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Dra. Eloísa Díaz Insunza
 (1866 - 1950)
La Primera Mujer Médico de Chile y Latinoamérica

Proemio


Conversando telefónicamente en Pandemia con mi hija que está 1.100 kilómetros al sur en Puerto Varas a cargo del CEUS (Centro de Estudios de la Universidad de Santiago) que es Médico Veterinaria y otros títulos más, me dijo que al tomar conocimiento de la Historia Oculta de Chile, entre varias mujeres se nombraba de manera destacada a la Dra. Eloísa Díaz Insunza como nuestra primera mujer graduada como Médico y que le podría dedicar un título a ella. En ese instante recordé y le dije que como estudiante de Medicina en Argentina di más de 30 exámenes, un 50% como alumno libre lo que me permitió adelantar dos años mi carrera y que ahora me daba cuenta que en ninguno de esos exámenes, en la comisión de tres examinadores hubo una mujer, reconociendo que tuve compañeras destacadas... Por lo tanto bienvenido sería a mi Portal referirme a esta Colega, más aún en una época de apertura mental con reivindicación del igualitario rol que corresponde a la mujer, y luego del Plebiscito para Cambio de la Constitución celebrado el domingo 24 de octubre en Chile y con la esperanza que la mesa constituyente que redactará en varios meses nuestra nueva carta magna permita lograr un país más justo e igualitario e igual lo sea en justicia con las mujeres chilenas. 

El aplastante resultado del Plebiscito fue para la opción A=APRUEBO con un 78,27% de las preferencias, por sobre el 21,73% alcanzado por la opción B=Rechazo. Eran dos votos el otro a su vez tenía dos opciones de quienes serán los constituyentes que a futuro serán elegidos para redactar esa Constitución; A= mixtos de parlamentarios y constituyentes y B= solo nuevos constituyentes es decir SIN POLÍTICOS, la cual triunfó con un 79%. Dejando muy mal parados a todos los sectores políticos. Se destacó la cantidad de votantes en Pandemia y lo bien organizado que todo estuvo por el SERVEL teniendo los resultados finales a las pocas horas de finalizado el proceso. Será una elaboración compleja de casi un año y ojalá mi pueblo no resulte una vez más frustrado dado que el poder político hizo un “oculto” traje a la medida para ellos, más allá de su aplastante derrota, pudiendo con un tercio de los presentes en votación anular a los constituyentes independientes si no logran los dos tercios de los votos para cada materia a tratar ¡OJO estad alertas!...

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Desarrollo

Por otra parte, siento al reconcentrarme íntimamente que no he perdido instruyéndome i que no he rebajado mi dignidad de mujer, ni torcido el carácter de mi sexo! No! La instrucción, como muchos pretenden, no es la perdición de la mujer: es su salvación.

Siento al reconcentrarme íntimamente que no he perdido instruyéndome y que no he rebajado mi dignidad de mujer, ni torcido el carácter de mi sexo! No! La instrucción, como muchos pretenden, no es la perdición de la mujer: es su salvación.
Dra. Eloía Díaz Insunza

Eloísa Díaz
Memoria Chilena. Biblioteca Nacional de Chile
Eloísa Díaz Insunza nació el 25 de junio de 1866, fruto del matrimonio conformado por Eulogio Díaz Varas y Carmela Insunza. Sus primeros estudios los realizó en el colegio que dirigía Dolores Cabrera Martínez. Las humanidades las cursó en el colegio fundado y dirigido por Isabel Le Brun de Pinochet y en el Instituto Nacional. En 1880, postuló a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, después de una ley que permitía por primera vez el ingreso de mujeres a dicho centro de estudios superiores.
Estudiosa, Eloísa Díaz, fue la primera mujer chilena que se graduó como médico, resultando premiada en varias oportunidades, llegando a ser la mejor alumna en clínica médica y en obstetricia. Sus esfuerzos fueron coronados cuando, luego de escribir su tesis de grado, Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo, se licenció en medicina el 27 de diciembre de 1886. Su memoria fue publicada en Los Anales de la Universidad de Chile y en La Revista Médica de Chile. Anteriormente, ya había entregado una colaboración al Boletín Médico acerca de la "Ruptura útero-vaginal, curación". Obtuvo su título profesional el 3 de enero de 1887, siendo la primera chilena y la primera americana que obtenía ese título.
Sus primeros pasos profesionales fueron entre 1888 y 1890 como ayudante de la clínica de ginecológica del profesor Roberto Moericke. En enero de 1891 se integró al plantel médico del hospital San Borja.
Al mismo tiempo, en 1889, ejercía como profesora y médico de la Escuela Normal de Preceptores del sur, donde permaneció hasta el año 1897. Desde este sitial analizó las condiciones higiénicas de los colegios del país, convirtiéndose en una experta en el ramo. Estos conocimientos le permitieron en 1898 convertirse en Inspector médico escolar de Santiago, y más tarde asumir el cargo a nivel nacional, ejerciéndolo durante treinta años.
Desde este puesto impulsó reformas como la creación del servicio médico dental en las escuelas; fundó jardines infantiles; implementó policlínicas dirigidas a las personas de menores recursos e impulsó colonias escolares gratuitas.
En el ámbito intelectual participó en numerosos congresos. En 1901, expuso brillantemente sus ideas en el Congreso Médico Latinoamericano realizado en Santiago, respecto de la sanidad e higiene escolar, lo que le valió merecidos aplausos. En 1904, concurrió al Congreso que se desarrollaba en Buenos Aires con un trabajo titulado: Disquisiciones sobre higiene escolar en Chile. Dos años después publicaba en el Anuario del Ministerio de Instrucción Pública un interesante artículo sobre La alimentación de los niños pobres en las escuelas públicas. En 1910, integró la delegación chilena que concurrió al Congreso Científico Internacional de Medicina e Higiene de Buenos Aires, donde fue elegida secretaria de una de las secciones. Asimismo, fue relatora del tema "el niño débil normal y organizaciones médico-escolares". En virtud de su trayectoria y aportes el Congreso Científico la nominó "Mujer Ilustre de América".
A su vuelta, en 1911, fue nombrada directora del Servicio Médico Escolar de Chile, destacando en impulsar el desayuno escolar obligatorio, la vacunación masiva y en su lucha en contra del alcoholismo.
También fue integrante de numerosas instituciones científicas: la Liga Nacional de Higiene Social, la Sociedad Científica de Chile, el Consejo Nacional de la Mujer, la Sociedad Médica, el Consejo de Nutrición Primaria, la Cruz Roja y otras.
A los 60 años se retiró al merecido descanso. En 1950 enfermó, por lo que fue internada en el hospital San Vicente de Paúl donde murió a los 85 años.
http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-92520.html


Eloísa Díaz Insunza: EL DERECHO DE LA MUJER A LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

Primera mujer en cursar estudios superiores en nuestro país y primera en graduarse de médico en Chile y en América Latina. “Mujer Ilustre de América”, así se le distinguió en 1910, en Argentina, por sus aportes a la medicina social. Conquistó una reivindicación fundamental para el mundo femenino chileno: el derecho al desarrollo intelectual. Trabajó cerca de 30 años como Inspector Médico Escolar de Chile y encabezó por espacio de 14 años el Servicio Médico Escolar de nuestro país.

Foto: Gentileza Museo de la Educación Gabriela Mistral

Con apenas 15 años de edad, el 11 de abril de 1881, Eloísa Díaz rindió los exámenes para optar a la enseñanza universitaria. Todo un atrevimiento si tomamos en cuenta que sólo unos años antes, en 1877, el ministro de Instrucción Pública, Miguel Luis Amunátegui, había dictado el decreto que permitía a las mujeres chilenas rendir exámenes para postular a la universidad.

Un hecho de esta naturaleza, en el Chile de ese entonces, causó revuelo. Incluso la prensa dejó constancia del suceso:
El Claustro Universitario presentaba anoche una animación que no es frecuente en ese angosto recinto de la ciencia. Por primera vez en Chile, figuraba entre las aspirantes al Bachillerato en Humanidades, un estudiante del sexo femenino, y tanto la novedad del hecho como la curiosidad despertada entre los alumnos de la sección universitaria, habían logrado atraer una numerosa concurrencia a la sala de examen”. (Diario El Ferrocarril de Santiago, 12 de abril de 1881).
Las materias sorteadas fueron Historia de Chile y América y entre los examinadores se encontraba el historiador Diego Barros Arana. En la sala contigua, esperaban los resultados el rector de la Universidad de Chile, Ignacio Domeyko, y el ministro Amunátegui.
Inútil es decir que contestó satisfactoriamente a todas las preguntas y que manifestó un perfecto conocimiento de los sucesos que se han desarrollado en este continente y en especial en nuestro país, señaló la misma publicación.
Eloísa aprobó por unanimidad y en ese momento, las personas presentes aclamaron su nombre. Esa misma noche recibió de manos de Domeyko, su grado de Bachiller. La crónica de “El Ferrocarril” relató:
El señor rector, al entregarle el diploma, le dirigió algunas palabras de felicitación, y por segunda vez la concurrencia prorrumpió en aplausos, aplausos que se renovaron al salir de la sala el nuevo bachiller”.
Primera mujer en Medicina
El 22 de abril, esta joven –que estudió en el Colegio de Primeras Letras de Dolores Cabrera de Martínez y luego, en el Liceo de Isabel Le Brun de Pinochet- se reunió con el decano de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, Adolfo Murillo Sotomayor, para que la incorporara a esa carrera.
El señor decano le manifestó su complacencia por ser la primera de su sexo que deseaba seguir la profesión médica; le dijo que no había inconveniente para permitirle estudiar con los demás alumnos los ramos de esa carrera, y le prometió recomendarla a los profesores y alumnos de las cátedras de medicina para que le guarden todas las consideraciones y el respeto debidos al sexo de la aspirante”. (El Mercurio de Valparaíso, 22 de abril de 1881)
Tuvo que asistir a clases acompañada de su madre, pues no era bien visto que estuviera sola en un mundo predominantemente masculino y, además, era menor de edad. De hecho, otras mujeres que siguieron sus pasos, como Ernestina Pérez Barahona, vivieron esa misma experiencia.
Consciente de que muchos ojos estaban puestos en ella por ser mujer, Eloísa se esforzó mucho en sus estudios y durante los seis años que exigía la carrera recibió premios y honores por su excelente desempeño.

Foto: Colección Biblioteca Nacional de Chile.

La tesis que le permitió obtener el título de médico se llamó: “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y de las predisposiciones patológicas propias del sexo”. Para desarrollarla, efectuó una minuciosa investigación en el Hospital San Borja y presentó una estadística de 16.439 casos, indicando el número y proporción de las enfermedades que afectaban a las mujeres en sus diferentes edades. Incluso agregó 399 casos tomados de la Casa de Espósitos de Santiago.
En la introducción de esa tesis, que leyó el 25 de diciembre de 1886, Eloísa Díaz destacó que la mujer es capaz de incorporarse al mundo de la medicina y que entiende su vocación como un apostolado que en nada perjudica su sensibilidad femenina:
Al pretender obtener el título de médico-cirujano, he pensado maduramente acerca de la grave carga que echaba sobre mis débiles fuerzas de mujer; rudo es el trabajo, lata la ciencia, difícil la misión… pero ¿es superior a la energía, a las dotes de observación y a la inteligencia de las de nuestro sexo? No lo sé, pero siento aquí en lo interior de mi ser que no me arrepiento hoy en el comienzo de la juventud, de la jornada que emprendí cuando aun era niña tierna y que me prometo seguir en medio de los afanes y vicisitudes de la vida (…)
Hay reacios que piensan que la mujer, haciéndose médico, pierde los rasgos de su carácter, para varonilizarse y abdicar así de las prerrogativas de que goza en la sociabilidad.
Obtenida vuestra benévola aprobación, seguiré tranquila mi obra empezada dejando a los moralistas y filósofos discutir el problema que desfavorablemente para la mujer han resuelto ya los malhumorados pesimistas y otros. Y al seguir mi obra empezada, bendeciré la hora en que la paternal solicitud de los autores de mis días concibió el proyecto de dedicarme a un género de vida en que el alivio de las dolencias humanas y la satisfacción de ejercer el más benemérito de los apostolados, retemplan la exquisita sensibilidad de la mujer que puede por medio de halagadora intuición, entrever las dulzuras de la práctica de la caridad en un grado heroico”. (Eloísa Díaz Insunza, “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y de las predisposiciones patológicas propias del sexo”, Imprenta Nacional, Santiago de Chile, 1887.
En este texto, Eloísa dejó también en evidencia la situación que afectaba a las mujeres de su época, lo difícil que era para ellas pensar en acceder a la educación superior:
Vedado estaba para la mujer chilena franquear el umbral sagrado del augusto templo de la ciencia. La ley se oponía a ello cerrándole el paso que conducía a las aulas oficiales en las diversas gradaciones de la enseñanza secundaria y superior. La preocupación social que alguien con epíteto duro, pero indudablemente justo tildaría de añejo, se lo prohibía amenazándola con el duro ceño de su solemne encono y hasta con el cruel dictado de la reprobación condenatoria (…)
Pero los tiempos cambian. Los legisladores con ellos cambiaron también su modo de pensar y ley se dictó en Chile, reconociendo a la mujer un derecho que naturalmente posee: instruirse para instruir a sus hijos. Se declaró que la mujer chilena podía ser admitida a la prueba de opción de grados. Una barrera estaba franqueada, quedaba aun otra que salvar que no era menos penosa, menester era obtener el pase de la sociedad para que la niña pudiese salir del hogar y llegar, si no con satisfacción manifiesta suya, al menos sin su reprobación, al santuario de las letras y de las ciencias para volar a él sin que se la mirase a su vuelta con recelo y de reojo”.
Cecilia Sepúlveda Carvajal, ex Decana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, afirmó en una investigación sobre Eloísa Díaz:
La importancia de esta mujer pionera en la historia de Chile radica no solo en ser la primera mujer que se titula de médica, sino que también por ser una de las primeras mujeres que desafió a la sociedad de su tiempo”. (Cecilia Sepúlveda. Por primera vez en Chile una estudiante del sexo femenino.
Eloísa Díaz recibió su grado de Licenciada en Medicina y Farmacia el 27 de diciembre de 1886, y su título de médico cirujano el 3 de enero de 1887. Sólo tenía 20 años de edad.
Un par de datos de interés: Fue el Presidente de la República, José Manuel Balmaceda, quien le entregó su título. Y, como si eso fuera poco, quedó consignado en el Acta que Eloísa era la primera mujer en titularse en esta carrera y se destacó su constancia en los estudios respectivos.
Hasta ese momento sólo dos países contaban con mujeres médicos: Inglaterra y Estados Unidos.
Después de su titulación, publicó su tesis en la Revista Médica (1886) y en los Anales de la Universidad de Chile (1887). Al mismo tiempo, dio sus primeros pasos en el mundo laboral:
“Había decidido especializarse en el área de Ginecología, por lo que una vez titulada se incorporó como ayudante a la Clínica Ginecológica del doctor Roberto Moericke en la Universidad de Chile. Además abrió un consultorio particular para poder atender a sus pacientes ancianas. En enero de 1891 se integró al equipo del Hospital San Francisco de Borja como médico de planta”. (Daniela García P. y Cristián García B. Eloísa Díaz Insunza y su lucha por la salud escolar en Chile. En: Anales Chilenos de Historia de la Medicina. Año (Vol.) 17 Nº 1, mayo 2007)
En 1888 participó en el Primer Congreso Médico. Para ese encuentro, se inscribieron 128 profesionales de Santiago y 118 de provincia. En la lista de asistentes, se observa la participación de todas las grandes figuras chilenas de la medicina y la biología de la época. La única mujer era la doctora Díaz Insunza.
Entre 1889 y 1897, se desempeñó como médico y profesora de Higiene en la Escuela Normal de Preceptores del Sur de Santiago. Analizaba las condiciones higiénicas de los establecimientos educacionales de Chile y proponía soluciones. Esto le valió ser nombrada, en 1898, Inspector Médico Escolar de Santiago, y luego del país, cargo en el que estuvo por cerca de 30 años.
Literalmente, dejó los pies en la calle. “Ella recorrió cada una de las escuelas para pobres y sus informes sobre los recintos fotografiaban la pestilencia, la oscuridad húmeda, el cansancio, el hambre y las cefaleas que agobiaban a maestros y alumnos de aquellas 121 escuelas. Anotaba las imágenes del lamentable estado de “retraso del desarrollo natural” de los proletarios escolares y del “decaimiento de sus energías físicas e intelectuales”, lo cual originaba las “perturbaciones nerviosas” que estaban dañando gravemente a la infancia chilena y que constituían “el principal factor del prematuro decaimiento que ya se nota en nuestra raza”. Exigía con urgencia lo más elemental para la sobrevivencia de los escolares en la urbe, en un tiempo de epidemia de tuberculosis que provocaba la tercera parte de las muertes en la población activa (10 a 50 años): ventiladores, claraboyas, ventanas, vidrios, que se tapasen las acequias donde nadaban cientos de ratones que a menudo se inundaban sobre el patio de juego y que causaban la viruela y tifoidea, que se mejorasen las letrinas y se instalasen escupideras y lavatorios y ojala algo más sofisticado como un baño y un galpón para clases de gimnasia”.
Frente a la pobreza, epidemias y ausentismo escolar, Eloísa Díaz propuso en 1899 al ministro de Instrucción Pública, Enrique Matta Vial, crear una Sociedad Protectora de los Niños de las Escuelas Públicas, que incluyera “la instalación de un dispensario y de un servicio de botica con todos los medicamentos indispensables que requiera una asistencia médica seria y completa”. Asimismo, le manifestó que era necesario dar a los niños alimento, vestuario y medicamentos en caso de enfermedad, y veremos cómo los padres obligarían incuestionablemente a sus hijos a asistir a la escuela y sería este un medio preliminar para hacer más tarde obligatoria la instrucción”.
En esta etapa de su vida, Eloísa participó en congresos de importancia para la comunidad médica de América Latina. Fue justamente en uno de ellos, realizado en 1910 en Buenos Aires, donde se le distinguió como “Mujer Ilustre de América” por sus aportes a la medicina social.
En 1911, reorganizó el Servicio Médico Escolar, encargado de la salud de todos los estudiantes chilenos, y asumió su jefatura, con el objetivo de enfrentar las patologías que afectaban a los niños: el raquitismo, la deficiencia mental, las enfermedades bucales y la tuberculosis. Asimismo, impulsó el desayuno escolar obligatorio -destinando inicialmente para ello dinero propio- y la vacunación masiva de los estudiantes.
También creó los servicios médicos dentales en las escuelas, fundó jardines infantiles, policlínicos para personas de escasos recursos, y colonias vacacionales (campamentos) gratuitas”.
“Vive entregada a su causa”
Sus esfuerzos no pasaron desapercibidos para la sociedad de la época. En palabras del escritor Miguel Laborde, actual director de la Revista Universitaria de la Universidad Católica:
Solitaria, modesta, infatigable, crecía la admiración por su labor sin que ella pareciera darse cuenta del impacto que producía. Textos en la Revista Médica, acciones en numerosas instituciones en las que participaba, como la Liga Nacional de Higiene Social, la Sociedad Científica de Chile, la Sociedad Médica, el Consejo de Nutrición Primaria y la Cruz Roja, no le dejan tiempo para su vida privada; vive entregada a su causa”.
Después de jubilar en 1925, vivió con una modesta pensión, hasta morir en 1950 a los 84 años de edad, tras ser llevada al Hospital San Vicente de Paul.
En homenaje a ella, bien vale la pena recordar que en diversas publicaciones se ha mencionado que la doctora Eloísa Díaz conquistó una reivindicación muy importante para las mujeres, como es el derecho al desarrollo intelectual. Tal como Eloísa señaló al presentar su tesis para graduarse de médico:
Siento al reconcentrarme íntimamente que no he perdido instruyéndome y que no he rebajado mi dignidad de mujer, ni torcido el carácter de mi sexo. ¡No! La instrucción, como muchos pretenden, no es la perdición de la mujer: es su salvación”.
Principales publicaciones de Eloísa Díaz
1.- “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y de las predisposiciones patológicas propias del sexo”, Memoria de prueba para optar al grado de Licenciado en la Facultad de Medicina y Farmacia. Escuela de Medicina, Universidad de Chile. Editorial Imprenta Nacional, Santiago de Chile, 1887.
2.- “Reorganización del Servicio Médico Escolar”. Primer Congreso Médico Latinoamericano. Santiago de Chile, 1901.
3.- “Disquisiciones sobre Higiene Escolar en Chile”. Actas y Trabajos. Segundo Congreso Médico Latinoamericano. Buenos Aires, Argentina, 1904. Editado en 1905.
4.- “La alimentación de los niños pobres en las escuelas públicas”. Anuario del Ministerio de Instrucción Pública. Santiago de Chile, 1906.
http://www.revistadeeducacion.cl/eloisa-diaz-insunza-el-derecho-de-la-mujer-a-la-educacion-universitaria/


Dra. Eloísa Díaz Insunza
A 152 años del nacimiento de la primera médica chilena
La Universidad de Chile conmemora el natalicio de la primera mujer que ingresó a sus aulas para estudiar Medicina, abriendo un camino que marcó huella no sólo en nuestro país sino que en todo el continente.
Eloísa Díaz tenía quince años cuando inició su formación profesional en 1881. Rodeada exclusivamente de varones, al menos durante el primer tiempo debió asistir a clases junto a su madre, Carmela Insunza, de manera de evitar comentarios malintencionados referidos a su presencia en un mundo académico y científico hasta ese entonces de exclusividad masculina.
Se dice, también, que estaba separada de sus compañeros de clases mediante un biombo, seguramente para evitar cualquier bochorno cuando en clase se abordara algún tema que pudiera afectar su sensibilidad. Lo mismo le sucedería a Ernestina Pérez, la segunda mujer chilena que recibió el título de médico cirujana cuando viajó a especializarse en ginecología y obstetricia a Alemania, país en el que las damas no accedían a la educación superior en esta área pero que, dado el inmenso esfuerzo realizado al cruzar el planeta, accedieron de forma excepcional su incorporación en la Universidad de Berlín.
Mujeres detrás de un biombo
No podían ellas imaginar que, más de un siglo después, centenares de alumnas irrumpirían con cantos y danzas en el patio central de la Universidad de Chile, en el hito de un movimiento en reivindicación de sus derechos como mujeres integrantes de los tres estamentos de la institución, comenzando así una nueva fase en su historia. Derribando biombos.
Eloísa sorteó muchas barreras a lo largo de su vida: en 1881, al sorprender durante su examen como bachiller, primero por rendirlo a los 15 años y luego por hacerlo ante un numeroso público y a exigentes examinadores, siendo aprobada por unanimidad. Luego, al matricularse como estudiante de Medicina, formación que culminó el 27 de diciembre de 1886 con su tesis “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo”, por lo que recibió su título profesional el 3 de enero de 1887, convirtiéndose en la primera médica cirujana de Chile y Latinoamérica.
Siguió traspasando barreras al ser la única mujer inscrita entre los 246 colegas varones que acudieron al Primer Congreso Médico Chileno que se realizó en 1888; cuando fue profesora y médico de la Escuela Normal de Preceptores del Sur, donde permaneció hasta el año 1897 y cuando, un año después, llegó a ser inspectora médica escolar de Santiago, cargo que al poco tiempo asumió a nivel nacional y que ejerció por tres décadas.
En ese cometido, la dra. Díaz logró que los colegios tuvieran servicios dentales y organizaran colonias escolares, tutelando la salud de todos los estudiantes chilenos. En 1910 el Congreso Científico Internacional, celebrado en Buenos Aires, la nombró “Mujer Ilustre de América”.
Un año después fue designada primera directora del Servicio Médico Escolar de Chile, consiguiendo la vacunación masiva de escolares, lo que le valió reconocimiento continental. Su interés por la salud de los menores y las medidas sociales que logró para ellos llevó a Eloísa Díaz a que, de su propio bolsillo, aportara dinero como filántropa para instaurar el desayuno escolar obligatorio. También hizo oír su comprometida voz en campañas contra el alcoholismo, el raquitismo y la tuberculosis.
Además de toda su labor profesional, siempre se caracterizó por su alta participación en el ámbito social, ya que dirigió la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis y participó de la Liga Chilena de Higiene Social, de la Liga contra el Alcoholismo, del Consejo de Instrucción Primaria, de la Sociedad Científica de Chile, del Consejo Nacional de Mujeres, del Consejo de Nutrición Primaria y colaboró con Cruz Roja.
Se retiró de la actividad profesional en 1925; vivió pensionada muy modestamente hasta su fallecimiento en el Hospital San Vicente de Paul de Santiago, tras una larga enfermedad, el 1 de noviembre de 1950 a los 84 años de edad.
http://www.medicina.uchile.cl/noticias/144532/a-152-anos-del-nacimiento-de-la-primera-medica-chilena-


Durante marzo de 2019, el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, comunicó que el Campus Norte de la universidad, conformado por la Facultad de Medicina, la Facultad de Odontología y la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas, tendría el nombre de Campus Doctora Eloísa Díaz, en reconocimiento a su destacada labor.

La Municipalidad de Independencia bautizó una plazoleta con el nombre de Eloísa Díaz, la primera mujer médico de Chile y América del Sur, en un nuevo impulso para la campaña iniciada por la Universidad de Chile, que busca cambiar la denominación de la estación “Hospitales” de la Línea 3 del Metro en homenaje a la profesional.

Eloísa Díaz, primera médica de Chile y mecenas de la salud de los escolares
Su interés por el bienestar de los menores la llevó a aportar dinero de su bolsillo para instaurar el desayuno escolar obligatorio
25 de junio de 2018
En el siglo XIX hubo mujeres que, como la chilena Eloísa Díaz, se rebelaron al sometimiento de los hombres y a la falta de igualdad por ser mujer. Ella fue una de las muchas sudamericanas que ha pasado a la historia no solo por perseguir sus sueños, sino por hacerlos realidad, aunque para ello tuviera que ir a la universidad acompañada por su madre. Sus reivindicaciones y logros siempre fueron a través del trabajo y de los hechos, nunca con manifiestos ni discursos.
Su vocación por la medicina y su brillantez la convirtieron en pionera de la profesión en Sudamérica, ya que por aquel entonces solo había mujeres licenciadas en esa disciplina en Inglaterra y en Estados Unidos. A partir de ese momento, se convirtió en un modelo profesional por su creatividad e iniciativa, siendo considerada Mujer Ilustre de América y destacando, además de en el campo de la Medicina, en el de las políticas sociales.
Eloísa Díaz Insunza nació en Santiago de Chile, un 25 de junio de hace 152 años, en 1866. Desde muy pequeña se mostró aplicada con los estudios y en 1881, con tan solo 15 años, la pequeña Eloísa derribó los primeros prejuicios en su vida y sorprendió a todos durante su examen como bachiller: primero por su edad, y después por hacerlo ante un público muy numeroso y con importantes y exigentes examinadores. Ellos fueron quienes la aprobaron por unanimidad, recibiendo también el aplauso de los asistentes por su seguridad y amplios conocimientos.
A partir de ese momento Eloísa tuvo clara su vocación y se inscribió para acceder a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, gracias a la promulgación de una ley precursora del ministro de Educación que permitía el ingreso de mujeres.
Sin embargo, el ambiente en el país en ese momento se encontraba revuelto por una falsa apertura hacia la igualdad. Unos años antes que Eloísa se había inscrito una mujer en el Servicio Electoral, Domitila Silva, argumentando que cumplía con la nacionalidad chilena y que sabía leer y escribir, y si bien en un primer momento la aceptaron, después se prohibió el voto femenino.
Eran tantos los prejuicios sociales, que Eloísa Díaz debía asistir a clases acompañada por su madre, aunque gracias a su tenacidad, inteligencia y su brillantez, logró vencer poco a poco todos los obstáculos y supo ganarse el cariño de sus compañeros y profesores.
Eloísa logró graduarse en Medicina, con la especialidad de Cirugía, el día 27 de diciembre de 1886. Su tesis se titulaba Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo. Su título profesional lo recibió el 3 de enero de 1887, convirtiéndose en la primera mujer de Chile y de América del Sur en graduarse y obtener un título en Medicina. Ernestina Pérez, que comenzó los estudios a la vez que Eloísa, se convirtió en la segunda mujer en entrar a la facultad de Medicina y en titularse como médico cirujano en la historia de Chile, lográndolo una semana después que la doctora Díaz.
Su tesis fue publicada en Los Anales de la Universidad de Chile y en La Revista Médica de Chile, si bien con anterioridad ya había realizado alguna colaboración para el Boletín Médico como Ruptura útero-vaginal y curación. Los primeros pasos profesionales de Eloísa, entre 1888 y 1890, fueron como ayudante de la clínica ginecológica del profesor Roberto Moericke, en la Universidad, y tras adquirir experiencia, en enero de 1891 se integró en la plantilla médica del hospital San Borja.
En 1888 se realizó el Primer Congreso Médico Chileno y en él se inscribieron 128 profesionales de la capital, Santiago, y 118 de provincia. En la lista de los asistentes estaban todas las grandes figuras chilenas de la Medicina y de la Biología de la época, pero la única mujer fue la doctora Díaz Insunza.
A la vez que trabajaba, Eloísa Díaz también ejercía como profesora y médico de la Escuela Normal de Preceptores del Sur, donde permaneció hasta el año 1897. Allí analizó las condiciones higiénicas de los colegios del país, convirtiéndose en una experta en la materia. Estos conocimientos le permitieron en 1898 llegar a ser inspectora médica escolar de Santiago y, más tarde asumir el cargo en la nación, ejerciéndolo durante treinta años. En este puesto Eloísa logró que las escuelas tuvieran servicios dentales y organizaran colonias escolares, tutelando la salud de todos los estudiantes chilenos.
Ese mismo año, en 1910, el Congreso Científico Internacional, celebrado en Buenos Aires, nombró a Eloísa Díaz Mujer Ilustre de América.
Su interés por la salud de los menores y las medidas sociales que logró para ellos llevó a Eloísa a que, de su propio bolsillo, aportara dinero como filántropa para instaurar el desayuno escolar obligatorio. También fundó campamentos escolares e hizo oír su comprometida voz en campañas contra el alcoholismo, el raquitismo y la tuberculosis.
En 1911 Eloísa Díaz fue designada primera directora del Servicio Médico Escolar de Chile, consiguiendo también la vacunación masiva de escolares, lo que le valió el reconocimiento en Chile y en toda América. Además de toda su labor profesional, siempre se caracterizó por ser una mujer muy participativa en el ámbito social, ya que formó parte, como directora, de la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis, de la Liga Chilena de Higiene Social y de la Liga contra el Alcoholismo. Asimismo, formó parte del Consejo de Instrucción Primaria, de la Sociedad Científica de Chile, del Consejo Nacional de Mujeres, del Consejo de Nutrición Primaria y colaboró con Cruz Roja.
Siempre solitaria, pero a la vez modesta e infatigable, la admiración por su labor fue en aumento sin que ella pareciera darse cuenta del impacto que producía su labor. Sin apenas vida privada, vivió entregada a su causa de los demás.
Eloísa Díaz se retiró de la actividad profesional en 1925 y pagó caro su altruismo. Pobre y olvidada, tuvo que vivir 25 años más con una modestísima pensión, hasta que murió en 1950 a los 84 años tras una larga enfermedad, en el Hospital San Vicente de Paúl de su ciudad natal, Santiago de Chile.
Alguien que tanto había luchado con su trabajo, y no con palabras, por la igualdad, se perdió los años en los que el feminismo social empezaba a hacerse notar. Sin embargo, años después de su fallecimiento, fue redescubierta su figura como adalid del feminismo chileno, adelantada sudamericana en las universidades y en la medicina y gran impulsora de la salud escolar. El reconocimiento a su trabajo llevó a la Universidad de Chile a crear la Beca de Excelencia doctora Eloísa Díaz, que libera del pago de aranceles del primer año de carrera al alumno que ingrese cada año con la mejor puntuación en el proceso de selección.
Su tesis fue publicada en Los Anales de la Universidad de Chile y en La Revista Médica de Chile, si bien con anterioridad ya había realizado alguna colaboración para el Boletín Médico como Ruptura útero-vaginal y curación. Los primeros pasos profesionales de Eloísa, entre 1888 y 1890, fueron como ayudante de la clínica ginecológica del profesor Roberto Moericke, en la Universidad, y tras adquirir experiencia, en enero de 1891 se integró en la plantilla médica del hospital San Borja.
En 1888 se realizó el Primer Congreso Médico Chileno y en él se inscribieron 128 profesionales de la capital, Santiago, y 118 de provincia. En la lista de los asistentes estaban todas las grandes figuras chilenas de la Medicina y de la Biología de la época, pero la única mujer fue la doctora Díaz Insunza.
A la vez que trabajaba, Eloísa Díaz también ejercía como profesora y médico de la Escuela Normal de Preceptores del Sur, donde permaneció hasta el año 1897. Allí analizó las condiciones higiénicas de los colegios del país, convirtiéndose en una experta en la materia. Estos conocimientos le permitieron en 1898 llegar a ser inspectora médica escolar de Santiago y, más tarde asumir el cargo en la nación, ejerciéndolo durante treinta años. En este puesto Eloísa logró que las escuelas tuvieran servicios dentales y organizaran colonias escolares, tutelando la salud de todos los estudiantes chilenos.
Ese mismo año, en 1910, el Congreso Científico Internacional, celebrado en Buenos Aires, nombró a Eloísa Díaz Mujer Ilustre de América.
Su interés por la salud de los menores y las medidas sociales que logró para ellos llevó a Eloísa a que, de su propio bolsillo, aportara dinero como filántropa para instaurar el desayuno escolar obligatorio. También fundó campamentos escolares e hizo oír su comprometida voz en campañas contra el alcoholismo, el raquitismo y la tuberculosis.
En 1911 Eloísa Díaz fue designada primera directora del Servicio Médico Escolar de Chile, consiguiendo también la vacunación masiva de escolares, lo que le valió el reconocimiento en Chile y en toda América. Además de toda su labor profesional, siempre se caracterizó por ser una mujer muy participativa en el ámbito social, ya que formó parte, como directora, de la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis, de la Liga Chilena de Higiene Social y de la Liga contra el Alcoholismo. Asimismo, formó parte del Consejo de Instrucción Primaria, de la Sociedad Científica de Chile, del Consejo Nacional de Mujeres, del Consejo de Nutrición Primaria y colaboró con Cruz Roja.
Siempre solitaria, pero a la vez modesta e infatigable, la admiración por su labor fue en aumento sin que ella pareciera darse cuenta del impacto que producía su labor. Sin apenas vida privada, vivió entregada a su causa de los demás.
Eloísa Díaz se retiró de la actividad profesional en 1925 y pagó caro su altruismo. Pobre y olvidada, tuvo que vivir 25 años más con una modestísima pensión, hasta que murió en 1950 a los 84 años tras una larga enfermedad, en el Hospital San Vicente de Paúl de su ciudad natal, Santiago de Chile.
Alguien que tanto había luchado con su trabajo, y no con palabras, por la igualdad, se perdió los años en los que el feminismo social empezaba a hacerse notar. Sin embargo, años después de su fallecimiento, fue redescubierta su figura como adalid del feminismo chileno, adelantada sudamericana en las universidades y en la medicina y gran impulsora de la salud escolar. El reconocimiento a su trabajo llevó a la Universidad de Chile a crear la Beca de Excelencia doctora Eloísa Díaz, que libera del pago de aranceles del primer año de carrera al alumno que ingrese cada año con la mejor puntuación en el proceso de selección.
https://elpais.com/elpais/2018/06/25/ciencia/1529922122_218584.html


Eloísa Díaz Insunza: entre la medicina, la psicología y la educación
Hacia finales del siglo XIX, las mujeres latinoamericanas lograban que se reconociera su derecho a la educación superior. En ese contexto, se graduaban las primeras médicas formadas en universidades locales: Matilde Montoya (México) y Rita Lobato (Brasil) obtuvieron sus respectivos títulos en agosto y diciembre de 1887; dos años más tarde, Cecilia Grierson se transformó en la primera médica argentina y, para 1900, Laura Esther Rodríguez Dulanto egresaba de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima (Perú). Un poco más tardíos son los casos de Colombia y Venezuela: Inés Ochoa de Patiño fue la primera mujer graduada como médica en Colombia, en 1945, y la venezolana Sara Bendahan terminó sus estudios en 1930, pero su título le fue entregado casi diez años después por problemas políticos.
Sin embargo, la primera médica graduada en América Latina fue Eloísa Díaz Insunza (1866-1950). Nacida en el marco de una familia económicamente acomodada de Santiago de Chile, ingresó en las aulas de la academia en 1881, tras conseguir el grado de bachiller en humanidades en el Instituto Nacional. Obtuvo su licenciatura en Medicina y Farmacia en diciembre de 1886, y su título en Medicina y Cirugía en enero de 1887, diez años después de que las mujeres chilenas conquistaran el acceso a las aulas universitarias.
Su memoria de prueba y sus primeros pasos en la práctica médica la mostraron especialmente interesada en la ginecología, área a la que se abocó entre 1888 y 1891. En paralelo, trabajó en la Escuela Normal de Preceptores del Sur como médica y profesora de Higiene, cargos que mantuvo hasta 1897, cuando fue nombrada Médico Inspector de las Escuelas Públicas de Santiago, tarea a la que dedicó la mayor parte de su vida.
Este artículo propone un recorrido por algunos hitos de su biografía, que se inician con su memoria de prueba para obtener su licenciatura en Medicina y Farmacia y se enfoca luego en su labor como médico inspector. De este modo, se busca poner de relieve la particular modalidad en que llevó adelante su práctica profesional y abordó problemáticas que conectan la medicina con la psicología y la educación. Para ello, es necesario detenerse brevemente en las características del higienismo o “ciencia de la higiene”, para mostrar que ese fue el enfoque desde el cual formuló propuestas que, si bien concernían principalmente a las mujeres y a la niñez, impulsaban transformaciones en el conjunto de la sociedad chilena.
Higienismo y medicina
Aunque hay referencias a la cuestión de la higiene en la medicina antigua y medieval, fue a finales del siglo XVIII que adquirió una relevancia notable en el ámbito médico. En efecto, a partir de los aportes de Lavoisier y de Pasteur, la prevención se convertirá en una cuestión de primer orden para la medicina, al mismo tiempo que la figura del médico asumirá una creciente importancia y se impondrá una nueva agenda: ya no se trata simplemente de atender a los enfermos sino, preferentemente, de evitar la aparición y propagación de la enfermedad. La invención y amplia difusión de la vacuna durante el siglo XIX, es un ejemplo ilustrativo en este sentido. Esta preocupación por la profilaxis impulsará vastas reformas sociales, políticas y culturales que, desde el Estado y sus organismos, buscaron intervenir, modificar y, eventualmente, exterminar todo aquello que pudiera poner en peligro la salud de la población. De estas cuestiones se ocupó ampliamente el filósofo-historiador Michel Foucault, cuyos análisis permiten apreciar claramente la articulación de diversos saberes y prácticas (entre los que se destaca la medicina) con los particulares mecanismos de poder que comienzan a desplegarse en la Europa decimonónica.
En el caso de Chile, es posible observar una difusión inicial del higienismo a mediados del siglo XIX con la aparición del primer manual de higiene en 1859, el cual logró imponerse tras algunas polémicas iniciales sobre el rol del Estado en la protección de la salud de la población, dada la resistencia de legisladores e intelectuales liberales. Adolfo Murillo fue uno de los primeros médicos en difundir el paradigma higienista a nivel local. En 1872, luego de que presentara un informe sobre la educación física y la higiene al gobierno chileno, se aprobó el decreto de enseñanza de la higiene en las escuelas. Además, en 1877, se impulsó un primer proyecto de ley de vacunación obligatoria y, unos años más tarde, se establecerá la Junta Central de la Vacuna. En 1884, Ricardo Dávila Boza, considerado un pionero de la infectología en Chile, publicó “La hijiene de la escuela”, en donde propuso, por primera vez, incluir el ámbito escolar en la agenda sanitaria local. En 1892, como producto de la preocupación por varios brotes epidémicos, se crearon el Consejo Superior de Higiene Pública y el Instituto de Higiene. La creación del puesto de inspector sanitario, en 1898, y la sanción del primer Código Sanitario, en 1918, permiten dar cuenta de algunos hitos en el avance de las ideas higienistas en Chile hasta comienzos del siglo XX.
Las patologías femeninas desde una perspectiva higienista
Este pequeño desvío por la cuestión del higienismo y las breves referencias a su difusión en Chile, permitirán contextualizar la producción de Eloísa Díaz y mostrar que su enfoque fue, al interior del panorama local, sumamente particular y novedoso.
Esto resulta apreciable tempranamente en su producción, en la ya mencionada memoria de prueba de 1886. En efecto, sus “Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo” exceden ampliamente las cuestiones ginecológicas que el título parece sugerir. La propia autora caracteriza su tema de investigación como una “preocupación social” y afirma que busca contribuir al estudio de las afecciones que impactan sobre la población local, a la luz de sus “condiciones de vida, clima i costumbres”. Y es por eso que, apoyándose esencialmente en fuentes francesas, se presenta allí el mecanismo fisiológico de la menstruación como parte de una serie de cambios determinados por el sistema nervioso, cuyo impacto no se limita al ovario, sino que influyen también en su “ser moral”, y que, con frecuencia, puede derivar en el histerismo o en ataques epileptiformes. De este modo, incorpora en sus análisis algunos tópicos de la psicopatología femenina que se discutían en esa época, especialmente a partir de las experiencias del neurólogo francés Jean-Martin Charcot en La Salpetrière.
En la segunda parte de su memoria, presenta un estudio que busca dar cuenta del momento de aparición de la menstruación en la mujer chilena, basándose en datos estadísticos de 4.600 sujetos. En esta sección tampoco se limita a presentar datos fisiológicos, sino que incorpora los aspectos sociológicos, geográficos e incluso meteorológicos de las tres grandes regiones en las que la autora divide el territorio chileno (norte, centro o agrícola y austral o insular). Por ejemplo, además de adjudicarle un papel determinante al clima y a la alimentación en la prematura aparición de la menstruación de la mujer norteña, también asigna un rol significativo a su vida activa. Mientras que, en la región central, se haría notar “el influjo poderoso que (…) ejerce la cultura i la vida del gran mundo sobre el desarrollo corporal i sobre la aparición de la menstruación”.
A este análisis, que integra elementos heterogéneos, añade una clasificación y estudio de las mujeres chilenas que pone de relieve las diferencias entre tres grupos diferentes: la mujer de las clases acomodadas, las campesinas y las trabajadoras urbanas. Su foco de preocupación se concentra en este último caso, por las “notables perturbaciones” que sufriría el organismo de estas mujeres por su “vida de quejumbres i miserias”, lo cual llevaría a que “surja el crimen, como una esperanza i el vicio i corrupcion como un lenitivo de semejantes sufrimientos”. Y en tanto se trata del grupo de mujeres con mayor fecundidad, la autora estima necesario resolver esta situación a través de los medios que indiquen los hombres de ciencia para evitar “la decadencia inminente de nuestra raza”. Esta última afirmación introduce la temática de la raza, que será retomada más adelante, y permite apreciar la difusión en Chile de la teoría de la degeneración que, de acuerdo a la propuesta del psiquiatra francés Bénédict Morel (1809-1873), planteaba la transmisión a la descendencia de los rasgos patológicos de los progenitores. En este sentido, la médica chilena recomienda, como medidas iniciales, que el Estado construya viviendas para obreros, aumente los salarios y vigile las tabernas, expresando ya en este temprano texto su preocupación por los peligros del alcoholismo, que retomará en varios trabajos posteriores.
Esta breve presentación de su memoria de prueba busca mostrar que, aunque se trata de un estudio enfocado en la mujer (desde una perspectiva que, como fue señalado, incluye aspectos fisiológicos, psicológicos e incluso sociológicos), deriva finalmente en un abordaje claramente profiláctico. A continuación, podrá apreciarse que esa perspectiva será retomada e incluso profundizada en producciones posteriores.
“La higiene en la escuela es precursora de la higiene en el hogar”: su labor como Médico Inspector
Las posteriores publicaciones de Eloísa Díaz se reducen esencialmente a los informes que redactó al Ministerio de Instrucción Pública y las ponencias que presentó en los congresos médicos latino-americanos (Santiago, 1901; Buenos Aires, 1904) a partir de su nombramiento como Médico Inspector de las Escuelas Públicas de Santiago en 1898.
En estos textos se advierte con mayor amplitud y precisión la perspectiva higienista que subtiende sus análisis y propuestas, que ahora apuntaban al niño escolar proveniente de las clases populares de Santiago. Interesa aquí señalar los principales problemas abordados allí por la autora, a veces de manera insistente.
  1. En primer lugar, las condiciones edilicias de las escuelas, temática casi omnipresente en sus textos y que introduce varios tópicos comunes de la literatura higienista. Por ejemplo, las insistentes solicitudes por una adecuada iluminación y ventilación de las aulas, la construcción de letrinas, saliveros y la reparación de las acequias, como medios de impedir la proliferación de epidemias. Esta preocupación se extendía a las caballerizas, casas de tolerancia y especialmente a las licorerías ubicadas en cercanías de las escuelas. Más que la cuestión toxicológica, a la médica chilena le preocupa “el espectáculo de acciones impropias que pugnan contra la moral y que pervierten los sentimientos del niño”.
  2. En sus informes, se ocupa también de destacar la importancia de la gimnástica, argumentando que “en todos los países civilizados la educación física marcha unida a la intelectual y moral”. En este sentido, sus textos se detienen con cierto detalle en las ventajas fisiológicas del ejercicio muscular moderado y promueven la creación o acondicionamiento de los espacios dedicados a la gimnasia en el ámbito escolar.
  3. La articulación entre educación y moral, la lleva a introducir tópicos propios de la literatura psicológica en esa época, como la cuestión de las pasiones, los hábitos, el carácter, etc. Por ejemplo, en el informe presentado el 5 de junio de 1901, sostiene que “la influencia que la escuela ejerce sobre el modo de ser de los niños” ya que “en ella aprende el buen trato y la sociabilidad”. Ese mismo año, en el Primer Congreso Latino-Americano de Medicina, se ocupó más ampliamente de esta cuestión y sostuvo que en las escuelas primarias “se adquieren los buenos i malos hábitos, donde se forman las nobles o perversas inclinaciones, las ideas exactas o falsas”, por lo cual allí “debe enseñársele al niño todos los medios necesarios para la conservación de su salud”.
En primer lugar, las condiciones edilicias de las escuelas, temática casi omnipresente en sus textos y que introduce varios tópicos comunes de la literatura higienista. Por ejemplo, las insistentes solicitudes por una adecuada iluminación y ventilación de las aulas, la construcción de letrinas, saliveros y la reparación de las acequias, como medios de impedir la proliferación de epidemias. Esta preocupación se extendía a las caballerizas, casas de tolerancia y especialmente a las licorerías ubicadas en cercanías de las escuelas. Más que la cuestión toxicológica, a la médica chilena le preocupa “el espectáculo de acciones impropias que pugnan contra la moral y que pervierten los sentimientos del niño”.
De modo todavía más explícito se muestra este vínculo entre la educación, los aspectos anímicos y la moral cuando compara el papel de la higiene con el de la religión:
La relijión y la higiene enseñan al hombre el completo dominio sobre sus pasiones i malos hábitos i extienden su benéfica influencia en el hogar mismo, enseñando el orden i reglamentando todos los preceptos para vivir largos años en perfecta paz i completa salud.
Finalmente, amerita al menos ser mencionada su propuesta de establecer la obligatoriedad de los paseos escolares, en virtud de sus ventajosos aspectos morales. En efecto, el impacto que la belleza del paisaje imprimiría en el alma del niño, lo llevaría a adquirir “el irresistible hábito de repetir estas nobles impresiones” y lo motivará a buscar distracciones honestas y a alejarse del vicio, al mismo tiempo que incrementaría “su amor a la tierra nativa”. Para fundamentar esta propuesta, la médica chilena no se apoya en literatura médica, sino en las propuestas del pedagogo alemán Friedrich Froebel, en su célebre texto de 1826 titulado “La educación del hombre”.
En resumen, la articulación entre educación y moral que propone Eloísa Díaz, permite apreciar una concepción de salud que remite no solo al organismo, sino también a la dimensión anímica e, incluso, al ámbito familiar. Y, a su vez, la escuela es presentada como un espacio que articula cuestiones médicas y pedagógicas con el desarrollo intelectual y el carácter de los niños. Es posible afirmar que, en este sentido, la escuela es concebida por la médica chilena como un agente civilizador.
4. Desde un enfoque higienista, ya estaba presente en su memoria de 1886, la temática de la raza chilena. En efecto, es posible afirmar que sus propuestas expuestas hasta aquí deben ser consideradas a la luz de su preocupación respecto de la situación racial en Chile, cuya gravedad ameritaría una inmediata intervención de las autoridades.
Ya en 1899, planteaba que era notorio a simple vista el decaimiento de las energías físicas e intelectuales en casi todos los escolares, lo cual tendría funestas consecuencias sobre los niños, ya que era la principal fuente de perturbaciones nerviosas. Este fenómeno, a su juicio, sería “el principal factor del prematuro decaimiento que ya se nota en nuestra raza”. De este modo, enlazando los aspectos orgánicos y anímicos, la autora presenta un cuadro de la población infantil que plantea un horizonte eventualmente catastrófico para la sociedad chilena. Es por ello que define su interés y su deber como funcionario público, en tanto médico inspector, con los siguientes términos: “…proporcionar (…) a los niños de nuestras escuelas todo lo necesario para que (…) puedan más tarde ser ciudadanos útiles a su patria y den siempre pruebas del vigor y la energía de nuestra raza, que desgraciadamente hoy día está tan degenerada”.
En este sentido, como lo señala la frase que fue escogida como título de este apartado, Eloísa Díaz se propuso convertir a la escuela en un espacio sanitario cuya efectividad trasciende el caso individual y se proyecta hacia lo social, en primera instancia hacia el espacio familiar: “la higiene en la escuela es precursora de la higiene en el hogar”.
Conclusión
Como fue anunciado previamente, a lo largo de este trabajo se enfatizó en un aspecto algo descuidado en los estudios sobre la trayectoria de Eloísa Díaz: la perspectiva higienista presente tanto en su temprana memoria de prueba (1886) como en sus primeros informes como médico inspector (1899– 1905). Esta perspectiva continuará presente cuando asuma la dirección del Servicio Médico Escolar de Chile en 1911, cargo que ocupará hasta su retiro en 1925.
En efecto, más allá del cambio de temática desde sus estudios iniciales sobre las patologías femeninas hasta su posterior interés por el ámbito escolar, hay una continuidad bastante clara en su producción: la salud de la población y el porvenir de la propia raza chilena. En este sentido, los análisis que realizaba y las diversas intervenciones que proponía excedían el marco de la clínica médica e introducían la consideración de factores psicológicos e incluso sociológicos. Como lo muestran con mayor claridad sus textos sobre la situación de las escuelas chilenas, para lograr una efectiva profilaxis era preciso intervenir no solamente sobre los cuerpos, sino también sobre el alma (sobre los comportamientos, las pasiones, los hábitos, el carácter) e, incluso, sobre aspectos ambientales que, además de las condiciones edilicias, remitían al entorno familiar. La escuela permitía integrar, con mayor o menor facilidad, todos estos elementos en el marco de un espacio que, paulatinamente, comenzaba a asumir una considerable complejidad y cuya función desborda ampliamente lo educativo.
De este modo, a través de sus inspecciones e informes, buscó sensibilizar a sus colegas y a las autoridades sobre la situación de la población escolar chilena. Participó en la configuración de un objeto de intervención que, en adelante, se ampliará y profundizará cada vez más: la infancia. Y permitirá comenzar a comprender que, una intervención eficaz y exitosa en esos sujetos, exigía el concurso y la intervención de saberes diversos, provenientes de áreas como la psicología, la educación e incluso la sociología.
De este modo, se asoman otros aspectos de su producción que resultan sumamente atractivos para las investigaciones históricas, como es el caso de la concepción de la infancia presente en sus textos, que ubican al niño como una víctima y mismo tiempo como una inversión. Eloísa Díaz llegó a promover, en 1899, la creación de una sociedad protectora de la infancia que, además de recibir fondos públicos, contaría con la colaboración de los médicos y el aporte de la caridad a través de las damas de sociedad. Se anticipaba así a la creación, dos años más tarde, del Patronato Nacional de la Infancia, que continúa funcionando en la actualidad como Patronato Madre-Hijo. Esta misma perspectiva estuvo presente, en esos años, en la legislación sobre la infancia desvalida y en el Primer Congreso Nacional de Protección a la Infancia (1912). En este sentido, el abordaje de su producción engloba también un capítulo en la historia de la infancia en Chile.
Por otra parte, queda todavía pendiente indagar su relevancia en el marco de una historia de la pediatría en Chile que, tras vacilar entre varias denominaciones (puericultura, nipiología, pedología, etc.), se consolidará durante la tercera década del siglo XX y abrirá el camino a posteriores intervenciones de los profesionales médicos, como la higiene mental y la psiquiatría infantil.
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872019000400499



Una pionera de la salud pública
En 1866 –si bien ya habíamos alcanzado la Independencia y éramos una República independiente que se había afiatado políticamente– la capital reflejaba aún la precariedad de los largos siglos coloniales. Las calles seguían siendo de tierra, las condiciones de salubridad eran mínimas, no había luz eléctrica, se carecía de transporte público, las casas no contaban con enumeración, la prensa era escasa y sólo para una pequeñísima elite, el analfabetismo alcanzaba a más del 70% de la población nacional y las mujeres no tenían otro destino que ser esposas y madres sumisas o ingresar a algún convento religioso. Eloísa cambiaría las cosas.

En ese mundo nació Eloísa Díaz Insunza, hija de un matrimonio clase media sin mayores pretensiones. Sin embargo la niña –que se veía tímida y silenciosa– aprendió a leer en una especie de escuela que funcionaba tres veces por semana en una casa particular, hizo sus humanidades en el colegio para señoritas fundado por Isabel Le Brun y daba sus exámenes libres en el Instituto Nacional.

En 1876 las profesoras Isabel Le Brun (1845-1930) y Antonia Torrejón (1832-1916) estaban empecinadas en abrirles las puertas a la educación escolar y universitaria a las mujeres de Chile. Si bien no alcanzaron a ver la incorporación total de “la otra mitad de Chile” a la educación en todos sus niveles, ¡ni mucho menos!, estas dos educadoras enviaron en 1876 –sin más– la concentración de notas de sus alumnas al Ministerio de Educación para que estas fueran convalidadas y reconocidas como oficiales. No eran más de 50 las estudiantes entre los dos colegios que ellas dirigían. Entre estas estaban las destacadas calificaciones de la alumna Eloísa Díaz.

Aunque aún no estaba claro qué finalidad tenía la curiosa medida (pues ello todavía no implicaba que las mujeres podían optar a ingresar a la Universidad) la proposición fue aceptada por las autoridades. ¿Presiones? ¿Falta de visión para proyectar las consecuencias de la decisión? ¿Había llegado la hora de incorporar a las mujeres a todas las esferas de la vida nacional? Eran los primeros pasos hacia la constatación social de que nada justificaba que las niñas solo se dedicaran al bordado. Faltaban muchos más…

Fue bajo el gobierno del presidente Aníbal Pinto (1876-1881) y a solo dos años del inicio de la Guerra del Pacífico, que el Parlamento chileno –tras larguísimos y enconados debates– aprobó el “Decreto Amunátegui” ¿Por qué lleva ese nombre? En honor al Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la época, Miguel Luis
Amunátegui, que fue su principal impulsor. ¿Y de qué trata? Mediante este instrumento legal, las mujeres chilenas fueron autorizadas a ingresar a la Universidad de Chile, entonces el único centro de educación superior del país.

Por el solo hecho de ser mujer, Eloísa debió vencer muchas vallas para convertirse en la primera profesional de Chile y también del continente americano. Quizás la más increíble es que la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile la obligaba a asistir a clases con su madre, para evitar los prejuicios y “el qué dirán” de una mujer en medio de tantos compañeros varones. Tras aprobar todos los ramos con distinción, en 1886 se graduó como médico cirujano. La seguiría en esta posta, su colega y amiga, Ernestina Pérez (1865-1951), que alcanzó el mismo grado una semana después y que también había sido alumna de la maestra Isabel Le Brun. Ambas no dudaron en alentar a las mujeres a integrarse más activamente en la sociedad ni en luchar por sus derechos.

La hemorragia menstrual, es consecuencia de la abertura de los orificios terminales de los pequeños vasos del útero, producida por la irritación de los filetes nerviosos que abren las aberturas terminales de estos vasos. Así, pues, la excitación del centro nervioso útero-ovárico da lugar por acción refleja a que la menstruación i la ovulación son fenómenos distintos pero que no se produce el uno sin el otro”.

“Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones patológicas del sexo” fue el título de la tesis de grado de Eloísa Díaz. Esta trataba –por vez primera– en tema relevante de salud desde la perspectiva de género. Presagiando su auspicioso futuro profesional, su investigación fue publicada en la revista “Anales” de la Universidad de Chile (fundada en 1844), la única que por entonces recogía el pensamiento científico y humanista que se producía en el país. Tal era su valor que Alexander Humboldt –el destacado naturalista alemán que estuvo en nuestras tierras a mediados del siglo XIX– la recomendó en su compendio “Cosmos” publicado entre 1845 y 1862.

Como la primera médico chilena, Eloísa fue invitada al Congreso Científico Internacional de Medicina e Higiene realizado en Buenos Aires, Argentina. Allí –además de compartir con sus colegas, exponer sus últimas investigaciones así como su experiencia clínica en el Hospital San Borja Arriarán y como profesora de higiene en la Escuela Normal de Preceptoras– fue nombrada ”Mujer Ilustre de América”. Era su primera salida fuera de Chile. La joven doctora debió embarcarse en Valparaíso y pasar 8 días en un navío que –tras cruzar el Estrecho de Magallanes– atracó en el principal puerto argentino. Por entonces era la única manera de llegar al Atlántico: el ferrocarril transandino Los Andes-Mendoza es solo de 1910.

“Vedado estaba a la mujer
chilena franquear el umbral
sagrado del augusto templo
de las ciencias.
Por otra parte, siento que no he
perdido instruyéndome i que no he
rebajado mi dignidad de mujer, ni
torcido el carácter de mi sexo!.
No! La instrucción, como muchos
pretenden, no es la perdición
de la mujer: es su salvación”.
ELOÍSA DÍAZ en la introducción de
su tesis de grado publicada en “Anales”
de la Universidad de Chile (1887).

La llamada “Cuestión Social”, unido a la insospechada y creciente migración campo-ciudad que agravó y visibilizó la dura realidad de los más vulnerables, marcó la sociedad chilena de principios del siglo XX. Los festejos y conmemoraciones del Centenario de la Independencia no permitieron esconder la escandalosa realidad de muchos compatriotas. El nacimiento de nuevas fuerzas políticas, las huelgas y los mítines eran un hecho de la causa. En ese contexto, el gobierno de Ramón Barros Luco crea en 1911 Servicio Médico Escolar de la República y nombra como su primera directora Eloísa Díaz Insunza. ¿Su obra? Impulsó e implementó el desayuno escolar y la vacunación masiva. Asimismo fundó jardines infantiles y policlínicos, creó un programa dental con un control anual por alumno y luchó contra la tuberculosis y el raquitismo de la población infantil. También creó una suerte de seguro médico escolar.

“Muchísimos de los niños que
asisten a nuestras escuelas se ven
pálidos, flacos, demacrados con la
piel seca i casi siempre padecen de
pereza habitual. La alimentación
insuficiente, ya sea por escases
o mala calidad de las sustancias
alimenticias agregado a la falta de
abrigo y el mal aire que respiran”.
Presentación de Eloísa Díaz en 1er Congreso
Médico Sudamericano en Santiago (1901).

¿Qué edificio público había que la recordara en Santiago, la ciudad que la vio nacer en 1886 y morir en 1950? Ninguno hasta que en 2010 –bajo el primer gobierno de Sebastián Piñera– se inaugura el nuevo Hospital de La Florida (tercera comuna más populosa de las 345 de todo Chile) llamado Eloísa Díaz. Era un reconocimiento que esta mujer –valiente e infatigable como pocas– que falleció en el Hospital San Vicente de Paul a los 84 años tras una larga enfermedad, se merecía con creces. También varias escuelas, jardines infantiles y consultorios a lo largo del país recuerdan a la pionera, ¡en pleno Tercer Milenio!

LEY DE INSTRUCCIÓN PRIMARIA OBLIGATORIA (1920)
“Es necesario dar a los
niños alimento, vestuario
y medicamentos en
caso de enfermedad.
Así veremos cómo
los padres obligarían
incuestionablemente a sus
hijos a asistir a la escuela
y sería este un medio
preliminar para hacer
más tarde obligatoria la
instrucción”.
ELOÍSA DÍAZ en carta a Enrique Matta Vial,
Ministro de Instrucción Pública (1899).

http://www.fundacionfuturo.cl/wp-content/uploads/2019/11/Eloisadiaz.pdf

Es difícil hacer una recopilación exacta de los hitos históricos de la Mujer, porque los Hombres crearon la historia y dejaron fuera, sistemáticamente, el reconocimiento a la labor de su contraparte femenina en todos los campos, incluyendo el de la Medicina y por supuesto, de la Pediatría.
Dr. Francisco Moraga Mardones, Pediatra.

Amiga, Amigo:

La vida de esta mujer pionera en la Medicina en especial social pensando en los niños desnutridos y cuasi abandonados de su época creando las bases para algunos fundamentos de la Salud Pública y la Pediatría, fue tan destacada que ese impensado grado para la época 1881 de una estudiante universitaria y en Medicina lo realizó sabiendo que era por muchos observada y siempre sin temor logró sobresalir con máximas calificaciones. Queda a vuestro criterio lo que acá en los precedentes artículos en especial ha sido resaltado para que cada uno discierna sobre su valor femenino en particular y en general.

Conocer ahora esta notable Médico en su vida y obra que la llevó a ser la primera mujer médico chilena y de Latinoamérica me emociona y admiro a esa pionera mujer que sabiendo que era observada como “rara avis” la llevó a destacar siempre primero como estudiante y después como profesional.

En vida la Dra. Eloísa Díaz pudo vivir los inicios de la realidad del Derecho a Voto Femenino que en Chile fue gradual:

En 1934 se aprobó el voto femenino para las elecciones municipales, y recién en 1949 se concedió el derecho a voto a las mujeres para las elecciones presidenciales y parlamentarias. Las mujeres participaron por primera vez en la elección presidencial de 1952, en donde fue electo Carlos Ibáñez de Campo. Es decir ella al morir en el año 1950 pudo votar en elecciones municipales desde el año 1934 pero no logró votar para las elecciones presidenciales y parlamentarias con voto femenino desde 1952.


Dr. Iván Seperiza Pasquali Quilpué, Chile
Noviembre de 2020
http://www.mundomejorchile.com/
( http://www.isp2002.co.cl/ )
isp2002@vtr.net