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Faltan sacerdotes en la Iglesia, pero el Papa rechaza su rápida solución.

Proemio 

¿Por qué no puede ser sacerdote una mujer?
¿Qué dificultades ve la Iglesia en la ordenación sacerdotal de mujeres?
 
Pregunta:
¿Por qué la Iglesia Católica no acepta la ordenación sacerdotal de las mujeres? ¿No es esto una discriminación que ya han superado algunas confesiones como el Anglicanismo? La actitud de Cristo ¿No debe ser entendida, acaso, como propia de su tiempo y ya caducada?
Respuesta:
El problema de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial es uno de los problemas más candentes en los países con tradición anglicana y allí donde los autores del progresismo católico han tenido o tienen fuerza particular. Así, por ejemplo, E. Schillebeeckx O.P. dice: “...Las mujeres... no tienen autoridad, no tienen jurisdicción. Es una discriminación... La exclusión de las mujeres del ministerio es una cuestión puramente cultural que ahora no tiene sentido. ¿Por qué las mujeres no pueden presidir la eucaristía? ¿Por qué no pueden recibir la ordenación? No hay argumentos para oponerse al sacerdocio de las muje­res... En este sentido, estoy contento de la decisión [de la Iglesia anglicana] de conferir el sacer­docio también a las mujeres, y, en mi opinión, se trata de una gran apertura para el ecumenismo, más que de un obstáculo, porque muchos católicos van en la misma dirección”.

Por el contrario, el Magisterio católico ha mantenido de forma firme e invariable, la negativa sobre la posibilidad de la ordenación femenina, y esto en documentos de carácter definitivo.

¿Cuál es el motivo último por el que la mujer no puede acceder al sacerdocio ministerial?

1. A partir de la Tradición

El Magisterio apela a la Tradición, entendida no como “costumbre antigua” sino como garantía de la voluntad de Cristo sobre la constitución esencial de su Iglesia (y sacramentos). Esta Tradición se ve reflejada en tres cosas: la actitud de Cristo, la de sus discípulos y el Magisterio; veamos cada una de ellas señalando también las principales objeciones que suelen plantearse al respecto.

1) La actitud de Jesucristo. Históricamente Jesucristo no llamó a ninguna mujer a formar parte de los doce. En esto debe verse una voluntad explícita, pues podía hacerlo y manifestar con ello su voluntad. Jesucristo debía prever que al tomar la actitud que tomó, sus discípulos la interpretarían como que tal era su voluntad.

Objeción. La objeción más común es que Jesucristo obró de este modo para conformarse con los usos de su tiempo y de su ambiente (el judaísmo) en el que las mujeres no desempeñaban actividades sacerdotales.

Respuesta. Precisamente respecto de la mujer, Jesucristo no se atuvo a los usos del ambiente judío. Entre los judíos rígidos, las mujeres sufrían ciertamente una severa discriminación desde el momento de su nacimiento, que se extendía luego a la vida política y religiosa de la nación. “¡Ay de aquél cuya descendencia son hembras!”, dice el Talmud. Tristeza y fastidio causaba el nacimiento de una niña; y una vez crecida no tenía acceso al aprendizaje de la Ley. Dice la Mishná: “Que las palabras de la Torá (Ley) sean destruidas por el fuego antes que enseñársela a las mujeres... Quien enseña a su hija la Torá es como si le enseñase calamidades”. Las mujeres judías carecían frecuentemente de derechos, siendo consideradas como objetos en posesión de los varones. Un judío recitaba diariamente esta plegaria: “Bendito sea Dios que no me hizo pagano; bendito sea Dios que no me hizo mujer; bendito sea Dios que no me hizo esclavo”.

Por eso la actitud de Jesús respecto de la mujer contrasta fuertemente con la de los judíos contemporáneos, hasta un punto tal que sus apóstoles se llenaron de maravilla y estupor ante el trato que les brindaba (cf. Jn 4,27). Así:

–conversa públicamente con la samaritana (cf. Jn 4,27)

–no toma en cuenta la impureza legal de la hemorroísa (cf. Mt 9,20-22)

–deja que una pecadora se le acerque en casa de Simón el fariseo e incluso que lo toque para lavarle los pies (cf. Lc 7,37)

–perdona a la adultera, mostrando de este modo que no se puede ser más severo con el pecado de la mujer que con el del hombre (cf. Jn 8,11)

–toma distancia de la ley mosaica para afirmar la igualdad de derechos y deberes del hombre y la mujer respecto del vínculo matrimonial (cf. Mt 19,3-9; Mc 10,2-11).

–se hace acompañar y sostener en su ministerio itinerante por mujeres (cf. Lc 8,2-3)

–les encarga el primer mensaje pascual, incluso avisa a los Once su Resurrección por medio de ellas (cf. Mt 28,7-10 y paralelos).

Esta libertad de espíritu y esta toma de distancia son evidentes para mostrar que si Jesucristo quería la ordenación ministerial de las mujeres, los usos de su pueblo no representaban un obstáculo para Él.

2) 
Actitud de los Apóstoles. Los apóstoles siguieron la praxis de Jesús respecto del ministerio sacerdotal, llamando a él sólo a varones. Y esto a pesar de que María Santísima ocupaba un lugar central en la comunidad de los primeros discípulos (cf. Act 1,14). Cuando tienen que cubrir el lugar de Judas, eligen entre dos varones.

Objeción 1. Puede ponerse la misma objeción: también los apóstoles se atuvieron a las costumbres de su tiempo.

Respuesta. La objeción tiene menos valor que en el caso anterior, porque apenas los apóstoles y San Pablo salieron del mundo judío, se vieron obligados a romper con las prácticas mosaicas, como se ve en las discusiones paulinas con los judíos. Ahora bien, a menos que tuvieran en claro la voluntad de Cristo, el ambiente nuevo en que comenzaron a moverse los tendría que haber inducido al sacerdocio femenino, pues en el mundo helenístico muchos cultos paganos estaban confiados a sacerdotisas.

Su actitud tampoco puede deberse a desconfianza o menosprecio hacia la mujer, pues los Hechos Apostólicos demuestran con cuanta confianza San Pablo pide, acepta y agradece la colaboración de notables mujeres:

–Las saluda con gratitud y elogia su coraje y piedad (cf. Rom 16,3-12; Fil 4,3)

–Priscila completa la formación de Apolo (cf. Act 18,26)

–Febe está al servicio de la iglesia de Cencre (cf. Rom 16,1)

–Otras son mencionadas con admiración como Lidia, etc.

Pero San Pablo hace una distinción en el mismo lenguaje:

–cuando se refiere a hombres y mujeres indistintamente, los llama “mis colaboradores” (cf. Rom 16,3; Fil 4,2-3)

–cuando habla de Apolo, Timoteo y él mismo, habla de “cooperadores de Dios” (cf. 1 Cor 3,9; 1 Tes 3,2).


Objeción 2. Las disposiciones apostólicas y especialmente paulinas son claras, pero se trata de disposiciones que ya han caducado, como lo hecho otras, por ejemplo: la obligación para las mujeres de llevar el velo sobre la cabeza (cf. 1 Cor 11,2-6), de no hablar en la asamblea (cf. 1 Cor 14,34-35; 1 Tim 2,12), etc.

Respuesta. Como es evidente, el primer caso (el velo femenino) se trata de prácticas disciplinares de escasa importancia, mientras que la admisión al sacerdocio ministerial no puede ponerse en la misma categoría. En el segundo ejemplo, no se trata de “hablar” de cualquier modo, porque el mismo San Pablo reconoce a la mujer el don de profetizar en la asamblea (cf. 1 Cor 11,5); la prohibición respecta a la “función oficial de enseñar en la asamblea cristiana”, lo cual no ha cambiado, porque en cuanto tal, sólo toca al Obispo.

3) Actitud de los Padres, la Liturgia y del Magisterio. Cuando algunas sectas gnósticas heréticas de los primeros siglos quisieron confiar el ministerio sacerdotal a las mujeres, los Santos Padres juzgaron tal actitud inaceptable en la Iglesia. Especialmente en los documentos canónicos de la tradición antioquena y egipcia, esta actitud viene señalada como una obligación de permanecer fiel al ministerio ordenado por Cristo y escrupulosamente conservado por los apóstoles.

2. A la luz de la teología sacramental

La argumentación central es la anteriormente reseñada; podemos, sin embargo, acceder a otra vía argumentativa que pone más en evidencia que, la tradición que se remonta a Cristo no es una mera disposición disciplinar sino que tiene una base ontológica, es decir, se apoya en la misma estructura de la Iglesia y del sacramento del Orden. Los dos argumentos que damos a continuación apelan al simbolismo sacramental.

1) El sacerdocio ministerial es signo sacramental de Cristo Sacerdote. El sacerdote ministerial, especialmente en su acto central que es el Sacrificio Eucarístico, es signo de Cristo Sacerdote y Víctima. Ahora bien, la mujer no es signo adecuado de Cristo Sacerdote y Víctima, por eso no puede ser sacerdote ministerial.

En efecto, los signos sacramentales no son puramente convencionales. La economía sacramental está fundada sobre signos naturales que representan o significan por una natural semejanza: así el pan y el vino para la Eucaristía son signos adecuados por representar el alimento fundamental de los hombres, el agua para el bautismo por ser el medio natural de limpiar y lavar, etc. Esto vale no sólo para las cosas sino también para las personas. Por tanto, si en la Eucaristía es necesario expresar sacramentalmente el rol de Cristo, sólo puede darse una “semejanza natural” entre Cristo y su ministro si tal rol es desempeñado por un varón (4).

De hecho, la Encarnación del Verbo ha tenido lugar una Persona de sexo masculino. Es una cuestión de hecho que tiene relación con toda la teología de la creación en el Génesis (la relación entre Adán y Eva; Cristo como nuevo Adán, etc.) y que, si alguien no está de acuerdo con ella o con su interpretación, de todos modos se enfrenta con el hecho innegable de la masculinidad del Verbo encarnado. Si se quiere, por tanto, tendrá que discutirse el por qué Dios se encarna en un varón y no en una mujer; pero partiendo del hecho de que así fue, no puede discutirse que sólo un varón representa adecuadamente a Cristo-varón.

Objeción 1. La objeción de los anglicanos proclives a la ordenación femenina es que, según ellos, lo fundamental de la encarnación no es que Cristo se haya hecho varón sino que se haya hecho “hombre”. Por tanto, no es tanto el varón quien representa adecuadamente a Cristo sino el “ser humano” en cuanto tal.

Respuesta. El problema de la objeción consiste en un insuficiente concepto de lo que se denomina, en la teología sacramental, “representación adecuada”. Los signos sacramentales tienen que guardar una representación adecuada, es decir, lo más específica posible. Desde este punto de vista, el “ser humano” (varón-mujer) es una representación adecuada de Cristo pero en su sacerdocio común (el sacerdocio común de los fieles), no de Cristo en su Sacerdocio ministerial de la Nueva Alianza. El “ser humano” representa adecuadamente al Verbo hecho carne, pero representa sólo genérica y borrosamente a Cristo sacerdote. De hecho, el carácter sacerdotal (ministerial) es una subespecificación del carácter general cristiano que viene dado a todo hombre (varón y mujer) por el bautismo.

Objeción 2. Cristo está ahora en la condición celestial, por lo cual es indiferente que sea representado por un varón o por una mujer, ya que “en la resurrección no se toma ni mujer ni marido” (Mt 22,30).

Respuesta. Este texto (Mt 22,30) no significa que la glorificación de los cuerpos suprima la distinción sexual, porque ésta forma parte de la identidad propia de la persona. La distinción de los sexos y por tanto, la sexualidad propia de cada uno, es voluntad primordial de Dios: “varón y mujer los creó” (Gn 1,27).

2) El simbolismo nupcial. Cristo es presentado en la Sagrada Escritura como el Esposo de la Iglesia. De hecho en Él se plenifican todas las imágenes nupciales del Antiguo Testamento que se refieren a Dios como Esposo de su Pueblo Israel (cf. Os 1-3; Jer 2, etc.). Esta caracterización es constante en el Nuevo Testamento:

–en San Pablo: 2 Cor 11,2; Ef 5,22-33

–en San Juan: Jn 3,29; Ap 19,7.9

–en los Sinópticos: Mc 2,19; Mt 22,1-14

Ahora bien, esto resalta la función masculina de Cristo respecto de la función femenina de la Iglesia en general. Por tanto, para que en el simbolismo sacramental, el sujeto que hace de materia del sacramento del Orden (que representa a Cristo), y luego el sujeto que hace de ministro de la Eucaristía (que obra “in persona Christi”) sea un signo adecuado, tiene que ser un varón.

Objeción. El sacerdote también representa a la Iglesia, la cual tiene un rol pasivo respecto de Cristo. Ahora bien, la mujer puede representar adecuadamente a la Iglesia; entonces también puede ser sacerdote.

Respuesta. Es verdad que el sacerdote también representa a la Iglesia y que esto podría ser desenvuelto por una mujer. Pero el problema es que no sólo representa a la Iglesia sino también a Cristo y que esto, por todo cuanto hemos dicho, no puede representarlo una mujer. Por tanto, el varón puede representar ambos aspectos, pero la mujer sólo uno, el cual no es el propiamente sacerdotal.

3. Conclusión

Los errores principales giran en torno a dos problemas. El primero es no concebir adecuadamente el sacerdocio sacramental, confundiéndolo con el sacerdocio común de los fieles. El segundo, es dejarse llevar por los prejuicios que ven en el sacerdocio ministerial una discriminación de la mujer y paralelamente un enaltecimiento del varón en detrimento de la mujer; es una falta de óptica: en la Iglesia católica, el sacerdocio ministerial es un servicio al Pueblo de Dios y no una cuestión aristocrática; es más, esto último es precisamente, un abuso del sacerdocio ministerial semejante al que contaminó el fariseísmo y saduceísmo de los tiempos evangélicos. Finalmente, los más grandes en el Reino de los Cielos no son los ministros sino los santos; y –excluida la humanidad de Cristo– la más alta de las creaturas en honor y santidad, la Virgen María, no fue revestida por Dios de ningún carácter
sacerdotal.
https://es.catholic.net/op/articulos/21693/cat/133/por-que-no-puede-ser-sacerdote-una-mujer.html#modal


Desarrollo


1):
Papa dice que faltan sacerdotes, ¿por qué no permiten ordenar mujeres?

El papa Francisco dice que hay falta de clérigos y vocaciones en la Iglesia católica, y que eso es un "problema enorme", según lo comentó en una entrevista con el diario alemán Die Zeit. Por esa razón, Francisco dijo que estaba abierto a que los hombres casados puedan convertirse en sacerdotes.
Frente a esta escasez de sacerdotes que menciona el pontífice ha resurgido una pregunta recurrente para la Iglesia, ¿por qué no permitirles a las mujeres ser sacerdotes?
La Iglesia actualmente permite que religiosos casados que se convierten al catolicismo desde otras religiones continúen sirviendo como sacerdotes. La opción que estaría considerando el papa permitiría a los hombres ya casados que se ordenen como sacerdotes. Pero los hombres solteros que ya son sacerdotes no podrían casarse, dice el papa.
Francisco no mencionó nada sobre que se esté considerando a mujeres sacerdotisas para esta crisis de vocaciones.
En agosto de 2016 el pontífice despertó las esperanzas acerca de un cambio que les permitiría a las mujeres participar como diaconisas.
En ese entonces el papa creó la comisión para estudiar el rol histórico del "Diaconado de las mujeres" en la Iglesia católica, según reportó El Vaticano.
"Tras una intensa oración y una madura reflexión, el papa Francisco ha decidido instituir la Comisión de Estudio sobre el Diaconado de las Mujeres", señaló la Oficina de prensa del Vaticano en ese momento.
El papa se había comprometido a crear la comisión después de una reunión con un grupo de monjas el 12 de mayo de 2016, cuando dijo que quería ver un mayor número de mujeres en las posiciones de toma de decisiones en la Iglesia, añadiendo que la integración de ellas a la vida de la Iglesia ha sido muy "débil".
El diaconado es un grado anterior al sacerdocio, que actualmente ejercen hombres casados o solteros, y otorga la posibilidad de administrar algunos sacramentos como matrimonios y bautizos, pero no consagrar o absolver los pecados.
Las diaconisas fueron una figura en la Iglesia católica que desapareció con el paso del tiempo.
Según ha señalado El Vaticano, hay mucha evidencia de que las mujeres fueron diaconisas en los primeros siglos de la Iglesia. Un ejemplo fue Phoebe, una diaconisa citada en la carta de San Pablo a los Romanos.
Con esta puerta abierta, muchos se preguntaron si las mujeres sacerdotes serían una posibilidad.
Sin embargo, en noviembre de 2016, el papa fue muy firme al decir que las sacerdotisas no serán permitidas en la Iglesia católica, y añadió que es probable que nunca pase.
"Sobre la ordenación de mujeres en la Iglesia católica, la última palabra es clara y fue dicha por San Pablo II y eso permanece", dijo el papa durante una rueda de prensa en un vuelo desde Suecia.
El periodista sueco que le hizo la pregunta insistió: ¿Nunca? ¿Jamás?
"Si leemos cuidadosamente la declaración de San Pablo II va en esa dirección, sí", añadió el papa.
¿Por qué las mujeres no pueden ser sacerdotes católicas?
Según afirmó propio papa en ese vuelo desde Suecia, no se trata de una falta de capacidad de las mujeres.
El pontífice cita las discusiones "largas e intensas" de San Juan Pablo II. Se refiere a la carta apostólica Ordinato Scerdotalis, de mayo de 1994, en la que se trata el tema de la ordenación de mujeres como sacerdotes en la Iglesia anglicana, en la que sí se permite y se explica la posición de la Iglesia católica sobre este asunto.
La carta cita un estudio previo del papa Pablo VI (en 1975), en el que dice que "no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio, por razones verdaderamente fundamentales. Tales razones comprenden: el ejemplo, consignado en las Sagradas Escrituras, de Cristo que escogió sus Apóstoles sólo entre varones; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo sólo varones; y su viviente Magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia".
Pablo VI, citado en la carta de Juan Pablo II, añade que la iglesia "no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal" citando razones de tradición y acciones de Cristo. Por ejemplo, que cuando llamó a los apóstoles, por designo de Dios y por medio del Espíritu Santo, afirma el papa, eligió a hombres.
"Por otra parte, el hecho de que María Santísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial, muestra claramente que la no admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal no puede significar una menor dignidad ni una discriminación hacia ellas, sino la observancia fiel de una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del universo", afirmó el entonces papa Juan Pablo II en la carta.
"Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia", concluye.
La Asociación de Mujeres Sacerdotes Romanas Católicas, una organización que promueve "la igualdad de derechos y justicia para las mujeres en la Iglesia", y la ordenación de sacerdotisas (algo que El Vaticano castiga con la excomunión), afirman que quieren renovación y que sirven a la Iglesia y a los necesitados, según estipula su página web.
Afirman que hay más de 124 mujeres sacerdotisas y 10 mujeres obispos en el mundo en Europa, Sudamérica y Estados Unidos.
"El Vaticano dice que estamos excomulgadas, sin embargo, nosotros no aceptamos eso y afirmamos que somos miembros leales de la Iglesia", añaden.
Cambios para las mujeres
Francisco ha resaltado el papel de las mujeres e la Iglesia diciendo que son "más importantes que los hombres porque la Iglesia es mujer. Es "la" iglesia, no "el" iglesia. La Iglesia es la esposa de Cristo. Y la Virgen es más importante que los obispos y sacerdotes", dijo en 2015 en una sesión de preguntas en El Vaticano.
A pesar de su férrea posición frente a la posibilidad de sacerdotisas católicas, Francisco ha instado por cambiar algunas políticas de la Iglesia frente a las mujeres.
En enero de 2016 el pontífice declaró que las mujeres deben ser incluidas en la tradicional ceremonia de lavado de pies del Jueves Santo, una decisión muy esperada por las mujeres occidentales.
El Vaticano anunció el cambio y dijo que la práctica ahora será parte del Misal Romano, el libro que guía la liturgia católica en todo el mundo. El cambio se hizo efectivo a partir del 24 de marzo de 2016, Jueves Santo.
En febrero de 2016, durante una conferencia de prensa en el avión papal de regreso a Roma luego de seis días de visita apostólica en México, el papa Francisco abrió la posibilidad de que las mujeres puedan usar anticonceptivos para evitar embarazos específicamente para prevenir el virus del Zika.
Cuando los periodistas le preguntaron al papa sobre si la iglesia Católica podría permitir el uso de anticonceptivos en el caso de las madres que no quieren quedar embarazadas debido al virus del Zika, el papa dijo que “evitar el embarazo no es un mal absoluto”.
“El aborto no es el menor de los males. Es un crimen. En el mal menor —evitar el embarazo— estamos hablando en términos del conflicto entre el quinto y el sexto mandamiento (No matar y no cometer actos impuros, respectivamente)”, dijo el pontífice a periodistas."Es un crimen. Es eliminar a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia, ¿eh? Es un crimen. Es un mal absoluto".
La Iglesia católica no acepta el uso los métodos de anticoncepción artificiales, como pastillas y condones, pues se consideran inmorales ya que intervienen en el plan de Dios para el matrimonio: tener hijos.
“El gran Pablo VI, en una difícil situación en África, permitió a las monjas usar anticonceptivos en casos de violencia”, recordó Francisco en febrero.
“Por otra parte, evitar el embarazo no es un mal absoluto. En ciertos casos, como en este que mencioné del papa Pablo VI, era claro”, añadió.
Actualmente, el sacerdocio de las mujeres es permitido en religiones como el aglicanismo y en las iglesias protestantes.
https://cnnespanol.cnn.com/2017/03/10/papa-dice-que-faltan-vocaciones-en-la-iglesia-por-que-no-se-les-permite-a-las-mujeres-ser-sacerdotisas/

2):
Excomulgadas:
 Las mujeres que luchan para ser sacerdotes de la Iglesia católica
20 diciembre 2022 
Anne Tropeano quiere "expandir la simbología del sacerdocio católico para incluir el cuerpo de una mujer". 
Anne Tropeano plancha la ropa bien temprano, sabe que tiene por delante un día ajetreado. Saca del clóset un alba blanca sin estrenar, una estola y una casulla con bordados celestes y terminaciones de hilos dorados.
En el calendario que cuelga de la pared, escribió hace tiempo con marcador rojo: "Día de la ordenación".
También se ocupa de hacer llamados para coordinar el operativo de seguridad privada que ha contratado para la iglesia porque anticipa que puede haber alguna manifestación hostil.
"Es un asunto que genera tensión, no todo el mundo está abierto siquiera a considerar la posibilidad de que las mujeres sean ordenadas al sacerdocio católico", dice Tropeano, y apura el paso de los preparativos.
No solo le preocupa la hostilidad de algún vecino de Albuquerque, la ciudad donde vive, en el estado de Nuevo México, Estados Unidos. Desde que publicó en internet que planeaba volverse sacerdote católica, dice que ha experimentado niveles "asombrosos" de acoso y matoneo por las redes.
Tropeano es una de más de 200 mujeres en todo el mundo ordenadas en el marco del movimiento por el sacerdocio femenino en la Iglesia católica romana, que deciden tomar parte en ritos no autorizados para convertirse en presbíteras, en claro acto de rebeldía contra el Vaticano.
La Iglesia católica no autoriza el sacerdocio para las mujeres; tanto, que violar la restricción es considerado uno de los crímenes más serios en el derecho canónico y se castiga con la excomunión inmediata.
 
"Eso significa que no me permiten recibir sacramentos, como la comunión o la confesión, pero también me limita si quiero tener un funeral en una iglesia cuando me muera", detalla Anne.
"La amenaza de la excomunión fue la razón por la que demoré tanto esta decisión. Porque toda mi vida era en la parroquia, yo iba a misa todos los días, trabajaba allí… Así que fue duro hacerme a la idea de que voy a perder todo eso".
Tropeano es una católica devota, que lleva 14 años en el "proceso de discernimiento" de su vocación. Antes pasó por distintos trabajos, incluido el de tour manager de una banda de rock.
"Empecé a escuchar 'Tú eres mi sacerdote, eres sacerdote. Quiero que seas sacerdote'. Y me preguntaba, ¿es realmente Dios quien me habla? Porque me está pidiendo que haga algo que va contra las reglas…"
Pensó en elegir algún otro rol habilitado para las mujeres en la Iglesia, como el de monja o laica consagrada. También evaluó abandonar el catolicismo y pasarse a otra religión cristiana que autorice el sacerdocio femenino.
Hasta que sintió claramente, dice, que las reglas vaticanas no podían interponerse en el camino de su vocación.
"Una vez que reconocí que era el siguiente paso, la excomunión simplemente se volvió parte del proceso".
Ella, como muchas otras mujeres del movimiento, también entiende su ordenación "ilegal" como una manera de hacer campaña contra lo que consideran es una postura sexista y discriminatoria impuesta por las autoridades eclesiásticas.
 
Desde el judaísmo reformado a las ramas más progresistas del protestantismo, otras religiones han abierto la puerta a las mujeres en los altares. Para el Vaticano, en cambio, uno de los argumentos con los que se restringe la ordenación sacerdotal se basa en la interpretación del relato bíblico que dice que Jesús eligió a doce apóstoles hombres, y estos a su vez eligieron como acólitos a otros hombres, y la Iglesia ha dado continuidad a esta premisa de sucesión.
Para Tropeano, el impacto que esta regla tiene sobre la equidad de género es inconmensurable.
"La Iglesia enseña mediante sus acciones que está bien excluir a las mujeres. Las mujeres aprenden esto, los niños y niñas aprenden esto, los hombres lo aprenden… y luego todos van al mundo y viven de acuerdo a esta regla", señala.
En un crucero
El movimiento de mujeres sacerdote se volvió visible en 2002, a partir de una controvertida y muy publicitada ordenación colectiva. Un grupo de siete mujeres tomaron parte en una ceremonia no autorizada en un barco sobre el río Danubio, en la frontera entre Austria y Alemania.
Conocidas luego como "Las siete del Danubio", el grupo organizó el rito en aguas internacionales para evitarse conflictos con alguna diócesis y la "ordenación" fue oficiada por dos obispos de la Iglesia católica.
Antes se habían reportado otras ordenaciones secretas, como la de Ludmila Javarovadá en una iglesia clandestina de la Checoslovaquia comunista, en los años 70.
Pero desde la ordenación del Danubio, las mujeres se han consolidado en un movimiento. Aunque por ahora la mayoría de las adherentes son de Europa, Canadá y Estados Unidos, sus ordenaciones han crecido sin pausa.
"A mí me invitaron a participar en el Danubio, pero yo no quise. Dije, ¿cómo voy a explicar a la gente que me ordenaron en un crucero?", dice y se ríe Olga Lucía Álvarez Benjumea.
La colombiana es considerada la primera "presbítera" en América Latina, una región de interés para el movimiento y un bastión para el catolicismo, con más del 40% de la población católica del mundo, de unos 1.300 millones de creyentes. 
No fue a bordo de un barco, pero sí en otro país para ahorrarse problemas en el propio.
"Me ordenaron en Sarasota, Estados Unidos, en 2010", señala Álvarez, que, sin embargo, asegura que tiene el apoyo silencioso de muchos en Colombia.
"Podemos decir que del clero religioso, de muchas religiosas y de algunos obispos, pero no decimos sus nombres para no crearles conflicto".
Una vez ordenada, Álvarez se instaló en Medellín, donde su ministerio se concentra en los barrios más pobres y en el trabajo casa a casa de quienes quieran recibir sus servicios sacerdotales.
"Yo tenía mucho miedo de presentarme en el altar, pues de que la gente de pronto empezará a insultarme o tirarme cosas", dice, sobre todo "en una ciudad como Medellín, ultraconservadora".
"Así que para mí fue de una gran sorpresa el apoyo que recibí de la gente, eso me estimulaba y se perdió el miedo".
Álvarez viene de una familia "toda muy católica apostólica romana", con una madre que antes de casarse había sido monja carmelita y dos hermanos sacerdotes.
"De mamá siempre tuve el apoyo. Le faltaba poco tiempo para morir y yo le conté en qué estaba metida. Y en su lecho de enferma de 93 años, me dijo 'Lo que tú estás haciendo, a mí me hubiera gustado hacer'. Yo sentí ahí su gran apoyo de una mujer que quería una hija liberada".
De uno de sus hermanos también ha recibido un signo que ella considera muestra de respaldo suficiente.
"Un día me dio una patena y un cáliz en silencio. Creo que con eso me lo dijo todo", dice Álvarez, que ahora ha sido promovida a obispa dentro de la Asociación de Mujeres Sacerdote Católicas Romanas (ARCWP, por sus siglas en inglés), una entidad que no reconoce el Vaticano.
Como otras en el grupo, insiste en que no ha nada en la Biblia que sostenga la premisa de que las mujeres no pueden acceder al sacerdocio.
"Es una ley humana, es interpretación… y como ley injusta que es, no considero que haya que obedecerla".
El sentimiento lo comparte la Conferencia para la Ordenación de Mujeres (WOC, en inglés), un grupo dedicado a hacer lobby en el Vaticano. Que busca instancias de diálogo, pero también aprovecha el espacio público para visibilizar su campaña.
Su directora ejecutiva, Kate McElwee, dice que su labor favorita es la del Ministerio de Irritación, el principal brazo activista de la WOC que ha llevado a cabo performances diversas, desde lanzar humo rosa durante el último Cónclave papal hasta bloquear el paso del Papamóvil. La policía vaticana se ocupó de disipar sus reuniones y McElwee sonríe nerviosa cuando recuerda los arrestos por atentar contra el orden público.
"Caminamos con estas mujeres que sienten la vocación y esperan que el Vaticano les abra las puertas y confronte su pecado de sexismo", dice.
"Pero mientras tanto, a otras mujeres se les hace imposible esperar, el llamado de Dios que sienten es tan fuerte que no les queda más alternativa que violar una regla injusta".
La "puerta cerrada"
La Iglesia católica ve estas ordenaciones no solo como ilícitas, sino también como inválidas.
Cuando se hizo público el ritual de las siete del Danubio, el cardenal Joseph Ratzinger -luego papa Benedicto- declaró que las participantes serían excomulgadas "por la más seria ofensa que han cometido" y por no mostrar signos de arrepentimiento.
Luego, el papa Francisco se ha referido varias veces al asunto del sacerdocio femenino. Cuando en 2016 le preguntaron si la postura del Vaticano podría cambiar, aludió a un muy citado documento de uno de sus predecesores, Juan Pablo II, que señala que "la puerta está cerrada" para la ordenación de mujeres.
"Declaro que la Iglesia, no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia", expresa la Carta apostólica sobre la ordenación Sacerdotal reservada solo a los hombres, de mayo de 1994.
Según el papa Francisco, esa declaración todavía "se sostiene".
A apenas unos metros de la basílica de San Pedro, el corazón del Vaticano, Nathalie Becquart es la encargada de poner voz a la postura de la Iglesia ante el aumento de las "ordenaciones" ilegales.
Becquart, una monja francesa de la congregación de Xavières, es la primera mujer en la historia con derecho a voto en asuntos del Vaticano, una de las mujeres más poderosas de la Iglesia por estos días, dicen muchos.
En 2021, el papa Francisco la designó subsecretaria en el Sínodo de Obispos, una asamblea que lo asesora directamente en temas clave. Una de varias mujeres nombradas en los últimos años por el Pontífice en puestos importantes, en una decisión que muchos leyeron como un primer paso en reconocer que las mujeres deben tener más voz en la gobernanza de la Iglesia.
En su escritorio en la oficina del Sínodo -rodeada de libros, cuadros y una foto en la que ella sonríe junto al Papa-, Becquart explica con calma, deshilvana con paciencia posibles interpretaciones bíblicas, reconoce el rol cambiante de las mujeres en la sociedad de hoy.
Pero no deja lugar a duda sobre la postura frente al sacerdocio de mujeres.
"Para la Iglesia católica en este momento, desde un punto de vista oficial, no es una pregunta abierta", le dice a BBC Mundo.
"No es solo cuestión de si tú te sientes llamada al sacerdocio, es también un reconocimiento de que la Iglesia te llama a ser sacerdote. Tus sentimientos o tu decisión personal no son suficientes", agrega la religiosa.
Cree que hay un proceso de cambio en marcha que se nota en el acceso de más mujeres -como ella- a posiciones de liderazgo de la Iglesia, pero en "roles que están desconectados de la ordenación".
Además, dice, el cambio "nunca es sencillo" y enfrenta siempre "miedos y resistencia".
"Creo que tenemos que ampliar la visión de la Iglesia. Hay muchas, muchas formas para las mujeres de servir a la Iglesia", apunta Becquart. 
¿Qué dice la Iglesia católica?

Un sacerdocio diferente
Entre los susurros de la congregación que llenan el espacio hasta que suenen los primeros acordes del órgano, Anne Tropeano cierra los ojos, recita un rezo breve, "Vamos a hacer esto" se arenga, y se prepara para caminar por la nave principal de la iglesia hacia el altar.
El himno solemne, las miradas emocionadas de sus amigos -muchos de ellos, "arriesgan ser excomulgados solo por estar aquí"-, la obispa mujer que la espera para proceder a la ordenación. El ritual es a la vez ajeno y familiar.
"Aquí estoy, estoy preparada", le dice a Bridget Mary Meehan, la obispa de la ARCWP que ha viajado a Albuquerque para oficiar la ceremonia.
"Es el día que llevo esperando 14 años", nos había dicho antes Anne. El que estaba marcado en rojo en su calendario.
Salvo por la extrañeza que causa ver a mujeres en espacios tradicionalmente ocupados por hombres - el púlpito, el altar, la sacristía-, la liturgia no se diferencia en nada de una ordenación sacerdotal autorizada, incluida la imposición de manos y la postración, en la que el aspirante al sacerdocio se acuesta con el rostro mirando al suelo.
Cuando termina, Meehan levanta el brazo de la flamante "presbítera" y la presenta a la congregación entre aplausos.
Tropeano quiere que la llamen Padre Anne.
Una de las misiones que más la entusiasma es la posibilidad de ser la cara de un ministerio diferente. Un modo de sacerdocio menos jerárquico y más participativo, abierto a personas tradicionalmente cuestionadas por los sectores más conservadores de la religión.
"Aquí a nadie se le impide comulgar. No importa si estás divorciado, nada de eso. Todos son bienvenidos, la comunidad LGBTQ es bienvenida a la mesa", señala.
Olga Lucía Álvarez también ve su ministerio como una oportunidad para redefinir la relación que los laicos católicos tienen con sus representantes.
Sobre todo en el actual estado de cosas en la Iglesia, dice la "obispa", ante la merma de las vocaciones sacerdotales y el severo daño en la confianza que han causado los escándalos de abusos sexuales en la Iglesia.
"Usted se puede encontrar con un obispo que fácilmente le dice 'Es que nosotros somos los representantes de Dios en la Tierra'. No tienen vergüenza… Ahora se tienen quedar con la boca callada después de toda la pedofilia que tenemos encima por la jerarquía, por los miembros de la jerarquía", se enoja Álvarez, frunce el ceño y levanta la voz.
El papa Francisco ha pedido disculpas a las víctimas de abusos cometidos por el clero y ha condenado la "complicidad" de la Iglesia al ocultar estos "delitos graves".
Pero muchos dentro y fuera de la institución consideran que es "muy poco y muy tarde".
El ministerio de mujeres es la respuesta a esta crisis, insiste la colombiana, que con más de 80 años dedica sus horas a ser mentora de jóvenes que están considerando la ordenación sacerdotal como opción de vida. Hace un rato acaba de tener una videollamada con una candidata en España.
"La gente está pidiendo un ministerio más cercano, que sea capaz de bajar el cielo a la tierra. Es urgente mostrar otra cara del presbiterado, es urgente".
Asimismo, el movimiento quiere abrir el debate más allá de los círculos vaticanos, en parte porque confía en que los católicos laicos apoyarían su causa si la jerarquía eclesiástica les diera la oportunidad.
Y algunos sondeos parecen confirmarlo. Por ejemplo, en Brasil, el país con el mayor número de católicos de América Latina, 8 de cada 10 católicos se muestra a favor del sacerdocio de mujeres, mientras que en Estados Unidos son 6 de cada 10, según un estudio del Centro Pew.
En 8 de los 19 territorios estudiados, más de la mitad de los católicos veía con buenos ojos el cambio de norma.
Sin embargo, el movimiento de las presbíteras todavía es eminentemente eurocéntrico, sin llegada a la región donde la población católica crece a mayor velocidad: África.
Muchos otros católicos alrededor del mundo, aunque no se oponen a la ordenación, consideran que el asunto no es prioritario para una Iglesia sumida ya en una crisis institucional.
Anne Tropeano apela directamente al Papa para pedir que se abra el diálogo.
"Papa Francisco, usted tiene que tener una audiencia con las mujeres llamadas al sacerdocio. No importa si han sido ordenadas en este movimiento o no, usted necesita escuchar nuestra experiencia y llevarla a su plegaria", reclama Tropeano.
"Yo siento que esta es una ola que se está levantando dentro de la Iglesia, que en cualquier momento va a caer a la playa", dice Álvarez.
¿Será un cambio de este tiempo? "No me tocará a mí, pero vendrá", se ríe.
Todo indica que el camino será largo. Ambas lo saben, pero creen que su campaña es vital para el futuro de la religión que abrazan y ansían representar sin restricciones.
"La Iglesia no va a poder cumplir con su misión a menos que haya igual participación (de hombres y mujeres)", dice Tropeano.
"En este momento, no hay nada más importante".
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-63931644

3):

Cristina Moreira, la primera mujer sacerdote española

Las mujeres 'sacerdote' de la Iglesia Católica -125, una de ellas española- se manifiestan en Roma y le piden al Papa que les levante la excomunión

No viste un disfraz, sino que es sacerdote y ejerce como tal. Y además, en A Coruña. Se llama Cristina Moreira y es la primera y única mujer española que ha sido ordenada presbítero, respetando la "sucesión apostólica", asegura ella. Pero eso sí, saltándose a la torera el derecho canónico, que establece que sólo un hombre puede celebrar la eucaristía.

Forma parte de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católico Romanas (ARCWP, en sus siglas en inglés), un colectivo que promueve la igualdad de derechos de hombres y mujeres dentro de la Iglesia Católica, y que en 2002 ordenó a las primeras siete mujeres sacerdote. Lo hizo en el río Danubio.

"Las diócesis funcionan territorialmente, pero el río Danubio no es territorio de ningún obispo. Por eso las primeras ordenaciones se hicieron allí, para evitar invadir el espacio de ningún prelado", justifica madre Cristina. Por eso, y por el gran simbolismo que el agua tiene en el cristianismo. "Es fuente de vida, de renovación", detalla la sacerdote. Las ordenaciones las hizo un obispo varón. De ahí que madre Cristina asegure que han respetado la "sucesión apostólica" en todo momento.

"Para ser presbítero, te tiene que ordenar alguien que haya seguido la línea de los apóstoles. Es decir, que fuera ordenado por Pedro, primero, o por el resto de los apóstoles. Y así sucesivamente. Y nosotras, esa línea la hemos seguido", aclara la madre Cristina que, sin embargo, no quiere desvelar el nombre de ese primer obispo varón que se saltó el derecho canónico, pero que ordenó a las primeras mujeres sacerdotes según los ritos de la Iglesia Católica.

"Es cierto, no tenemos la autorización canónica", admite la religiosa. "Pero nosotras no estamos de acuerdo con el canon 1024 del derecho canónico que establece que sólo un varón puede ser ordenado sacerdote. La Biblia no dice eso por ninguna parte", argumenta.

Cristina fue ordenada diácono en A Coruña en 2013 por una mujer obispo. Y dos años más tarde, en 2015, llegó al sacerdocio, pero para ello tuvo que trasladarse a Florida, ya que en la actualidad sólo hay una decenas de mujeres obispo en todo el mundo. En cambio, las mujeres sacerdote que forman parte de la ARCWP suman más de ciento veinticinco.

La reacción del Vaticano ante estas ordenaciones fue excomulgar a todas ellas. "Este es el año del Jubileo de la Misericordia, del perdón. Hemos venido a pedirle al Papa Francisco que nos levante la excomunión", explica madre Cristina, que se ha trasladado desde A Coruña a Roma para precisamente eso. "¿Qué mal hemos hecho? Dar la eucaristía no es nada malo, y ayudar a quienes lo necesitan, tampoco", afirma.

Ellas y otra sacerdote de ARCWP, Janice Sevré-Duszynska, se reunieron el miércoles con un representante de la Curia y le entregaron un escrito dirigido al pontífice con dicha y otra petición: que Francisco abra un diálogo con ellas. "Más de ochenta comunidades pastorales dependen de nosotras, y podemos ser fuente de inspiración para dar un vuelco a la vieja Iglesia, que tanto necesita un lavado de cara", declara la religiosa.

Las dos sacerdotes y activistas de la organización Women's Ordination Conference (WOC) -otra asociación católica que defiende el mismo objetivo- protagonizaron este viernes una protesta en los jardines de Sant Angelo, a unos centenares de metros del Vaticano, a favor de que las mujeres puedan ser ordenadas sacerdote en la Iglesia Católica.

La protesta fue bastante desangelada -apenas asistieron una quincena de mujeres-, pero relevante. Es la primera vez que se autoriza una manifestación de este tipo en la capital italiana. Miembros de la WOC habían intentado llevar a cabo acciones similares en Roma en otras ocasiones, pero siempre habían sido reprimidas por las fuerzas del orden.

Todas las activistas vistieron de color negro -emulando el color de la sotana de los curas-, y algunas se presentaron con alzacuellos. "Un Jubileo para las mujeres sacerdotes", se podía leer en los folletos que repartían a los viandantes, muchos de ellos curas. Se da la circunstancia que estos días se celebra en el Vaticano el denominado Jubileo de los Sacerdotes, y más de seis mil curas de todo el mundo se han trasladado a la capital italiana.

Tras la protesta, las mujeres participaron en una misa en la basílica de San Pedro, con motivo del Jubileo de los Sacerdotes. Las fuerzas del orden les requisaron las pancartas y los folletos a la entrada, y las vigilaron durante toda la celebración.

https://www.elmundo.es/sociedad/2016/06/03/5751806fca4741750a8b45fa.html

 

4):
Papa: Mujeres pueden leer en misa, pero no ser sacerdotes

Enero 11, 2021
CIUDAD DEL VATICANO (AP) — El papa Francisco cambió la ley de la Iglesia católica para permitir de forma explícita que las mujeres puedan hacer más tareas durante la misa, aunque reiteró que no pueden ser sacerdotes.
Francisco enmendó la ley para formalizar lo que es una práctica común en muchos lugares del mundo: que las mujeres puedan leer el Evangelio y asistir en el altar durante la Eucaristía. Aunque antes esas labores estaban reservadas oficialmente a los hombres, se hacían excepciones.
Francisco dijo que hacía el cambio para aumentar el reconocimiento a la “preciosa contribución” de las mujeres en la Iglesia, e insistió en que todos los católicos bautizados juegan un papel en la misión de la Iglesia.
Sin embargo, señaló que hacerlo marcaba una distinción entre los ministerios de “orden” como el sacerdocio y los ministerios abiertos a los laicos cualificados. El Vaticano reserva el sacerdocio a los hombres.
Francisco se ha visto presionado para que permita que más mujeres se conviertan en diáconos -ministros ordenados que realizan muchas de las mismas tareas que los sacerdotes, como oficiar bodas, bautismos y funerales-. En este momento, ese ministerio se reserva a los hombres.
Francisco ha creado una segunda comisión de expertos para estudiar si las mujeres podrían ser diáconos, después de que la primera no consiguiera un consenso.
Los defensores de ampliar esa labor para incluir mujeres dicen que hacerlo daría más influencia a las mujeres en la labor pastoral y la gobernanza de la Iglesia, además de ayudar a contrarrestar la escasez de sacerdotes en algunos lugares del mundo.
Los que se oponen afirman que allanaría un camino que podría terminar ordenando a mujeres como sacerdotes.
https://apnews.com/article/noticias-f14dcbbf2074a1ceeef63c76750d2f40

 
 
5):
Mujeres sacerdotes, la Iglesia de Inglaterra reta al catolicismo

HACE 30 AÑOS 
La Iglesia anglicana admite el sacerdocio de las mujeres, a pesar del peligro de cisma y un endurecimiento de las relaciones con la Iglesia Católica. El feminismo da un paso espectacular contra la discriminación por razón de sexo
 
¡Herejía! El 11 de noviembre de 1992, tras veinte polémicos años de intensos debates, el sínodo de la Iglesia Anglicana rompe con más de cuatro siglos de tradición al admitir el sacerdocio de las mujeres. Hasta mil sacerdotes de la Iglesia anglicana consideran la determinación como un inadmisible alarde de modernidad y amenazan antes de emitir su voto con renunciar e incluso a convertirse al catolicismo en el caso de aprobarse la ordenación de las féminas en el seno de su iglesia.
La Iglesia de Inglaterra se enfrenta al acontecimiento más revolucionario de su historia, desde que su fundador, el díscolo Enrique VIII, decidiese romper con la autoridad de la iglesia de Roma y provocase la escisión de la institución católica en 1530. Su amor por Ana Bolena y su deseo de contraer matrimonio con la que se convertiría en la segunda de sus seis esposas y sus ambiciones dinásticas dividieron a los cristianos.
Este estado de purificación de las almas de los muertos que permite la purga de sus pecados antes de alcanzar la gloria, a modo de transitoriedad entre el cielo y el infierno, no existe para los anglicanos que solo creen en la existencia de los dos últimos.
SANTOS:
Figura importante de los creyentes católicos que les rezan e invocan, los anglicanos rechazan su existencia.
SACERDOCIO FEMENINO 1994-2017
En 2014 las Iglesias anglicanas de Gales, Estados Unidos, Australia, Canadá y Swazilandia, que ya autorizan la ordenación de mujeres como obispos.
En el 2016, el Papa Francisco declara: “El papa santo Juan Pablo II ha tenido la última palabra clara al respecto y esto sigue en pie”, en respuesta a las preguntas de los periodistas, subrayando que esta regla estará vigente para siempre, refiriéndose al documento de 1994 que estipula que las mujeres nunca podrán participar en el sacerdocio de conformidad con la tradición de la Iglesia.
Conocido por su habilidad diplomática, Francisco declara seguidamente: 'Hay muchas otras cosas que las mujeres hacen mejor que los hombres”, en referencia a la así llamada “dimensión femenina de la Iglesia”.
https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20171110/432719439593/mujeres-sacerdotes-iglesia-inglaterra-reta-catolicismo.html

 

6):
Mujeres sacerdotes: la historia que han falseado Papas y teólogos

Durante las últimas décadas han aparecido rigurosas investigaciones científicas, numerosos documentos y declaraciones de teólogos y teólogas, de movimientos cristianos de base, de organizaciones cívico-sociales, e incluso de obispos y cardenales de la Iglesia católica, reclamando fundadamente el acceso de las mujeres al sacerdocio
'Ordinatio sacerdotalis. Sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres' (22 de mayo de 1994) es la más contundente de todas las declaraciones contra el sacerdocio femenino que zanja la cuestión y cierra todas las puertas a cualquier cambio en el futuro con un tono dogmático y absoluto impropio de una declaración que choca con los datos de la historia. Unos meses antes de renunciar al pontificado, Benedicto XVI, citando la 'Ordinatio sacerdotalis', de Juan Pablo II, ratificó la prohibición de la Iglesia católica de ordenar a mujeres con un tono más contundente todavía al aseverar que dicha prohibición es parte de la constitución divina de la Iglesia.Es verdad que la historia no es pródiga en ofrecer relatos de mujeres sacerdotes. Esto no debe extrañar ni sorprender, ya que ha sido escrita por varones, en su mayoría clérigos, y su tendencia ha sido a ocultar el protagonismo de las mujeres en la historia del cristianismo y a mitificar el sacerdocio patriarcal. Según consta en algunas tradiciones evangélicas, las mujeres se incorporaron al movimiento de Jesús en igualdad de condiciones que los varones. Esta práctica religiosa inclusiva suponía una verdadera revolución en el seno de la sociedad y la religión judías

01.08.2022 Juan José Tamayo
Durante las últimas décadas han aparecido rigurosas investigaciones científicas, numerosos documentos y declaraciones de teólogos y teólogas, de movimientos cristianos de base, de organizaciones cívico-sociales, e incluso de obispos y cardenales de la Iglesia católica, reclamando fundadamente el acceso de las mujeres al sacerdocio. Todos ellos consideran la exclusión femenina del ministerio sacerdotal como una discriminación de género que es contraria a la actitud inclusiva de Jesús de Nazaret y del cristianismo primitivo, va en dirección opuesta a los movimientos de emancipación de las mujeres y a las tendencias igualitarias en la sociedad, la política, la vida doméstica y la actividad laboral.
El Magisterio eclesiástico católico contra el sacerdocio de las mujeres
El alto magisterio eclesiástico católico responde negativamente a esa reivindicación, apoyándose en dos argumentos: uno teológico-bíblico y otro histórico, que pueden resumirse así: Cristo no llamó a ninguna mujer a formar parte del grupo de los apóstoles, y la tradición de la Iglesia ha sido fiel a esta exclusión, no ordenando sacerdotes a las mujeres a lo largo de los veinte siglos de historia del catolicismo. Esta práctica se interpreta como la voluntad explícita de Cristo de conferir solo a los varones, dentro de la comunidad cristiana, el triple poder sacerdotal de enseñar, santificar y gobernar. Solo ellos, por su semejanza con Cristo, pueden representarlo y hacerlo presente en la eucaristía.
 
Estos argumentos vienen repitiéndose sin apenas cambios desde hace siglos y son expuestos en varios documentos de idéntico contenido, de los que destaco tres a los que apelan los obispos cada vez que los movimientos cristianos críticos se empeñan en reclamar el sacerdocio para las mujeres: la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe Inter insigniores (15 de octubre de 1976) y dos cartas apostólicas de Juan Pablo II: Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988) y Ordinatio sacerdotalisSobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres (22 de mayo de 1994). La más contundente de todas las declaraciones al respecto es esta última, que zanja la cuestión y cierra todas las puertas a cualquier cambio en el futuro con un tono dogmático y absoluto impropio de una declaración que choca con los datos de la historia: “Declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
Unos meses antes de renunciar al pontificado, Benedicto XVI, citando la Ordinatio sacerdotalis, de Juan Pablo II, ratificó la prohibición de la Iglesia católica de ordenar a mujeres con un tono más contundente todavía al aseverar que dicha prohibición es parte de la constitución divina de la Iglesia y declarar que la Iglesia carece de autoridad para permitir el acceso de las mujeres al sacerdocio, ya que Jesucristo ordenó sacerdotes solo a hombres, y lo hizo voluntariamente.  
Es verdad que la historia no es pródiga en ofrecer relatos de mujeres sacerdotes. Esto no debe extrañar ni sorprender, ya que ha sido escrita por varones, en su mayoría clérigos, y su tendencia ha sido a ocultar el protagonismo de las mujeres en la historia del cristianismo y a mitificar el sacerdocio patriarcal. “Si las mujeres hubieran escrito los libros, estoy segura de que lo habrían hecho de otra manera, porque ellas saben que se les acusa en falso”. Esto escribía Cristina de Pisan, autora de La ciudad de las damas en 1404, la obra que suele considerarse protofeminista. Sin embargo, documentos no faltan, como voy a intentar mostrar.
Presidencia de las mujeres de la eucaristía en las iglesias domésticas
La mayoría de los estudios sobre el Nuevo Testamento, de las investigaciones históricas sobre el cristianismo primitivo y de las reflexiones teológicas actuales coincide en que no hay razones teológicas, bíblicas e históricas, y menos pastroales, para la exclusión de las mujeres de los diferentes ministerios eclesiales. Según consta en algunas tradiciones evangélicas, las mujeres se incorporaron al movimiento de Jesús en igualdad de condiciones que los varones. Esta práctica religiosa inclusiva suponía una verdadera revolución en el seno de la sociedad y la religión judías de carácter patriarcal y androcéntrico. Creo puede afirmarse que las mujeres recuperan en el movimiento de Jesús la libertad y la dignidad que les negaban los códigos domésticos romanos y las tendencias ortodoxas del judaísmo.
Las mujeres ejercieron funciones ministeriales y directivas en el cristianismo primitivo. En su libro El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana (Ediciones Cristiandad, Madrid, 1983) Edward Schillebeeckx asevera que las mujeres, en cuanto responsables de las comunidades cristianas domésticas, pudieran presidir la celebración eucarística.
Dios, ¿legitimador del patriarcado?
Importantes investigaciones históricas desmienten las contundentes afirmaciones del magisterio papal, hasta invalidarlas y convertirlas en pura retórica al servicio de una institución jerárquico-piramidal-clerical como es la Iglesia católica, uno de los últimos y más eficaces bastiones del patriarcado, que apela a la masculinidad de Dios “Padre” y a la virilidad de Jesús de Nazaret para excluir a las mujeres del ministerio presbiteral, episcopal y papal. Dicha práctica excluyente de las mujeres del ámbito de lo sagrado y de la representación divina viene a confirmar las dos afirmaciones tan certeras de dos feministas del feminismo de la tercera ola: Mary Daly y Kate Millet. La primera afirma en su libro Más allá de Dios Padre (1973): “Si Dios es varón, el varón es Dios”. La segunda escribe en Política sexual (1970): “El patriarcado tiene a Dios de su lado”.
Theodora, episcopa
Para no alargar en exceso este artículo voy a citar dos de los estudios más rigurosos que invalidan las afirmaciones de los tres documentos antes citados: Cuando las mujeres eran sacerdotes (El Almendro, Córdoba, 2000), de Karen Jo Torjesen, catedrática de Estudios sobre la Mujer y la Religión en Claremont Graduate School, y los trabajos del historiador italiano Giorgio Otranto, director del Instituto de Estudios Clásicos y Cristianos de la Universidad de Bari. En ellos se demuestra, mediante inscripciones en tumbas y mosaicos, cartas pontificias y otros textos, que las mujeres ejercieron el sacerdocio durante los trece primeros siglos de la historia de la Iglesia. Veamos algunas de estas pruebas que quitan todo valor a los argumentos del magisterio eclesiástico.
Debajo del arco de una basílica romana aparece un fresco con cuatro mujeres. Dos de ellas son las santas Práxedes y Prudencia, a quienes está dedicada la iglesia. Otra es María, madre de Jesús de Nazaret. Sobre la cabeza de la cuarta hay una inscripción que dice: Theodora Episcopa (= Obispa). La 'a' de Theodora está raspada en el mosaico, no así la 'a' de Episcopa.
En el siglo pasado se descubrieron inscripciones que hablan a favor del ejercicio del sacerdocio de las mujeres en el cristianismo primitivo. En una tumba de Tropea (Calabria meridional, Italia) aparece la siguiente dedicatoria a “Leta Presbytera”, que data de mediados del siglo V: “Consagrada a su buena fama, Leta Presbytera vivió cuarenta años, ocho meses y nueve días, y su esposo le erigió este sepulcro. La precedió en paz la víspera de los Idus de Marzo”.
Otras inscripciones de los siglos VI y VII atestiguan igualmente la existencia de mujeres sacerdotes en Salone (Dalmacia) (presbytera, sacerdota), Hipona, diócesis africana de la que fue obispo san Agustín cerca de cuarenta años (presbiterissa), en las cercanías de Poitires (Francia) (presbyteria) y, en Tracia (presbytera, en griego), etcétera.
En un tratado sobre la virtud de la virginidad, del siglo IV, atribuido a san Atanasio, se afirma que las mujeres consagradas pueden celebrar juntas la fracción del pan sin la presencia de un sacerdote varón: “Las santas vírgenes pueden bendecir el pan tres veces con la señal de la cruz, pronunciar la acción de gracias y orar, pues el reino de los cielos no es ni masculino ni femenino. Todas las mujeres que fueron recibidas por el Señor alcanzaron la categoría de varones” (De virginitate, PG 28, col. 263).
En una carta del papa Gelasio I (492-496) dirigida a los obispos del sur de Italia el año 494, les dice que se ha enterado, para gran pesar suyo, de que los asuntos de la Iglesia han llegado a un estado tan bajo que se anima a las mujeres a oficiar en los sagrados altares y a participar en todas las actividades del sexo masculino al que ellas no pertenecen. Los propios obispos de esa región italiana habían concedido el sacramento del orden a mujeres, y estas ejercían las funciones sacerdotales con normalidad.
Un sacerdote llamado Ambrosio pregunta a Atón, obispo de Vercelli, que vivió entre los siglos IX y X y era buen conocedor de las disposiciones conciliares antiguas, qué sentido había que dar a los términos presbytera y diaconisa, que aparecían en los cánones antiguos. Atón le responde que las mujeres también recibían los ministerios ad adjumentum virorum, y cita la carta de Pablo de Tarso a los Romanos, donde puede leerse: “Os recomiendo a Febe, nuestra hermana y diaconisa en la Iglesia de Cencreas”. Fue el concilio de Laodicea, celebrado durante la segunda mitad del siglo IV, sigue diciendo en su contestación el obispo Aton, el que prohibió la ordenación sacerdotal de las mujeres. Por lo que se refiere al término presbytera, reconoce que en la Iglesia antigua también podía designar a la esposa del presbítero, pero él prefiere el significado de sacerdotisa ordenada que ejercía funciones de dirección, enseñanza y culto en la comunidad cristiana.
En contra de conceder la palabra a las mujeres se manifestó el papa Honorio III (1216-1227) en una carta a los obispos de Burgos y Valencia, en la que les pedía que prohibieran hablar a las abadesas desde el púlpito, práctica habitual entonces. Estas son sus palabras: “Las mujeres no deben hablar en la Iglesia porque sus labios llevan el estigma de Eva, cuyas palabras han sellado el destino del hombre”.
Encerrados en la torre de la ‘patriarquía
Estos y otros muchos testimonios que podría aportar son rechazados por el magisterio eclesiástico y por la teología de él dependiente, alegando que carecen de rigor científico. Pero, ¿quiénes son los teólogos, quiénes el papa, los cardenales y los obispos para juzgar sobre el valor de las investigaciones históricas? La verdadera razón de su rechazo son los planteamientos patriarcales en los que están instalados. El reconocimiento de la autenticidad de esos testimonios debiera llevarlos a revisar sus concepciones androcéntricas y a abandonar sus prácticas misóginas. Pero no parece que estén dispuestos a ello. Prefieren ejercer el poder autoritariamente y en solitario encerrados en la torre de su 'patriarquía', en vez de ejercerlo democráticamente y compartirlo con las mujeres, que hoy son mayoría en la Iglesia católica y, sin embargo, carecen de presencia en la mayoría de sus órganos directivos y se ven condenadas a la invisibilidad y al silencio.
Mujeres sacerdotes en la Iglesia católica, hoy
Es verdad que el papa Francisco nos sorprende gratamente con muy certeras críticas contra la discriminación de las mujeres en la sociedad y con iniciativas como la incorporación de tres mujeres, dos religiosas y una laica, en el dicasterio romano de Obispos, cuya función es el nombramiento de candidatos al episcopado. Pero en este mismo nombramiento aprecio una incoherencia o, mejor, una contradicción: las mujeres pueden elegir a los obispos sin poder acceder al episcopado.
Una segunda contradicción, todavía mayor que la anterior, es que, teniendo las mujeres la historia a favor de su ejercicio del ministerio presbiteral, el Código de Derecho Canónico impone a las mujeres ordenadas sacerdotes una pena mayor que a los pederastas: la excomunión, pero no a través de ninguna declaración oficial condenatoria, sino latae sententiae, es decir, automáticamente. Lo que significa que son las propias mujeres sacerdotes las que se auto-excomulgan.
El Código de Derecho Canónico impone a las mujeres ordenadas sacerdotes una pena mayor que a los pederastas: la excomunión
Pero, lógicamente, se niegan a hacerlo y siguen ejerciendo el ministerio, y en dicho ejercicio cuentan con el apoyo de un sector importante de la comunidad cristiana. Un ministerio al servicio de la comunidad cristiana, ejercido eso sí, clandestina o semiclandestinamente. Estamos ante una tercera contradicción, que afecta actualmente a 265 mujeres ordenadas dentro de la Iglesia Católica Romana en la Asociación de Presbíteras Católicas Romanas, iniciado hace veinte años en el río Danubio, que ejercen vocacionalmente su ministerio en el seguimiento de Jesús de Nazaret, el Cristo liberador, en los ambientes sociales más vulnerables.
Puedo dar fe de ello porque conozco a algunas de estas mujeres sacerdotes que ejercen el ministerio presbiteral de manera gratuita desde la opción por los pobres, no reproducen el clericalismo ni el patriarcado del sacerdocio masculino oficial, trabajan por una Iglesia no discriminatoria por razones de etnia, cultura, religión, clase social, género e identidad sexual y cuentan con una excelente acogida y un merecido reconocimiento en el seno de las comunidades de base y de los movimientos sociales, con quienes están comprometidas en la lucha por una sociedad más justa y eco-fraterno-sororal.
https://www.religiondigital.org/el_blog_de_juan_jose_tamayo/MUJERES-SACERDOTES-HISTORIA-FAVOR_7_2474222559.html


Dr. Iván Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile
Diciembre de 2022
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