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Fiódor  Dostoyevski

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (en ruso, Фёдор Миха́йлович Достое́вский; Moscú, 11 de noviembre de 1821 – San Petersburgo, 9 de febrero de 1881) fue uno de los principales escritores de la Rusia zarista, cuya literatura explora la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad.

Cuando lo iban a fusilar a Dostoyevski le sobrevinieron unas ganas tan enormes de vivir como las de un recién resucitado. Y resucitó. Le escribió ese mismo día a su hermano Mijail la que pensó que sería su última misiva.
“Nos han llevado al campo de tiro de Semionov. Una vez allí nos han leído a todos la sentencia de muerte, nos han dicho que besáramos la Cruz, nos han partido las espadas en la cabeza y nos han permitido lavarnos por última vez. Luego han atado a un poste a tres de los nuestros para ejecutarnos. Yo era el sexto. Nos iban a llamar de tres en tres, en consecuencia, yo iba en el segundo turno y no me quedaba más que un minuto de vida (…) Pero al fin han tocado retirada, los que estaban atados han vuelto con nosotros y se nos ha anunciado que su Majestad Imperial nos perdonaba la vida. (…)”.


Biografía
Fiódor Dostoyevski
(Fiódor Mijailovich Dostoyevsky o Dostoyevski; Moscú, 1821 - San Petersburgo, 1881) Novelista ruso. Junto con Iván Turgueniev y León Tolstói, es el más apreciado representante de la literatura realista en su país y uno de los grandes genios de la narrativa europea decimonónica. Educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, y envió finalmente a su hijo a la Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, lo que no impidió que el joven Dostoyevski se apasionara por la literatura y empezara a desarrollar sus cualidades de escritor.
A los dieciocho años, la noticia de la muerte de su padre, torturado y asesinado por un grupo de campesinos, estuvo cerca de hacerle perder la razón. Ese acontecimiento lo marcó como una revelación, ya que sintió ese crimen como suyo, por haber llegado a desearlo inconscientemente. Al terminar sus estudios, tenía veinte años; decidió entonces permanecer en San Petersburgo, donde ganó algún dinero realizando traducciones.
La publicación, en 1846, de su novela epistolar Pobres gentes, que estaba avalada por el poeta Nekrásov y por el crítico literario Belinski, le valió una fama ruidosa y efímera, ya que sus siguientes obras, escritas entre ese mismo año y 1849, no tuvieron ninguna repercusión, de modo que su autor cayó en un olvido total.
En 1849 fue condenado a muerte por su colaboración con determinados grupos liberales y revolucionarios. Indultado momentos antes de la hora fijada para su ejecución, estuvo cuatro años en un presidio de Siberia, experiencia que relataría más adelante en Recuerdos de la casa de los muertos. Ya en libertad, fue incorporado a un regimiento de tiradores siberianos y contrajo matrimonio con una viuda con pocos recursos, Maria Dmítrievna Isáieva.
Tras largo tiempo en Tver, recibió autorización para regresar a San Petersburgo, donde no encontró a ninguno de sus antiguos amigos, ni eco alguno de su fama. La publicación de Recuerdos de la casa de los muertos (1861) le devolvió la celebridad. Para la redacción de su siguiente obra, Memorias del subsuelo (1864), también se inspiró en su experiencia siberiana. Soportó la muerte de su mujer y de su hermano como una fatalidad ineludible. En 1866 publicó El jugador, y la primera obra de la serie de grandes novelas que lo consagraron definitivamente como uno de los mayores genios de su época, Crimen y castigo.
La presión de sus acreedores lo llevó a abandonar Rusia y a viajar indefinidamente por Europa junto a su nueva y joven esposa, Ana Grigorievna. Durante uno de esos viajes su esposa dio a luz una niña que moriría pocos días después, lo cual sumió al escritor en un profundo dolor. A partir de ese momento sucumbió a la tentación del juego y sufrió frecuentes ataques epilépticos.
Tras nacer su segundo hijo, estableció un elevado ritmo de trabajo que le permitió publicar obras como El idiota (1868) o Los endemoniados (1870), que le proporcionaron una gran fama y la posibilidad de volver a su país, en el que fue recibido con entusiasmo. En ese contexto emprendió la redacción de Diario de un escritor, obra en la que se erige como guía espiritual de Rusia y reivindica un nacionalismo ruso articulado en torno a la fe ortodoxa y opuesto al decadentismo de Europa occidental, por cuya cultura no dejó, sin embargo, de sentir una profunda admiración.
En 1880 apareció la que el propio escritor consideró su obra maestra, Los hermanos Karamazov, que condensa los temas más característicos de su literatura: agudos análisis psicológicos, la relación del hombre con Dios, la angustia moral del hombre moderno y las aporías de la libertad humana. Máximo representante, según el tópico, de la «novela de ideas», en sus obras aparecen evidentes rasgos de modernidad, sobre todo en el tratamiento del detalle y de lo cotidiano, en el tono vívido y real de los diálogos y en el sentido irónico que apunta en ocasiones junto a la tragedia moral de sus personajes.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dostoievski.htm


Fiódor Dostoyevski, escritor, una vida no de crimen pero sí de castigo.
El escritor existencialista ruso Fiódor Dostoyevski nació en Moscú el 11 de noviembre de 1821 en la Rusia de los Zares. Fue un hombre nacido de una infancia compleja y dura, casi cruel; su padre era un hombre despótico y su madre era su refugio pero ella falleció cuando Dostoyevski era todavía un niño quedándose entonces casi huérfano de amor, no sólo de madre; su padre rindió su carácter cruel al alcohol y acabó enviando a nuestro protagonista de hoy a Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, aunque lo cierto es que la carrera militar de Dostoyevski duró poco.
Estaba todavía en San Petersburgo cuando recibió la noticia de que era ya huérfano completo pues su padre había muerte a manos de unos campesinos; cuentan que le sobrevino entonces el peso de la culpa, no porque tuviese nada que ver en aquella muerte, sino por el hecho de haberla deseado en muchas ocasiones.
Ingeniero y militar, tradujo a Balzac por un avatar del destino y así descubrió una vocación literaria que lo llevaría a dejar el ejército; pero acabó un tiempo después con sus huesos en Siberia por pertenecer a un grupo de intelectuales acusados de conspirar contra el zar. Tras cinco años de trabajos forzados, una condena menor si tenemos en cuenta que antes de ello fue condenado a muerte y le conmutaron la condena casi en el último momento. Durante su presidio aprovechaba el tiempo y las fuerzas que le iban quedando para escribir, alcanzó la libertad y en ella se casó, fue padre y consagró su vida a las letras.
Soportó estoicamente la muerte de su mujer y de su hermano, se casó de nuevo y viajó por Europa como huída hacia delante dejando atrás a sus acreedores y también entonces recibió un nuevo golpe de la vida, moría su hija a los pocos días de nacer; se dejó tentar entonces por el juego y fue víctima de ataques epilépticos; incrementó su ritmo de escritura, tal vez, en una nueva huída hacia delante.
Las letras de Dostyevski -quien nació el 11 de noviembre de 1821- fluyeron en la Rusia del S.XIX pero, siendo como fue un escritor existencialista que contaba historias desde dentro y hacia dentro del alma humana, poco importan momento y lugar, hablamos de un escritor contemporáneo de los que trascienden a su tiempo y sus fronteras.
Su obra es extensa y se compone de ensayos, relatos, novelas… Crimen y Castigo es su título de cabecera, también los Hermanos Karamazov, obra que su autor consideraba como su mejor novela.
Sus Citas y Frases célebres
“A veces conviene soñar.”
“El hombre todo lo hace con algún designio”
“¡Hablad! las personas no se reúnen para estar calladas”
“El hombre con dinero es hombre en todos los sitios.”
“La naturaleza puede ser corregida, enmendada, pues de no ser así quedaríamos sepultados bajo los prejuicios. Sin eso no habría ni un solo gran hombre.”
“Cuando reconozco a un hermano en mi prójimo, sólo entonces soy hombre”

https://loff.it/society/efemerides/fiodor-dostoievski-escritor-biografia-124876/

Además destacó que:
“El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos”
“El secreto de la existencia humana no solo está en vivir, sino también en saber para qué se vive”
“En nuestro planeta sólo podemos amar sufriendo y a través del dolor. No sabemos amar de otro modo ni conocemos otra clase de amor”
“Me someto a la ética, pero no comprendo en modo alguno por qué es más glorioso bombardear una ciudad sitiada que asesinar a alguien a hachazos”
“Incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor”
“Es mejor equivocarse siguiendo tu propio camino que tener razón siguiendo el camino de otro”
“Es la incertidumbre lo que le encanta a uno, todo se hace maravilloso en la bruma”
“La pobreza y la miseria forman al artista”
”Un momento de dicha, ¿no es bastante para una vida entera?.”
“Después de un fracaso, los planes mejor elaborados parecen absurdos”.
“El hombre teme la muerte porque ama la vida”.
“Es mejor el hombre que confiesa francamente su ignorancia, que quien finge con hipocresía”.
“Es muy fácil vivir haciendo el tonto. De haberlo sabido antes me habría declarado idiota desde mi juventud, y puede que a estas fechas hasta fuera más inteligente. Pero quise tener ingenio demasiado pronto, y heme aquí ahora hecho un imbécil”.
“Amo a la humanidad, pero, para sorpresa mía, cuanto más quiero a la humanidad en general, menos cariño me inspiran las personas en particular.”
“En el mundo no hay nada tan difícil como la franqueza y nada tan fácil como la adulación”.
https://www.vix.com/es/btg/curiosidades/7431/15-imperdibles-frases-de-fiodor-dostoievski-que-te-haran-reflexionar



La salvación por la belleza: La obra de F. Dostoyevski
Ana Galimberti
IAPCH-UNVMaría
Argentina
RESUMEN
La obra de F. Dostoyevski se estudia en este trabajo con el propósito de discernir los estratos y/o configuraciones narrativos que actualizarían la, aún hoy, enigmática frase con la que se lo identifica: la Belleza salvará al mundo. El desarrollo sigue tres umbrales de aproximación sucesivos: ante todo, el desglose de una fenomenología del mal evidente en la obra; luego, el reconocimiento de ciertos núcleos de luminosidad que emergen como islotes u oasis aparentemente lejanos, separados casi argumentativa y narrativamente de aquel horizonte inicial; sigue, finalmente, el estudio del vínculo significativo existente entre ambos. En este último punto se advierte que la presencia de estos islotes de luminosidad -amplificaciones o historias incluidas "no pertinentes"- configuran, no obstante, la vía regia de una intencionalidad significativa teológico-existencial que privilegia la conmoción del relato a la lógica de la discursividad.
PRELIMINAR
El universo narrativo de Dostoyevski sorprende aún hoy por la complejidad y tensión argumentativa, por la sobreabundancia de personajes, encuentros y diálogos aparentemente ordinarios y, simultáneamente, por la recurrencia sostenida de ciertas ideas cuyos núcleos nocionales podrían sintetizarse en las siguientes cuestiones: la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, por una parte, y la necesidad intrínseca, en el hombre, de pertenecer a una filía, una fraternidad que lo asuma y trascienda. Se sabe que el proyecto inicial del novelista ruso fue escribir una única y gran obra intitulada "El Ateísmo", proyecto que no lleva a cabo puntualmente pero que encuentra realización en sus grandes novelas: Crimen y Castigo (1866), El Idiota (1867), Demonios (1872) y Los hermanos Karamazov (1880). En efecto, las cuestiones señaladas constituyen el trasfondo metafísico-religioso que nutre estas obras según dos niveles de reflexión suficientemente imbricados en los relatos; hablamos de la dialéctica discursiva que despliega el tratamiento de la voluntad de poder como núcleo constitutivo del hombre moderno, por una parte, y, por otra, de la realidad y eficacia del mensaje johánico el cual anuncia la Redención de toda la humanidad a través del sello espiritual de lo humano en el hombre. Este núcleo "divino-humano" o teandrico destaca en la novelística de Dostoyevski la existencia de un pórtico real que en todo hombre da acceso a su unidad originaria y misteriosa. Esto explica la insistencia del escritor ruso -honestamente preocupado por el nihilismo que atraviesa su siglo- en señalar una y otra vez cómo es posible para el hombre decidir desde su libertad la realización de dos vías ontológicamente opuestas: la transgresión más radical de su cualidad más específica: la divina-humanidad que lo con-figura como un proprium que se integra solidariamente a la totalidad de lo viviente; o, por lo contrario, su recepción y aceptación a través de la vía larga de lo humano, el sufrimiento que despoja al hombre del lastre material y lo orienta en un camino de des-asimiento hacia sí mismo.
En este sentido, puede comprenderse la narrativa de F. Dostoyevski como una decidida y vigorosa denuncia semántica, y por esto mismo profundamente espiritual y grave, del nihilismo que atraviesa su siglo y se proyecta, como quiere Nietzsche, sobre los siglos venideros.
Proponemos así un recorrido textual según tres instancias gradualmente complementarias: en primer lugar, el tratamiento de una fenomenología del mal que intenta mostrar el riesgo espiritual del hombre librado a sí mismo, separado de toda alteridad, el hombre intramundano, entronizado en un subjetivismo idólatra. El análisis de esta fenomenología del mal -aparentemente sin relación alguna con la experiencia de la belleza entendida esta desde la perspectiva de la novela europea décimonónica- apunta a espigar en algunos textos prerrogativos la consistencia y densidad de ciertas situaciones límites que arrastran consigo el dislocamiento, el desarraigo y la desvinculación del hombre de sí mismo y del prójimo. En segundo lugar, se tratará lo que hemos denominado núcleos o islotes de luminosidad en esta narrativa, representados por personajes y situaciones que indican la certeza de un punto de retorno, para el hombre, en el descenso, una nada sobreabundante de luz, desconocida y posible de asumir si el hombre acoge su naturaleza real; y, por último, la recapitulación de ambas instancias en lo que hemos denominado experiencia de la belleza. Este último punto advierte acerca de la naturaleza estético-ontológica de esta novelística, por encima de los subgéneros "novela psicológica", "policial" o "político-teológica" como muchas veces se la califica.
1. UNA FENOMENOLOGÍA DEL MAL
La clave significativa de la totalidad de la narrativa de Dostoyevski se halla en una obra aparentemente menor si la comparamos con el impacto que tuvieron en la cultura rusa y europea sus grandes novelas (Crimen y Castigo, El idiota, Los hermanos Karamazov), hablamos de Memorias de subsuelo la cual constituye un verdadero prólogo para la moral del superhombre, a la que ilustra acabadamente, así como núcleo germinativo de todos y cada uno de los personajes que la representan según una diversidad de perspectivas y complejidad raras veces superada. Por otra parte, este libro es, también, el topos que el autor dibuja como el espacio abismal de impulsos e instintos que se hallan a la base de una katábasis psicológico-espiritual encubierta por la máscara nihilista de la "moral superior". El hombre del subsuelo es, en este caso, un burócrata mediocre cuyo rasgo fundamental es la hiperconciencia y la lucidez extrema de su degradación:
"…mi delicia provenía en que conservaba la conciencia demasiado lúcida de mi degradación, en que comprendía que había alcanzado el fondo de la infamia; que aquello era infame pero que no podía ser de otro modo…".
A los atributos ya señalados, se agrega el carácter abstracto de sus afirmaciones, como si lo suyo no fuera lo propio sino el resultado de una observación correspondiente a un objeto exterior. Este rasgo identifica la tipología enferma de los grandes violentos de la obra de Dostoyevski lo cual, por otra parte, señala de manera reiterada y desde ángulos de complejidad diversos el núcleo enfermo del hombre moderno, su quiebra espiritual. En este sentido podemos adelantar -y se irá señalando cada vez- que la narrativa de Dostoyevski es un discurso alusivo a esta quiebra espiritual en registro doble: por una parte, la crítica lúcida e irrita al cientificismo de su época, con las consecuencias previsibles de un punto de no retorno inviscerado en la idolización de la razón y, por otra y al mismo tiempo, la posibilidad siempre abierta para el hombre de descubrir en la mayor tragicidad de su descenso un núcleo constante, luminoso y nutricio dispuesto a acogerlo e impulsarlo hacia su renovación definitiva.
El esquema existencial de inteligibilidad del mundo para este hombre del subsuelo es -¡y no podía ser de otro modo!- binario el cual coloca toda conducta humana en una falsa alternativa: inteligencia-inercia o instinto-acción, condenando a priori toda inteligibilidad a la parálisis y toda acción a la inmoralidad y el crimen. Aquí reconocemos, anticipado, el vitalismo nihilista de Nietzsche y el credo criminal de la voluntad de poder. Sin embargo, esta estructura binaria es un sofisma altamente calificado para la inteligencia contemporánea. Elaborado como crítica a un racionalismo extremo y sin alternativas que condena a Europa y a todo Occidente a un progresismo an-ético y des-ontologizado, la estructura de la novela dostoyevskeana denuncia la muerte de la razón atrapada en sus propios esquemas discursivos, intentando sobrevivir en la positividad del miedo y la cobardía. La alternativa es un vitalismo a ultranza manifiesto en todas sus posibilidades, desde las más concretas a las más abstractas, cuyas únicas leyes son la autoafirmación egótica y el deseo creciente de transgresión frente a todo límite. Aquí se anticipa la debilidad infatuada de Rodian Raskolnikov (Crimen y Castigo), el poder destructivo de Stavroguin y Kirillov (Demonios) y la energía devoradora de los Karamazov. Conviene recordar las palabras esclarecedoras del célebre estudio de Romano Guardini sobre Dostoyevski: "Kirillov y Stavroguin junto con la figura de Ivan Karamazov constituyen la expresión más perfecta dentro de la obra de Dostoyevski, de la destrucción, la enfermedad y el mal".
En efecto, Rodian Raskolnikov, estudiante universitario protagonista de Crimen y Castigo, cuyos rasgos caracterológicos más sobresalientes son el egocentrismo y el orgullo exacerbados, elabora a favor de un resentimiento social y existencial a la vez, una cierta teoría de la transgresión con la que intenta justificar el ejercicio pleno de la voluntad de poder sin límites. Se trata de uno de los pseudointelectuales en quienes se encarna el rostro de la ratio moderna, quien gusta analizarlo todo, en especial la vida humana en la que distingue dos clases de hombres: los ordinarios o esclavos, destinados al cumplimiento natural de la reproducción de la especie y a la continuidad servil del orden institucional recibido y los extraordinarios, aquellos que tienen "derecho a cometer toda clase de crímenes y a infringir de todas maneras las leyes, por el hecho mismo de ser extraordinarios" o según otra explicación "tienen derecho -claro que no un derecho oficial- a autorizar a su conciencia a saltar por encima de … ciertos obstáculos y únicamente en el caso de que la ejecución de su designio así lo exigiere". El estilo cauteloso de esta última precisión subraya el gusto por el ejercicio de la argumentación dialéctica propio de la patología existencial de Raskolnikov, representante emblemático -inicia la línea de los razonadores que encontrará acabamiento en la figura de Iván Karamazov- de la patología del mundo moderno. Es importante, sin embargo, señalar dos hechos o, mejor, dos confesiones llevadas a cabo por Rodian Raskolnikov: la primera, bajo la forma de una explicación dada a Porfirio Petrovich, jefe de policía encargado de la investigación del crimen de dos ancianas perpetrado por el joven estudiante en un ejercicio pseudodelirante de su voluntad de poder, un crimen que de resultar perfecto le probaría su pertenencia a la estirpe de los hombres extraordinarios y justificaría en el límite no solo su acción sino lo originariamente insospechado por él, su culpabilidad.
La segunda confesión realizada a Sonia Simonovna, una muchacha que acaba de conocer y cuyas palabras -¡las propias!- le revelan la insondabilidad de su orgullo al mismo tiempo que una necesidad desconocida de contarlo todo. En efecto, Raskolnikov desconoce el vigor insospechado de su culpabilidad que se está abriendo paso dificultosamente a través de las napas raciocinantes de su intelecto. Sus palabras frente al Otro lleno de piedad le entregan una imagen de sí mismo cínica e infatuada que lo exponen al desnudo:
"..¿es que yo maté a la vieja? Yo me maté a mí mismo y a la vieja la mató el diablo".
Es esta la primera vez que en el protagonista comienza a vislumbrarse, sin siquiera percibirlo él mismo, un espacio nuevo, una distancia que expone la totalidad de su existencia en su dimensión trágica, insospechada para una interioridad viciada por el ejercicio exclusivo de una inteligencia dialéctica al servicio de la voluntad de poder. Anticipo, no obstante, aunque velado, de un itinerario de conversión que tendrá lugar mucho tiempo después, en la cárcel siberiana.
Una teoría semejante por lo fuertemente dialéctica y rayana en el delirio biológico-trascendentalista es la que sostiene uno de los personajes de Demonios, Kirillov, estudiante universitario también él con rasgos caracterológicos muy próximos a Raskolnikov: ensimismamiento egocéntrico y frecuente malhumor. No obstante es preciso subrayar un rasgo propio de Kirillov -menguado aunque igualmente presente en el protagonista de Crimen y Castigo- hablamos de su amor por los niños y su sensibilidad abierta al sufrimiento del prójimo, rasgos distintivos, por otra parte, del hijo menor de los Karamazov, Aliosha. Presenta asimismo una semejanza con el príncipe Mischkin, protagonista de El Idiota en cuanto que experimenta en ciertas ocasiones una exultación interior que lo arroja a un cierto éxtasis temporal:
"K -Hay minutos, tiene uno minutos en que, de pronto se detiene el tiempo y se hace eterno…". "K -Hay segundos, solo se dan cinco o seis segundos, en que de pronto siente Ud. la presencia de la eterna armonía, completamente lograda; no es cosa terrenal. No quiero decir que sea celestial sino que el hombre, en su forma terrenal no puede soportarla. Necesita transformarse físicamente o morir … En esos cinco segundos he vivido yo una vida, y por ellos daría mi vida toda, porque lo valen".
En el caso de Kirillov no hay mención a ninguna enfermedad, como sí ocurre en el personaje de El Idiota, salvo la indicación de que "hablaba a saltos, incurriendo en faltas de gramática como si perdiese el hilo y se embrollase, en cuanto se metía a hacer una frase algo larga". Con estos rasgos caracterológicos -que hablan ciertamente de un desorden profundo- Kirillov elabora una teoría de la voluntad de poder identificada con el libre albedrío que es una variación de la teoría esgrimida por el hombre del subsuelo, pero en clave político-teológica a diferencia de la de Rodian Raskolnikov cuya base es solamente la justicia intramundana. Las palabras de Kirillov son un anticipo casi literal de muchas páginas nietzscheanas. El extracto que sigue entrega en el núcleo su pensamiento:
Yo no puedo pensar en otra cosa, y toda mi vida me la paso pensando en una sola cosa. A mí Dios me ha atormentado toda la vida …
Dios es el dolor del miedo a la muerte. Quien venza el dolor y el miedo, ese será Dios. Entonces empezará una nueva vida, entonces existirá el
hombre nuevo, todo será nuevo… Entonces, la historia se dividirá en dos partes: del gorila al aniquilamiento de Dios y del aniquilamiento de Dios … al cambio de la tierra y del hombre físico.
A la libertad personal y superioridad del hombre extraordinario esgrimidas por Raskolnikov -la moral de superhombre nietzscheano- se sustituye en Kirillov la dialéctica de la inexistencia de Dios y la libertad personal. Por otra parte, ya no se trata tanto de justificar transgresiones sino de llevar a cabo definitivamente la única transgresión, aquella que legitima todas las otras y arrastra consigo la definitiva y verdadera libertad para el hombre. Se trata, en suma, de una dialéctica que se perfecciona en argumentaciones cada vez más sofisticadas a la búsqueda de una hipóstasis a la insoluble cuestión de la existencia de Dios. La complejidad y extensión del razonamiento de Kirillov se concentra en lo que podríamos denominar su "teoría del suicidio", a la que dedica todo un capítulo, leitmotiv de emergencias constantes a través de una larga ruminación mental que irá confirmando en el personaje su itinerario hacia el acto final. El siguiente texto recoge de manera relativamente breve un último estadio de su teoría, en una síntesis admirablemente clara:
"K- Yo estoy obligado a pegarme un tiro porque en eso radica la plenitud de mi libre albedrío... en matarse uno mismo.
P- Pero mire que no es Ud. el único que se suicida; se suicidan otros muchos.
K- Con una causa. Pero sin causa ninguna, sino simplemente por su voluntad..., solo yo
...
P- ¿Sabe Ud. una cosa? ... yo en su lugar, en vez de matarme a mí mismo para demostrar mi independencia, mataría a otro...
Q- ¿Matar a otro..? ... Yo no soy tú. Yo quiero el punto más alto, y me suicido.
...
Yo estoy obligado a declarar mi incredulidad. Para mí no hay idea más elevada que la de que Dios no existe. De mi parte tengo la historia humana. El hombre sólo inventó a Dios para vivir sin suicidarse: en esto consiste toda la historia universal hasta hoy. Yo solo en toda la historia universal, no he querido por primera vez inventar a Dios. Que lo sepan de una vez para siempre!".
Kirillov quiere, así, aprehender el fundamento mismo de la existencia humana y este propósito y voluntad enferma lo conducen a su propio fin. Pero todavía hay algo más sorprendente en la constitución magistral de este descenso psicológico-espiritual de Kirillov, hablamos de la bestialización que se opera en él momentos antes de su muerte. Este hombre cuya finalidad era promover una mutación físico-espiritual de la especie a partir de la probatoria letal de la muerte del Dios "antiguo", este hombre antes de morir, retrograda a una forma animal, una bestia agazapada que pierde la articulación del lenguaje y que en un grito inarticulado y desgarrador se lanza contra aquel que no es sino el móvil próximo de su acto suicida: un rugido horrible, una furia bestial, y un mordisco fuerte y desgarrador de la carne, son el preludio desesperado de este suicidio. "Del gorila al gorila" podría intitularse irónicamente el grotesco cuadro final.
Nikolai Stavroguin, inspirador de la tríada demoníaca, de quien R. Guardini dice que "la raigambre del mal es definitivamente mayor que en Verjovenskii" es el leader intelectual de Kirillov y Schátov. Stavroguin pertenece a la estirpe de los grandes enfermos espirituales de Dostoyevski cuya descripción más generalizada la da el mismo narrador de Demonios al caracterizar, de un trazo, al hombre moderno:
"temperamento nervioso, atormentado y desdoblado de los individuos de nuestro tiempo...".
Se acentúan en Stavroguin los rasgos de Raskolnikov y Kirillov. En efecto, se trata de un discípulo de Verjovenskii en quien la filiación se ha perfeccionado hasta el límite; a los rasgos de ensimismamiento y abstracción típicos, se acumulan otros, como el de una distinción general, un cinismo devorador y una particular y fría complacencia en la perversión y distanciamiento ejercidos, simultáneamente, en toda relación con el otro, incluida su propia madre. Se agrega a esto su particular fuerza física, cuya contención habitual no disimula un temperamento iracundo que en "un rapto de ira habría matado con plena conciencia sin perder en absoluto la serenidad".
Hay, asimismo, un punto de particular coincidencia entre Kirillov y Stavroguin. Se trata de una conducta intempestiva de bestialización que en Kirillov caracteriza un momento terminal en el descenso mientras que en Stavroguin tipifica una especie de mecanismo propio, constante, intrínseco a su cinismo y cuya presencia se hace sentir más allá de las apariencias de distinción y serenidad exteriores:
"Vivió entre nosotros medio año ... indolente, pacífico, bastante adusto... pero pasaron algunos meses y la fiera enseñó de pronto sus garras"
...
Advertíase que tenía algo vago, misterioso que ella misma [su madre] no podía decir, y muchas veces de soslayo y atentamente, poníase a mirar a Nikolai imaginando y pensando quien sabe qué ... y he ahí que de pronto la fiera enseñó sus garras".
Los escándalos que se siguen, producidos por Stavroguin en el medio social de su madre, confirman precisamente este mecanismo: hablamos de la literalidad con que traduce la expresión que un antiguo miembro de la tertulia social gusta repetir a fin de subrayar su autonomía de criterio: "¡No, lo que es a mí no me conducirán de la nariz". Y he aquí que es esto lo que hace intempestivamente Stavroguin: retorcerle furiosamente la nariz en público. Al pedido de explicaciones que algunos días después le formula su pariente, el gobernador, el personaje que ha sido definido antes como un ejemplo de serenidad, frialdad y dominio de sí, le clava "enérgicamente los dientes en la parte superior de la oreja".
Que este rasgo de bestialidad feroz sea potencialmente constitutivo de Stavroguin configura -dice R. Guardini- "un hecho destructor, disolvente, una amenaza a la vida de la persona humana. Cuando el animal nace en el hombre, nace asimismo el peligro de sucumbir al impulso de las fuerzas infrapersonales y telúricas". En efecto, esta serie de escándalos de Stavroguin pone de manifiesto una conducta delirante gratuitamente destructiva, de infatuación y orgullo extremos. Pero aquí no se trata de una retrogradación o alienación psicológica operada en el límite mismo de la existencia, como en el caso de Kirillov o de neurosis ambivalente como en Raskolnikov, sino más bien de su extremo opuesto aunque simétricamente complementario, de distanciamiento y curiosa frialdad frente al otro; curiosidad solo aparente ya que el fundamento profundo de su actitud es una indiferencia perversa en constante transformación. La síntesis que el mismo Schatov hace de Stavroguin, en un reproche doloroso, cierra este dibujo acabado del mal bajo la especie espiritual del sofista:
"En América dormí tres meses en un montón de paja al lado de un desdichado ... por él supe que por el mismo tiempo que Ud. implantaba en mi corazón a Dios y la patria, acaso por aquellos mismos días había Ud. envenenado el corazón de Kirillov... Ud. corroboró en él el error y la calumnia y llevó su razón hasta la locura…".
Abordemos ahora la figura de Iván Karamazov. Su filiación en la estirpe que estamos describiendo no ofrece dudas: operan en él, por una parte, la desoladora energía karamazovesca y, por otra, una constructividad discursiva que lo vuelven no solo "maestro" de Smerdiakov sino autor de dos discursos internos que atraviesan toda la obra, hablamos del artículo sobre la justicia eclesiástica y de la leyenda del Gran Inquisidor que él mismo narra a su hermano menor. Ahora bien, más allá de las características especulativas del personaje -que en esto reencuentra a Raskolnikov, Kirillov y Stavroguin- la tenebrosidad que lo habita y va ganando paulatinamente, obedece a un propósito de destrucción frontal con el que cumpliría acabadamente su declaración reiterada de ateísmo. En efecto, de lo que se trata profundamente en Iván Karamazov es de consumar -por la mediación de su hermano bastardo y en la persona de su padre- la destrucción, para la naturaleza humana, de la eficacia operativa del símbolo del Padre. Es un parricidio originario el que propone, una variante teológica, si se pudiera hablar así en novelística, de la "teoría" del hombre nuevo de Kirillov. Y son las categorías mismas del texto las que facilitan tal afirmación, ya que de otro modo no se explican el "desdoblamiento" de Iván Karamazov -que él mismo niega, al exclamar: "¡Esto no ha sido un sueño! No, juro que no ha sido un sueño que todo esto ha sido realidad", refiriéndose a la presencia del diablo en su propio cuarto- ni la ambigüedad con la que el narrador trata, a lo largo de todo este breve capítulo, el supuesto trastorno cerebral diagnosticado a Iván. En suma, Dostoyevski articula, una vez más, en este personaje, el develamiento de las fuerzas oscuras en el hombre, a través de una de sus máscaras preferidas: la abstracción discursiva. Signo premonitorio, para Dostoyevski, de una modernidad progresista que ha sumido a Europa en el nihilismo y el desorden político bajo la máscara sofisticada de la razón científica.
2. LOS NÚCLEOS DE LUMINOSIDAD
En el horizonte de descenso personal como presencia indiscutible del mal en el hombre y el mundo, se destaca en el relato dostoyevskeano núcleos de luz que emergen, precisamente, desde esta abismación, como si la luminosidad del espíritu no fuera posible para el hombre moderno sino como experiencia de dolor y sufrimiento extremos. Todo ocurre como si la civilización moderna hubiera llegado a un punto de desarrollo en el cual la afirmación del sujeto hubiera agotado toda respuesta de búsqueda personal produciéndose en él la aniquilación del Espíritu. Importa subrayar, en esta instancia, la profunda religiosidad del autor ruso a quien suele presentarse como escindido entre dos polos: el socialismo progresista de sus años de juventud y la religiosidad crística que sigue a sus años de cárcel. La dimensión religiosa que nutrió su vida toda y transmitió a través de su novelística no fue posterior al hecho biográfico de su encarcelamiento y condena a muerte, como suele afirmarse muchas veces -aun cuando ambos motivos son recurrentes en su relato y han sido determinantes, indudablemente, del conocimiento del pueblo ruso, en estratos a los que de otro modo no hubiera podido acceder- sino que esta dimensión religiosa fue constitutiva de una personalidad que reclamaba una fraternidad universal, fundada en un amor que rescatara, en el hombre, a la persona.
Avancemos, ahora sobre, el punto propuesto. Dos son los personajes que reclaman nuestra atención, por su naturaleza y por la profunda continuidad y proyección que el autor establece entre ambos; hablamos del príncipe Mischkin y de Aliosha Karamazov.
Siempre hay un modo de escapar, dice Henri de Lubac, a la urgencia y tragicidad del drama espiritual. En efecto, la figura del príncipe Mischkin en El idiota podría ser correctamente explicada a partir de la patología que el título autoriza, y cuya descripción es lo suficientemente precisa, exhaustiva y pertinente como para merecer su cita entre especialistas de prestigio. Pero lo interesante de su caso es la permanencia, a partir de una estructura psicológica compleja y contradictoria, de ciertas actitudes y respuestas que descubren sin reticencias el espacio inocente del corazón del hombre. Es precisamente este rasgo el que permite hablar a la crítica literaria como de una tipología pura en Mischkin, si se lo compara con otros personajes dostoyevskianos. Por otra parte, el autor logra a través de un procedimiento que suma al cuadro realista más inmediato -epilepsia congénita, cuatro años de internación en una clínica fuera de Rusia, estado de salud inestable si no desequilibrado a lo largo de la novela, existencia de una herencia, etc.- una expansión de sentido cada vez mayor aunque gradual que surge de relatos incluidos que el mismo Mischkin da a conocer. Son estos relatos los que abren un espacio posible de comprensión para el cuadro trágico del crimen final, anticipado, sin embargo, desde el comienzo de la obra. Veamos esto mismo, sumariamente y en sus elementos constitutivos:
1. La enfermedad: múltiples y complementarias son las descripciones del morbus sacer en El Idiota coincidentes, todas, en los siguientes rasgos: a) estupor y miedo ante la inminencia de la crisis; b) distracción generalizada y confusión de personas y cosas; c) hiperactividad intelectual, acompañada de hiperactividad verbal muchas veces, y siempre de incoherencia y alogicidad; d) sensación de extrañeza y separación ("¡aquella extrañeza me mataba!, OC, I, 1819); e) tristeza extrema y "depresión espiritual" (sic, OC, I, 1926); f) acentuación gradual de la tenebrosidad en relación directa con la recurrencia de las crisis; g) ideas fijas y/o delirio.
Hasta aquí queda descrita una dinámica de minusvalía en el sujeto. No obstante, importa señalar en este punto, precisamente, una conjunción psicoespiritual que, en el caso de Mischkin y en orden a un cierto tipo de conocimiento, hace posible una percepción anticipada del nudo criminal que se incoa en la obra. En efecto, hay dos situaciones que se conjugan en él: por una parte, un estado de hipersensibilidad e hiperconciencia que la enfermedad dinamiza y que lleva al príncipe a una experiencia de júbilo esencial. He aquí el texto:
"Pensaba, entre otras cosas, en que en su estado epiléptico había un grado, casi inmediatamente antes del ataque [...] en que, de pronto, en medio de la tristeza, de la bruma, de la opresión espiritual, parecía a veces inflamársele el cerebro y un estallido extraordinario exaltar al mismo tiempo todas sus energías vitales. La sensación de la vida, la conciencia, casi se duplicaba en aquellos instantes que se prolongaban como relámpagos. Alma, corazón, iluminábanse con desusada luz; todas sus agitaciones, todas sus dudas, toda su inquietud parecían amansarse de pronto, sumirse en una altísima serenidad, henchida de júbilo, y unas ilusiones radiantes y armoniosas, llenas de razón y de razones definitivas ..." ...¿Qué importa que se trate de una enfermedad?..." decidió por último... que aquello era realmente "belleza y visión divina", que aquello era "la suprema síntesis de la vida", de eso no podía dudar. Por lo demás, él no se aferraba a la parte dialéctica de su razonamiento, el estupor, la niebla mental, el idiotismo, eran para él la clara consecuencia de aquellos instantes... ¿qué hacer verdaderamente con la realidad? Porque aquello existía, él podía decirse a sí mismo, en aquel segundo, por una suerte ilimitada, que aquel segundo él lo sentía plenamente, y podía incluso valer por toda su vida [...] en ese momento se me hace comprensible esa frase extraordinaria de que "ya no habrá más tiempo").
De acuerdo con esta descripción el instante previo a la crisis epiléptica dilata la capacidad cognoscitiva en un grado que el narrador define en términos de plenitud, luz, armonía y júbilo, cuyo dinamismo moviliza no sólo la capacidad raciocinante del sujeto sino la totalidad de la psyché. En un escritor como Dostoyevski la yuxtaposición "alma, corazón" no es azarosa y parece aludir a una integración cierta entre razón raciocinante y razón cordial, hipótesis que el mismo texto confirma al calificar estas ilusiones como "llenas de razón, y de razones definitivas". Por otra parte, Mischkin es el único personaje de Dostoyevski en quien el amor es totalmente caridad y esto según una experiencia solidaria entre sentimiento, intencionalidad y comunicación al otro. En esto consiste, simultáneamente, su inocencia y su rareza, su alegría y su vulnerabilidad.
Ahora bien, este tipo de conocimiento que aparece como un estado de éxtasis previo a la patología tiene su correlato en el orden de la existencia normal, en una manifestación que podría definirse anticipadamente como un don de visión frente al sufrimiento, y que Mischkin posee; don que, ciertamente, se halla en relación directa con la fuerza de caridad intrínseca de su corazón. Ilustremos esto mismo desde una de las escenas iniciales de la obra, cuando el príncipe Mischkin se encuentra inesperadamente frente al retrato de una mujer que tendrá en la obra -y en la vida del príncipe- un papel protagónico. A la pregunta de su interlocutor: "¿Le gusta a Ud. esta mujer, príncipe?", este responde:
"-¡Es un rostro prodigioso! ... y estoy seguro de que su destino no ha de ser vulgar ... Tiene la cara alegre y ha sufrido horriblemente, ¿no es verdad? Lo están diciendo los ojos, mire Ud... Es un rostro orgulloso, terriblemente orgulloso, y mire Ud.: no sé si será una mujer buena, ¡Ah, si fuera buena! ¡Entonces, todo se habría salvado, seguramente!
...
"-¿Se casaría Ud. con una mujer así? -continuó ...
- Yo no puedo casarme con esa ni con ninguna mujer: soy un enfermo, dijo el príncipe.
- Y Rogochin, ¿se casaría con ella? ¿Qué opina Ud.? - Casarse con ella, creo que mañana mismo; se casaría con ella, y luego, a la semana, la mataría".
El texto deja al descubierto la capacidad de visión del príncipe en la lectura del rostro de Nastasia Filippovna y en la anticipación del nudo trágico del relato que culminará con su muerte en manos de Rogochin. No se trata, en un escritor como Dostoyevski, de un recurso de anticipación argumentativa sino de subrayar desde el comienzo el don de visión que asiste al príncipe, lo cual trasciende su situación de enfermo al mismo tiempo que orientará toda su conducta posterior. Es interesante observar cómo este don de visión o forma de conocimiento premonitorio procede en Mischkin a partir de la percepción de ciertos rasgos y de sus relaciones específicas, a saber: 1) belleza, sufrimiento, orgullo; 2) tragicidad implícita en la relación de tales elementos. Adviértase que a la última pregunta de su interlocutor, Mischkin responde no por el conocimiento que tiene de Rogochin -un personaje ocasional hasta entonces para él- sino desde la lectura interior del rostro de la mujer ausente; 3) la inconmensurable realidad del Bien que aparece como la única alternativa de salvación para tal tragicidad. El rostro del retrato guarda para Mischkin, un enigma: "¡Ah, si fuera buena!" se dice anhelante. Los polos que definen la síntesis de la mujer del retrato es Belleza y Bien, polos que aquí se ponen de manifiesto nítidamente, pero que pueblan el universo dostoyevskiano en niveles diversos, subrayando cada vez el punto originario de una segura promesa de salvación para el hombre.
2. Relatos incluidos Uno de los recursos de la novelística rusa en general y de la de Dostoyevski en particular es la expansión del relato central en narraciones que, vinculadas sin duda al núcleo argumentativo, lo abren y precisan en modalidades nuevas destinadas a una mayor comprensión. Destacamos en este punto tres relatos incluidos: el del sentenciado a muerte y absuelto a último momento, el de María y los niños y el de las historias de Iliuscha y los niños, y la historia de Markel. Veamos puntualmente cada uno de ellos: a) El del sentenciado a muerte y absuelto a último momento. Más allá de la proyección autobiográfica de este relato lo importante es la recreación del tema de la esperanza que suscita y esto en tres registros que se complementan. El primero alude a la inexorabilidad de la ley escrita y su carácter inapelable; el texto permite, ciertamente, una lectura doble: natural y sobrenatural, destinada a subrayar la necesidad propia de lo humano del hombre:
"El asesinato en virtud de una sentencia es más espantoso que el asesinato que comete un criminal. Aquel a quien asesinan los bandidos, a quien degüellan de noche en un bosque o en algún otro paraje, espera salvarse hasta el postrer momento. Pero esta última esperanza que hace diez veces más ligera la muerte, te la quitan con ese "de fijo"; allí se trata de una sentencia, y en eso de que seguramente no has de poder rehuirla se cifra un tormento espantoso... Coja Ud. un soldado y colóquelo delante del mismo cañón y dispare sobre él; a pesar de todo no se perderá la esperanza por completo; pero léale Ud. a este mismo soldado la sentencia "fijamente" y o se volverá loco o se echará a llorar...".
Lo evidente aquí es la relación proporcional entre la capacidad de sufrimiento y la esperanza; de aquí que se afirme que lo verdaderamente inhumano no sea el carácter punitorio, legal de la sentencia, sino el de su anuncio al condenado, el de su inexorabilidad. Esta primera versión se completa páginas más adelante con otro relato que no es sino un nuevo registro en la meditación y tiene que ver con el hecho "curioso" de una conmutación de pena inesperada. Una vez más, nos encontramos con la valoración del minuto previo a una experiencia límite; se trata, en efecto, de un símil del tiempo extático que precede a la crisis epiléptica y, en donde, a favor de la situación límite se reconoce, como en un relámpago, el valor sagrado de la vida. Se trata, en suma, de una aprehensión global y totalizadora de lo real, una forma de contemplación interiorizada del cosmos; en otras palabras, una experiencia religiosa:
"Llegó el momento en que sólo le quedaban cinco minutos de vida nada más. Contaba él que estos cinco minutos le habían parecido un espacio de tiempo infinito, de una riqueza enorme... No lejos de allí había una iglesia, y en la techumbre de la dorada cúpula refulgía al sol radiante. Recordaba haberse quedado mirando de hito en hito aquella cúpula y a los rayos del sol que en ella centelleaban; no podía apartar los ojos de aquellos rayos del sol, parecíale que aquellos rayos de sol fuesen para él una nueva Naturaleza...".
Entre ambas versiones se interpone un relato breve, personal de la vida de Mischkin, que entrega la clave general del relato incluido en su totalidad:
"También, a veces, al mediodía... cuando te encuentras en algún sitio de la montaña y te hallas solo entre picachos, rodeado de pinos añosos, corpulentos, llenos de savia..., el sol radiante, el cielo azul, una quietud terrible. Entonces parece como que todo nos llama no sé adónde; y yo pensaba que yendo todo derecho, andando, andando, hasta llegar más allá de aquella raya donde tierra y cielo se unían, allí estaría la solución de todo e inmediatamente empezaría una nueva vida mil veces más potente que la nuestra... Siempre estaba soñando... ¡Sí, no soñaba yo poco! Y luego, parecíame que también en el presidio se podría encontrar una vida enorme".
Lo sorprendente es no sólo la resonancia cósmica y su apelación a un horizonte otro, sino el contraste de la frase final que opone a la luminosidad y apertura del cosmos physico la oscuridad y clausura del presidio. Son estas frases -abundantes en la escritura del gran ruso- las que subrayan las ideas-fuerza del autor; en este caso, el carácter hondamente interior de la verdadera contemplación y el vínculo profundo entre culpabilidad, sufrimiento y expiación verdadera.
b) relato de María y los niños. Se trata de una historia autónoma, episodio de la vida de Mischkin que ocupa todo el capítulo VI de la primera parte de la novela. Surge, una vez más, en respuesta a una pregunta aparentemente trivial sobre el tema del amor humano. La respuesta del príncipe es directa y sirve de prólogo para la inteligibilidad de todo el relato: "Yo no he estado nunca enamorado. He sido feliz de otro modo". Este modo de felicidad constituye el núcleo de la historia, la cual puede resumirse en sus articulaciones fundamentales, del siguiente modo: 1) connaturalidad del espíritu de infancia en Mischkin. El príncipe designa como felices los cuatro largos años pasados junto a un grupo de niños, en la pequeña aldea suiza en donde lo recluyera para su curación. Tal experiencia es expresada por Mischkin como un espacio de inocencia y cura del alma: los niños "curan el alma", dice, y refiere como "prueba" de tal afirmación la influencia decisiva del grupo de niños -su sola presencia- en la curación de un paciente de la clínica en la que él mismo se hallaba, y cuya única enfermedad consistía en "un terrible sufrimiento interior" (32). 2) unión de la inteligencia y el corazón en la experiencia infantil. Estar junto a los niños significó para el príncipe "hablar con ellos y poder contarles todo"; esta capacidad omnicomprensiva del conocimiento infantil parece incluir una particular docilidad a la verdad de las cosas; 3) piedad natural en el espíritu infantil. En este punto se incluye la historia de María, una joven tuberculosa, víctima inocente de su familia y de toda la aldea. "He sido feliz de otro modo", había dicho el príncipe. En efecto, su capacidad de visión ante el sufrimiento primero, y de compasión después, llevan al príncipe a demostrar a María su caridad a través del consuelo. La piedad del príncipe hace que todo el cuadro se transforme gradualmente: de las persecuciones y apedreadas iniciales que como en un "juego" los niños perpetraban contra la joven mujer, aquellos comienzan por saludar a María, luego le llevan comida y vestido y, por último -dice el relato- "algunos iban sencillamente para abrazarla, besarla y decirle: `Je vous aime, Marie'".
Si se tiene en cuenta que el núcleo argumentativo de El Idiota es, en términos lineales, la "rivalidad" amorosa entre Rogochin y Mischkin frente a Nastasia Filippovna, hacia quien el príncipe ha reiterado que solo lo une un sentimiento de piedad profunda, la historia de María y los niños ilumina doblemente la naturaleza de Mischkin: se trata, por una parte, de un verdadero espíritu de infancia, aquel que sólo respira y crece naturalmente en el vínculo generoso de la amistad, y, por otra, de una naturaleza para quien la misericordia es un connatural ejercicio del consuelo. De aquí su capacidad de visión anticipada respecto del dolor, su compasión extrema, su percepción directa del mal. Por lo demás, la historia de María y los niños ilumina la frase que Nastasia Filippovna dirige a Aglaya -la mujer niña, la mujer virgen, la mujer pura en la obra-: "Para mí es Ud. lo mismo que para él: la luz del alma... Ud. y él son para mí uno solo".
Finalmente, y para cerrar esta enorme y bella imagen de lo humano en el hombre que es Mischkin, esta historia de María y los niños arroja nueva luz a la gran escena de la Pietas final: Rogochin delirando en los brazos de Mischkin -él mismo definitivamente alienado y "fuera de este mundo"- junto al cadáver de Nastasia a quien han velado durante toda la noche.
c) historia de Iliuscha y los niños e historia de Markel. En el conjunto de la obra de Dostoyevski, El Idiota podría ser considerada como la "historia del hombre nuevo" anunciada por el narrador en las últimas líneas de Crimen y Castigo y, al mismo tiempo, como la anticipación de instancias paradigmáticas hondamente cristianas que hallarán forma real en la persona y misión de Aliosha, el menor de los hermanos Karamazov. Podría agregarse, además, que la historia de Mischkin halla cierta continuidad en la conjunción de dos relatos breves incluidos en Los hermanos Karamazov -de los que casi no se habla- que explican, en nuestra hipótesis, la verdadera dimensión de la existencia de Aliosha y el vínculo originario que existe entre Belleza y Bien en la obra de Dostoyevski. Se trata de la historia de Iliuscha y el grupo de niños, de su extraña enfermedad desatada, al parecer, por un acto de perversión cometido a instancias de Smerdiakov, y que cobra a los ojos del niño la dimensión de un crimen; y, finalmente, de su dolorosa e inexplicable muerte). Y de la historia de Markel, el hermano del starets Zósima, de su enfermedad, conversión y muerte en plena juventud y del signo que esta breve vida -que tardía pero hondamente descubre la existencia invisible de Cristo en el mundo- traza no sólo para la vocación monástica de Zósima sino también para la misión que este encargará a Aliosha Karamazov, su discípulo, mucho tiempo después. Todo ocurre como si Dostoyevski frente a Mischkin, el más amado de sus personajes, hubiera decidido darle en Aliosha una existencia posible en el mundo, en la que el don de visión -propio de los monjes en la tradición ortodoxa- y el espíritu de infancia se constituyeran en mediación eficaz para la transformación interior de los hombres. Por dos veces consecutivas el starets ordena al discípulo Aliosha Karamazov -por entonces novicio, en su monasterio- cumplir el voto monacal en el espacio enfermo del mundo:
- Z - .. en cuanto Dios me llame a sí ... vete del monasterio, no es este tu lugar..."
- Z - .. a ti Aliosha, muchas veces te he bendecido mentalmente en mi vida por tu rostro, sábelo ... Pienso de ti esto: te irás de estos muros, pero en el mundo vivirás como un monje. Muchos enemigos tendrás, pero tus enemigos mismos han de amarte. Muchas desdichas te traerá la vida, pero con ellas tú serás feliz, y la vida bendecirás y a los otros obligarás a bendecirla... Esto es lo principal"
El núcleo de meditación que vincula ambos relatos está explícito en el texto evangélico citado por el padre Zósima: "En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo cayese en la tierra y no muriese, el solo quedará; mas si muriese, mucho fruto lleva". La piedad extrema de Mischkin se trasforma para la existencia de Aliosha en vocación crística destinada originariamente por el dolor a la Alegría.
Markel, el joven hermano muerto de Zósima, e Iliuscha tienen en común un hondo amor por la vida, por todas y cada una de las criaturas amadas por Dios, por la celebración permanente de la Gloria del Padre en la modesta existencia de cada ser, splendor mundi. Por eso Markel pide perdón a los gorriones, los más pobres entre los pájaros, e Iliuscha encomienda a su padre que arroje sobre su tumba algunas migas de pan, para que los gorriones le hagan compañía. Y lo que ambos nos dejan, cada uno en su modalidad: uno, en la Alegría anticipada; el otro, en la nostalgia de los afectos de este mundo, es el misterio profundo de una existencia que crece humanamente solo cuando el Amor la funda y la sostiene, una existencia que puede siempre elegir la estela luminosa de la luz para los caminos del hombre. La violenta, sensual, criminal historia de los Karamazov se cierra, precisamente, con las palabras de Aliosha al grupo de niños al despedir a Iliusha en su lecho postrero::
"Recordaremos su cara, su traje, y sus pobres botitas, y su féretro, y a su desventurado y pecador padre...

Lo primero que haremos será tenerlo presente para toda la vida... puede que no entendáis lo que os estoy diciendo, pues muchas veces hablo de un modo incomprensible..., pero habéis de saber que nada hay más de elevado fuerte y sano, ni más provechoso para el ulterior curso de una vida, que un buen recuerdo, especialmente los que arrancan de la infancia y de la casa paterna... un recuerdo así de bello, así de santo...".
3. LA EXPERIENCIA DE LA BELLEZA
En dos de sus obras cumbre: El Idiota y Los hermanos Karamazov, en situaciones argumentales decisivas, Mischkin y el staretz Zósima afirman su convicción de que "sólo la belleza salvará al mundo". En una narrativa como la de Dostoyevski en donde el mal aparece como el núcleo invasor de la existencia del hombre moderno en una diversidad de estratos sociales, caracteres y modalidades, pero en la cual emergen, al mismo tiempo, personajes y situaciones -como el príncipe Mischkin, Aliosha Karamazov, Iliusha, Marckel, y el grupo de niños que invariablemente los rodea- que constituyen pequeños pero importantes islotes de luminosidad candorosa; y si, como se recuerda, el rasgo más propio del autor ruso es su religiosidad originaria que lo lleva naturalmente a reconocerse real y ficcionalmente con el pueblo ruso en la instancia del presidio. Y si, además, se tiene en cuenta que esta religiosidad es inicialmente cósmica -téngase presente el ámbito natural y contemplativo que junto a la pureza infantil hizo posible la curación inicial de Mischkin- pero, a la vez, profundamente crística, no sorprende que tal belleza se encuentre en el relato dostoyevskiano al menos en dos instancias netas: los islotes de luminosidad candorosa a los que aludimos antes, y, paradójicamente, en el punto de máxima abismación del hombre en el mal, punto en el que se decide la humanidad personal, única de cada hombre, su renovación o su pérdida definitivas, retrogradando el hombre -de cumplirse esta última- a instancias prehumanas y, más aún, demoníacas. Se ha intentado mostrar, hasta aquí, la presencia de ambas instancias como constitutivos del relato dostoyevskiano; conviene ahora señalar el vínculo profundo entre ambas manifiesto en toda su dimensión en una experiencia de la belleza, que es, ante todo, terribilidad y otredad, honda y vertiginosa conmoción hacia un límite que abre en disyunción sin alternativas hacia la renovación o la alienación.
Lo primero que parece oportuno recordar es la proyección autobiográfica en toda la obra del escritor ruso, particularmente en aquellos momentos decisivos de su vida: su búsqueda de justicia a través de un ideal de fraternidad entre los hombres que lo lleva a una primera etapa de socialismo-progresista; en segundo lugar, su experiencia capital de acusación, condena y encarcelamiento durante cuatro años en los que se va labrando, en su corazón, junto a la identidad cada vez más intensa con su propio pueblo, el tránsito de una religiosidad hondamente cósmica a un cristianismo que lo confirma en la existencia del mal en el mundo como una amenaza latente a la cual el hombre deberá enfrentarse si quiere iniciar el camino de su verdadera salvación. Pero enfrentar el mal -he aquí el esfuerzo y la tragicidad de su fenomenología del mal- es asumirlo en toda su densidad y consecuencias. Es manifiesto que el modelo crístico del inocente que sin trazo alguno de pecado se ofrece en remisión de todos los pecados de la humanidad va cobrando en Dostoyevski el peso de una experiencia masiva; y, por último, el hecho decisivo para su vida toda, y en consecuencia para su escritura, de la experiencia de horror de una condena a término suspendida momentos antes de su ejecución, experiencia límite en la que el tiempo humano alcanza dimensión destinal y comienza a valorarse en términos de eternidad.
El siguiente texto deja ver hasta qué punto estas experiencias de descenso configuran en el hombre y el escritor Dostoyevski un modo de conocimiento de sí y del pueblo ruso:
"Incluso en el presidio, entre criminales, durante esos cuatro años pude, finalmente distinguir a la gente. ¿Lo creerás? Hay caracteres profundos, fuertes, magníficos y ¡cuánta alegría me proporcionaba encontrar oro bajo una ruda corteza! […] ¡Cuántos tipos de caracteres de la gente de pueblo he sacado del presidio! Me compenetré con ellos y por eso, me parece, los conozco suficientemente bien […] Qué gente tan maravillosa. En general, el tiempo no ha pasado en vano para mí. Si no fue Rusia lo que conocí, en cambio sí he conocido al pueblo ruso y lo he conocido tan bien como muchos, quizá, no lo conocen".
Muchos son los pasajes que en la obra de Dostoyevski ilustran las dos instancias contrapuestas señaladas arriba, ambas como promesas salvíficas: por un lado, la de una sociedad futura construida desde ideales abstractos y utópicos que, al formularse, colocan al hombre singular, a la persona que es cada quien, en un doble discurso que termina por anularlo en nombre de ideales de justicia y solidaridad superiores; y, por otro, la figura crística representada en algunos personajes prerrogativos en quienes el candor y la inocencia los distingue con dos rasgos esenciales: la piedad o compasión por todo sufrimiento humano y el acto de caridad que los lleva hasta la inmolación. Son estos rasgos los que hacen posible que estén en este mundo no perteneciendo totalmente a él. El máximo candor de Mischkin, Iliusha y Markel los conduce, necesariamente, por diversas vías, al abandono de este mundo, cumpliéndose, sin embargo en los tres, el acto de caridad crística. El caso de Aliosha Karamazov abre a un itinerario de la belleza-bien a desarrollarse dentro del mundo, una vocación monástica que lo expone al mundo en donde lo espera la dura misión de ayudar a los hombres a encontrarse en la Verdad de su vida ordinaria porque de ese modo ellos se reconciliarán, y -le advierte Zósima- "la vida bendecirás y a los otros obligarás a bendecirla" .
Es manifiesto que el destino de Aliosha es el de un monje en el mundo, es decir de alguien que recuerda por su sola presencia y sus actos "que es de otro mundo", y que en eso consiste el sentido más hondo de su existencia: en recordarle al hombre que su vida no le es propia y que debe, en consecuencia, vivirla como una gracia cumplida en toda su dimensión.
Ahora bien, existen ciertamente otros personajes en los que la inocencia se muestra mucho más expuesta, si pudiera hablarse así, en su combate con el mal. Tomaremos como figura emblemática de esta estirpe al personaje de Sonia Simonovna Marmeladova. Se trata a los ojos de su padre de "una muchacha tierna y dulce, rubia y de hermosa cara triste" quien, conociendo el alcoholismo de su padre sabe que "mientras más beb[e] más sufre y que "bebe para sufrir más profundamente" de aquí que cuando este le va a pedir dinero su respuesta inmediata, sin reservas es la compasión:
"Ella me dio treinta hopecks, los últimos, todo lo que tenía: lo vi con mis propios ojos. Ella no me dijo nada, se limitó a mirarme en silencio… Fue una mirada que no pertenecía a la tierra sino al cielo. Sólo en el cielo se puede sufrir por los hombres y llorar por ellos sin condenarlos... Porque quién puede apiadarse de alguien como yo?...
-Pero ¿por qué alguien tendría que sentir compasión? -preguntó el tabernero, acercándose a Marmeladof.
….
-¿Que por qué tendría alguien que sentir compasión? -gritó de pronto Marmeladof… Es verdad: no merezco que nadie me tenga compasión; lo que merezco es más bien que me crucifiquen. ¡Sí, sí, la cruz, no la compasión…! ¡Crucifícame, Juez! ¡Y al crucificarme ten piedad del crucificado! Yo mismo caminaré al suplicio porque tengo sed de dolor y de lágrimas … Pero nosotros no podemos recibir piedad sino de Aquel que es piadoso con todos los hombres, de Aquel que todo lo comprende, del único, de nuestro único gran juez. Él vendrá, vendrá el día del juicio y preguntará: "¿Dónde está esa joven que se sacrificó por una madrastra tísica y cruel y por unos niños que no son sus hermanos de sangre? ¿Dónde está esa joven que tuvo piedad de su padre y no despreció con horror a ese bebedor despreciable? Y Dirá a Sonia: "Ven. Yo te perdono… te perdono… y ahora te redimo de todos tus pecados porque tú amas mucho".
El texto es relevante porque está ubicado en las primeras páginas de Crimen y Castigo, de manera que la belleza de la muchacha abre el espacio argumentativo de la novela mientras que el mensaje crístico será develado solo al final, como descubrimiento. En efecto, las palabras del padre de Sonia dejan ver la consistencia entitativa de la experiencia de la belleza de esta mujer: belleza física e interior de una joven a quien la miseria del mundo ha arrojado a la mayor tristeza, pero en quien el núcleo celeste de su humanidad no ha sido obliterado: ante el sufrimiento del otro, ella no juzga, acoge, acompaña, compadece. En este texto -que se encuentra en las primeras páginas de un relato que alcanza casi las quinientas- el escritor sintetiza en una rápida pero profunda pincelada la totalidad del itinerario de Rodian Raskolnikov quien comienza en sus ideales de utopía y orgullo infatuado, se arroja al crimen como un desafío probatorio de su superioridad sin sospechar la carga de culpabilidad que esa experiencia desencadenaría en su corazón, y concluye en lento, doloroso reconocimiento de sí a través de su aislamiento en la prisión y del desprecio consecuente de sus compañeros de celda que ven en él a un ateo, un hombre extraño que no los trata. que los ignora -la mentada fraternidad utópica se desploma estrepitosamente- y finalmente, la emergencia de un sentimiento cierto, desconocido, de amor hacia Sonia a quien, sin embargo, antes de su entrega, había pedido que no lo abandonara. El clamor caritatis emerge límpido en su corazón, y, derribando anclajes recónditos de un idealismo pseudointelectual, hace espacio para su verdadera y final conversión.
La belleza de la que habla Dostoyevski es, sin duda, la belleza crística, aquella que irrumpe por obra de la Gracia en el denudamiento de la Cruz, ya que al dolor de toda Cruz sigue el escándalo de la inocencia que ella misma devuelve. Uno de los textos más hermosos del Idiota entrega esta concepción de la Belleza desde un modelo icónico intratextual que recrea en la figura de Cristo el pensamiento de la creación en el Padre y, su necesaria kénosis en el Hijo;
"Los artistas pintan siempre a Cristo según las historias evangélicas; yo lo pintaría de otro modo: lo representaría solo, que alguna vez lo dejarían solo sus discípulos. Únicamente dejaría con él a un niño pequeño. El niño jugaría a su lado; quizá le estaría contando algo en su infantil lenguaje, Cristo le ha escuchado, pero en este momento medita; su mano involuntariamente, por olvido, ha quedado en la rubia cabecera del niño. Mira hacia la lejanía, hacia el horizonte; un pensamiento grande como el mundo entero, se sustenta en su mirada; su faz es triste. El niño ha callado, se le apoya de codos en las rodillas, y, con la mejilla en su pequeña mano, levantada la cabeza, se le queda mirando fijamente, pensativo, como pensativos se quedan a veces los niños. El sol se pone … ¡Este sería mi cuadro!.
4. CONCLUSIONES
El genio de Dostoyevski consiste en develar, a lo largo de toda su narrativa, la terrible y larvada presencia del mal en la existencia humana, bajo una diversidad de experiencias destinadas todas a mostrar el riesgo constante de desfiguración de la faz humana. La urgencia y tragicidad de su voz provienen de las exigencias de una época culturalmente volcada a un materialismo progresista cuyas propuestas alejan al hombre de toda preocupación por su destino como persona, separándolo así de toda búsqueda de sentido. El escritor ruso se adelanta, indudablemente, al grito trágico de F. Nietzsche de la muerte de Dios y el abandono definitivo del hombre sobre esta tierra.
Todas y cada una de sus páginas reiteran el dolor humano, lo vuelven írrito, lo extreman en sus posibilidades de manifestación expresando la permanencia en él -y en consecuencia en todo hombre- de la búsqueda de un camino, del deseo de retorno hacia un lugar de infancia cuya existencia real la razón moderna se empeña en negar. De aquí sus grandes enfermos de lesa humanidad, sus endemoniados criminales y suicidas que sólo buscan la probatoria de su voluntad de poder, sin olvidar de mostrar no obstante en el fragor de este infierno la presencia silenciosa, paradójica, contradictoria las más de las veces, de rostros inalterados por el dolor y transidos de una inocencia de otro mundo, un espacio sacro que anuncia a los hombres que la familia humana es posible, que la creación del hombre y del mundo es incoativa y que su Gracia profunda y misteriosa consiste en devenir Gloria ya en esta tierra. Para decirlo con la hermosa expresión de George Steiner, F. Dostoyevski apuesta a la presencia real, al hondo sentido del mundo como Palabra.

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492006000300004

Los mejores 17 libros de Fiódor Dostoyevski

1) Crimen y castigo

«Crimen y castigo« es una novela publicada por primera vez en la revista literaria The Russian Messenger en doce cuotas mensuales durante 1866.

Más tarde se publicó en un solo volumen. Es la segunda de las novelas completas de Dostoyevski después de su regreso de diez años de exilio en Siberia. «Crimen y castigo» es considerada la primera gran novela de su período de escritura «maduro». Desde su publicación, ha sido aclamado como uno de los logros supremos en la literatura mundial.

La obra se centra en la angustia mental y los dilemas morales de Rodion Raskolnikov, un ex estudiante empobrecido en San Petersburgo que formula un plan para matar a un prestamista sin escrúpulos, por su dinero.

Obra perteneciente a los mejores 100 libros de la historia.

2) Los hermanos Karamazov

«Los hermanos Karamazov« es la novela final del autor ruso. Dostoyevski pasó casi dos años escribiendo Los hermanos Karamazov, que se publicó en serie en The Russian Messenger desde enero de 1879 hasta noviembre de 1880. Dostoyevski murió menos de cuatro meses después de su publicación.

«Los hermanos Karamazov» es una novela filosófica apasionada ambientada en la Rusia del siglo XIX, que entra profundamente en los debates éticos de Dios, el libre albedrío y la moral. Es un drama espiritual y teológico de luchas morales relacionadas con la fe, la duda, el juicio y la razón, frente a una Rusia modernizadora, con una trama que gira en torno al tema del patricidio. Dostoyevski compuso gran parte de la novela en Staraya Russa, que inspiró el escenario principal.

Obra perteneciente a los mejores 100 libros de la historia.

3) El idiota

«El idiota» es una novela publicada por primera vez en serie en la revista The Russian Messenger en 1868-1869.

El título es una referencia irónica al personaje central de la novela, el Príncipe Lev Nikolayevich Myshkin, un joven cuya bondad, simplicidad de corazón abierto e inocencia llevan a muchos de los personajes más mundanos que encuentra, a asumir erróneamente que carece de inteligencia y perspicacia.

En el personaje del Príncipe Myshkin, Dostoyevski se propuso representar al «hombre positivamente bueno y hermoso». La novela examina las consecuencias de colocar a un individuo tan único en el centro de los conflictos, los deseos, las pasiones y el egoísmo de sociedad mundana, tanto para el hombre mismo como para aquellos con quienes se involucra.

Obra perteneciente a los mejores 100 libros de la historia.

4) Memorias del subsuelo

«Memorias del subsuelo» es una novela de 1864 de Fyodor. Es considerado por muchos como una de las primeras novelas existencialistas.

Se presenta como un extracto de las divagantes memorias de un narrador amargo, aislado y sin nombre (generalmente conocido por los críticos como el Hombre Subterráneo), que es un funcionario jubilado que vive en San Petersburgo.

La primera parte de la historia se cuenta en forma de monólogo, o el diario del hombre subterráneo, y ataca la filosofía occidental emergente, especialmente ¿Qué se debe hacer? De Nikolay Chernyshevsky. La segunda parte del libro se llama «Apropos of the Wet Snow «y describe ciertos eventos que parecen estar destruyendo y, a veces, renovando al hombre subterráneo, que actúa como una primera persona, un narrador poco confiable y un antihéroe.

5) El jugador

«El jugador» es una novela corta sobre un joven tutor en el empleo de un general ruso anteriormente rico. La novela refleja la propia adicción de Dostoyevski a la ruleta, que fue en más de un sentido la inspiración del libro: Dostoyevski completó la novela en 1866 bajo una estricta fecha límite para pagar las deudas de juego.

El jugador trató un tema con el que Fyodor Dostoyevski estaba familiarizado: el juego. Fyodor Dostoyevski jugó por primera vez en las mesas de Wiesbaden en 1862. Desde ese momento hasta 1871, cuando su pasión por el juego disminuyó, jugó en Baden-Baden, Homburg y Saxon-les-Bains con frecuencia, a menudo comenzaba ganando una pequeña cantidad de dinero y perdiendo mucho más al final.

6) Noches Blancas

«Noches Blancas» es un cuento publicado originalmente en 1848, al principio de la carrera del escritor.

Como muchas de las historias de Dostoyevski, «Noches Blancas» es contado en primera persona por un narrador sin nombre. El narrador es un joven que vive en San Petersburgo y sufre de soledad. Él conoce y se enamora de una mujer joven, pero el amor no es correspondido ya que la mujer extraña a su amante, con quien finalmente se reencuentra.

El cuento se divide en seis secciones: 

  1. Primera noche
  2. Segunda noche
  3. La historia de Nastenka
  4. Tercera noche
  5. Cuarta noche
  6. Mañana

7) Pobres gentes

«Pobres gentes» es la primera novela de Fyodor Dostoyevski, escrita en el lapso de nueve meses entre 1844 y 1845. Dostoyevski tuvo dificultades financieras debido a su extravagante estilo de vida y su adicción al juego en desarrollo; aunque había producido algunas traducciones de novelas extranjeras, tuvieron poco éxito y decidió escribir una novela propia para tratar de recaudar fondos.

Inspirado por las obras de Gogol, Pushkin y Karamzin, así como de autores ingleses y franceses, «Pobres gentes» está escrito en forma de cartas entre los dos personajes principales, Makar Devushkin y Varvara Dobroselova, que son primos terceros pobres.

La novela muestra la vida de los pobres, su relación con los ricos y la pobreza en general, todos los temas comunes del naturalismo literario.

8) El doble

«El doble» es una novela publicada por primera vez el 30 de enero de 1846 en las Notas de la Patria. Posteriormente fue revisado y republicado por Dostoyevski en 1866.

En San Petersburgo, Yakov Petrovich Golyadkin trabaja como consejero titular, un burócrata de bajo nivel que lucha por triunfar. Golyadkin tiene una discusión formativa con su Doctor Rutenspitz, quien teme por su cordura y le dice que su comportamiento es peligrosamente antisocial. Él prescribe «compañía alegre» como remedio. Golyadkin decide intentar esto y abandona la oficina.

Él procede a una fiesta de cumpleaños para Klara Olsufyevna, la hija del gerente de su oficina. No fue invitado, y una serie de pases falsos condujeron a su expulsión de la fiesta. En su camino a casa a través de una tormenta de nieve, se encuentra con un hombre que se ve exactamente como él, su doble. Los siguientes dos tercios de la novela se ocupan de su relación en evolución.

9) Recuerdos de la casa de los muertos

«Recuerdos de la casa de los muertos» es una novela semiautobiográfica publicada en 1860 en la revista Vremya, que retrata la vida de convictos en un campo de prisioneros de Siberia.

El libro es, esencialmente, una memoria disfrazada; Una colección holgada de hechos, eventos y discusión filosófica organizada por «tema» en lugar de una historia continua. El propio Dostoyevski pasó cuatro años en el exilio en una prisión de este tipo tras su condena por participar en el Círculo de Petrashevski.

Esta experiencia le permitió describir con gran autenticidad las condiciones de vida en prisión y los personajes de los convictos.

10) El sueño de un hombre ridículo

«El sueño de un hombre ridículo» es un cuento escrito en 1877. Narra las experiencias de un hombre que decide que no hay nada de valor en el mundo.

La historia comienza con el narrador deambulando por las calles de San Petersburgo. Contempla cómo siempre ha sido una persona ridícula, y también, qué tan recientemente, se ha dado cuenta de que ya nada le importa. Es esta revelación la que lo lleva a la idea del suicidio. El narrador de la historia revela que había comprado un revólver meses antes con la intención de dispararse en la cabeza.

Sin embargo luego de conocer a una mujer, los planes del personaje cambian.

11) El gran inquisidor

«El gran inquisidor» es un poema (una historia dentro de una historia) dentro de la novela «Los hermanos Karamazov» (1879-1880). Lo recita Ivan Karamazov, quien cuestiona la posibilidad de un Dios personal y benevolente, a su hermano Alexei (Alyosha), un monje novato.

«El gran inquisidor» es una parte importante de la novela y uno de los pasajes más conocidos de la literatura moderna debido a sus ideas sobre la naturaleza humana y la libertad, y su ambigüedad fundamental.

Los académicos citan la obra de teatro de Friedrich Schiller Don Carlos (1787) como una gran inspiración para el Gran Inquisidor de Dostoyevski, y también señalan que «Las fuentes de la leyenda son extraordinariamente variadas y complejas».

12) Diario de un escritor

«Diario de un escritor» es una colección de escritos de no ficción y ficción de Fyodor Dostoyevsky. Tomado de piezas escritas para una publicación periódica que fundó y produjo, normalmente se publica en dos volúmenes: el primero abarca los publicados entre 1873 y 1876, el segundo entre 1877 y 1881.

13) Nétochka Nezvánova

«Netochka Nezvanova» es una novela inacabada de Fyodor Dostoyevski. Originalmente fue concebido como un trabajo a gran escala en forma de ‘confesión’, pero todo lo que se completó y publicó fue un bosquejo de fondo de la infancia y adolescencia de la heroína del mismo nombre.

Dostoyevski comenzó a trabajar en la novela en 1848 y la primera sección completa se publicó a fines de 1849. El arresto y el exilio del autor en un campo de detención siberiano por su participación en las actividades del Círculo de Petrashevski, le impidieron continuar la obra.

Después de su regreso en 1859, Dostoyevski nunca reanudó el trabajo en Netochka Nezvanova, dejando este fragmento para siempre incompleto.

14) La patrona

«La patrona» es una novela del autor ruso escrita en 1847. Situada en San Petersburgo, habla de un joven abstraído, Vasily Mikhailovich Ordynov, y su amor obsesivo por Katerina, la esposa de un marido triste que Ordynkov percibe como un adivino maligno o místico.

La historia tiene ecos del folklore ruso y puede contener referencias autobiográficas. En su momento, «La patrona» tuvo una recepción mixta, más recientemente visto como tal vez único en la obra de Dostoyevski. La primera parte de la novela se publicó en octubre de 1847 en Notas de la Patria, la segunda parte en noviembre de ese año.

15) El cocodrilo

«El cocodrilo» es un cuento que se publicó por primera vez en 1865 en su revista Epoch.

La historia relata los acontecimientos que le sucedieron a Ivan Matveich cuando él, su esposa Elena Ivanovna y el narrador visitan el Pasaje en la avenida Nevsky para ver un cocodrilo que fue exhibido por un empresario alemán.

Después de burlarse del cocodrilo, Ivan Matveich es tragado vivo. Él encuentra que el interior del cocodrilo es bastante cómodo, y el dueño del animal se niega a permitir que se abra, a pesar de las súplicas de Elena Ivanovna. A medida que la historia termina, Elena Ivanovna está contemplando el divorcio e Ivan Matveich decide continuar su trabajo como funcionario público lo mejor que pueda desde el interior del cocodrilo.

16) El Sueño del Príncipe

«El sueño del príncipe» es una novela corta escrita en 1859, siete años antes que Crimen y castigo. En ella encontramos muchos de los temas que obsesionaban a Dostoyevski la exploración de la vida rusa y de los motivos ocultos y de las maniobras psicológicas que están tras el comportamiento humano, tratados, en este caso, con un gran sentido del humor.

En «El sueño del príncipe», una ambiciosa mujer (Marya Aleksandrovna Moskalyova) intenta casar a su hija Zina, de veintitrés años y a la que ya se considera demasiado mayor para estar soltera, con un príncipe al que el autor identifica por la inicial «K», un anciano, familiar lejano, que pasa por el pueblo en el que ellas viven tras haber volcado su carruaje, para que le asistan en su casa.

17) El árbol navideño y la boda

«El árbol navideño y la boda» es una historia corta publicada en 1848. La pieza es narrada por un torpe marginado que asiste a una fiesta de Navidad.

La fiesta se dio con el pretexto de ser una fiesta infantil, pero su verdadero propósito era que la familia del rico anfitrión hablara de negocios con miembros ricos de la comunidad.

Sin nadie con quien hablar, el narrador se limitó a simplemente observar a los invitados. El narrador se interesa especialmente por los niños. Se les dieron regalos de acuerdo con su posición social. La hija de once años de un rico contratista del gobierno recibió una muñeca costosa, mientras que el niño más pobre, el hijo de la institutriz familiar, recibió solo un pequeño libro sin ilustraciones o incluso una portada y una contraportada.

https://infolibros.org/libros-de-fiodor-dostoyevski-pdf/

Nota: en este Portal uno puede leer cada uno de estos libros.

La importancia de leer a Dostoyevski
A cualquiera, o prácticamente a todo el mundo, le suena la figura de Fiódor Dostoyevski. Tal vez no atinen a decir que es un escritor, pero el nombre les resultará familiar. Lo confundirán con un músico, o tal vez con un cineasta (si fuera en una confusión con Tarkevski, sería realmente sorprendente), hasta puede que crean que fue un dirigente soviético. Sea como sea, que una figura literaria todavía perdure en el imaginario colectivo sin siquiera haber sido leído es algo extraordinario.
Todos recordamos cuando el infame ministro Wert nos horrorizó a todos al anunciar que se eliminaba la Literatura Universal como asignatura optativa de la rama de Humanidades de 2º de Bachillerato (y no durará, me temo, demasiado en 1º). Un acto deleznable que automáticamente también la borraba de la Selectividad. Ocurrió hace año y medio; este curso académico que justo termina es el primero en el que se hace realidad tan duro acontecimiento. Eso quiere decir que los alumnos de 2º de Bachillerato han dejado de descubrir las maravillas literarias de Cervantes, de Shakespeare, de Austen,  de Tólstoi, de Woolf, de Kafka… y por supuesto, no se hablará de Dostoyevski en las aulas.
La dimensión del escritor ruso es tan grande que todavía ahora,  136 años, sus trabajos siguen siendo objeto de estudios literarios, de nuevos descubrimientos en sus textos; las temáticas universales que subyacen en sus novelas continúan tan vigentes en el presente como lo fueron en la Rusia imperial del siglo XIX.
Obras como Crimen y castigo, Los hermanos Karámazov o Los demonios son auténticas obras maestras, joyas que trascienden su naturaleza literaria para convertirse en patrimonio de la Humanidad. No estamos hablando de un simple narrador, de un escritor que tuvo fama en su época y la ha conservado por casualidad más de un siglo. Dostoyevski es mucho más que eso, fue un hombre extraordinario que supo captar la esencia de la existencia humana y transcribirla en papel para que todos pudiéramos compartir su privilegiada visión.
Gracias a Alba Editorial, que publicó Diarios de un escritor, descubrimos al Dostoyevski más personal, pues de su propio puño y letra nos relata lo que pasa por su cabeza sin el filtro de una historia novelada. Quien se adentre en esos diarios descubrirá un Dostoyevski que lejos de lo que pudiera parecer por sus obras -plagadas de histrionismo, pasiones desatadas y locuras desmedidas- se nos presenta como un hombre reflexivo y que pausa sus pensamientos, debate con calma sus argumentos. Sólo cuando dentro de esos diarios mete narrativas es cuando descubrimos el proceso creativo del genio ruso.
¿Por qué es importante leer a Dostoyevski? Es importante en la medida en que su literatura rezuma humanismo por todas partes. En una sociedad en la que cada vez se tiende más a masificar los pensamientos, a unificar criterios y desmenuzar la importancia del individuo, del pensamiento libre, las obras maestras de Dostoyevski abren las puertas a la filosofía, a la historia, a la sociología… si bien las dos últimas son rehenes de la época en que fueron escritas, la exploración hasta la más profundas de las simas del alma humana es imperecedera.
En Crimen y castigo exploramos la profunda psicología del hombre, sus miedos, sus anhelos universales… mientras que al mismo tiempo se introduce una crítica velada a la burguesía rusa; pero no sólo eso, sino que a lo largo de sus centenares de páginas, mientras vemos las vicisitudes de su protagonista, se nos ofrece una profunda disertación sobre el existencialismo y la manera en la que nuestros actos, como individuos libres y únicos, nos definen y marcan nuestro camino en la vida o la sociedad. Toca muchos palos de las ramas más humanistas del pensamiento, y los explora hasta la saciedad. Tanto que nos sumerge en la locura de la que hacen gala todos sus personajes, de esa visceralidad con la que viven y se relacionan; en cierto modo Dostoyevsky nos invita a imitarlos, a darlo todo en cualquier cosa que hagamos, cualquier pensamiento que tengamos, cualquier sueño que intentemos hacer realidad.
Tenemos que ser críticos con los que nos rodean, con los que nos mandan; exigir y ser exigentes con nosotros mismos. Nunca conformarnos con nada y sentir con todos los sentidos de los que nos ha dotado la naturaleza. Y si para eso hace falta algo de locura, nos abandonamos a ella con la esperanza de que la razón termine por encontrar el ancla necesaria y evitar el naufragio. Bordear el risco, andar por la cornisa como método de iluminación. Así son los personajes de Crimen y castigo. Y sucede lo mismo con el resto de sus novelas, sus relatos y también en sus diarios. Y así debemos ser nosotros, también.
Así pues, y como la de muchos autores universales, la capacidad que posee Dostoyevski para hacernos reflexionar es impresionante. Y muy necesaria, pues no podemos perder aquello que nos hace libres, que no es otra cosa que el pensamiento crítico, la capacidad de analizar nuestra realidad y la capacidad de construir un discurso propio, que no pueda ser manipulado pero que al mismo tiempo es flexible al debate.
Es por esa razón que todo el mundo debería leer al menos una de las grandes novelas de Dostoyevski, todo el mundo debería sumergirse en un universo construido desde las emociones humanas, desde largas enseñanzas filosóficas en las que personajes sabios hablan con jóvenes impetuosos en una especie de enseñanza de vida. Todos deberíamos ser por un día Rodión Romanovich Raskólnikov o Lev Nikolaevic.
https://www.hablandoconletras.es/la-importancia-de-leer-a-dostoievski/


"Cree hasta el final"

Fiódor es reconocido internacionalmente como uno de los literatos más prominentes e influyentes de la historia. En total, este escritor ruso produjo cerca de 11 novelas largas, 3 novelas breves, y 17 cortas, además de numerosos ensayos y otros escritos periodísticos. Sus libros han sido traducidos a más de 170 idiomas, y se han vendido alrededor de 15 millones de copias en todo el mundo. Albert Einstein dijo de él: "
Dostoyevsky
me da más que cualquier científico, más que Gauss" y lo llamó "un gran escritor religioso" que explora "el misterio de la existencia espiritual".
Meses después de este escena, Dostoyevski experimentó una Navidad en la que el pueblo cristiano de Rusia enviaba alimentos a la cárcel como un acto de caridad, lo cuál le impresionó al hombre, quien narró lo que vio cuando iba con otros presidiarios caminando por las calles de Omsk en cuadrillas de trabajo, y describió cómo les eran enviadas limosnas. Dostoyevski experimentó una caridad especial cuando una niña de unos diez años se acercó a él y puso en su mano una moneda, diciendo «Toma este Kopeck en nombre de Cristo» (Ayllón, 2009:48). El novelista atesoró estos y otros momentos durante algunos años.
Más tarde, sin embargo, unas mujeres que eran esposas de hombres que habían participado en la Revuelta decembrista. Durante su estancia Tolbolsk, una mujer de apellido Fonvizina, conforme al mandamiento de Jesús, había visitado al preso en la cárcel y junto a otras dos mujeres, Muravyeva y Annenkova, habían regalado un Nuevo Testamento para recordarle a Fiódor que Dios tenía planes mayores para él; planes "de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza" (Jeremías 29:11). 
En prisión a excepción de algunas veces en las que fue enviado al hospital militar y pudo encontrarse con fragmentos de periódicos y novelas de Charles Dickens, la historia de los Evangelios, la crucifixión y los hechos de los Apóstoles fue de lo único que el escritor leería durante su estancia en la cárcel (D. Kennedy, 2005:134). En su Diario de un Escritor, Fyodor comentaba al respecto:
"Vimos a estas sublimes víctimas que voluntariamente habían seguido a sus esposos a Siberia. Lo dejaron todo: la posición, la riqueza, los lazos familiares, sacrificando todo por el deber moral más alto; un deber que nadie podría obligarlas a hacerlo sino solo ellas mismas. Completamente inocentes, durante veinticinco años ellas indagaron en todo lo que sus esposos habían sido condenados. La reunión duró una hora. Ellas nos bendijeron al entrar a una nueva vida, hicieron la señal de la cruz y nos dieron un Nuevo Testamento -- el único libro permitido en la prisión. Lo tuve bajo mi almohada durante los cuatro años de mi servicio penal. Lo leía a veces, y se lo leía a otros. Usando el Nuevo Testamento enseñé a leer a un presidiario" (Cit. en Frank, 2009:187).
Después de que se acortara la sentencia de Fiódor a cuatro años, finalmente fue liberado el 14 de febrero de 1854. En marzo de ese mismo año, Dostoyevski escribió una famosa carta a Madame Natalya. D. Fonvizina, la mujer que le había dado el Nuevo Testamento.
En la carta, 
Dostoyevski se analizaba a sí mismo en retrospectiva, y sus creencias parecían encontrarse en una encrucijada, demostrando tanto un toque de incredulidad, como una inamovible creencia en la figura de Jesucristo, muy a su estilo, escribiendo:
"He escuchado de mucha gente que usted es muy religiosa, N. D. No porque usted es religiosa, sino porque yo mismo he experimentado y sentido esto profundamente, le diré que hay momentos en los que uno tiene sed de la fe como si fuera una "hierba seca", y la encuentra precisamente porque la verdad brilla en el infortunio. Le diré, respecto a mí, que soy hijo de ésta era, un hijo de la falta de fe y de la duda hasta ahora e incluso   sé   que lo seré hasta que se cierre mi tumba. 
¡Qué terribles tormentos me ha costado tener esta sed de creer y aun me cuesta!... Convertidos más fuertes en mi alma, cada vez que hay en mí razonamientos contrarios, y sin embargo, Dios me da a veces momentos en los que estoy completamente en paz; en tales momentos, yo amo, y creo que soy amado, y en tales momentos construyo mi credo de fe en el cuál todo está santo y claro para mí. 
Este credo es muy simple; es este: Creo que no hay nada más santo, más profundo, más empático, más racional, más valiente, y más perfecto que Cristo, y no sólo no hay nada, sino que me digo a mí mismo con un amor celoso que jamás podría haber algún otro. Es más, si alguno pudiera probarme que Cristo está fuera de la verdad, y si la verdad realmente excluyera a Cristo, preferiría quedarme con Cristo y no con la verdad.”
Jesucristo mismo había dicho: "Yo soy la Verdad" (Juan 14:6) y el interés del escritor ruso en la figura de Cristo resurgía tan intensamente a tal grado de que estudiaba y leía al Salvador con diligencia. La labor evangelística de Fonvizina había logrado plantar un mensaje que le había regresado esperanza a Dostoyevski, y eventualmente, se había cultivado una convicción espiritual que el escritor ruso demostraría a lo largo de su carrera, a pesar del entorno tan hostil en que se había dado.
Después de haber regresado de Kazajistán, Dostoyevski se erigió como un escritor ya convencido de la veracidad de doctrina de Cristo, pero aun con dudas existenciales sobre la religiónDe acuerdo a Jones (2005), Dostoyevski comenzó a leer regularmente los Evangelios y a hacerse de una creencia "predicaba una versión sentimental del cristianismo completamente libre de contenido dogmático y con un fuerte énfasis en darle al amor cristiano una aplicación social".  Su opinión política también tuvo repercusiones. Fyodor opinaba que tanto la oligarquía como la democracia, eran sistemas errados. Respecto a Francia, por ejemplo, escribió:
"Los oligarcas  sólo están preocupados por los intereses de los ricos; los demócratas, sólo por los intereses de los pobres, pero de los intereses de la sociedad, del interés de todos y el futuro de Francia como un conjunto — nadie allí se interesa por esas cosas" [Lantz 2004, pp. 323-27]
Después de su exilio en Siberia, Dostoyevski expresó su rechazo al ateísmo socialista, a la destrucción de las instituciones y, por sus creencias pacifistas, reprobaba cualquier método de violencia. En Los hermanos Karamazov, por medio del personaje de Shatov, escribiría que la versión marxista del "socialismo es atea — está proclamado en su primerísima declaración que dirige la organización que no presupone a Dios..."
Sin embargo, había surgido cierta curiosidad por el socialismo cristiano, (opuesto al socialismo marxista, e inspirado en los ejemplos de los evangelios y el cristianismo primitivo). De éste, Fiódor escribió un artículo completo llamado “Socialismo y Cristianismo”, en 1864. En dicho artículo, Dostoyevski afirmaba que la sociedad se estaba degradado por moverse hacia un liberalismo que perdía la fe en Dios. Su opinión sobre la Europa occidental de la época era que se debía recuperar el concepto original del cristianismo. El descontento del escritor ruso era que: 
"[Europa ha] rechazado la única fórmula para la salvación que viene de Dios y que había sido proclamada por la revelación: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'; y la ha reemplazado por conclusiones como, "Chacun pour Soi et Dieu vierta tous' ["Cada uno para sí mismo, y Dios para todos'], o eslogans científicos como "la lucha por la supervivencia" (Lantz 2004, pp 183-89)
El mismo año, 1864, Dostoyevski escribió "Memorias del subsuelo"  y en 1869, "El idiota". Éste último libro estaba centrado en trabajar en torno a una pregunta "con la que había estado atormentado, consciente o inconscientemente, toda mi vida. Esto es, la existencia de Dios", según escribió en una carta a A. N. Maikov. La cuestión es manifestada en los personajes de la novela escrita. 
La regeneración de la fe de Dostoyevski se hacía evidente en sus trabajos y novelas escritas después de su exilio. Aunque no había dejado de rechazar la hipocresía religiosa de los cleros, Fyodor se había tornado un crítico del nihilismo, del racionalismo y del movimiento socialista de su época. Parte de esto se muestra en su novela anti-nihilista "El poseído". Un gran número de sus libros se escriben desde una perspectiva evidentemente cristiana, que en su trama exploran las dudas religiosas e interrogantes que generalmente se objetan ante el cristianismo, pero a la vez las yuxtaponen con argumentos a favor de la fe, en los diálogos entre creyentes e incrédulos. 
Está claro que su opinión definitiva se ubica en una fuerte convicción de la presencia de Dios en el mundo, aunque también en un rechazo a la maldad del mundo, y una firme seguridad en la veracidad de Jesús, como lo expresó diciendo:
“Ama toda la creación de Dios, cada grano completo de arena de ella. Ama cada hoja, cada rayo de la luz de Dios. Ama los animales, ama a las plantas, ama todo. Si amas todo, perseverarás en el misterio divino de las cosas. Una vez que lo percibas, comenzarás a comprender mejor cada día, y al final vendrás a amar el mundo entero con un amor que todo lo abarca.”
Declaro que acepto que Dios es puro y simple. . . Yo acepto a Dios, no sólo voluntariamente, sino que además también acepto su sabiduría y su propósito. . . yo creo en el orden, en el significado de la vida , yo creo en la armonía eterna, en la que se supone que todos nos uniremos, creo en la Palabra por la cuál el universo anhela, y que Él mismo era "con Dios", quien Él mismo es Dios, y así sucesivamente y así sucesivamente, hasta el infinito .
Para Fyodor, la Rusia ideal era una Rusia en la que todos fueran cristianos: "Convencer a la gente de admitir que un cristianismo ideal puro no es una abstracción, sino una realidad vívida, posiblemente cerca y a la mano, y que el Cristianismo es el único refugio que la tierra rusa tiene de todas sus maldades."
"Incluso aquellos que han renunciado al Cristianismo y lo han atacado, en su más profundo ser aun siguen teniendo el ideal cristiano, porque hasta en este mismo momento, ni su astucia ni el ardor de sus corazones ha sido capaz de crear un ideal más alto del hombre  y de la virtud que el ideal dado por Cristo."
No está claro cuántas personas asistieron a su funeral. Mientras algunos aseguran que hubo una asistencia de entre 40,000 y 50,000 personas, otro reportaje asegura que más de 100,000 personas estuvieron presentes. 
En su lápida está inscrito un versículo del Nuevo Testamento, (Juan 12:24) en el cual Jesús dijo:
"De cierto, de cierto os digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto."
Quizá ninguna frase pueda encerrar mejor la relación entre su fe y su existencia terrenal que aquella escrita en su último libro:
"Cree hasta el final, aún si todos los hombres se apartaran y dejaran y tú fueras el único que queda, trae tu ofrenda incluso entonces y alaba a Dios en tu soledad."

Fuente: http://creyentesintelectuales.blogspot.com/2013/07/fiodor-dostoyevsky.html


Amiga, Amigo:
Después de la lectura del escrito 566 dejado en el Cíber Espacio el día de Navidad de 2020 con algunos artículos sobre este gran escritor y pensador que tan bien reflejó a su pueblo ruso muy servil frente a la dictadura del emperador (Crimen y Castigo) y el sentido casi místico que desarrolló en medio de tanto sufrimiento; él nos lega su maravilloso credo cristiano ortodoxo. Es una Luz de Esperanza en medio del actual caos mundial con una Pandemia que la considero cual PLAGA similar a la de los egipcios de la era de Moisés, PLAGA que por algo nos fue enviada considerando el gran daño planetario que como humanos hemos causado en todo orden de cosas. Tengo la Esperanza que habrá una post pandemia con un Mundo Mejor más justo y solidario en el que cada persona por sí misma entenderá que debe ser y pensar mejor al entender el por qué de la Pandemia que en justicia hemos recibido...




Dr. Iván Seperiza Pasquali
 Quilpué, Chile
Diciembre de 2020
http://www.mundomejorchile.com/
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