acompañado de un amigo -según así lo había presentado-. Termina su brillante disertación y mi acompañante se levanta de su confortable sillón, lo mira de arriba hacia abajo y le dice de superior a inferior y con dura voz académica. MIRE COLEGA, yo soy fulano de tal... Si el doctor se hubiera graduado en Mongolia su argumento es de plena validez, pero resulta que se tituló en Uruguay y viene respaldado por una Ley de la República que es muy clara, y Ud. debe respetar la Ley... El funcionario pálido en su asiento se quedó, no le salía la voz. A las 48 horas tenía el contrato de trabajo en el SNS y nunca más ya supe de trabas y muchos colegas siguieron el camino de esta trasnochada Ley. Un amigo de mi padre le informó que el Decano estaba como un "quique" al saber la noticia. Muchos quiques desde entonces en el camino he dejado. ¿Por qué será?

QUIQUE: Especie de comadreja latinoamericana, carnicero nocturno de cabeza pequeña, patas cortas y cuerpo largo, que salta al cuello de su víctima, la desangra a mordiscos y huye en veloz carrera. Solapados quiques quedaron a la vera del camino de este Lobo Estepario que, por su tenacidad, en Pediatría del Hospital de Viña del mar inició su labor.

El Jefe de Pediatría, Dr. Marco Maldonado al recibirme me dijo: Iván, si entre nosotros no nos ayudamos, nadie lo hará. Estaba yo a cargo de una sala de recién nacido prematuro, concentrado en un niño, mis manos puestas cual sanador sobre él. Con el tiempo al profundizar el tema de la mente y la sanación, pienso que era un nato sanador de niños. Cualidad que al racionalizar la perdí. Siento una presión en la nuca y levanto la mirada, había allí una hermosa y joven mujer con su traje de dama de la Cruz Roja contemplando mi actuación. Fuimos novios con fecha de matrimonio concertada. No había compatibilidad de caracteres, decido ir a la playa a contemplar el mar. Cierro los ojos me dejo ir y veo todo negro, muy negro. En resumen el noviazgo terminó. Ejercía ahora en el Hospital de Quilpué, y arrendaba una casa-consulta en el sector central. Era un soltero feliz. Tan feliz que engordé y engordé. Esa negrura que vi, a los tres meses de haberse roto el noviazgo, me la explicó una compañera de ella, vidente al parecer. Me relató que al mirar sus líneas de las manos apreció que ella quedaba viuda y con dos hijos. Se casó tiempo después con un varón de valor. Le dio dos hijos, él enfermó y joven murió. El túnel oscuro no era en aquel entonces mi camino todavía.

De niño me sentí diferente en el sentido de captar que iba un paso más adelante que los demás y ver detrás de la máscara lo que otros no apreciaban. Estaba marcado por lo que consideraba el estigma de nacimiento, pues un consagrado no podía un hijo tener. Eso me hizo rebelde, antimundo y dio el temple al Guerrero que había en mi, un duro Guerrero fui. Viéndome tan gordo frente al espejo de mi pieza sentí pena y vergüenza, en la cama pensativo me senté. Vi que me quedaban cinco años de vida y mala vida. ¡Qué despilfarro! pensé, buscando una solución. Logré adelgazar con autocondicionamiento mental y hatha yoga. Al quinto día de inicio de mi terapia, en la que por una semana me aislé, estaba sentado en la posición del medio loto hacia dentro me fui. Una tentadora Voz me ofreció los poderes. NOOOOO exclamé y apoyo a la Divina Madre solicité. Entendí que a muchos podría hacer daño por no sentirme preparado para tamaña fuerza-energía saber utilizar en bien de todos los demás. Mi peso se normalizó de acuerdo con mi estatura de un metro con ochenta siete y medio centímetros. Me hice vegetariano, dejé de fumar y el alcohol lo olvidé. En cuanto al alcohol, ya en las fiestas juveniles descubrí que la mayoría varonil a la hora del bailoteo comenzaba a bailar mal y hablar peor, por causa del alcohol. Si yo no tomaba ese atractivo licor tan repugnante a mi paladar, podía, pasada la hora inicial, bailar mejor que los mejor dotados y susurrar al oído de alguna dama suaves palabras sin vaho aromático de alcohol. Una gran ventaja supe entonces lo bueno que era no beber.

Pensando en seguir la carrera paterna llego a la elitista Escuela de Salubridad para realizar un postgrado, cuyo curso era internacional y daba el diploma para iniciar la senda de administración en Salud Pública. Me desagradó apreciar que mientras más cerca del vértice de la pirámide se está, más sectarismo y ambiciones hay. Había que elegir al presidente de curso y la pugna entre tendencias era solapada y muy sucia. Quise hacer una humorada al orden establecido. Conversé con las compañeras de curso y la elección, para sorpresa de todos, la gané yo, el antigrupo, único candidato sin respaldo grupal. Finalizado el súper año académico, la ceremonia de graduación, muy formal, estaba presidida por el Decano, sin embargo el diploma no lo recibí de sus manos. Fue una satisfacción personal ante el Decano, al que el colega amigo de mi papá definió como "quique" el día que el título uruguayo legalicé, que el diploma me fuera entregado por el Profesor Jefe del curso de Salubridad, un gran señor. Obtuve el doble título de Licenciado, por muchos considerado el más importante como especialidad de la Universidad de Chile. Debía trasladarme al cargo de Jefe de la Sub Zona de Salud de Arica, la puerta Norte de Chile. Para ello, removido por razones políticas, sería el que era su titular. Eso no lo acepté, por concurso hubiera ido, por maniobra y cuoteo político no. Hasta allí mi aventura de salubrista llegó.

El fin del internacional curso fue celebrado con un almuerzo en un Club de Campo de la parte alta de la capital que organicé ayudado por una secretaria de mi papá, ahora él, el brillante Jefe Zonal de Santiago. Entre grandes árboles y rodeados de altas montañas como presidente de curso hice un discurso de despedida con inspirada improvisación, motivado por la alta montaña cordillerana y la Naturaleza que nos rodeaba. Un compañero, de rancia alcurnia Radical, me señaló que no podía entender ese discurso sin que detrás de mi hubiera alguna organización. Nunca entendieron, ni lo comprenden aun ahora que era, soy y seré un lobo estepario sin apoyo grupal.

Ignoro la fecha, supe por mi madre que desde hacía años algunos obispos intercedían por mi papá. Hasta que llegó el perdón papal y la excomunión se anuló. Un Obispo en privada ceremonia, por la Iglesia a ambos los casó. Como regalo les dejó un estilizado crucifijo que hoy permanece en lugar destacado en mi pieza de trabajo cual recordatorio de quienes tanto lucharon y lograron con tesón una muy digna vida llevar y a su único hijo dar la mejor herencia: La Cultura y la Educación.

Hice entonces la beca de especialidad de Oftalmología con un Gran Profesor... Cómo olvidar el comedor del Hospital San Juan de Dios y ver bajar por la escalera con traje verde de pabellón a una esbelta, hermosa y rubia mujer. En ese instante, y no lo podré explicar, vi a mi hijo que de ella nacería. Era Olga Wittwer Menge la Enfermera jefa de Pabellón que al año fue mi esposa, la madre de mis dos hijos, que el destino ponía en el camino. Nació Iván, terminé la especialidad y nos fuimos por casi cinco años 1.000 kilómetros al Sur, a radicar en la ciudad de Puerto Montt, donde nació Astrid. De ese período solo recordaré la despedida en nuestro traslado a la ciudad de Quilpué. Había sido Presidente del Colegio Médico Regional Puerto Montt y no deseaba ningún tipo de despedida. Un compañero de lucha gremial por la Patria insistió y una cena acepté. Había en ella catorce colegas, el anestesista me pregunta en forma privada si notaba algo entre los que me despedían. Sí, le respondí, soy el único profano presente. Tuve inspiradas palabras donde les señalé que volvería algún día con un especial mensaje. Ignoraba por qué lo decía. Pasaron los años, radicado estaba en Quilpué, Mi Misión en plena realización y en diciembre de 1998 volví a Puerto Montt invitado a dar tres charlas sobre lo que era ya Mi Verdad. Es decir, regresé con ese especial mensaje. Como recompensa, estando allá, recibí la idea que daría lugar al Símbolo dejado en la Cordillera el día 8 de enero de 1999, en lo personal una Gran Misión. Son las vueltas de la vida cuyos sutiles hilos a uno lo van guiando, por programación del alma previo uno nacer, hacia donde la fuerza del destino, reforzado por los propios pensamientos nos hacen estar y llegar.

En lo físico era muy parecido a mi padre. Mi mamá era una distinguida dama nata, con mucho temple, intuición y carácter, sin ella mi padre no hubiera llegado hasta donde llegó. Mi papá como Jefe alcanzó al más alto grado de Jefatura en Salud y siempre fue el mismo, un caballero mesurado, de pausado conversar, elegante por su dominio del idioma español, con una cultura general poco común por su amplitud y versatilidad. Docto fue él en tantas disciplinas. Si un humilde funcionario le pedía audiencia, era recibido al igual que su Jefe de Servicio. A todos los escuchaba y les hacía sentir bien. Si tenía esa persona la razón, la razón le daba, si no la tenía, con argumentos se lo hacía saber, e igual intentaba ayudarlo u orientarlo. Entonces me pregunté más de una vez: ¿A quién salí? De niño mis camisas como escolar destacaban en especial por sus almidonados blancos cuellos y puños, obra de mi mamá. Al viajar hacia Argentina mi maleta llevaba siempre algunas camisas de impecable cuello. Cual sagrado ritual dejaba una sin usar, solo me la ponía el día que retornaba a casa. No se si lo hacía por respeto a mi hogar o para que mis padres pensaran lo bien que allá, en la distancia, yo me encontraba.

Mi madre con abnegación cumplió la misión anónima apoyando a mi padre. Él nunca se desmarcó de la marca de consagrados votos e iniciaciones muy profundas que recibió. De buena fe en lo político estuvo entre la avanzada de un grupo tan cristiano. Como Director de Hospital a un candidato recibió: Hola Juanito, gran abrazo fraternal. Ese candidato Presidente de la República fue. Mi papá ya era Jefe Zonal de Salud de Santiago. Hubo un serio conflicto laboral y él lo solucionó, y la prensa lo destacó. Recibe desde el Ministerio de Salud una llamada: Juan caíste en desgracia al no decir que el Presidente había dado la idea de solución de la huelga en Salud. Él se limitó a responder: Ustedes no hicieron nada y me dejaron solo. Para ese Presidente ya no existió más el Juanito y su saludo le retiró. Cuando me enteré, supe que mi padre había ganado y el soberbio perdido. Además, desde ese día entendí que aquello que de niño presentía y me aislaba, era el poder ver auras que mostraban lo que está detrás de la máscara. No es fácil de soportar...

Mi padre ganó el máximo cargo en Salud al que se accedía por Concurso. Allí aprendí otra lección. Un distinguido Profesor miembro del jurado seleccionador, nos comentó que estaba asqueado de tal comisión. Los cristianos políticos de gobierno apoyaban a un médico poco calificado en puntaje, los rojos a otro y los no profanos a otro. No había quórum para calificar al ganador. El Profesor molesto ya, les señala si esto es una designación política o un concurso por antecedentes. Mi padre tenía el mejor puntaje. Reaccionaron y mi padre en justicia, Jefe del Departamento Técnico pasó a ser en su amado y prestigioso Servicio Nacional de Salud, que una vez fue. Allí entendí por qué tantas cosas del modelo vigente de vida yo no compartía.

Contemplo con respeto el dedo anular de mi mano izquierda. En él hay un anillo de oro que llevo puesto desde que cumplí los veintiún años de edad. Una fecha muy especial para mi madre. En la casa de Mendoza había una señora vidente que no ejercía como tal. Doña Eva le comento: Mis padres desean que yo reciba en mi veintiún cumpleaños un presente especial que lo pueda llevar conmigo toda la vida. Ella cerró los ojos y transcurrido unos minutos de su trance, me dijo: Se te hará un anillo propio para ti. En noviembre, tres días antes de mi cumpleaños, envuelto en una franela roja venía el anillo. Parecía radiante y tan hermoso lo aprecié y agradecido recibí. La Sra. Eva, ya que me iba pronto a Córdoba, me enfatizó que el anillo además me protegería del "gualicho" femenino, es decir, de caer yo conquistado por malas artes féminas. No la entendí pero agradecí su intermediación y llamé por teléfono a casa con el fin de avisar qué regalo había.

Radicados en Quilpué, una distinguida dama docente universitaria, ve mi mano y se pone muy seria. ¿Puedo ver tu anillo? Tómalo, respondí. Con ambas manos de manera respetuosa lo tomó. Cerró los ojos como si su vibrato deseara conocer. Lo meditó, analizó, algo dibujó y escribió. Por último me dijo: ¿Sabes lo que te han dado? Un anillo de oro perpetuo recuerdo de mis padres, y nada más, le señalé. Habló y me explicó el significado esotérico del anillo señalando con respeto: Analiza su cara superior que representa tus iniciales IS entrecruzadas con el trazo de la Iniciación. A los costados, observa las pirámides externas superiores de los ángulos de los dos vértices. Mira la escuadra que en geometría de su vértice superior desciende, teniendo en cada brazo inscritas nueve espigas. Dentro del ángulo de la escuadra observa la rosa de cinco pétalos de la que emerge la llave del Poder y del Conocimiento. Con qué respeto lo decía como si estuviera en estado de trance. Yo le respondí que igual era un simple anillo y que solo para mi valía en lo sentimental. Ella muy serena y compuesta agregó: Iván, tu no tienes idea de lo que te entregaron y has llevado contigo como presente de tus padres. Se te recordó una alta iniciación que en las letras de tus iniciales en el anillo está representada. Se te ha dado una llave secreta solo para ti, que algún día deberás usar. Tienes en tu vida una Gran Misión. Esto que te hicieron al cumplir tus veintiún años es un recordatorio de ese poder y conocimiento que interpretarás y para beneficio de otros manifestarás... Desde aquel día, ella con cierta distancia y deferencia me miró. El hecho como tal lo olvidé. Miro el anillo y veo a mis padres que ya no están, veo a Mendoza que tan atrás quedó. No veo nada más, salvo encontrar muy hermoso a mi anillo y sentirme tan bien con él.

Rememoro además al Sr. Obispo en mi bochornoso examen escolar de Religión. Al susurrarle al oído de mi sacerdote profesor, que perdía una oveja del rebaño, respetuosamente y en silencio, discrepé con él. Jamás me sentí oveja ni parte de un humano rebaño ni nada parecido.

En esta rebeldía contra lo humano establecido, dos entidades no abandonaron mi solitaria vida. Estaban presente. Nunca sentí a Jesús como DIOS, es más, pensaba ya de niño que era una irreverencia llamarlo así. Conocer un trozo papiráceo original de hace casi 2.000 años, y leer que allí Jesús dice a sus discípulos que no olviden que por sobre Él está el Padre y por sobre el Padre está DIOS, me dio la tranquilidad de reforzar, en ese aspecto, la teoría del Universo Escalar. Yo lo llamo, para no dividir, El Enviado. ¿Qué importa si llega por primera vez o si retorna? Para mí ya vino primero como Zoroastro, luego cual Melquisedec, luego Jesús y ahora el Enviado que llegará con una Filosofía de Luz y Paz. En ese futuro que presiento tan cercano, el de nuestra Transfiguración, no habrá castas ni credos superiores o inferiores, no habrá marginados ni explotadores. Habrá IGUALDAD, porque todos ante DIOS somos iguales. Con ese ser he vibrado.

Con el otro Ser que vibré y en mi rebeldía me acompañó fue la Divina Madre, en nuestra cultura representada como María, en la milenaria Enseñanza dejada en Oriente, como Madre Cósmica. Cuántas mandas le cumplí ante tanto examen difícil que al primer intento en Argentina aprobé. Mostré ya tres certificados, dos de Córdoba y otro de Uruguay donde destacan, a solicitud del interesado, que nunca fui reprobado. Busqué y al fin los encontré. Para mi es un premio a la tenacidad. Además, de una satisfacción que después me reveló que cuando la Actitud Mental Positiva está impregnada del Pensamiento Positivo con deseo de triunfar, se triunfa. Y mi gran deseo era a Chile retornar lo antes posible con mi título y sin saberlo, la fuerza mental canalizada a esa meta, activó al subconsciente quien actuando más allá del tiempo y del espacio ayudó al logro de mi meta, como compensación además por el sacrificio personal para lograrla, pues bastante estudié y me sacrifiqué.

JUICIO

Pero no final porque ese cuento desde niño y más aún por mi pasada de siete años por el colegio de curas lo rechacé

Al esto escribir y leer, siento una extraña sensación. Hubo en el relato de Mi Vida, a lo menos tres trampas en que participé, en cuanto este relato... ¿Qué siento por eso recordado y en el papel acá dejado? Son sentimientos encontrados. A la Luz del futuro personal, a lo mejor así debía ser para llegar a una Misión. ¿Cómo responder? No lo se.

En marzo antes de iniciar las clases en mi primer año de Liceo Fiscal, volví al Colegio Particular en busca de unos papeles. Me recibió como padre inspector, el muy pequeño en lo físico, pero grande en lo espiritual. Él si sabía qué había sucedido con los libros de clases. En el gran patio colegial, me animó a seguir adelante, nada del incidente me señaló. Estaba alegre y feliz al ver que lograba pasar de curso con mis exámenes aprobados hacía pocos días en el Instituto Nacional. Es más, al despedirme lo hizo con un abrazó y su bendición me dejó. Es decir, él que era el principal afectado me perdonó. Suficiente perdón, alivio en mi conciencia. Repetir curso significaba no haber conocido a mi MAESTRO Bèla Székely ni haber llegado a Argentina y Uruguay como sucedió, ni sería quien hoy soy. Solo puedo decir GRACIAS padre Justiniano, cuyo nombre casi olvidé y ayudó a que logré lo que debía ser.

Me detengo en este punto, crucial en mi camino. Si el hecho y otros del relato no hubieran sucedido, a Olga mi esposa no la habría conocido, ni nuestros dos hijos habrían nacido. Como persona ignoro qué sería de mi y si aún estaría vivo. La página de InterNet MUNDO MEJOR, ni "Mi Verdad" ni "Mi Vida" como escritos se hubieran conocido. Ariadna, hija de Minos y Parsífae, tu amor por Teseo te hizo darle el hilo que a tu amado le permitió salir del laberinto tras derrotar al Minotauro. Hoy, la frase "el hilo de Ariadna" simboliza aquello que nos guía en medio de las dificultades de una empresa laboriosa y nos permite darle el correcto sentido a nuestro sendero. Cuán complejos son los hilos de la tela que el destino teje en nuestras vidas. Apreciar que un detalle como lo fue una juvenil y desesperada trampa escolar, al lograr con arte y maestría genial alterar mis notas en el libro del Colegio,  más otros detalles de universitario fuera de la Patria tanto pudieron variar mi destino... Me hace ser agradecido y pensar sin comprender tu hilo, al darte las Gracias Ariadna por tú sacrificio de amor. Entendí que el alma de uno es la individual Ariadna que cada uno tiene en la propia encarnación. Y lo que ha de suceder uno es guiado para que así sea

Del examen de Dermatología, cómo llamarlo, no lo se. En la vida diaria si tengo una duda ante un paciente la consulto en un libro o con un colega. Este era un examen libre que podría haberlo dado un mes después si hubiera sido reprobado. Quizá para nada el actual futuro habría afectado. No me siento culpable de la reprimenda que el Profesor brindó molesto a su cuerpo docente. Si yo, un alumno, en cinco apurados minutos solucioné el difícil diagnóstico de esa manera, ¿por qué ellos en tres días relajados no lo hicieron? No creo que ese libro que al azar tomé en la sección de Tuberculosis de la Biblioteca, con las fotos tan similares a la paciente y tan sucinta y clara descripción del cuadro clínico, lo hubiera estado allí solo para mi. No lo creo, al menos no lo soñé, era un libro real, antiguo pero real. ¿O lo vi en la imaginación?  Ignoro cómo calificar el hecho. Me abstengo en mi juicio.

Del examen de Obstetricia, el gran colador final junto a Pediatría en Córdoba, reprobar hubiera significado aplazar mi llegada a Uruguay y alterar "mucho" en los sutiles hilos de la tela del tiempo que me guiaban. En un examen público ante un auditórium circular cual pequeño circo romano, humillante para la mujer embarazada de pueblo, ¿es mi culpa si ella, ante mi escondida pregunta me susurra al oído que es embarazo gemelar a cinco días del parto? ¿O seré culpable si con esa información mis manos palparon ese vientre como si fueran mágicas en su clínica percepción? Mirando la cara del sobrado Profesor "tan superior" a los demás él, me declaro INOCENTE.

Es bueno escribir nuestra vida habiendo ya vivido varios lustros de ella, pues ha servido de fabulosa catarsis personal que permite muchas cosas comprender y os recomiendo realizar. Por ejemplo, me referí al suicidio del académico profesor de Filosofía y mi reacción ante el dogmatismo fundamentalista religioso. En el Colegio de sacerdotes españoles a uno de los más destacados compañeros que tuve, con cariño le decíamos el "chino". Vivía con sus abuelos e ignoré su por qué. Se trataba de un joven brillante, puntual, caballero, impecable en el vestir, poco comunicativo, más bien introvertido, pero de una destacada inteligencia. Quedó en Medicina entre los cinco primeros seleccionados. Siendo yo médico, soltero, como Pediatra General de Zona en Quilpué, subía las escalinatas de una Sucursal Bancaria de Viña del Mar y lo veo bajar. Cumplía él con su beca de especialidad clínica. No se si no me reconoció o me ignoró. Yo, frente a él, le dije: Chino, ¿acaso se te fueron los humos a la cabeza con tu colega? ¿No te acuerdas de mi? Saludó de manera extraña, algo me habló de su beca, me felicitó y nunca más supe de él. Estando en mi consulta como Oftalmólogo, llega un visitador médico que había sido compañero de nuestro curso en la edad escolar. Hicimos recuerdos y al preguntarle por el "chino", me miró y sorprendido dijo: ¿Cómo, no lo supiste? Allí me enteré que el brillante y superdotado "CHINO" fue el del bullado caso de aquel médico que subiendo un edificio con su hijo de diez años, llegó al piso quince de la torre habitacional de moda en Santiago, y abrazado a su hijo, al vacío se lanzó. ¿Qué opino? Que DIOS igual lo perdonó, y que duro karma acumuló. Mucho le debe haber costado en el Más Allá despertar y aceptar el hecho antes de él perdonarse y entender el desajuste en la vida que en dos vidas provocó, la de su hijo y la de él. Ignoro qué karma asumió, siento que si lo viera, pues ya encarnó, y lo reconociera, le tendería una mano de amistad y respeto, con una SONRISA de comprensión, acompañada de la Energía Mental de ¡ÁNIMO! Vas bien, sigue adelante...

YO SOY

Fue superior a mi hacer la página en InterNet por el rechazo personal hacia el olor del azufre que siempre he tenido. Sin embargo pensé, dónde más camuflado mis escritos van a estar, es entre los antiescritos y la página salió. Un amigo me señaló: Ya lo verás, no vas a tener tiempo para contestar "E-mail". Me lo aseveró al saber él que desde Argentina el primer E-mail había llegado.

Tantas flores recibidas, tantas expresiones de agradecimiento de hispano parlantes de todo el mundo, y tantas consultas puntuales sobre variados temas y lo personal que desde entonces he recibido. Más de una de esas consultas dieron lugar a capítulos e ideas de nuevos títulos. En cuanto a LO PERSONAL: ¿Cómo entender el endiosamiento que suelen hacer a quien algo sabe o cree saber? Jamás lo entendí, es más, siendo joven hubo una exposición muy publicitada de pintura titulada "De Cézanne a Miró". Llegaron a la exhibición los cuadros más famosos. La gente solo decía: AH, OH, qué maravilloso, y yo, el antiesquema, el antimundo, solo uno de Rubens me gustó y nada más encontré como para lucir en mi hogar. Vi basura tasada como preciadas joyas de mucho valor comercial. Hoy quizá sería más tolerante que en aquella impetuosa época juvenil, TAN TENAZ. Pero igual aquellas preciadas joyas de la parafernalia material no las tendría para nada, en el hogar.

En charlas o por correo electrónico algunos arrobados preguntan: ¿Quién eres tú? Felices muchos quedarían si dijera o sutilmente insinuara, o contratara un equipo lavador de imagen que me mostrara como: Un gurú; Un gran iniciado; Un maestro; Un extraterrestre en comisión de servicio en el planeta Tierra, o cuánta barbaridad más... Qué frustrante entonces debe ser, y por eso os escribo Mi Vida, decíos que soy un par, un igual a ti, que me se muy humano lleno de defectos y algunas virtudes y me se no superior ni inferior a ninguno. ¿Por qué entonces recibí La Misión y los 404 escritos a septiembre de 2012 ya están? NO ME LO PREGUNTEN A MI. Nada impongo tan solo expongo para vuestro personal discernir. Lean lo que he escrito y por sí mismos, LIBREMENTE, y en LIBERTAD opinen y juzguen no por la apariencia de la fuente sino por su Contenido.

Me preguntan por mi don, es intuir lo que hay detrás de la máscara social u nada más... De niño captaba a las personas sabiendo si eran sinceras o no, los presentía por lo que sentían y no por la máscara que mostraban. Ver lo que había detrás de las máscaras más me aislaba. Captaba además el sufrimiento y el dolor escondido y sufría al apreciarlo. No entendía la injusticia de la vida, tanto para unos pocos, tan poco para los muchos y más era mi rebeldía con causa. ¿Por qué ese don me aisló? Por eso mismo, como defensa infantil frente a la reacción de los que no deseaban ser vistos, y presentí que en un mundo falso e hipócrita al que había llegado, para un niño así, era peligroso que ellos lo supieran... Lo llaman instinto de conservación. ¿O no?

***

EL ENCUENTRO

Un Ser de Luz de otro Plano Dimensional marcó de manera trascendental mi vida. No me hizo ser mejor persona, pero sí activó latentes recuerdos y potencialidades. Me ayudó a recordar el Inicio de lo que debería ser ya Mi Misión. Y gustoso lo acepté. Siendo antimundo, al mundo a entregar lo encontrado sin nada pedirles a cambio salí. A las seis de la mañana, todos los días, en una pequeña pieza especialmente acondicionada de la casa, con una gruesa colchoneta y sobre ella en posición loto, meditaba en la nueva técnica recibida. Me fui esa mañana, dentro, muy dentro de mi. No me asusté y me dejé ir como si viajara hacia el Más Allá. Estaba rodeado de cálida luz y ante mi veo surgir un Ser Crístico. Carezco de palabras para describirlo. Yo me sentí tan pequeño ante Él. Dimanaba su aura dorada y con ella me envolvió. ¿Eres tú pregunté? , respondió con una Voz que hizo vibrar hasta la última partícula de mi ser. Me entregó un Mensaje personal que en contemplación recibí. Le pedí me perdonara. Señaló: TODOS ESTÁN PERDONADOS DESDE ANTES DE NACER. DIOS SOLO ES COMPRENSIÓN Y AMOR CON SUS HIJOS. Y TODOS USTEDES POR IGUAL, AL IGUAL QUE NOSOTROS, HIJOS DE ÉL SOMOS. Y ESO A LOS TUYOS RECUÉRDASELOS TÚ... Debes a otros esta Verdad mostrar. Tantas cosas entendí, no había límites para mi mente, no había tiempo ni espacio limitante. Cual luz que disuelve la oscuridad sentí lo injusto que en lo oscuro yo había sido. ¿Cómo a Él fallarle así? No pude retener un grito de dolor por miles de años contenido, ante el remordimiento que sentí. Para no despertar al hogar con el llanto del arrepentimiento la mano cual mordaza puse en mi boca.

Desde ese día comenzó la senda por el Conocimiento en la búsqueda de Mi Verdad. La técnica pronto la dejé, había a cabalidad cumplido su objetivo conmigo. Humano e imperfecto seguí, quizá por ser un flojo inteligente como decía mi padre y saber que lugar asegurado ya tenía en el Más Allá, pero igual cual tenaz Guerrero la Misión cumplí. Vi aspectos de Mi Vida acá expuestos en que fui dirigido para que sucedieran y, por ejemplo, mis dos hijos nacieran...

Al estudiar años después el fenómeno de los millones de casos de muertos clínicos misteriosamente retornados desde el umbral del Más Allá, encontré similitud con lo relatado por el 5% de los que llegaron hasta el nivel en que se es recibido por un Ser de Luz. El tiempo va atenuando el recuerdo de los detalles, no así la sensación de Esa Realidad Superior y la tranquilidad de saber que la muerte es tan solo un simple despertar para el alma...

Una Gran Enseñanza además recibí de ese Ser, y me facultó “Saber” que nadie es superior a otro ni inferior a ninguno; que Todos por igual somos iguales ante el Padre… y TODOS SEREMOS SALVOS y TODOS desde antes de nacer estamos perdonados...

YO SOY YO
TÚ ERES TÚ
ÉL ES ÉL
Todos iguales ante DIOS
Todos somos en ÉL
Él en cada uno de nosotros ES


***


Cómo lograr destacar y haceos entender lo cual suelo olvidar, que:

Cual metal que con un 1% imantado se imanta en su totalidad, si Pensamos Positivo imantamos nuestro entorno: con un 1% de Pensadores Positivos una comunidad logra ser positiva; una nación, con un 1% de pensadores positivos pasa a ser una positiva nación; el mundo con un 1% de pensadores positivos se transforma en un MUNDO MEJOR.

Si en realidad eres un alma evolucionada, por algo has pedido ahora encarnar. Has venido a la Tierra en forma anónima y voluntaria a usar la Potencia Mental, pensando mejor y mejor. Al así hacerlo te aúnas en el ámbito mundial, con la Fuerza del Positivo Pensamiento de otros similares a TI. Ese poderoso rayo cósmico en conjunto formado, rodea el planeta y consolida la concreción del ESCUDO PROTECTOR PLANETARIO. A su vez, colaboras sin notarlo, en el empuje inicial de otros que su despertar ha comenzado.

Aprecias el mundo oscuro, la crisis económica es preocupante te señalan los entendidos... ... ... con humana mirada lo descubres así, así entonces es. Elévate por sobre lo humano y contempla el hermoso espectáculo del Planeta Azul, en el que cada día son más y más los puntos luminosos que aparecen y corresponden a quienes ya han despertado y están pensando mejor. Entonces has percibido al mundo, TU MUNDO, NUESTRO MUNDO, con mirada de hombre-dios y así será.

Frente, para los más, a los duros dolores de parto planetario que en frecuencia, intensidad y magnitud se han desatado en su totalidad, INSISTO en señalar que aun podemos, con cada pensamiento positivo inducir a otros a Pensar Mejor, y lo que ya es Apocalipsis mental con densa manifestación material, sea mentalmente revertido en un real ANTIAPOCALIPSIS de Luz y Paz proyectando Amor, Armonía y Protección para todos por igual. Esta idea, quizá sea lo único válido que en estos tiempos, de manera fraterna, os puedo ofrecer...

EPÍLOGO

Mi padre había muerto de un tumor cerebral, previo a ello tuvimos varias conversaciones en las que le señalaba que Dios desde antes él nacer ya lo había perdonado. Le explicaba los fundamentos de la Reencarnación, fundamentos borrados del Nuevo Testamento por orden imperial de Constantino. Le leía lo que los primeros Padres de la Iglesia Enseñaron sobre la Reencarnación. Además de destacarle que un Papa lo había perdonado y un obispo en el hogar lo había casado con mi madre... Al morir su rostro resplandeció y esa Luz que vio mi madre y mi esposa a mi frente llegó con un Mensaje en el que me decía que estaba donde yo tanto deseaba Él llegara.

Tuvimos que trasladar a mi madre desde Santiago a  Quilpué, cerca de casa se le habilitó un departamento en primer piso con sus muebles de manera similar al que dejó atrás en Santiago. Todos los abundantes papeles salubristas de mi padre pedí que un hogar al que varias cosas se les regaló los hicieran desaparecer porque su misión ya estaba cumplida. Un día en el comedor de mi madre donde estaba un mueble escritorio abro un cajón lleno de apuntes de mi hijo, estudiante de Derecho y cae, de manera "extraña" un libro impreso de añosas tapas y escrito a máquina. Lo tomo y mis manos quedan adheridas a él. Su título “Plumas al Viento” escrito por mi padre el año 1944. En el primer relato “La alcancía de mi hijo” su inicio señala:

Tengo un hijo. A Iván -su nombre-.

En la página 3 manifiesta:   

Para entretenerme más tarde en recontar lo acumulado, cual a hurtadillas lo haces con tu dinero de la alcancía. Para ti también, hijo mío, para que tengas algo de mi persona, cuando yo haya desaparecido, me tomaré este trabajo que, en muchas oportunidades, será un placer.

   ............................................................................................................

En ese instante entendí que a pesar de esos Sagrados Votos a los cuales mi padre nunca logró olvidar, estaba orgulloso de haber tenido un hijo... ... ...

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Quedé adherido por mis pies al piso y sentí que la base de sustentación del duro Guerrero era falsa pues, MI PADRE, SÍ me había aceptado más allá de sus votos y querido como SU HIJO... No me fue fácil reponerme y la simbólica muerte del guerrero dio lugar a un Guerrero de Paz con Nueva Misión. No logro entender; todos los papeles y escritos de mi padre quedaron en Santiago cómo este pasó y cómo ese día misteriosamente al abrir la puerta de la base del escritorio él a mis pies llegó... Ariadna, misterioso es tu hilo conductor.

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Amiga, Amigo:

Has pedido AYUDA tantas veces y consideras que no has sido escuchado. Olvidaste al hacerlo que la ayuda solo llega a quien sinceramente desea recibirla y no cierra la puerta con la duda. Quien no admite consejos ¿cómo entonces podrá ser aconsejado? 

Ustedes SÍ son capaces, PUEDEN hacerlo, lo lograrán y algún día también
 dioses como Nosotros (el que ya eres en ese futuro) llegarán a ser...

Todo lo anterior cobró sentido a contar del 2012 cuando lo cuántico comenzó a tomar forma práctica y varios quizá complejos títulos dediqué en especial al llegar a septiembre de 2013 y entender que una nueva faceta de La Misión me haría seguir acá sabiendo que Allá es mi Hogar. Soy Guerrero en acción y como tal acaté y ayuda solicité... Tal parece ayuda llegó y más allá del escrito 475, en el ocaso de la Vida, espero otros más en el Portal habrán de quedar y... 

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A modo de paradigma credo personal
En el Frontispicio virtual del Portal dice:


Antes que tu cerebro fuera tu mente ya era.

Antes que tu mente fuera tu alma ya era.
Antes que tu alma fuera tu espíritu ya era.
Antes que tu espíritu fuera Dios era, es y será.
Como espíritu desde Dios emanaste.
Como alma por tu espíritu eres regido.
Como mente desde tu alma vienes.
Como cerebro por tu mente eres programado.
TÚ eres el conductor de tu propia mente para bien o para mal.
Si Piensas Mejor puedes, en este plano hacer un Cielo de un infierno...


* * *

Impensado Anexo

En uno de mis dos lugares de trabajo una funcionaria me entregó algunos libros escritos por mí que estaban en el anaquel de una de las consultas. Los regalé a otras y tan solo, por razones que ignoro guardé "Mi Vida" pues tenía otras copias. Pasan algunos años y días atrás lo hojeo y veo que tiene manuscrito en el dorso de dos de sus hojas un comentario, tal parece escrito por un psicólogo. Dice así: 

Es un hecho que intenta conocer y valorar a quienes le han permitido desarrollarse como ser humano. Parte del conflicto y de los últimos serán los primeros, las dificultades en la búsqueda del camino y de la Verdad. Desde temprano reconoce la importancia de ser hijo único y de un pecado heredado de ser hijo de Juan, un ex sacerdote que tenía una Misión importante: Iván.
Expone cómo profesores llenos de conocimientos muchas veces dificultaron dicho conocimiento más que facilitarlo.
Habla de los sustos del pasado al volar en avión de Mendoza a Santiago y de Puerto Montt a Santiago y de la gran diferencia que existe hasta hoy entre la enseñanza pública y privada en el ámbito escolar.

Pese a las dudas hay una verdad poderosa innegable de la que no reniega y, al contrario, afirma con una fuerza sanadora: Dios es Amor, Comprensión y Perdón.
El Dr. Seperiza se desnuda en estas páginas sin pudor y sin temor a mostrar sus desaciertos, dudas y errores, sin embargo este acto no hace otra cosa que su grandeza remarcar, que los miedos (al menos los grandes) ya no están y que TODOS SOMOS IGUALES ANTE DIOS, pese a nuestros aciertos y nuestros errores.
Esta autobiografía se ofrece como resultado inevitable de la consecuencia con su estilo de vida y sobre todo con sus CREENCIAS. Tal ideología da Luz, esperanza y energía hasta los más agotados, renueva la perseverancia en alcanzar nuestras metas y deseos y a superar nuestro karma.
Ante la pregunta ¿Qué hubiese pasado si hubiese seguido sus estudios de la carrera de psicología? no puedo responder otra cosa que da exactamente lo mismo pues este libro es sin duda un testimonio tan poderoso que trasciende con creces su opción profesional. 

Amigo: Solo puedo responderte gracias en general por tus sinceros conceptos y en particular por hacerme ver la razón de Juan al colgar su sotana, la cual era Iván, me conmoví al leerlo y ahora entenderlo... Me emocioné y pensé que el hilo de Ariadna es más extenso de lo que suponía… 

Dr. Iván Seperiza Pasquali
Doctor en Medicina
Médico Oftalmólogo

Lic. en Salud Pública y Planificación de Salud
Quilpué, Chile

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