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MEMCH
Y sus principales mujeres líderes.




El pensamiento conservador católico les concedió a las mujeres el rol de madres y esposas. A mediados del siglo XIX este fue un modelo hegemónico, que las redujo al espacio privado y doméstico. ... Esta división de roles encontró sustento teórico en las corrientes ideológicas que estaban en boga en Chile y en Europa.


La Mujer Chilena en el Siglo XIX
La sociedad chilena de la primera mitad del siglo XIX, se establece como un modelo asentado en una normativa relativamente hegemónica que proviene del domino del pensamiento conservador-católico. La concepción de la mujer se articula especialmente en un rol único corno es el lugar que ocupa en el espacio familiar -en tanto hija. Madre y esposa-. Es en ese espacio familiar donde la mujer va a ejercer sus capacidades y las leyes de lo que constituye su restringido dominio social.
La primera mitad  del siglo XIX, promueve una imagen de mujer basada en valores formativos, extraídos de principios morales  y de asistencia Conductas tales como la caridad. La abnegación y la rectitud, son los requerimientos principales del  modelo impuesto por la Época. La única expansión vital a la que la mujer puede acceder. Le es asignada por el matrimonio lo donde ella va a encontrar la legitimización de su lugar social, pues le asegura el cumplimiento satisfactorio de un rol que culmina con el acto de la maternidad. De tal manera que matrimonio y maternidad son `percibidos como obligaciones sociales  y morales que garantizan un destino correcto en el interior de la comunidad  en la que habita.
Se construye entonces, la imagen de una mujer reducida enteramente al espacio privado y por ello, ajena a las disyuntivas sociales como no sean aquellas que comprometen sus espacios familiares único espacio en el que el género femenino es concebido corno una figura central por la responsabilidad que le significa la administración moral y material de su rol doméstico.
La mujer de la época cercada por un férreo discurso ideológico se pliega a las demandas de su contexto, pues carece de instrumentos y de poder para producir cambios en el horizonte de su accionar. Pese a que las mujeres de sectores populares, ya en esa Época realizan trabajos. Fundamentalmente del tipo doméstico. o bien se emplean como tejedoras y costureras, se podría decir que la mujer del siglo XIX está profundamente inmersa en 10s redes simbólicas  y sociales que le son asignadas e impuestas por el orden imperante y que la designan corno dependiente , no sólo ante la ley pública,   sino que además en el interior de los diversos espacios de su vida.
Si bien la mujer dispones de un  entorno cultural, este se va construyendo a partir del estricto aprendizaje de un modelo que debe proyectar y  transmitir en el interior de la familia. Su unilateral aprendizaje contempla una serle de signos éticos ligados a la estructura social y económica que rige su época, como es la estructura de la hacienda sostenida a su vez por el pensamiento conservador católico de la primera mitad del siglo XIX.
http://www.historiadelamujerenlasociedadcivil.radioritmo.cl/2018/10/06/la-mujer-chilena-en-el-siglo/

Pues bien en esta poco feminista sociedad patriarcal es donde nace y se desarrolla el:

El Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile
MEMCH (1935-1953)

 La lucha por la igualdad jurídica y política y por el acceso paritario al mercado laboral entre hombres y mujeres, tuvo entre sus más importantes exponentes al MEMCH, Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile, durante la primera mitad del siglo XX...
La lucha por la igualdad jurídica y política y por el acceso paritario al mercado laboral entre hombres y mujeres, tuvo entre sus más importantes exponentes al MEMCH, Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile, durante la primera mitad del siglo XX. En una época en que la palabra emancipación era considerada sinónimo de libertinaje, este movimiento inauguró una etapa para la historia social y política de las mujeres de fuerte influencia feminista. La actividad y organización del MEMCH, de carácter multiclasista, se apoyó en las primeras generaciones de mujeres que accedieron a estudios superiores y también en mujeres trabajadoras, aumentando los escenarios locales para la creciente participación femenina en el ámbito público. Combinando la lucha social con la de género, las "memchistas" lideraron la historia de las organizaciones feministas de la primera mitad del siglo XX hasta la obtención del sufragio femenino universal, haciendo públicas sus demandas por mayores derechos civiles y políticos para las mujeres chilenas en general, y la protección de la maternidad obrera para el creciente segmento de trabajadoras en el país.
Sus principales dirigentes han sido reconocidas históricamente tanto por su calidad de feministas pioneras como por sus trayectorias en el ámbito político e intelectual, destacando, entre otras, Elena Caffarena, Olga Poblete, Marta Vergara y Graciela Mandujano.
Entre las particularidades más relevantes del MEMCH y de otras organizaciones feministas de la época, se cuenta la capacidad que tuvo la organización para desarrollar un activismo provincial que permitió expandir sus ideales y proyectos en una época de fuerte centralismo político.
La alta movilización femenina que el MEMCH expresó en la edición del periódico que la organización editaba, La Mujer Nueva, junto con estimular campañas por derechos sociales y políticos igualitarios entre hombres y mujeres, también concentró sus esfuerzos en denunciar las deterioradas condiciones en que vivían las familias pobres urbanas, particularmente mujeres y niños, e impulsó un movimiento social en torno a demandas pacifistas.
Su rechazo al fascismo como ideología política y la cercanía ideológica de sus integrantes a la izquierda chilena, en particular al Partido Comunista, vinculó estrechamente al MEMCH y el Frente Popular. Dicha relación no estuvo exenta de problemas. Con el fin de debilitar al movimiento, las críticas a un feminismo burgués que postergaba la lucha por las reivindicaciones de la clase obrera y la difamación pública de la vida privada de algunas memchistas se convirtieron en prácticas frecuentes. Aquellos ataques no lograron que las feministas perdieran su independencia política y su capacidad crítica frente al poder gubernamental y los partidos políticos. Sin embargo, el surgimiento de un fuerte anticomunismo en la alianza gubernamental después de 1947, que afectó a las memchistas más moderadas, tensó significativamente las relaciones entre ambos conglomerados distanciando a las mujeres que ejercían doble militancia, el MEMCH y el Partido Comunista, de las feministas no militantes. Luego de obtener un gran triunfo, el sufragio femenino universal en 1949, el MEMCH sobrevivió a la persecución de sus militantes comunistas y al acoso estatal de sus actividades públicas. En adelante, el MEMCH se involucró en campañas de protección a la infancia y de orden pacifista, hasta 1953, año en que se anunció su disolución.
http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3611.html



Las Mujeres del Memch presentes en la Huelga Feminista del 8 de Marzo
Nuestras raíces se remontan a los años 30 cuando un grupo de avanzadas chilenas se organizan en al MEMCH para luchar por la igualdad de derechos de las mujeres. El MEMCH permaneció activo durante dieciocho años y jugó un protagónico papel en las luchas que libraron las mujeres de esa época. Su organización se extendió a lo largo de todo el país y sus acciones fueron decisivas para lograr finalmente en 1947 el derecho a voto para la mujer. Con el paso del tiempo muchas de las dirigentes del MEMCH se fueron integrando a otros espacios políticos y esta importante organización se fue paulatinamente extinguiendo, dejando para las nuevas generaciones de mujeres, un valioso legado de experiencia y desafíos que hasta hoy continúan vigentes
https://memch.cl/



MEMCH: "¡Por la defensa de la mujer y en contra de todos sus flagelos!"
A partir de la documentación resguardada por el Archivo Mujeres y Géneros del Archivo Nacional Histórico, es posible reconocer los hitos principales que marcan los primeros años del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH).

"¿Qué será de mi hijo? Es la pregunta angustiosa que dirigen a sí mismas todas las madres proletarias de este país". 
El 11 de mayo de 1935 es fundado el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) convocado por Elena Caffarena, Marta Vergara, Graciela Mandujano, entre otras. Con un espíritu pluralista, su programa apuntaba a la emancipación jurídica, económica y biológica de las mujeres. Estos objetivos eran discutidos en concentraciones y congresos que reunían a mujeres de diversas zonas del país organizadas en numerosos comités locales.

En entrevista realizada por Diamela Eltit (2003) a Elena Caffarena, ella señala sobre el contexto de conformación del MEMCH que: "Las instituciones se forman no porque un grupo de mujeres se reúnan. Tienen que confluir una serie de factores: económicos, políticos y sociales que son los que hacen emerger a las instituciones y que además las hacen duraderas".
La propuesta del MEMCH involucraba aspectos más amplios de emancipación que el que comunmente es destacado: el voto femenino. Este movimiento enunciaba desde sus inicios la necesidad de ampliar los derechos de las mujeres, planteando algunas demandas que se resolvieron durante el período, como la incorporación del régimen de separación de bienes en el matrimonio que ocurre luego en 1943 y otras que permanecieron bastantes años sin respuesta. Algunas de éstas últimas, fueron la diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos que recién en 1998 dejó de existir en Chile, y el divorcio, incorporado en la nueva Ley de Matrimonio Civil de 2004.
La emancipación biológica fue por ellas definida como la liberación de la mujer con respecto a la maternidad obligada, instalando la discusión sobre métodos anticonceptivos y la reglamentación del aborto clandestino. Cabe señalar que durante el período de existencia del MEMCH el aborto terapéutico ya había sido legalizado en 1931, siendo nuevamente prohibido, después de 58 años de aplicación, en 1989. Este punto del programa causó desde sus inicios controversias y posturas contrapuestas.
Desde sectores más conservadores se advertía a las mujeres sobre los ideales del MEMCH, tal como lo señala la carta enviada el 7 de septiembre de 1935 a El Mercurio por la Acción Nacional de Mujeres de Chile, que buscaba marcar distancia con respecto a éstas, calificándolas de comunistas que "atentan abiertamente a la constitución de la familia y que propician métodos llamados de emancipación biológica que van no sólo contra los más elementales conceptos de moral, sino contra las leyes misma de la naturaleza", declarando que lo anterior serían "aberraciones, productos de cerebros enfermizos o desquiciados, y cumple con la obligación de poner en guardia a sus adherentes y simpatizantes".
Frente a ello, la respuesta de Elena Caffarena, el 5 de octubre del mismo año, señalaba: "Se nos tilda de tener un programa que contiene puntos que atentan contra la constitución de la familia. A esto contestamos: Nuestro programa contempla la defensa más amplia que jamás se haya propiciado en el país de los derechos familiares, es decir, de la madre, y de los hijos".
En este sentido, es posible observar en el discurso del MEMCH la directa vinculación entre la lucha por los derechos de las mujeres, la maternidad y la defensa de la niñez. Múltiples infancias son por ellas observadas, no clamando sólo por la protección de niñas y niños de madres obreras sino por el estado general de las tuiciones, pensiones y las determinaciones de paternidad.
Con respecto a la emancipación económica, el MEMCH abogaba por mejores condiciones laborales para las mujeres, exigiendo igualdad de sueldos, el acatamiento de las legislaciones sociales, y la incorporación de las mujeres en cargos y servicios en el que estaban vetadas. Las memchistas promovieron diferentes políticas de integración rechazando toda medida que apuntara a su segregación, tal como ocurrió con la manifestación del MEMCH ante un proyecto de Ley que 1939 indicaba que sólo mujeres solteras y viudas podían trabajar en oficinas de Correos y Telégrafos, con un límite de vacantes para éstas.
Desde una visión integral incorporaban además la necesidad de una vivienda "sana y barata", la lucha por la carestía y la legislación sobre problemas sociales, como el alcoholismo. Sumado a lo anterior, ponían también en juicio el sistema penitenciario femenino, en donde denunciaban condiciones desiguales y los métodos de castigos que se utilizaban al interior de la Casa Correccional de Mujeres.

Pensar más allá de los limites nacionales
Sumado a lo anterior, el MEMCH tiene una postura activa con respecto a la realidad internacional, específicamente con lo que ocurría durante este período en España y Alemania, declarando en su Programa su oposición al fascismo que "tiende a privar a la mujer de sus más elementales derechos adquiridos, considerándola solamente apta para desempeñar las ocupaciones domésticas" y a la guerra "por ser una crueldad inhumana y que sirve tan sólo para proteger los intereses comerciales".
Las mujeres memchistas realizaron múltiples acciones con el fin de reunir dinero y alimentos para las víctimas de la Guerra Civil Española. En la campaña "Pro ayuda a la infancia española", en septiembre de 1938, el balance arrojaba un aporte de $1.834.05, realizado por los comités locales del MEMCH en Santiago, Rancagua, Los Ángeles, Corral, Valdivia y San Antonio.
Asimismo, el 19 de Noviembre de 1938, una comisión del MEMCH entregó una carta al Embajador de Alemania en Chile, planteando su total reprobación a la persecución nazi a la población judía. Elena Caffarena, señala:
"Es posible que esta protesta no tenga para Ud. ningún significado; es posible que vaya a dar, rota en cuatro pedazos, a su canasto de papeles; es posible que en un gesto de amor propio herido nos la devuelva; es posible también que lamente que no nos encontremos en su patria para aplicarnos los procedimientos que se emplea con los judíos y con los que no comulgan con el régimen, pero es necesario que Ud. sepa que han provocado la indignación de las mujeres de esta tierra".
Paralelo a lo anterior, también son partícipes de las discusiones sobre los derechos de las mujeres en América. Graciela Mandujano, asistió en representación del MEMCH a la VIII Conferencia Panamericana de Lima, en el Comité Interamericano de Mujeres. Manteniendo un vínculo cercano con la Unión Argentina de Mujeres, con el Comité Mundial de Mujeres Antifascistas, y el Comité Relacionador de Organizaciones Femeninas Americanas
https://www.genero.patrimoniocultural.gob.cl/651/w3-article-72894.html?_noredirect=1


Uno de los primeros documentos a considerar, y que explica a cabalidad de qué se trata el MEMCH, es el texto titulado “A las mujeres” y que contiene sus objetivos. Fue redactado el 28 de mayo de 1935 y firmado por la Secretaria General -Elena Caffarena- y por María Antonieta Garafulic, Pro-Secretaria.
Los puntos a destacar de este documento de dos planas son los siguientes:
1. El MEMCH se justifica como organización femenina después de que el desarrollo industrial le dio cabida a la acción de mujeres en el espacio público. Entiéndase por ello obtener un salario y mantener un hogar que previamente era sostenido por varones.
2. Por emancipación se refieren a la dotación de “[...] legislación o ayuda especial que les permita ejercer sus deberes y derechos”, puesto que en 1935 no cuentan con “[...] igualdad en la retribución del trabajo, ni posibilidad de hacer efectivas sus decisiones ante ninguno de los problemas que le atañen”.
3. Del punto b se desprenden entonces las esferas: “[...] económica, biológica jurídica y social”.
a. Para la economía se discute la equidad de salario, los cargos de los que están excluidas y las consecuencias de que no exista igualdad en el campo laboral.
b. En lo que a biología concierne velarán por los derechos reproductivos de la
mujer: “Situación cuyo desenlace es hoy, el aborto clandestino con todo su cortejo de enfermedades; o la muerte del nuevo ser por la miseria, desnutrición o abandono involuntario y forzado. La mujer tiene derecho a la maternidad consciente, o sea solamente voluntaria”.
c. Por su parte, lo jurídico tiene que ver con “[...] derechos civiles y políticos, por la igualdad de los hijos legítimos e ilegítimos, por el divorcio, por la investigación de la paternidad y por la Dictación de un Código del Nilo basado en los preceptos científicos y sociales modernos” (1).
d. Todas estas preocupaciones se engloban en un compromiso total y social por la mujer, sin diferenciación de clase.
4. A diferencia de otras organizaciones femeninas, el MEMCH tiene como objetivo evitar la disgregación de sus integrantes, provocando de esa manera cambios efectivos en la sociedad: “No pretendemos tampoco ser una central, ni una fuerza superior a otras: relacionemos, animemos y serviremos así la obra ya comenzada”.
5. No pertenecen a ningún partido político: “Si nuestros fines son generosos empecemos por serlo en la forma de nuestro trabajo, alejando de él toda ambición personal o partidista. Trabajemos tan sólo por un orden nuevo en el que al desaparecer el dolor de la mujer, ya no pueda ser pretexto de mezquinas especulaciones ni justificativo de humillante caridad”.
El MEMCH se lanza dentro del campo de poder con este mensaje trasgresor que, creemos, no conlleva la expulsión de ninguno de sus miembros por una razón bastante simple: quienes lo dirigían debían pertenecer como mínimo a la clase media y tener alguna profesión. En la práctica, el Movimiento fue formado por un grueso obrero y contó con la colaboración de partidos políticos que abogaban por las clases populares, no obstante y como se explicita en una carta de 1936 dirigida a Felisa Neyssen de Rojo:
Se trata de la señora Ofelia vda. de Vergara. Así a primera vista me pareció bien y si hubiera seguido mi impulso la hubiera hecho integrar al secretariado provisorio. Pero la señora Montt me pidió que no lo hiciera, agregándome que se trataba de una persona mal mirada en el pueblo y que su nombre alejaría a mucha gente. Yo que desconocía totalmente el ambiente accedí a esta imposición. Sin embargo, me quedé con una espina, algo así como el presentimiento de haber cometido una injusticia. Yo le ruego encarecidamente me de su opinión sobre esto. Si Ud. cree que la señora Montt tenía razón y esa señora no merece nuestra estimación, no tendré el cargo de conciencia y si, por el contrario, Ud. cree que he cometido una injusticia estoy dispuesta a escribirla y excusarme.
El perfil de la mujer del MEMCH –que lidere el comité– debe ser “una profesional y, en todo caso, del sector llamado intelectual.”
Otro ejemplo del mismo requisito está en una carta dirigida a la secretaria general del MEMCH en Valparaíso, Alda de Barella, el 26 de diciembre de 1936, con respecto a la inclusión del grupo generado en Viña del Mar:
Tengo la impresión de que se trata de un Comité netamente obrero y que, por lo tanto, no puede las finalidades que perseguimos de unir a mujeres de todas las clases sociales y de todas ideas políticas. Creo que la situación podría solucionarse dejando al Comité como un sub-comité de barrio y tratando de organizar en Viña el Comité Central con elementos intelectuales y de la burguesía. Naturalmente que todo esto habrá que hacerlo con mucho tino en forma que las compañeras no se sientan sub-estimadas y siempre que Ud. […] lo estime necesario, como sería el caso de ser imposible el volcar al Comité ya formado elementos intelectuales y de la burguesía. Le ruego prestar atención a este asunto que estimo delicado y de gran importancia.
Caffarena no sólo es consciente de que la formación del MEMCH es piramidal (burguesía e intelectuales a la cabeza, seguida por profesionales jóvenes y con obreras en la base), sino que además se cuida de adoctrinar bien al sector obrero, el cual se muestra siempre como mal preparado y carente de dirección, al no poseer estudios.
Este aspecto genera un contrapunto interesante con la perspectiva que Labarca dibuja en Feminismo Contemporáneo (1947), cuando describe la historia del feminismo como una que se forma a principios del siglo XIX y comienzos del XX con las obreras al principio y las mujeres pertenecientes a la burguesía y el campo intelectual después: “Lentamente, fue formándose, al lado de las obreras, una nueva clase de trabajadoras intelectuales que reforzaban las huestes feministas”.
Decimos que las obreras formaron primero el movimiento feminista porque, históricamente, puestos laborales como el de lavandera, costurera o empleada doméstica fueron desarrollados con anterioridad. Cuando surgieron las primeras abogadas y médicos ya existían estas otras formas de subsistir, por lo que resulta interesante ver cómo Caffarena no reconoce en aquello un grado de importancia, sino que más bien no puede evitar salir de su habitus, a pesar de que en la proclama del Movimiento se sugiere que no habrá distinciones.
Por otro lado, las obreras del MEMCH pertenecían en su mayoría a partidos políticos como el Frente Popular o el Comunista, por lo que Caffarena buscaba mantener el foco no en la posible intervención de un ideal político en particular, sino en la superación de aquellas diferencias políticas con el bien común de la mujer como meta. Un deseo utópico a lo menos.
Entre los colectivos/partidos que participaron en conjunto con el MEMCH existe una tendencia hacia agrupaciones de izquierda, con nombres como el Partido Nacional de Mujeres, el Frente Popular (con su subsección Frente Popular Femenino), el Centro Ferroviario de Temuco, la Unión Femenina de Valparaíso, la Unión de Profesores, la Agrupación Gremial de Empleados de Chile, el Partido Radical Femenino, el Partido Cívico Femenino, el Congreso de Unidad Sindical y la Federación de Mujeres Izquierdistas, entre otros.
De todas maneras, la forma en la que el MEMCH se organizaba necesitaba dirigentes fueran obreras o miembros de la clase media. Esto porque tenía subcomités regionales que gozaban de cierta autonomía en sus funciones, pero que debían reportarse a la central cada cierto tiempo enviando las ganancias por la venta de Mujer Nueva (20 centavos cada boletín) y, en más de un caso estas misivas iban como solicitud de materiales de lectura, insignias y programas.
Algunos de los comités y subcomités estaban en Ovalle, Mulchén, Valparaíso, Viña del Mar, La Serena, Puerto Montt, Tocopilla, Valdivia, Concepción, Angol y Atacama, por mencionar algunos. Cada uno de ellos tenía una variedad de secciones, repartidas entre las participantes, como ejemplo se registran (en carta de 1936) la sección jurídica, médica, de lucha social, de educación, organización y prensa, además de asistencia social y finanzas.
A grandes rasgos, el MEMCH y sus respectivas sedes formaban un microcosmos que reproducía las condiciones de vida de cualquier ciudadano varón y chileno. Hasta el momento, el mayor beneficio les permitía a las mujeres acceder a la educación básica y superior, pero la visión cívica las seguía considerando como “propiedad” del marido/hermano/padre, al igual que su patrimonio.
Quien está plenamente consciente de ello es Elena Caffarena, tanto así que en 1944 publicará un libro titulado Capacidad de la mujer casada con relación a sus bienes, donde explica a bajo el título “Advertencia”:
La gran mayoría de las mujeres casadas vive bajo el régimen de comunidad o sociedad conyugal, lo cual significa que no tienen capacidad para ejecutar acto alguno con relación a sus bienes, salvo los que han adquirido con su trabajo personal durante el matrimonio, situación esta última que por tratarse de casos de excepción -dentro de lo que es normal para la ley-, impone a la mujer tales engorros para acreditarla, que en la práctica es bien poco el beneficio que reporta.
Para las autoras del libro Queremos votar en las próximas elecciones (2007), el MEMCH fue “[...] la primera agrupación femenil político-reivindicatoria que logró organización, masividad y continuidad en el devenir histórico”. También fue la primera organización en incursionar en las reivindicaciones sexuales de las mujeres, puesto que en su declaración de principios no solo mencionan el control del embarazo sino otros problemas como el aborto clandestino, tema tabú para la época. Además, contaron con una fuerte presencia pública al estar “[...] en las calles en movilizaciones por el voto político, contra la carestía de las subsistencias, por el Día Internacional de la Mujer convocado por esta institución en 1936. Contra la firma del pacto militar entre el gobierno de Chile y el de Estados Unidos, contra el envío de tropas chilenas ‘voluntarias’ a la guerra de Corea, por las libertades políticas y por el término de las relegaciones.
A pesar de que más arriba se dejó establecido que el MEMCH necesitaba dirigentes que pertenecieran a la burguesía o a la clase media intelectual, esto no implicó el desprecio por el grueso obrero que lo conformaba, sino todo lo contrario puesto que “[...] desarrollaron una labor educativa, abriendo escuelas para obreras, entregando capacitación laboral, instalando policlínicos y consultorios jurídicos”.
Igualmente, sostienen la tendencia izquierdista del Movimiento, sustentada por una coyuntura política en la que “[...] se encontraba el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma [y por otro lado] comenzaban a surgir las iniciativas para conformar un amplio Frente Popular capaz de vencer electoralmente a la clase dominante”, provocando que en 1936 el Frente se convirtiera en una “alianza multipartidaria que unió a sectores desafectos de la clase alta, a la mayoría de los sectores medios y al movimiento obrero organizado”. Con una base similar, el Movimiento “[...] recogió ampliamente sus postulados, transformándose tácitamente en el brazo femenil de la coalición, aunque procuró mantener su autonomía”.
Finalmente, las autoras proponen tres teorías en base a las cuales el MEMCH habría decaído. La primera tiene que ver con divergencias internas entre dos grupos: uno que buscaba transformar la organización en el “principal referente de las mujeres obreras”, y otro que quería mantener la “apertura” que habían tenido hasta ese entonces. La segunda tesis propone la solidarización problemática que tuvo el MEMCH con el Partido Comunista en 1948, año en el que se promulgó la ley que volvió ilegal dicho partido: “Las mujeres del MEMCH, en forma consecuente con sus postulados, se manifestaron contrarias a la exclusión política, lo cual significó su separación de la FECHIF y la consolidación de su imagen, ante el gobierno, como organismo aliado al Partido Comunista”. Finalmente, la tercera hipótesis sostiene que una vez obtenido el voto político cada integrante migró hacia sus respectivos partidos políticos, quedando relegado el Movimiento.
En el párrafo anterior se mencionó a la FECHIF, conocida como Federación Chilena de Instituciones Femeninas, resultado y consecuencia del primer Congreso Nacional de Mujeres en 1944. Dicha organización también persiguió la obtención de derechos políticos para las mujeres y a ella también se integró el MEMCH. Su presidenta era Amanda Labarca y sus integrantes se dedicaron en gran medida a trabajar en pos de la obtención del voto político, realizando incluso campaña directa hacia el Congreso Nacional. Básicamente, funcionó –según Julieta Kirkwood125– como un movimiento aunador de todas las instituciones femeninas y de mujeres.
Para Kirkwood, el MEMCH fue una iniciativa de mujeres de izquierda que, fuera de los Centros Belén de Zárraga, había incursionado en el terreno de la moral y la sexualidad. Su particularidad radica en que sus integrantes “[...] logran un equilibrio entre sentirse feministas, sin olvidar las causas estructurales que originan las desigualdades, y luchar por los cambios sociales, sin olvidar que eran feministas.” Y añade: “El propósito clave era sacar a la mujer de la casa para conectarla al mundo y sus problemas, entre los cuales era considerado importante lo concerniente a su propia condición”.
Una vez más, la propuesta del Movimiento se mantiene firme por estar cobijada no solo por agentes de las clases altas y en cargos profesionales, sino también por partidos políticos que, dentro de sus propuestas, tenían la consigna de establecer y legislar la participación pública y cívica de la mujer. El Frente Popular y otros vieron en la mujer un elemento a favor, especialmente cuando la discusión acerca de la obtención del voto estuvo en boga: si las mujeres podían votar, entonces podían votar por un partido y hacer campaña, sumando números.
Kirkwood menciona que “El advenimiento del Frente Popular, cuyo triunfo y campaña apoyan, declara mantener su apoyo al gobierno a fin de que éste realice el programa del Frente Popular que, para las mujeres, significará la participación como ciudadanas en la vida política nacional (1938.
Eso sí, dicho discurso dará un giro una vez obtenido el voto ya que, independiente del lado desde el cual se hable, la mujer será la responsable de la debacle electoral, puesto que nunca se la preparó “correctamente” para dicha función cívica.
Kirkwood también plantea un supuesto que puede aplicarse tanto para las mujeres chilenas como para Acuña (ya que Lyra y González tenían asumida y publicada su pertenencia al Partido Comunista), y que tiene que ver con las estrategias de las que hemos venido hablando hasta aquí:
En todo el período nos encontramos con una relación ambigua con la política de parte de quienes constituyen la izquierda y la derecha: todos la niegan, todos quieren representar algo -sectores, reivindicaciones- al margen de los partidos. De ahí también la posición enormemente contradictoria de las mujeres con la política y, por lo mismo, con los partidos. No hay una legitimidad social pública del derecho a realizar la política responsablemente.
Más adelante veremos en las luchas que realizan tanto chilenas como costarricenses por obtener dicha legitimidad, puesto que a pesar de que existen movimientos, organizaciones y partidos que consideran la participación cívica y política de la mujer como un derecho, la cuestión no dejó de ser simplemente un enunciado. El campo de poder toleró dichos discursos hasta el momento en el que el enunciado mutó en prácticas, y allí es donde cabe esa ambigüedad, entendida en parte como una estrategia y en parte como una respuesta normal al habitus. En la primera categoría (estrategia) las agentes echan mano a todo su capital, de manera que no fracture los límites del campo sino que los expanda lo máximo posible.
Fuente: http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/132349/Discursos-criticos-de-mujeres-intelectuales-chilenas-y-costarricenses-1920-1950.pdf


"IGUALDAD 0 PROTECCIÓN"
"... De los dos caminos que se le presentan a la mujer para fijar su posición en el trabajo, que son el de la protección y el de la igualdad, desgraciadamente, parece el primero, a menudo más beneficioso; precisa mirar a fondo para ver sus funestas consecuencias. No todos están convencidos de que los protectorados son siempre creaciones ficticias para mantener privilegios en beneficio del protector, ni se han detenido a hacer un balance de lo que han pagado por su debilidad. La actitud igualitaria, no sólo es difícil, porque va contra las ideas establecidas durante siglos respecto a la capacidad intelectual y física del sexo femenino, sino también porque hay que luchar la mayoría de las veces contra los propios compañeros de trabajo y porque precisa llevarla lucha con gran criterio social y habilidad para no perjudicar con ella a los trabajadores en general."
"Por espíritu de abuso, indiferencia o inercia para cambiar la sociedad mantiene todavía notoriamente el criterio de que el trabajo de la mujer es algo accidental, semiclandestino, que se acepta un tanto por complacencia para permitirle que "ella se ayude a hacer sus gastos". Continúa viendo en la maternidad y en el hogar, la función social determinante..."
Marta Vergara, "Equivocaciones femeninas", 1936






Algunas de las destacadas mujeres de MEMCHILE "Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile" fueron:

Marta Vergara (1898-1995)
Fue una de las pioneras del feminismo en Chile, además de escritora y corresponsal. Marta Vergara siempre parecía ir contra la corriente de lo esperado para una mujer de sociedad de la época.
Nació en Valparaíso, en una familia adinerada que lo perdió todo con el terremoto de 1906. Su padre quedó empobrecido y su madre murió; Marta y sus hermanas vivieron  cada vez en peor situación. A fines de los años 20, Marta ahorró y compró un pasaje a Francia: pensaba que en Europa podía trabajar fregando pisos o como criada.
El destino fue otro: desde París la joven consiguió un trabajo de corresponsal con El Mercurio de Chile. Además comenzó a moverse en círculos intelectuales, y a través de sus contactos fue recomendada para representar a Chile en La Haya, en una innovadora conferencia sobre la situación de la mujer. Fue el comienzo de un largo camino en el feminismo.
En los años treinta volvió a su país, donde en 1935 se unió a Olga Poblete y Elena Caffarena en la creación del MEMCh, el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer. Marta Vergara editaba el boletín de la organización, llamado La mujer nueva.
Un par de años después Vergara, que era comunista, decidió que la lucha de género estaba por encima de la lucha de clase y dejó el partido y el MEMCh. Ella había enviudado de un marido alcohólico, y luego se casó con un hombre nueve años mejor, también comunista, y judío, lo que era casi un escándalo para la época. A Marta no le importó y junto a su esposo Marcos Chamúdez partió a Estados Unidos, donde debieron separarse porque encontraron trabajo en distintas ciudades.
Eventualmente la pareja se asentó entre Nueva York y Washington; en esta última ciudad Marta Vergara, quien había retomado su trabajo como corresponsal para la prensa chilena, se puso a trabajar en la Comisión Interamericana de Mujeres; allí ella presentó, entre otros, el reporte de 1949 donde recomienda a todos los Estados de la OEA a comprometerse con la equidad de género.
Marta Vergara y su marido regresaron luego a Chile. Ella publicó en 1962 su autobiografía, “Memorias de una mujer irreverente”, la que ha sido reeditada en tres ocasiones.
https://mujeresbacanas.com/marta-vergara-1898-1995/


Graciela Mandujano (1902-1984)
Fue defensora de los derechos sociales, políticos y económicos de la mujer y una de las impulsoras del voto femenino en Chile. Graciela Mandujano dedicó su vida a la lucha emancipadora de las mujeres.
Junto a Elena Caffarena y Marta Vergara, entre otras, conformó el grupo de feministas que lideró el Movimiento Pro- Emancipación de las Mujeres de Chile, más conocido como MEMCH. Durante 1944 a 1945 fue Secretaria General de esa organización que, además de su destacada lucha feminista, se comprometió con el cambio social de la clase trabajadora en el Chile de la primera mitad del siglo XX.
Previo a su incorporación en el MEMCH, en 1922, fundó e integró el Partido Cívico Femenino, el primer partido feminista de Chile. El mismo año de la fundación, y bajo su alero, nace la Revista Acción Femenina en la que se difundieron los ideales de emancipación política, cultural y social de la mujer y que fue dirigida por Mandujano entre 1922 y 1923.
En representación del MEMCH asistió a la VIII Conferencia Panamericana de Lima, en el Comité Interamericano de Mujeres, donde se discutió sobre los derechos de las mujeres en América y creó vínculos con distintas organizaciones feministas de la región.
En 1944 participó en el Primer Congreso Nacional de Mujeres en Santiago y, tras el encuentro, se creó la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (FECHIF), de la que fue Secretaria de Asuntos Internacionales.
Graciela Mandujano fue de esa generación de mujeres de la primera mitad del siglo XX que, junto a sus compañeras, alentó la lucha feminista y que finalmente en 1949 logró el derecho amplio a voto para las mujeres chilenas.
https://mujeresbacanas.com/graciela-mandujano-1902-1984/


ELENA CAFFARENA (1903-2003)
Defensora de los derechos políticos de las mujeres, especialmente en la lucha por el derecho a voto.
Elena Caffarena nació en Iquique el 23 de marzo de 1903. Cursó la Educación Secundaria en el Liceo N° 4 de Santiago. Ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y en 1926 se tituló de abogada con distinción máxima, convirtiéndose en una de las primeras 15 profesionales del derecho de la República. En 1929 se casó con el abogado Jorge Jiles, con quien tuvo tres hijos. Fue fundadora del Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena (Memch), de la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (Fechif) y de la Fundación de Protección de la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (Pidee). Además, escribió sobre la situación de la mujer bajo el régimen matrimonial, y su derecho a pensión alimenticia al abandonar el hogar, entre otros temas. Murió el 19 de julio de 2003, a los cien años de edad.
En su actuar público, Caffarena se convirtió en una abogada destacada, líder feminista y defensora de los derechos humanos. Hoy es recordada como una de las figuras más relevantes en la lucha por el voto femenino en Chile. A inicios del siglo XX, la situación de las mujeres era sumamente desventajosa en la vida política, económica y cultural del país, con respecto a la población masculina. No obstante, desde 1877 el Decreto Amunátegui permitió a las mujeres el ingreso a la universidad. Esto les permitió acceder a niveles de formación más altos, lo que favoreció una intensificación de la lucha feminista por la igualdad de derechos legales entre hombres y mujeres. Fue en la universidad donde Caffarena tomó conciencia de la inferioridad de la mujer frente a la ley, razón por la cual decidió comprometerse con el movimiento feminista que comenzaba a gestarse.
En 1935, Elena Caffarena formó parte del movimiento fundador del Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena (Memch), y asumió la secretaría general de esta organización, cargo en el que se mantuvo hasta el año 1941. El Memch se constituyó, durante las décadas del 30 y 40, como el principal referente en la lucha por el voto femenino. Así, llevó adelante una importante labor de difusión mediante concentraciones masivas, actos públicos y la edición de la revista La Mujer Nueva, que denunció la discriminación permanente que enfrentaban las mujeres en el espacio público. El Memch desarrolló principalmente una labor reivindicativa, desmarcándose del movimiento femenino acostumbrado a solicitar “concesiones”. El año 1944, la organización se hizo parte en la fundación de la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (Fechif), que estableció la Comisión de Defensa de la Mujer, dedicada a atender denuncias de mujeres que fueran vulneradas en sus derechos laborales.
El día 8 de enero de 1949, durante el gobierno de Gabriel González Videla, se firmó el proyecto de ley Nº 9.292, que concedió derechos políticos plenos a las mujeres de nuestro país, en un acto público celebrado en el Teatro Municipal de Santiago. Irónicamente, Elena Caffarena no fue invitada a dicho acto. El año anterior había sido aprobada la Ley Nº 8.987 de Defensa Permanente de la Democracia, que eliminaba de los Registros Electorales a todos los miembros del Partido Comunista. Si bien Caffarena no militaba en ningún partido, sí lo hacía su marido, y ella había emprendido su defensa junto a la de otras víctimas de relegación y privación de sus derechos ciudadanos.
Caffarena protestó públicamente enviando una carta titulada “Defender personalmente la causa”, en la que rechazaba la “Ley maldita” pues esta mancillaba la democracia. La incesante lucha de Elena Caffarena por los derechos humanos no concluyó con la obtención del sufragio femenino. Sus intereses también atendían a otras cuestiones de orden general, y en 1979 creó la Fundación de Protección de la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (Pidee), destinada a ayudar a niños, niñas o familiares de víctimas de violaciones a los derechos humanos. Hasta sus últimos años, si bien se mantenía alejada de la coyuntura política a causa de su avanzada edad, Elena Caffarena continuó siendo un referente para el movimiento feminista chileno y latinoamericano, y conservó su visión acerca de la emancipación de la mujer, que fue un ejemplo para la sociedad del siglo XX.
https://defensoresydefensoras.indh.cl/defensores-as-en-la-historia/derecho-a-voto/elena-caffarena/


Aída Parada Hernández (1903-1983)
Fue una educadora y feminista chilena, una de las fundadoras del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) y la primera delegada chilena en la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos.
Aída Parada Hernández nació en Linares, Chile, en octubre de 1903, hija de Juan Parada y Margarita Hernández. Completó su educación primaria y secundaria en Linares y luego asistió a la Escuela Normal de Talca entre 1919 y 1924, obteniendo su título de enseñanza.​ Fundó una escuela en Linares para la educación de adultos.​ Después de estudiar una maestría de la Escuela Normal de Talca, impartió clases en la misma institución durante tres años.​ En 1930 recibió una beca para estudiar en la Universidad de Columbia en Manhattan y completó una Licenciatura en Ciencias y una Maestría en Artes antes de regresar a su hogar en Chile.
Después de la fundación de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) en 1928, sus integrantes decidieron reunirse cada dos años, además de las conferencias panamericanas programadas para fomentar la unidad y la continuidad. La primera reunión se celebró en La Habana en 1930.​ Las delegadas a integrar la primera reunión serían: Flora de Oliveira Lima (Brasil), Aída Parada (Chile), Lidia Fernández (Costa Rica), Elena Mederos de González (Cuba), Gloria Moya de Jiménez (República Dominicana), Irene de Peyré (Guatemala), Margarita Robles de Mendoza (México), Juanita Molina de Fromen (Nicaragua), Clara González (Panamá), Teresa Obregoso de Prevost (Perú) y Doris Stevens (EE. UU.).​ Como la mayor parte de los gobiernos no proporcionaron fondos para su asistencia, solo participaron las representantes de Cuba, República Dominicana, Nicaragua, Panamá y los Estados Unidos.​ También estuvieron allí Alicia Ricode de Herrera (Colombia), Fernand Dennis (Haití), el Salvador por poder y Cecilia Herrera de Olavarría (Venezuela).​
Un grupo de mujeres, que al igual que Parada había estudiado en el extranjero, se reunió en 1935 y fundó el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH).​ Entre las fundadoras estaban Elena Caffarena, Flora Heredia, Evangelina Matte, Graciela Mandujano, Aída Parada, Olga Poblete, María Ramírez, Eulogia Román, Marta Vergara y Clara Williams de Yunge. Sus objetivos eran abordar los prejuicios sociales que restringían la igualdad de las mujeres en el mercado laboral​ e introducir la voz femenina en la política nacional sobre asuntos relacionados con la biología, la economía, la justicia y los derechos políticos de las mujeres.​ Entre 1935 y 1952, fue una de las principales feministas que trabajaba con el MEMCH y representó a Chile en reuniones y conferencias internacionales.​
Enseñaba en el Instituto Pedagógico (actualmente Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación), en la Facultad de Filosofía y Educación, cuando fue nombrada profesora del Departamento de Evaluación Técnica en la Universidad de Chile en 1947. Estuvo brevemente casada con León Chamúdez en 1948, pero se separaron alrededor de un año después. Continuó enseñando hasta su retiro en junio de 1973.
Parada murió en Santiago de Chile el 16 de octubre de 1983.
https://es.wikipedia.org/wiki/A%C3%ADda_Parada


Olga Poblete (1908-1999)
Era hija de madre soltera, quien logró educarla mientras trabajaba de costurera. Como una forma de rendir honores a los esfuerzos de su madre, Olga Poblete fue buena alumna y decidió convertirse en profesora. Sus aportes a la educación nacional fueron enormes, lo mismo que su legado como una importante activista del feminismo del siglo XX en Chile.
Nació en Tacna, que en ese entonces seguía bajo el control chileno. Tras unos años se mudó junto a su madre a Santiago, donde estudió en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y se convirtió en profesora de Historia, Geografía e Instrucción Cívica en 1928.
Tras hacer clases en un par de instituciones, asumió la dirección del Departamento de Ciencias Sociales del Liceo Experimental Manuel de Salas, creado en 1932 y cuya primera directora fue Amanda Labarca. Una institución que se fue transformando en un centro de cambios de la educación, con cursos secundarios mixtos y novedades como consejos de curso o centros de alumnos.
En 1938 Olga Poblete fue invitada a participar en el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH), creado hace pocos años por pioneras del feminismo chileno como Elena Caffarena, Graciela Mandujano y Marta Vergara, entre otras. Olga fue una miembro muy activa de la organización, que no solo abogaba por el derecho a voto femenino —que se consiguió en Chile en 1949—, sino también por los derechos de las mujeres sobre su cuerpo, por el divorcio y por más inclusión en el mundo social y político chileno.
Olga, quien se casó y tuvo dos hijos, en 1945 ganó una beca y partió por unos meses a la Universidad de Columbia, en Estados Unidos. Llegó cuando Hiroshima y Nagasaki aún ardían en la conciencia estadounidense y volvió a Chile convertida en una antiimperialista y una incansable trabajadora por la paz. En los años siguientes fue activa participante y organizadora de encuentros por la lucha pacifista y en 1962 recibió el Premio Lenin de la Paz, el equivalente al Nobel que otorgaba anualmente la Unión Soviética.
Durante la dictadura en Chile, Poblete, ya mayor, no se quiso quedar de brazos cruzados: organizó canastas de alimentos para ayudar a niños y jóvenes. Junto a Elena Caffarena, se reunieron con jóvenes mujeres y les contaron de la lucha que habían dado hace décadas. En ese encuentro generacional nació el MEMCH 83, una resurrección de la organización feminista, ahora centrada en la oposición a la dictadura.
En 1990 Olga Poblete publicó La guerra, la paz, los pueblos, su último ensayo.
https://mujeresbacanas.com/olga-poblete/


Amiga, Amigo:

Quise agregar más mujeres destacadas del MEMCH a la precedente lista de cinco de ellas pero fue lo que Google me permitió encontrar sin tener más detallada información de otras cinco líderes destacadas. Pienso que debilitó al Movimiento el no respetar su fundamento de nada sobre ideología política y que dos de las líderes obreras no acataran ayudando con ello al hecho que donde la política se mete lo empaña...
y así sucedió.

Conviene recordar para el futuro que tanto olvida lo fundamental del pasado que MEMCH logró en cuanta a la justa igualdad fe género entre obtuvo:

Con respecto a la emancipación económica, el MEMCH abogaba por mejores condiciones laborales para las mujeres, exigiendo igualdad de sueldos, el acatamiento de las legislaciones sociales, y la incorporación de las mujeres en cargos y servicios en el que estaban vetadas. Las memchistas promovieron diferentes políticas de integración rechazando toda medida que apuntara a su segregación, tal como ocurrió con la manifestación del MEMCH ante un proyecto de Ley que 1939 indicaba que sólo mujeres solteras y viudas podían trabajar en oficinas de Correos y Telégrafos, con un límite de vacantes para éstas.
Desde una visión integral incorporaban además la necesidad de una vivienda "sana y barata", la lucha por la carestía y la legislación sobre problemas sociales, como el alcoholismo. Sumado a lo anterior, ponían también en juicio el sistema penitenciario femenino, en donde denunciaban condiciones desiguales y los métodos de castigos que se utilizaban al interior de la Casa Correccional de Mujeres.

Sumado a lo anterior, el MEMCH tiene una postura activa con respecto a la realidad internacional, específicamente con lo que ocurría durante este período en España y Alemania, declarando en su Programa su oposición al fascismo y nazismo con su ocultado holocausto en la época. Esa liberadora idea de MEMCH "tiende a evitar que se prive a la mujer de sus más elementales derechos adquiridos, considerándola solamente apta para desempeñar las ocupaciones domésticas" y a la guerra "por ser una crueldad inhumana y que sirve tan sólo para proteger los intereses comerciales".

Queda el presente escrito como un recordatorio más a cosas del pasado positivas que tan fácilmente se olvidan y conviene en este presente recordar.



Dr. Iván Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile
Marzo de 2021
Portal MUNDO MEJOR: http://www.mundomejorchile.com/
Correo electrónico: isp2002@vtr.net