En mi
Auto Biografía detallo el por qué y el cómo me fui a estudiar Medicina en
Argentina primero en Mendoza luego en Córdoba y lo agradecido que estoy por esa
oportunidad que me dieron sin nunca cobrarme honorario alguno. Soy hijo único,
mi padre como médico se dedicó a la Salud Pública alcanzando por concurso el más alto
cargo en el Servicio Nacional de Salud. No logré ingresar a Medicina y sí lo
hice a Psicología en la
Universidad Católica de Chile. Allí en primer año supe que se
podía ir a estudiar Medicina en Argentina. Llegué a Mendoza, luego Córdoba para
graduarme en Montevideo Uruguay donde estuve tres meses y rendí los dos
exámenes que me faltaban dado que Chile no reconocía los estudios hechos en
Argentina y sí los de Uruguay que me otorgó el hermoso diploma de Doctor en
Medicina. Si esto hubiera ocurrido años después lo hubiera hecho en mi Patria
en una Universidad privada, o tal parece me habilitaría ahora el título
argentino... Por lo tanto tengo una especial deuda de gratitud con Argentina.
Es por ello que al ver en un programa de la TV argentina a un médico que analiza el trágico
tema de moda como lo es el de la macabra pandemia del Covid-19, en un momento se
refiera por la fecha al Dr. René Favaloro y lo hizo con tal orgullo y emoción
que, quizá como muestra de gratitud a su nación, tal parece sin haber sabido de
él en mi estadía de estudiante de Medicina, como médico le dedico a ese gran médico
ahora el presente capicúa escrito 545, quedando entre los Personajes del Portal
MUNDO MEJOR, lo hago dedicado hacia un médico como los hay pocos en su
abnegación social, sabiduría, maestría como docente, decencia, ética médica y a
su vez gran frustración por la política liberal imperante y tanta corrupción
que él no aceptó, corrupción que...
Fue muy triste la muerte del doctor Favaloro, porque se fue un ejemplo
de rectitud, de trabajo y de esperanza para el país. Un hombre que sabía
inculcar a los jóvenes el valor del sacrificio y de la lucha por la
patria. Un hombre como pocos, que dio con su ejemplo el camino a seguir
para convertirnos en una gran nación, quien sabia trasmitir cada
conocimiento de la medicina y de la vida se dedicó como pocos a la
enseñanza y con grandeza trasmitir valores y hablar con claridad y
hasta con crudeza pero con una autoridad intachable. Un hombre que
realizo miles de operaciones a corazón abierto no solamente en su país,
también por el mundo; que luchó en contra de la corrupción en un país
muy corrupto e indiferente, un hombre que ayudó con respeto y esperanza
a los más necesitados y que realmente fue solidario de corazón porque
no pensó para sí mismo y mucho pensó para los demás aunque no los
conociera. Walter Bonetto 25 de julio de 2015
Desarrollo
El legado de René Favaloro Esta semana se conmemoró el Día de la Medicina Social
en homenaje a la fecha de nacimiento del cardiocirujano René Favaloro,
recordado por haber revolucionado la cirugía cardiovascular con el
desarrollo de la técnica conocida como bypass que, utilizada en todo
mundo, permitió prolongar la vida de millones de pacientes. Pero
Favaloro también es recordado por su firme compromiso con los valores
humanos y por promover el derecho a la salud de todos los sectores
sociales.
Nacido en un barrio de inmigrantes de la ciudad de La Plata, el 12 de
julio de 1923, Favaloro conoció desde pequeño cómo era vivir en un
entorno de familias de pocos recursos. Hijo de un carpintero y de una
modista, mostró tempranamente su interés por la medicina y con mucho
esfuerzo se graduó como médico en la Universidad Nacional de La Plata en
1949. En 1950 se radicó en Jacinto Aráuz, una pequeña localidad de La
Pampa, donde ejerció durante más de una década, tiempo suficiente para
conocer a fondo las postergaciones y necesidades sanitarias de un pueblo
del interior. Fue allí donde adoptó el perfil de médico rural que lo
acompaño durante toda su vida: afable, sencillo, conocedor de las reales
necesidades de la gente del pueblo y poco apegado a las ceremonias y
formulismos. Sin abandonar ese modo de ser, en 1962 viajó a los Estados
Unidos, a la Cleveland Clinic, para conocer los últimos avances en
cardiología. En esa clínica, en mayo de 1967, es decir hace 50 años,
Favaloro operó a una mujer de 51 años utilizando una nueva técnica, la
operación de bypass aortocoronario ideada por él, que revolucionaría la
cardiología mundial y que le abrió las puertas al prestigio
internacional. Pero fiel a su estilo, cambió la fama y el dinero que
podía ganar en EEUU por el trabajo silencioso en nuestro país, donde
regresó en 1971, para crear, cuatro años más tarde, la Fundación
Favaloro, que le permitió formar cientos de médicos residentes bajo su
supervisión. Fue a estos jóvenes a los que recordó, una y otra vez, la
importancia de ejercer la profesión médica con una perspectiva social.
“Los progresos de la medicina serán verdaderos logros para la humanidad
cuando todos accedan a sus beneficios”, es una de sus frases más
recordadas y que mejor lo definen como persona y profesional. Quienes
tuvieron la suerte de conocerlo personalmente destacan su participación
en la conferencia magistral que ofreció en el Congreso de la Sociedad
Americana de Corazón, en Dallas (EEUU), donde criticó las inequidades
del sistema de salud americano y mundial. Su experiencia como médico
rural le permitió comprobar en primera persona cómo las condiciones
sociales y económicas impactan en la salud y la enfermedad de la gente.
En ese sentido, su visión de la atención sanitaria se emparienta con la
que, muchos años antes, planteó Ramón Carrillo -a cargo del Ministerio
de Salud de la Nación entre los años 1946 y 1952- cuando señaló que
“frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los
pueblos, los microbios como causa de enfermedad son pobres causas”. Hoy
parece increíble que todavía se tenga que hacer hincapié en la necesidad
de generar mejores condiciones sociales y ambientales en todos los
sectores de la población para tener una comunidad más saludable.
A partir de la ley nacional 25.598 del año 2002 se
declaró el 12 de julio de cada año como “Día Nacional de la Medicina
Social” en conmemoración de la fecha del nacimiento del doctor Favaloro y
en homenaje a todos los médicos que se desempeñan en esa área. Por
suerte, muchos profesionales de todo el país sienten que son
destinatarios del legado perdurable de Favaloro y honran su memoria
trabajando todos los días para lograr una mayor democratización en el
acceso y el cuidado integral de la salud. https://www.diarionorte.com/154622-el-legado-de-rene-favaloro
Obituary: Rene Favaloro MD (1923 - 2000) René
Favaloro MD, was born in La Plata, Argentina, in July 1923. He
studied medicine in La Plata and made his cardiology residence in the
Cleveland Clinic, where he developed coronary bypass surgery for the
treatment of ischemic heart disease. At the present time, this surgical
procedure is a well recognized therapy for coronary artery disease
that has benefited millions of patients. Back in Argentina, he
founded in 1992 the Institute of Cardiology and Cardiovascular
Surgery that had an important research and teaching activity. Dr
Favaloro wanted to be remembered as a teacher rather than as a
surgeon, but he really was a great Master of Surgery in the Americas
(Rev Méd Chile 2000; 128: 1065-6).
(Key-words: Cardiology; Cardiovascular surgical procedures; Coronary artery bypass) René Favaloro nació en La Plata, Argentina, el 14
de julio de 1923. Su padre era carpintero y su madre modista, ambos de
ascendencia italiana. Realizó sus estudios secundarios en el Colegio
Nacional de la Universidad de la Plata, donde destacó como excelente
alumno, mientras contribuía a financiar sus estudios como inspector
de disciplina. En 1941 ingresó a estudiar
Medicina en la Universidad de La Plata, realizó su práctica clínica
en el Hospital Policlínico de la misma ciudad y egresó en 1948. Pensó
seguir una carrera académica, pero su reticencia a suscribir la
doctrina del gobierno peronista de la época, lo obligó a partir al
pueblo de Jacinto Araúz, en la pampa. Allí, junto a su hermano Juan
José, transformaron una vieja casona en una clínica de 23 camas,
completamente equipada. Con gran entusiasmo adquirió una rica
experiencia de cirujano general, ganándose además el cariño de sus
pacientes. Pero Favaloro se sentía llamado a
realizar cosas de mayor envergadura. Inspirado por la lectura de los
trabajos de Blalock, Crafoord, Gross, Harken y Lillehei, decidió
especializarse en cirugía cardiovascular. Su
profesor de cirugía, le recomendó la Cleveland Clinic y para allá
partió en 1962, a los 39 años de edad, lleno de ilusiones y también
de dudas. No sabía inglés y no había rendido el examen para reconocer
título en EEUU. Con gran esfuerzo y entereza logró al año siguiente
de llegar, ser aceptado como residente en el Servicio de Donald
Effler, quien junto al cardiólogo Mason Sones, estaban a la
vanguardia del tratamiento de la enfermedad coronaria, que sería su
pasión por los próximos 40 años. Pronto
destacó por su gran capacidad de trabajo, destreza quirúrgica y
disciplina de estudio. Una vez terminados sus deberes de residente,
iba al laboratorio de hemodinamia y se quedaba hasta tarde revisando
cinecoronariografías, en busca de una solución al problema de la
miocardiopatía isquémica. En mayo de 1967 le planteó a Sones realizar
un bypass con vena safena a un paciente con obstrucción de la
arteria coronaria derecha. El paciente, incapacitado por angina de
mínimos esfuerzos, aceptó esta novedosa terapia que se utilizaba con
éxito en arteriosclerosis de las extremidades inferiores. A los 9
días de la operación Sones repitió la angiografía, demostrando la
restitución de la circulación coronaria. Favaloro inició así la
cirugía de revascularización miocárdica que modificaría la historia
natural de la enfermedad más común del hombre moderno. Al
año siguiente, en su primer libro detalló los primeros casos
intervenidos quirúrgicamente y su técnica se difundió por todo el
mundo, revolucionando la cirugía cardiovascular.
Resulta difícil hoy captar en su verdadera magnitud el impacto que
significó la introducción del bypass coronario, pero baste recordar
que, antes de él, la cirugía cardíaca era una terapia poco frecuente
que sólo se practicaba en escasos centros de alta complejidad. Con el
auge de la cirugía coronaria ésta se indica a millones de pacientes,
multiplicándose los servicios de cirugía cardíaca en todo el
mundo. Sólo en su país hay actualmente más de cien centros de cirugía
cardíaca. Tuve el privilegio de iniciar mi
residencia en cirugía cardíaca en la Cleveland Clinic, en 1970,
cuando Favaloro desplegaba su energía en convencer al mundo
científico que la cirugía era capaz de aliviar la angina, evitar el
infarto y, en consecuencia, aumentar la sobrevida de los pacientes
coronarios. Le propuse estudiar si el bypass era capaz de restituir
la perfusión del músculo isquémico mediante el análisis de la
contractilidad del segmento revascularizado. Se entusiasmó
inmediatamente y, con su ayuda, esta idea se transformó en mi tesis de
graduación.
Posteriormente, Kirklin, editor de una importante revista de
cirugía, opinó que ese tipo de estudio contribuyó a convencer que el
bypass coronario efectivamente era una terapia fisiológica de la
cardiopatía isquémica. En nuestros múltiples reencuentros, en
diversos congresos y reuniones médicas, él siempre recordaba con
alegría y emoción nuestra colaboración científica. No sólo me enseñó
el arte de la cirugía, sino que también a buscar la verdad con rigor y
perseverancia. Cuesta resumir su vasta
producción científica pero, a modo de ejemplos, el American College
of Cardiology –al celebrar su cincuentenario– seleccionó los trabajos
más influyentes de su historia. Entre ellos citó a Favaloro, quién
propuso el tratamiento quirúrgico del infarto en evolución.
Recientemente, en París, en el symposium "Cirugía del 2000",
Carpentier lo reconoció como uno de los pioneros de la cirugía
cardiovascular del siglo XX. Pero no le
bastó con todo esto. Vuelto a la Argentina, en 1975, creó la
fundación que lleva su nombre y se dedicó a la docencia con su
acostumbrada pasión. En 1992 inauguró el Instituto de Cardiología y
Cirugía Cardiovascular para fomentar la docencia y la investigación.
Al año siguiente dictó la carrera de medicina y seis años después
fundó la "Universidad Favaloro", incorporando las carreras de
ingeniería, con especialidad en biomedicina, física médica y
computación, además de kinesiología y nutrición. Cuando
lo visité por última vez, el año pasado, me abrazó y me dijo: "Ojalá
me recuerden como docente, no como un famoso cirujano". Yo creo que
fue ambas cosas, un gran maestro de la cirugía americana. Sergio Morán V. Departamento de Enfermedades Cardiovasculares. Pontificia Universidad Católica de Chile. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872000000900018
Qué
es la Fundación Favaloro Introducción La Fundación
Favaloro para la
Docencia y la Investigación Médica se creó en 1975, cuatro años
después del regreso de René G. Favaloro de Estados Unidos. Favaloro había
trabajado la última década en la Cleveland Clinic de Ohio, donde desarrolló la
contribución fundamental de su carrera: la
cirugía del bypass aortoroconario o de revascularización
miocárdica, un hito en la historia de la enfermedad coronaria. En 1971, después
de rechazar innumerables ofertas para trabajar en ese país, había decidido
volver a la Argentina
con el propósito de organizar en Buenos Aires un centro de excelencia en
cirugía cardiovascular que combinara la asistencia
médica con la docencia
y la investigación,
de acuerdo con los lineamientos de la Cleveland Clinic. Investigación y Docencia
En los comienzos, Favaloro realizaba su práctica médica en el Sanatorio Güemes.
Poco a poco fue gestando la idea de formar un equipo de investigación. En 1974
le encomendó al doctor Ricardo Pichel, quien fue rector de la Universidad hasta
2014, el desarrollo de esta área (ver Se gesta la Fundación Favaloro
en la Galería
de Fotos). En 1978, la
Sociedad de Distribuidores de Diarios Revistas y Afines (SDDRA)
hizo posible el comienzo de las actividades de investigación y docencia.
Durante varios años, Favaloro financió con sus propios recursos la mayor parte
de los gastos. En 1980 se creó el Departamento de Docencia e Investigación
de la Fundación
Favaloro a cargo de Pichel. Ese año, con la colaboración
del Departamento de Órganos Artificiales de la Universidad de Utah -a
cargo de Willem Kolff-, se implantó en la Fundación Favaloro
el primer corazón artificial en un ternero. Entre 1980 y 1982 se implantarían
16 corazones artificiales en terneros (ver Investigación en Galería de
Fotos).
En ese mismo período, el doctor Peter Willshaw, investigador de la Fundación Favaloro,
desarrolló en colaboración con la Universidad de Utah un dispositivo de medición
denominado COMDU (por su sigla en inglés "cardiac output monitoring and
diagnostic unit"), con el cual logró una mejoría en la mediciones de flujo
de los corazones artificiales. El dispositivo se utilizó luego en todo el mundo
para la investigación en corazones artificiales.
El programa de corazón artificial se discontinuó en 1982 a causa de los costos.
Sin embargo, el equipamiento adquirido permitió iniciar varias líneas de
investigación básica con animales crónicamente instrumentados, metodología
ideal para el estudio del aparato circulatorio, con lo cual se le imprimió un
nuevo perfil al sector de investigación que pasaría a llamarse División de
Investigación Básica. Para este proyecto se convocó a los doctores Alberto
Crotoggini y Juan Barra, quienes junto a Pichel y Willshaw, realizaron
importantes contribuciones a la comprensión de los mecanismos del corazón y del
aparato circulatorio. El convenio firmado con la Universidad de
California en 1983 permitió utilizar tecnología de avanzada para el desarrollo
de la investigación sobre la función ventricular. Ese año se integraron a esta
línea de investigación los licenciados en Biología Jorge Negroni y Elena
Lascano, quienes comenzaron a trabajar en modelos matemáticos para la
comprensión de la función cardiaca, y el doctor Edmundo Cabrera Fischer, quien
luego trabajaría en la fisiología de la función arterial.
En 1984, el doctor Ricardo Quinteiro y el biólogo Marcelo Biagetti, iniciaron
tareas de investigación en la electrofisiología del corazón luego de visitar la Universidad de
Pennsylvania. El mismo año se inició el convenio con el INSERM de Paris para el
estudio de la mecánica arterial, proyecto en el que Barra y Cabrera Fischer
desarrollaron numerosas investigaciones y al que se sumaría el ingeniero Ricardo
Armentano.
Favaloro brindó siempre todo su apoyo y colaboración a los investigadores,
quienes contaban con plena libertad para ejercer sus tareas. Estaba convencido
de que sin investigación -y en especial, investigación básica- no era posible
el desarrollo de la
Medicina. Con el tiempo, el Departamento de Docencia e
investigación se convertiría en el Instituto Universitario de Ciencias
Biomédicas, y la División
de Investigación Básica en Instituto de Investigación en Ciencias Básicas. En
la actualidad, la mayor parte de las actividades de docencia e investigación de
la Fundación
se desarrollan en la
Universidad Favaloro. La filosofía de su Facultad de
Ciencias Médicas está expresada en su credo:
- Asistir sin investigar es condenar al paciente a una medicina inmovilizada en
el tiempo;
- Pero investigar sin el rigor científico garantizado por el ejercicio de las
ciencias básicas, no siempre es investigar, sino emprender aventuras sin ideas
directrices y muchas veces incompatibles con la ética;
- Pero investigar sin educar, no sólo traiciona la esencia del acto creador
sino que priva a las generaciones futuras de la riqueza invalorable de
descubrir su propio potencial creativo;
- Pero educar sin comprometer a quien se educa con la realidad social de su tiempo
tampoco es educar, sino entrenar profesionales diestros, cuyas destrezas de
poco han de servirle si a causa de su miopía social no puede ponerlas al
servicio de quienes más las necesitan. Estudios que se
realizan en el laboratorio
En el campo asistencial, Favaloro introdujo la cardiología moderna en la Argentina y fue pionero
en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades coronarias. En 1980 el
equipo de Favaloro realizó el primer trasplante cardíaco del país en el
Sanatorio Güemes con una sobrevida prolongada. En 1990 realizó el primer
transplante cardiopulmonar del país.
En 1979 se colocó la piedra fundamental del Instituto de Cardiología y Cirugía
Cardiovascular (ICYCC). Favaloro quería crear un centro médico de excelencia
que estuviera al alcance de toda la comunidad y donde pudiera formar una nueva
generación de cardiólogos y cirujanos que fueran capaces de resolver los
problemas con conocimientos de primer nivel (ver Se gesta la Fundación Favaloro
en la Galería
de Fotos). Ricardo Pichel y Guillermo Masnatta trabajaron incansablemente en
este proyecto. La tarea asistencia continuó a partir de 1992 en el Instituto de Cardiología y
Cirugía Cardiovascular (ICYCC), que abrió sus puertas ese año. Al proyecto se
sumaron especialistas como los doctores Luis Suárez y Branco Mautner. En la
actualidad es un centro polivalente, donde, con el lema "tecnología de
avanzada al servicio del humanismo médico" se brinda diagnóstico y
tratamiento para afecciones en numerosas especialidades médicas. También
se organizan cursos, seminarios y congresos médicos, entre los que se destaca
"Cardiología para el Consultante", que tiene lugar cada dos
años, y programas de prevención de la salud para el público en general. En 1993 tuvo lugar el primer trasplante pulmonar doble en la Argentina, que fue
realizado por Roberto Favaloro y su equipo. En 1995, el grupo de la Unidad Coronaria
demostró la utilidad de la heparina de bajo peso molecular para el tratamiento
de la angina inestable, que hoy se emplea en todo el mundo. En 1998 se le
colocó un corazón artificial a un paciente en lista de espera para trasplante,
quien ambuló con el dispositivo durante el período más largo que se conoce en
América latina hasta que fue posible conseguir un donante. Además de los grandes aportes en Cirugía Cardiovascular y en Cardiología
Intervencionista, Favaloro desarrolló junto a su equipo una importante labor
docente. Más de cuatrocientos cincuenta profesionales, provenientes en su
mayoría de todos los puntos cardinales del país y de América Latina se formaron
bajo la supervisión de Favaloro en su fundación, la mayor cantidad de
residentes formados en un solo centro. En la actualidad, muchos de ellos son
jefes y directores de servicios de cardiología de reconocida trayectoria. El
deseo de Favaloro de ser recordado "como docente más que como cirujano"
se hace realidad cada vez que un paciente es atendido por uno de sus
discípulos. Toda la tarea desarrollada contribuyó y contribuye a elevar el nivel de la
especialidad en beneficio de los pacientes, quienes, al igual que en los
tiempos de René Favaloro, siguen siendo los únicos privilegiados en su
fundación. https://www.fundacionfavaloro.org/historia/
René Favaloro: "Tengo miedo de que los jóvenes no tengan ilusiones ni sentido de un futuro mejor"
Esta entrevista se publicó originalmente en LA NACION el 10 de marzo de 1991.
Esperar en un sanatorio siempre crea de alguna manera una angustia.
Afloran recuerdos personales, situaciones similares vividas en carne
propia o por parientes. Una mirada alrededor de la sala y la imaginación
ya empieza a viajar. ¿Qué le pasará a esa gente? Pero luego qué
recompensa y qué privilegio pasar dos horas con el doctor Favaloro.
En ese consultorio la enfermedad se enfrenta de otra manera. Es la otra
cara de la moneda. El médico habla de su lucha sin merced contra la
muerte, de las nuevas armas que tiene para ganar la batalla. -¿La medicina fue para usted una vocación o las circunstancias lo llevaron a ella?
-Fue sin duda una vocación. Mi madre, que acaba de fallecer a los 91
años, me contaba que yo, a los 4, decía que iba a ser médico. Tuvo mucho
que ver un tío médico, medio solterón. Yo lo acompañaba cuando iba a
ver a sus pacientes. Fue el único que llegó a la enseñanza terciaria,
porque yo era de una familia muy humilde. -¿Cree que los estudios de medicina actualmente son tan buenos como los que usted hizo?
-No, de ninguna manera. Todos sabemos que la masificación que se
practica hoy en la universidad hace imposible que pueda producir buenos
médicos. No existe en ningún lugar del mundo, ni en Rusia, China,
Canadá, Australia, ni en Europa ni en los Estados Unidos. Cito países de
diversa contextura social y política para que se entienda. El país debe
tener la cantidad de médicos que necesita; si no, está produciendo
gente que no tiene dónde ir. La justificación de que esa universidad
-libre- sirve para que todo el mundo tenga acceso a ella,
fundamentalmente aquellos de menores recursos, es falsa. La universidad
es algo sagrado, debería ser el centro de formación de la clase
dirigente de un país. Es un lugar donde tendría que regir un alto nivel
académico para la formación de universitarios de estirpe. Eso no quiere
decir elite por capacidad económica, sino por capacidad neuronal, con
exigencia, porque el joven está para eso. Se tiene que entrar por
concurso.
-¿Se han hecho muchos progresos en su especialidad?
-Es una cosa muy compleja. Vivimos la era tecnológica, por suerte o por
desgracia, porque a veces tengo mis dudas de hasta dónde tiene que
llegar esta tremenda tecnología. Las cosas que se ven hoy con esta
tecnología alocada llenan de estupor. La medicina y, en especial, la
cardiología y la cirugía cardiovascular han progresado tremendamente
gracias al desarrollo tecnológico. La tecnología, cuando se emplea en
forma correcta, lleva a un avance excepcional. El real avance de nuestra
especialidad empieza en la década del 60. Yo participé desde un
principio de ese avance tremendo. Y nosotros mismos estamos sorprendidos
de lo que hay y de lo que se viene. En nuestra especialidad quedan muy
pocas cosas por resolver. Por ejemplo, las afecciones congénitas de los
chicos están casi todas solucionadas. -Para ser cirujano en su especialidad además de la habilidad de las manos, ¿se necesita otra dote?
-La habilidad en las manos es una condición sine qua non. Es decir,
hemos entrenado mucha gente en los EE.UU., acá en Buenos Aires, en
América Latina, algunos que vienen de Europa, de Asia. A veces hay
muchachos que tienen grandes deseos de ser cirujanos. Si no tienen una
capacidad manual es inútil. Pero eso no basta, hay que tener cerebro,
con criterio. Me acuerdo de cuando yo venía de La Plata para asistir a
los cursos de postgrado del doctor Ricardo Finochietto. Él solía decir:
"El que le tiemble un poco la mano al cirujano no es importante: lo
importante es cuando le tiembla la cabeza". -Para ser cirujano en su especialidad además de la habilidad de las manos, ¿se necesita otra dote?
-La habilidad en las manos es una condición sine qua non. Es decir,
hemos entrenado mucha gente en los EE.UU., acá en Buenos Aires, en
América Latina, algunos que vienen de Europa, de Asia. A veces hay
muchachos que tienen grandes deseos de ser cirujanos. Si no tienen una
capacidad manual es inútil. Pero eso no basta, hay que tener cerebro,
con criterio. Me acuerdo de cuando yo venía de La Plata para asistir a
los cursos de postgrado del doctor Ricardo Finochietto. Él solía decir:
"El que le tiemble un poco la mano al cirujano no es importante: lo
importante es cuando le tiembla la cabeza".
-¿En su equipo tiene psicólogos?
-Siempre tuvimos. Yo jamás me he hecho psicoanalizar, pero en nuestra
especialidad es muy importante, para el pre y el posoperatorio.
-¿Y mujeres cirujanas?
- No, hemos entrenado muy pocas mujeres. Yo nunca pude entender el
porqué. Nuestra cirugía coronaria es una cirugía exquisita. Por ejemplo,
cuando se une la arteria mamaria interna con la coronaria, que es una
operación corriente, en una incisión que puede tener 3 o 4 milímetros,
hay que colocar 10, 11, 13 puntadas con una aguja que es pequeñísima,
con un hilo delicado, un portaaguja delicado. Eso tendría que ser
trabajo para una mujer. Le voy a contar una anécdota. El doctor Alexis
Carrel, premio Nobel, es el padre de toda la cirugía arterial. ¿Sabe de
quién la aprendió? De una bordadora. En Francia le pegaron una puñalada
al presidente Carnot, le cortaron una vena muy importante en el hígado, y
Carrel, como estudiante, vio cómo ese presidente se moría y nadie sabía
suturar esa vena que estaba rota. Por eso empezó sus trabajos
experimentales de sutura de vasos. Hacía trasplantes de riñón, de bazo,
de corazón, en animales a principios de este siglo, 1910.
-¿Cuántos trasplantes de corazón tiene en su activo?
-Debemos estar en alrededor de 40 trasplantes de corazón, más de 200
trasplantes renales, y tenemos el primer trasplante de corazón y pulmón.
El paciente está en muy buenas condiciones, hasta anda en bicicleta. La
sobrevida que tenemos es tan buena como en cualquier lugar del mundo.
Lo que voy a recalcar es que no hay donantes. Es fundamental que la
gente tome conciencia de que no hay principios sociales o religiosos que
lo impidan.
-¿Cómo evitar el estrés?
-Es muy difícil, ahí se me rompen todos los esquemas. Cómo le va a decir
a un obrero, con todas las dificultades que soporta hoy en día, que se
desenchufe durante el fin de semana. Asimismo, el estrés no es el único
valor, porque si no yo hubiese tenido ya por lo menos diez infartos.
Hace 40 años que vivo estresado, todos los días 10 o 12 horas de trabajo
y sigo operando. Tiene que ser el estrés junto con las demás cosas, el
estrés por sí solo no basta. El estrés más el cigarrillo, más el
colesterol, más la vida sedentaria, etcétera.
-¿Un médico se acostumbra a ver morir a un enfermo?
-Lo diría de esta manera: el cirujano vive luchando contra la muerte,
así que convive con la muerte. Cada muerte es su derrota. Si la muerte
triunfa, el cirujano perdió. El día que el cirujano se acostumbre a la
muerte, que tire el bisturí y no trabaje más, no debe acostumbrarse a la
muerte. Yo me gradué en el 48, di mi tesis en el 49 y venía operando en
el hospital hacía tres años. Debo llevar más de 40 años de cirujano y
debo confesar que sufro hasta el tuétano la muerte de cada uno de mis
pacientes. Para mí es una derrota total. Si es en la sala de cirugía,
peor todavía. Por suerte son rarísimos los pacientes que se mueren.
Ahora bien, al final, el cirujano tiene una actitud muy particular ante
la muerte. Como ha visto morir a tanta gente, pierde el temor a su
muerte. Yo, por ejemplo, no tengo ningún temor a mi muerte. Me muero
mañana tranquilo, la agarro de la mano y me voy. Tenemos que
acostumbrarnos a nuestra muerte.
-¿A qué le teme en la vida?
-Le tengo miedo a esta civilización terriblemente tecnificada y al mismo
tiempo tan pervertida. Tengo miedo de que los jóvenes no tengan
ilusiones ni sentido de un futuro mejor.
¿Por qué la elegimos?
Referente de la medicina mundial, investigador y docente, revolucionó la
cirugía cardiovascular con el desarrollo de la técnica del bypass
coronario y además realizó el primer trasplante de corazón en la
Argentina. De una ética y conducta intachables, escribió: "Es indudable
que ser honesto en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a
la larga te lo hacen pagar. Yo no puedo cambiar, prefiero desaparecer".
Estas fueron la últimas oraciones de una de las cartas que dejó, antes
de suicidarse, víctima del sistema y agobiado por la crisis que
atravesaba la Fundación Favaloro, en 2000. https://www.lanacion.com.ar/cultura/rene-favaloro-tengo-miedo-de-que-los-jovenes-no-tengan-ilusiones-ni-sentido-de-un-futuro-mejor-nid2365358
Mensaje a los jóvenes por Favaloro "Yo terminé mi
bachillerato allá por el año 40, 41, y qué mensaje recibimos de aquellos
grandes maestros. No quiero nombrar a uno, ni a 10, ni a 20. Porque
pienso, recién comentábamos a varios nombres y todos ellos fueron
iguales. El mensaje que nos dieron primero es que no se
consigue nada sin esfuerzo. Así que nosotros realmente teníamos que
estudiar. Teníamos que estudiar tremendamente no solamente en clase, si
no fuera de nuestras clases. En nuestras casas, fuera de hora. Es decir, no se consigue nada sin esfuerzo. En
esta era en que el facilismo invade muchas áreas, que los jóvenes
entiendan, que no se llega a nada sin esfuerzo. No existen los genios.
Sí habrá uno que tiene un poquito más de neuronas que el otro. Pero si
no pone trabajo, esfuerzo, dedicación, sacrificios, no llega a ningún
lado. Así que ese es el primer tema. El segundo es que uno se debe a la comunidad.
Esto nos enseñaron todos aquellos hombres que tenían diversa
extracción. Yo quiero recalcar que había de todos los sectores:
conservadores, radicales, socialistas, anarquistas; todos entre los
profesores nuestros. Y, sin embargo, todos nos dieron el mismo mensaje. Uno no solamente debe vivir para
sí mismo, si no que debe vivir para la comunidad y hacer algo
por el mundo en que uno vive.Así
que habría muchas otras cosas que hablar, la abnegación, la decencia,
la ética, la moral, que nos enseñaron todos esos profesores. Así
que eso sería en concreto el mensaje fundamental para los jóvenes de
hoy. Que, a mi entender, en algunas cosas viven un poco confundidos". https://www.clarin.com/sociedad/rene-favaloro-mensaje-jovenes-pierde-vigencia_0_Bk0jA1YLZ.html
Su programado Final
Una de las seis cartas dejadas por el Dr. René Favaloro, liberada por su familia, dice así:
A mis queridos familiares y amigos: Si se lee mi carta de renuncia a la Cleveland Clinic,
está claro que mi regreso a la
Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en
la cirugía cardiovascular) se debió a mi
eterno compromiso con mi Patria. Nunca perdí mis raíces. Volví
para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica. La primera etapa
en el Sanatorio Güemes demostró que inmediatamente organizamos la residencia en
cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de postgrado a todos los
niveles. Le dimos importancia también a la investigación clínica en
donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo. En lo
asistencial exigimos de entrada un
número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes
fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de
las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las más importantes de
aquel entonces. La relación con el sanatorio fue
muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros;
la internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada). Nosotros con los
honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se
distribuían entre los médicos proporcionalmente. Mirá también Nunca permití que se tocara
un solo peso de los que no nos correspondían. A pesar de que los directores aseguraban que
no había retornos, yo conocía que sí los había. De vez en cuando, a pedido de
su director, saludaba a los sindicalistas de turno, que agradecían nuestro
trabajo. Este era nuestro único contacto. A mediados de la década de 1970,
comenzamos a organizar la
Fundación. Primero con la ayuda de la SDDRA, creamos el
departamento de investigación básica que tanta satisfacción nos ha dado y luego
la construcción del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular. Cuando
entró en funciones, redacté
los diez mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el
lineamiento ético que siempre me ha acompañado. La calidad de nuestro trabajo,
basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales
seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la
corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda
corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites
de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a
quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de
retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes
al Instituto. ¡Lo que tendría que narrar de las
innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno! Manga de corruptos que viven a costa de los
obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras
sociales que corresponde a la atención médica. Lo mismo ocurre con el
PAMI. Esto lo pueden
certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar
del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país. Valga un solo
ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95)
de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado
los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente). Si hubiéramos aceptado las
condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido
incrementando en estos últimos años) deberíamos tener cien camas más. No
daríamos abasto para atender toda la demanda. El que quiera negar que todo esto
es cierto que acepte que rija en la Argentina el principio fundamental de la libre
elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno. Lo mismo
ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga) el
médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana, sabe, espera, recibir una jugosa participación del
cirujano. ¡Hace muchísimos años debo escuchar
aquello de que Favaloro no opera más! ¿De dónde proviene este infundio? Muy
simple: el paciente es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe
ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. “Pero
¿cómo?, ¿usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?”. “Yo le voy a
recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe”. ¡El cirujano “de real
valor” además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un
50% de los honorarios! Varios de esos pacientes han venido
a mi consulta no obstante las “indicaciones” de su cardiólogo. “Doctor, ¿usted
sigue operando?”, y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y
responsabilidad de siempre. Muchos de estos cardiólogos son de
prestigio nacional e internacional. Concurren a los Congresos del American
College o de la
American Heart y entonces sí, allí me brindan toda clase de
felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer alguna “lecture” de significación.
Así ocurrió cuando la de Paul D. White lecture en Dallas, decenas de
cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con lágrimas en los ojos. Pero
aquí, vuelven a insertarse en el “sistema” y el dinero es lo que más les
interesa. La corrupción ha alcanzado
niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular
Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien
entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les
explican en detalle los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán
no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter
echo, cámara y etc., etc.), los cateterismos, las angioplastias, etc. etc.,
están incluidos. No es la única institución. Médicos
de la Fundación
me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. ¡Llegado
el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado visitará
nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle “la operación económica” y
entregará el sobre correspondiente! La situación
actual de la Fundación
es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo
pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir “no hay camas
disponibles”. Nuestro juramento médico lo impide. Estos pacientes demandan un alto costo raramente reconocido por las
obras sociales. A ello se agregan deudas por todos lados, las
que corresponden a la construcción y equipamiento del ICyCC, los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos
con atrasos de varios meses. Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más
todo se complica ana-ana. En Estados Unidos, las grandes
instituciones médicas, pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la
investigación por las donaciones que reciben. ¡Las cinco facultades médicas más
trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una! Aquí, ni soñando. Realicé gestiones en el BID que nos
ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a
nuestro instituto como uno de sus logros. Envié cuatro cartas a Enrique
Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta
Latinoamérica!), todavía estoy
esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de
dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos
desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta. ¿Cómo se mide el valor social de
nuestra tarea docente? Es indudable que ser
honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te
lo hacen pagar. La mayoría del tiempo me siento solo. En aquella
carta de renuncia a la C.
Clinic, le decía al Dr. Effler que sabía de antemano que iba
a tener que luchar y le recordaba que Don Quijote era español. Sin duda la
lucha ha sido muy desigual. El proyecto de la Fundación tambalea y empieza
a resquebrajarse. Hemos tenido varias reuniones, mis
colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro
recordado Colegio Nacional de La
Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos
incorporarnos al “sistema”. Sí al retorno, sí al ana-ana. “Pondremos gente a organizar todo”.
Hay “especialistas” que saben cómo hacerlo. “Debés dar un paso al costado.
Aclararemos que vos no sabés nada, que no estás enterado”. “Debés comprenderlo si
querés salvar a la Fundación”. ¡Quién va a creer que yo no estoy
enterado! En este momento y a esta edad
terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y
profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer. Joaquín V. González escribió la
lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: “A mí no me ha
derrotado nadie”. Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo
controla. Estoy cansado de recibir homenajes
y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo
selecto de las leyendas del milenio en cirugía cardiovascular. El año pasado
debí participar en varios países desde Suecia a la India escuchando siempre lo
mismo. “¡La leyenda, la leyenda!”. Quizá el pecado capital que he
cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos,
mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan
hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario,
se castiga. Me consuela el haber atendido a mis
pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi
inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.
Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don
Ata. No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero
sí meditada. No se hable de debilidad o
valentía. El cirujano vive con la muerte, es
su compañera inseparable, con ella me voy de la mano. Solo espero no se haga de
este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad. Estoy
tranquilo. Alguna vez en un acto académico en
USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural.
Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así. En estos días he mandado cartas
desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir
respuesta. En la Fundación ha comenzado a
actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a
producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores
fieles y dedicados. El lunes
no podría dar la cara. A mi familia en particular a mis
queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a
los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos
hasta alcanzar la misma edad, que no es poco. Una vez más reitero la obligación
de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes
cercanos a Jacinto Arauz, allá en La
Pampa. Queda terminantemente prohibido
realizar ceremonias religiosas o civiles. Un abrazo a todos. René Favaloro Julio 29-2000 – 14.30
horas. https://www.clarin.com/sociedad/rene-favaloro-20-anos-suicidio-carta-despedida-conmueve_0_o8u5KBxEO.html
Diana Truden, el último “grande y verdadero amor” de Favaloro Horas
antes de suicidarse, el cardiocirujano compartió el almuerzo con su
pareja. Se iban a casar un mes después. Él tenía 77, ella 31, pero nunca
habían vivido un amor tan intenso.
Por Hugo Martin. 29 de Julio de 2020
Qué decía la carta que le dejó sobre
la mesa instantes antes del disparo final:
“Diana: ha llegado el momento de la gran decisión… Tú no eres culpable de nada…
Mis proyectos se han hecho pedazos. No puedo cambiar los principios que
siempre me acompañaron. Creo que la Fundación se derrumba. No podría
aguantar como testigo lo que construí, con tanta fuerza, ahora su
destrucción. Estoy
cansado de luchar y luchar. Remando contra la corriente en un
país que está corrompido hasta el tuétano.
Tú eres testigo de mi sufrimiento diario. Te agradezco todo lo
que me has brindado. Particularmente en este último año. Nunca podrás imaginar cuánto te he amado. Nunca tuve nada igual. No se puede comparar con nada semejante de mi pasado. Tú has sido mi grande y verdadero amor. Siempre me he sentido un poco culpable. Nunca debí permitir que nuestro amor llegara tan lejos. Cuarenta y seis años es una gran diferencia. Y no te pude brindar hijos.
Rezá un poco por mí. Sé que te recuperarás porque eres fuerte. El
tiempo lo arregla todo. Sé que sufrirás un poco al principio, pero tú
también me amaste… Espero que encuentres el hombre que hagas feliz.
Dios así lo querrá. No sufras, por favor, no sufras mucho. Tienes
muchos desafíos por delante. El más importante es escribir, escribir y
escribir. Tienes grandes condiciones para hacerlo. Te he amado con locura.Estaré pensando en ti, solamente en ti, hasta el último segundo. Un abrazo grande, muchos besos, René”.
Así decía la última, desesperada carta que René Favaloro le escribió a Diana Truden.
Estaba guardada con celo en la caja fuerte del Juzgado de Instrucción
41, secretaría 112. El juez Daniel Turano y el secretario Cristian
Mangone la tenían allí como una parte más de la causa 784747 caratulada
como “René Favaloro, suicidio”. Se apilaba junto a otras seis que
habían quedado sobre la mesa del comedor de su departamento: una para
el periodista Claudio Escribano; otra para su empleada doméstica,
Ramona; otras para familiares y amigos. Todas, intentando explicar lo
inexplicable. La sintaxis errante de la misiva a Diana -quizás una de
las últimas que escribió antes de la grave decisión- delataba el estado
de ese hombre. Luego
se bañó, se vistió con un pijama y fue al baño secundario del
departamento. Allí pegó en el espejo una nota dirigida “a las
autoridades competentes”,
tomó el arma, la apoyó bajo su tetilla izquierda y
gatilló al corazón. Potente, último mensaje. Horas antes, a las 13.30 de ese sábado 29 de julio del año 2000, René y Diana habían almorzado en el mismo departamento de la calle Dardo Rocha 2965.
Él, que se levantaba de madrugada, había salido a las ocho rumbo al
Instituto Favaloro, el lugar de sus sueños que se derrumbaban, y regresó
para verla. Ella, que abría los ojos a las nueve de la mañana, lo
esperó con ilusión: faltaba poco para agosto, para el casamiento. “Me
voy a La Plata”, le dijo él cuando la despidió en
la puerta. Pero no. Se sentó a escribir las cartas. A urdir el
final. A las 16.30, una chica que se bañaba en el tercer piso escuchó el estampido y el golpe brutal de la caída. Todo había terminado. Cuando Diana declaró ante el juez
Turano contó el comienzo de esa impensada historia de amor. Como le
escribió Favaloro, 46 años los separaban. En el momento de morir, él tenía 77. Diana, apenas 31. “Trabajaba
con Favaloro desde hacía seis años -contó en su testimonio-. Llegué a
la Fundación a través de una agencia de empleos. En enero del 98, cuando murió María Antonia Delgado, su esposa, estuvo muy deprimido.
Como yo cursaba Traductorado de Inglés en el Lenguas Vivas, me quedaba
estudiando en la oficina hasta las nueve de la noche, y charlaba con él. En una de esas charlas, me dijo: ‘Me siento atraído por vos…’”. Lo
que jamás habría contado ante los medios debía confesárselo ahora a un
juez. Quedaría plasmado en el duro lenguaje judicial. Formal, adusto, Favaloro
le confesó su amor el domingo 7 de marzo de 1999 en horas del mediodía.
Ella lo aceptó. Comenzaron una relación de pareja, pero no se lo
dijeron a nadie. Solían
esconderse en un campo que el cardiocirujano tenía en Arditi,
una localidad cercana a Magdalena. Sólo un mes antes de morir, Favaloro y Diana decidieron blanquear su noviazgo. El
12 de julio -día del cumpleaños 77 de Favaloro- habían viajado juntos
al monasterio benedictino Santa María de Los Toldos, para ver a su
amigo, el fray Mamerto Menapace. Allí, Diana se alojó en un convento
sólo para mujeres.
El les contó a los religiosos que estaba contento con su
relación y que se iba a casar “por Civil y por
Iglesia”. Ante
Turano, Diana prosiguió su testimonio: “Decidimos no ocultarnos más. El
28 de julio salimos del trabajo a las seis de la tarde, hicimos las
compras en una quesería que está en la esquina de la Fundación (Nota:
Míster Queso, Entre Ríos y Venezuela), fuimos a su casa, y me quedé a dormir. El 29 nos levantamos normalmente, y al mediodía fui a mi casa para traer ropa en una valija porque nos íbamos a casar.
Favaloro pensaba visitar a su sobrino Coco en La Plata. Cuando volví,
me extrañó que estuviera su auto, pero pensé que había llegado temprano…
En enero del 2000, cuando volví de un viaje por Africa, me dijo: ‘Me
voy a suicidar. No puedo vivir sin esta relación, pero tampoco te puedo
sacrificar’. Se refería a la diferencia de edad: un tema que siempre
mencionaba. Hablamos y decidimos seguir, pero le pedí que no
volviera a hablar de suicidio, y me prometió que no volvería a hablar ni
a pensar en eso. Estaba muy deprimido por la situación de la Fundación, que, según él, no tenía arreglo.
Los dos últimos balances habían sido negativos, y el 28
de julio se le murió un paciente que operó ese mismo
día… Ibamos a escribir nuestras participaciones de
casamiento en la computadora”. El 29 de julio, Diana
regresó al departamento de Favaloro junto a su hermano.
Así continúa su relato ante el juez: “Ese día, su estado de ánimo no era muy bueno. Yo
sabía que venían tiempos muy duros, porque el 28 de julio él me mostró
una lista del personal de la Fundación que sería echado: la mayoría,
amigos entrañables que empezaron con él. Y porque ciertos informes
señalaban la posibilidad de un cierre inmediato. En mi casa (calle
Misiones al 300) esperé a mi hermano, cargamos dos valijas y la
computadora, y a las cinco menos cuarto de la tarde llegamos a la casa de René. Las llaves estaban puestas por dentro.Lo llamé dos veces por mi celular, pero respondió el contestador
automático. Toqué el timbre muchas veces.Por fin, Pedro pudo empujar la
llave, y entramos. René estaba muerto… Nuestra relación era excepcional: estábamos sumamente enamorados, y compartíamos todo”. Cuando Diana y Pedro lograron entrar
al departamento, ella fue a su habitación. No estaba. Lo llamó un par de
veces. Fue su hermano quien advirtió la luz en el vano de la puerta del
baño. El padre de la chica que oyó el ruido mientras se estaba bañando
oyó unos gritos desgarradores: “¡Ayúdenme!”. Bajó enseguida.
Volvieron a ingresar al departamento. Este hombre vio que el cuerpo
trababa la puerta. Dijo que no lo movieran, que seguramente se había
desmayado y lo podían golpear peor. Fue a buscar herramientas. Regresó y
retiró las bisagras. Cuando quitaron la puerta, lo peor: Favaloro yacía en un charco de sangre. Muerto. En su testimonio, Diana declaró que ignoraba que Favaloro tuviera un arma. Luego se supo que en febrero, cinco meses antes de dispararse, había pedido permiso para portarlas.
Días después, Truden pidió ante la justicia “… retirar algunos efectos
del departamento: una batidora, 850 pesos, regalos, ropa, mi libreta de
estudiante del Traductorado de Inglés, la PC, una cámara de fotos, una
lapicera Montblanc con las iniciales RF, los manuscritos de un libro en
que ambos estábamos trabajando (ya aceptada su impresión y casi
terminado), y dos alianzas de oro guardadas en una caja roja que estaba en un cajón de la mesita de luz”. Se deslizó, en un
momento, que ella podía estar embarazada. Nada más
alejado de la realidad. Lo importante es que ella supo, porque
compartió aquellas semanas finales, de la angustia de
René Favaloro. De ese “sueño que se
derrumbaba”. De sentirse “un mendigo” tocando puertas
para conseguir un poco de aire para su Fundación. Ante el juez,
Diana concluyó: “Yo sabía que René le
había mandado cartas a varios funcionarios, y me mostró la que le escribió al presidente Fernando de la Rúa el 25 de julio, cuatro días antes de su muerte. A raíz de esa carta le pregunté: ‘¿Querés suspender el casamiento?’. Pero me dijo que no. Estaba muy deprimido. Desesperado, porque las cuentas de la Fundación no le cerraban por ningún lado, y nadie lo ayudaba. No podía dormir…”. Diana continuó -y
continúa- trabajando en el área de márketing y
comunicación de la Fundación Favaloro. “Seguir trabajando aquí es la mejor manera de honrarlo, y de honrar la vida”, dijo acerca de esa decisión. Después de todo, el sueño del gran cardiocirujano se mantuvo en pie. A los 47 años, como predijo la carta de Favaloro, volvió a conocer el amor junto
a un empleado del Departamento de Sistemas Informáticos de la
Fundación, Ariel Satta. Se casaron en la Iglesia Pío X de Olivos. La
ceremonia terminó con ambos dedicando el matrimonio a “los familiares y
amigos que ya no están entre nosotros, y cuidan este amor desde el cielo”. https://www.infobae.com/sociedad/2020/07/29/diana-truden-el-ultimo-grande-y-verdadero-amor-de-favaloro/
Favaloro en la intimidad: charlas, humoradas y otras anécdotas en el quirófano Era un tren de alta velocidad”, recuerda el cirujano Fernando
Boullon, que trabajó con Favaloro por 16 años; acaba de publicar un
libro sobre la intimidad del hombre detrás del aclamado médico 18 de noviembre de 2014
Como si se dispusiera a una cirugía a corazón abierto, quizá la más
difícil de todas, el médico cirujano Fernando Boullon, discípulo de Favaloro,
escribe sobre ese hombre. "Uno tiene que recordar a sus maestros, a la
gente que nos ha marcado en el camino", dice el autor del libro Favaloro, el corazón en las manos (Sudamericana).
Y afina su pulso para aplicar el bisturí en el punto exacto que quiere
tocar antes de llegar a las anécdotas de quirófano. "Se habla mucho del
Favaloro suicida. Creo que este libro es todo lo contrario: mostrar la
persona que fue. Todo lo que intentó, sus esfuerzos gigantes. Fue una
época tan feliz de mi vida la que pasé con él".
Favaloro se suicidó el 29 de julio de 2000 disparándose un tiro en el pecho. Dejó una carta al entonces presidente Fernando De la Rúa,
donde reconocía que estaba cansado de luchar. También pedía un
salvataje económico para su fundación, en medio de críticas al sistema
de salud público y denuncias por la corrupción social.
- ¿Cómo era ese hombre? -Era un tren de alta velocidad. El tren no pensaba detenerse. Jamás tuvo
dedicación para enseñar, la teníamos que poner nosotros. El era un
torbellino en el quirófano. Había residentes que escuchaban música
clásica para soportar, otros se iban a los tres meses. Había que
aguantar ese tren. Y si algo lo detenía se enojaba muchísimo. Porque lo
grande de René es el cerebro. Las manos, sí; pero el cerebro más.
Por momentos Boullon describe a su maestro en presente, como si esa
rapidez que ya no volvió a reconocer en nadie aún persistiera.
Cuenta una anécdota que revela la magnitud de esa mente veloz. Operaban a
un famoso jugador de fútbol y su yerno, que era cirujano, había pedido
estar. Boullon lo autorizó, aunque no se lo comunicó a Favaloro que,
cuando llegó a suturar al paciente, comentó: "Este era un choborra
total. Si no tenía medio troli encima, no la veía ni cuadrada". Boullon
le hacía muecas detrás de las lupas y el barbijo, pero sin suerte. En un
momento se acercó y le dijo despacio: "El yerno está arriba". En el
acto cambió el discurso. "Qué cosa el alcoholismo. Si habré sacado a mi
padre de los bares". Don José Favaloro pasó a ser borracho y el
futbolista, Jesús. Empezó relatar los goles de cuarenta metros y las
proezas más monumentales que recordaba. Todo terminó de maravilla.
"He visto pocas veces una rapidez tan grande como la de él. Lo mismo en
una cirugía: cuando todos hacíamos agua, él tenía una solución, una
alternativa. Esa creación es lo más grande", dice.- ¿Insultaba mucho cuando algo no le salía?
- [Se ríe] En EE.UU, cuando algún ayudante se incorporaba a la
sala de operaciones preguntaba: How many puta madre did he say? Así se
hacían una idea como para saber cómo entrar al quirófano. Acá lo mismo.
Pero no había ningún resentimiento porque eso era una olla a presión y
así descomprimía, largaba presión. Después seguía funcionando. René
tenía esa explosión y después pedía disculpas a todo el mundo.
- Por lo que cuenta en el
libro eran como una gran familia: ¿Por qué cree que se
involucraba tanto desde lo personal?
- ¿Sabe cómo le decíamos nosotros? Don Corleone,
el capo de mafia, pero no con el concepto malo, sino el capo bueno. El
intervenía en todas nuestras cosas. Eramos una especie de parte suya.
Era su personalidad. Hubo parejas que trató de arreglar. Estaba en todo,
en cada detalle. Y nosotros éramos un peón, un alfil, un caballo,
distintas piezas de más o menos valor, pero piezas de un enorme juego de
ajedrez. En algún momento éramos 200 en el servicio y él veía todo.
Boullon recuerda que cuando Favaloro lo veía con mala cara le preguntaba
qué pasaba. Una vez él le mencionó que estaba preocupado por la
evolución de un paciente, porque algo no había salido bien; entonces su
maestro le decía: ‘Pensá en el que sigue’. No porque no le importara ese
paciente, sino porque entendía que lo sucedido no tenía arreglo. "Con
el próximo vas a cometer menos errores. Deprimido no me servís",
remataba el hombre que realizó la primera operación de bypass del mundo. Favaloro era implacable. Boullon, formado por él en el quirófano, su
primer hogar, recuerda que cuando una operación a corazón abierto, de
las difíciles, salía bien no les decía nada. Pero si algo iba mal,
repetía su frase: ‘¿Sabés cuánto pesan las crucecitas que vas dejando
por tu camino?’. Ahora Boullon, en diálogo con LA NACION replica: "¿Se
imagina lo que dolía eso? El era duro". El maestro les llevaba 20 años a
los demás médicos del staff, tenía 5000 cirugías a corazón abierto; sus
aprendices pocas o ninguna.
Hoy Boullon cuenta en su haber con 14.000 cirugías de corazón, más de
260 trasplantes renales, 140 cardíacos y uno cardiopulmonar. Con más de
70 años, continúa operando.
- Cuenta en el libro que no tenían navidades...
- Nada. Operábamos Navidades, Año Nuevo, todas las fiestas. No me
acuerdo de haber pasado ninguna fiesta importante sin operar. Se operaba
sin límite, no paraba nunca el servicio. Era la personalidad de él
dejar todo ahí, tenía esa manera de ver la vida: vivió para la medicina y
murió con esa idea.
La cercanía de la muerte
Cuenta Boullon que el día que le pidieron la renuncia a Favaloro él ya
no estaba en su staff. Trabajaron juntos entre 1972 y 1988. "Me imagino
que fue la muerte para él", dice. "Había llamado a varios exdirigentes,
directores del PAMI, gente del gobierno de [Fernando] De la Rúa y grandes industriales. El tenía que echar a 700 personas y como le dijo al juez en la carta,
no iba a poder mirar a la cara a esa gente. Estoy seguro, después de
haber estado tantos años con él, que no iba a poder hacerlo. Ese día
tomó la frase que nos había dicho en el quirófano".
- ¿Qué frase?
- Estábamos operando y hablábamos de cualquier cosa. El tema fundamental
es que no perdíamos el tiempo, seguíamos para adelante, pero
charlábamos de distintas cosas. Alguna vez me preguntó: ¿vos cómo te
suicidarías? Doctor, le dije, no me pienso suicidar. Bueno, pero si
tuvieras que suicidarte, me dijo. Bueno, una bala de alta potencia y por
la boca. ¡No, no, no, no! Se puso loco y me dijo: hay que dispararse en
el corazón, nosotros sabemos de anatomía. Ahí no te equivocás. Porque
en la cabeza por ahí te quedás ciego o medio boludo y vivo.
Un hombre decidido a cumplir su camino. Y alguien que convivía a diario
con la muerte, incluso conversaba con ella. "Recuerdo que hasta la
veíamos nosotros en el quirófano, porque es una imagen muy fuerte.
Decía: ‘A éste no te lo vas a llevar, a este no te lo llevás’. Muchas
veces la muerte se quedaba con las ganas porque andaba todo bien pese a
las dificultades", recuerda Boullon. Estaba cerca de la muerte, el
riesgo de la cirugía cardíaca nunca es cero.
El cirujano relata una historia vivida en el quirófano que se presenta
con el subtítulo "creer o reventar". Cuenta Boullon que una vez operaron
a una monja por una "insuficiencia mitral para recambio valvular".
Pusieron a la paciente "en bomba", para que el corazón latiera con ayuda
de una máquina. Luego Favaloro cambió la válvula sin problemas. Cuando
quisieron "salir de bomba" el corazón hacía dos latidos normales y luego
se fibrilaba (no latía armónicamente). Se la chocó eléctricamente en
forma repetida y no cambiaba. Después de media hora de intentos inútiles
Favaloro tomó el corazón en la mano y lo apretó; lo dejó de nuevo en el
tórax abierto. Pensaron que había que hablar con la familia, informarle
que la paciente había fallecido, pero el corazón empezó a latir
normalmente.
El libro, de casi 300 páginas, se trama entre anécdotas que van dando
cuenta de la personalidad de ese hombre. De una familia de clase media,
Favaloro nunca tuvo grandes pretensiones materiales. Relata Boullon que
el maestro conducía un Renault 12 break (un auto medio pelo para la
época) y siempre decía que soñaba con un auto de techo corredizo. Una
mañana Juan Manuel Fangio, alguien a quien Favaloro había operado con
éxito, le estacionó en la puerta de la fundación un Mercedes 300 color
gris con techo corredizo. "Decile que se lo lleven. El doctor Favaloro
no va a andar en un Mercedes mientras no haya una mamadera para cada
chico en la Argentina", le respondió a su colega. "Que se lo lleven". - ¿Cree que cambió algo con la muerte de Favaloro?
- Su muerte desgraciadamente no sirvió para mejorar nada. Está peor. Hay
tantos intereses creados. El tenía la idea de que había que tener un
sistema general de salud como tiene Europa. Todas esas historias se
quedaron en su esfuerzo. La Argentina tiene una gran chance y le tiene
que dar salud a 40 millones, por constitución nacional. Esas son
palabras que repetía Favaloro. https://www.lanacion.com.ar/sociedad/favaloro-en-el-quirofano-charlas-con-la-muerte-humoradas-y-otras-anecdotas-nid1743302
En el prólogo del
libro su discípulo el cirujano Fernando Boullon nos revela al
genio en su mundo, el quirófano, para que podamos entrar en
él y sentirnos un poco parte de ese cosmos tan singular y hasta
misterioso. Favaloro. El corazón en las manos nos presenta al
cirujano, al investigador, al maestro, al hombre comprometido con su
sociedad, al luchador incansable, al visionario, y a esa persona que
nos mostró siempre su humor, su simpleza, su humildad, sus miedos y también el enojo y la bronca, cuando eran necesarios.
Entrevista a Carlos Penelas: "Favaloro pudo cambiar la cardiología del mundo, pero no la sociedad de su tiempo"
Carlos Penelas, poeta y escritor, fue amigo del
recordado cardiocirujano, y jefe de prensa de su Fundación. Escribió
Diario interior de René Favaloro, editado en 2003 por Sudamericana.
Corría el año 1978 cuando publicó Conversaciones con Luis Franco, y
semanas más tarde vio por televisión a alguien, aún desconocido,
recomendar su lectura, en especial a los jóvenes. Era un cirujano, 'un
tal Favaloro' (...). 09-5-2020 Con la alegría de haber sido ponderado por su labor fue al ex
Sanatorio Guemes, con la finalidad de hacerle llegar su libro
-dedicatoria incluida- a quien lo elogiara. Fue recibido por una
secretaria, quien meses después lo llamó para hacerle saber que era
invitado por el médico a que tuvieran una charla. Concurrió con gusto.
Fue la primea. Aún no sabía que sería su colaborador y que los uniría
una relación personal de veintidós años. Cuatro años de sincera y
profunda amistad e infinidad de horas compartidas, en las que
descubrirían semejanzas de espíritu y común admiración por la letra y
autores, decidieron que fuera convocado a sumarse al proyecto de la
Fundación. "Creo que me semblanteaba, durante nuestras charlas"
-admite-.
p: ¿Cómo fue ese primer encuentro? CP:
La primera entrevista fue amigable. Hablamos de cuestiones sociales,
familiares, históricas, de literatura. Luego, siempre nos llamábamos
para tener un encuentro y le proponía presentarlo a varios escritores,
Luis Franco, Juan José Sebreli, Carlos Alberto Brocato, ente otros. Así
fue conociendo a algunos de ellos.
p: ¿Por qué aceptó trabajar con él? ¿Qué lo decidió? CP:
Un día quiso saber mi opinión al respecto del proyecto, de su obra, que
aún funcionaba dentro del ex Guemes, pero ya tenía el primer edificio
de 'Investigaciones básicas' sobre la calle Solís. Me pidió que fuera a
verlo. Era un lugar casi vacío. Allí había sólo algunos investigadores, y
muy poco personal administrativo. Un médico atendía las 'Relaciones
Públicas'. Le hice ver que sería un área muy necesaria, y profesional.
Yo ocupaba ese cargo en una empresa alemana, muy importante en
Latinoamérica, con sede en Buenos Aires. Le ofrecí ayudarlo a conformar
ese departamento, junto con el de 'Prensa'. Tiempo después, fui llamado
para empezar. Debí renunciar a mi ocupación. Como no había una oficina
para que desarrollara mi tarea, Favaloro me dio la llave de su despacho y
me dijo que lo utilizara.
p: En la antesala de la
oficina del doctor Favaloro había una frase que decía: "He vivido
siempre entre la agonía y el deber". Ya en su despacho, una placa de
bronce, en medio de otras tantas, firmada por el prestigioso doctor
Dwight Harken, pionero en cirugía cardiovascular en la que se podía
leer: "El amor y patriotismo a su tierra hizo que Norteamérica perdiera a
uno de los mejores cirujanos del mundo". ¿Quién era Favaloro? ¿Un
idealista, un soñador, o un patriota sin límites que no fue entendido
por su tiempo? CP: Creo que era todo eso junto. Recuerdo que
cuando editamos una revista especial sobre el Instituto de Cardiología
me dijo: "Deseo en la tapa, como ilustración, al Quijote". La idea fue
de él, mucha gente la creía mía. Tenía un perfil de soñador, de
idealista, de hecho lo era. En algunos intercambios que teníamos yo le
decía: "Doctor, usted parece el poeta y yo el médico". Era más
pragmático que él.
p: ¿Habrá sido usted su contrapunto dialéctico? CP:
Yo sabía que lo conversado entre nosotros era único. No lo hablaba con
nadie. Así, llegábamos también a las discusiones. Nos enojábamos los
dos, y a veces nos duraba una semana. Una vez, pasado un mal momento me
llamó y me dijo: "Carlos, basta, debemos trabajar" -sonríe, evoca- Tenía
un fuerte sentido de Patria como yo no tengo, por provenir de una
familia gallega, republicana. Un ejemplo: Cuando se inauguró el
Instituto me pidió que reserváramos el espacio de una pared para que,
como lo hacían en la Cleveland Clinic de EE.UU, las familias que
hicieran donaciones colocaran una placa con su apellido. Jamás se hizo.
Otra anécdota; Se hacían almuerzos en los que participábamos y yo le
decía: "Doctor: de acá no va a salir un peso en donaciones. Vienen para
conocerlo y decir que almorzaron con usted". Se enojaba.
p: ¿Cuál
era el objetivo final de Favaloro? ¿Proponer un programa
sanitario, dar una lección moral, o ambos? CP:
Siempre entendí que los proyectos de la Fundación eran dos. Crear el
instituto más importante de Argentina y Latinoamérica, y que otras
instituciones lo tomaran como modelo de ejemplo ético. Favaloro se había
formado en La Plata con docentes que tenían una fuerte concepción de
'República', con sólido contenido social. Rendían culto a la ética.
Siempre estuvimos muy de acuerdo en cuestiones éticas.
p: ¿Él valoraba en usted, su ética? CP:
Sabía que yo venía del anarquismo. Mi padre nos dijo al morir: "Les
dejo una biblioteca y una conducta". Conservo ambas cosas. Tal vez
valoraba el hecho de que nunca me interesó tener nada material. Nunca
tuve auto. Si él me decía: "Tenés un buen cargo", yo le respondía, "Sí,
pero quizás mañana lave copas en el bar de la esquina". Yo no me
confundía con el cargo. Y eso que tenía el Legajo Nª 22, de la
institución.
p: ¿Qué impidió continuar el proyecto? ¿Fue la lucha con el poder establecido? CP:
Creo que fueron varias cosas. Un día le dije: "Se equivocó al volver,
doctor". Lo admitió al final, 20 días antes del desenlace. Se arrepentía
de no haber reunido dinero y hacer algo privado, para no tener que
depender. Una idea imposible, también. Creo que él quería formar una
'Cleveland Clinic' en Argentina, con la diferencia de que allá reciben
U$ 100 millones por año, en subsidios. Acá era algo impensable. Además,
le hacía ver que el personal de la institución tenía una idiosincrasia
nuestra, argentina. Un ejemplo: Me indicó que hiciera leer a todos los
aspirantes los diez principios que redactó. Sólo quienes firmaran su
conformidad estarían en línea y podrían llenar la planilla. Y yo le
respondía: "Doctor: no se olvide de la plusvalía", con lo que le
indicaba que la necesidad tiene cara de hereje.
p: ¿Cómo era considerado Favaloro en el murmullo social? CP:
La gente del pueblo lo adoraba. Recuerdo varias anécdotas de cuando
caminábamos juntos por la calle. Se percibía el fuerte fervor que
despertaba. Pero en parte del ambiente médico era muy resistido. En ese
ámbito en algunas oportunidades era aplaudido, pero se observaba más
cortesía que compromiso y consentimiento.
p: El
profesor Mainetti, formador de Favaloro, definió a su discípulo con una
frase que aún hoy perdura: "Favaloro fue un hombre público envidiado por
los poderosos, alabado por los humildes, que no pudo ser capitalizado
por la política". ¿Comparte usted esa definición? CP: A varios
políticos, muchos empresarios, y algunos periodistas les costaba
entender a Favaloro. La gran mayoría de ellos querían tener una foto con
el doctor. Yo nunca tuve una de él en mi despacho.
p: ¿Cuál era la utopía más importante de Don René? CP:
La docencia y el ejemplo, la educación. Lo preocupaba la estupidez
cotidiana. Cuando se decidió a escribir 'Don Pedro y la educación',
juntos cotejábamos libros y programas de estudio. Se alarmaba por la
decadencia. Yo le decía: "Cambió el mundo. La mente del joven es otra".
En la Fundación sólo dos personas no tenían celular: él y yo. A pesar de
eso, armé cuatro congresos internacionales. Otro dato: hicimos un
programa con verdaderos referentes culturales. Pudimos editar dos o tres
libros, nada más. Uno sobre el aspecto literario junto con la medicina.
Cada uno de los convocados explicaba cómo veía el mundo actual a través
de la literatura, el arte, la ciencia. No se vendían ejemplares. Había
que aceptarlo, el sistema es así. Es obvio que debiera cambiar, pero no
lo puede hacer sólo un hombre. Siempre dije que él "Pudo cambiar la
cardiología del mundo, pero no la sociedad de su tiempo". Es una crisis
moral, en la que hay un mucho de hipocresía y corrupción.
p:
Usted sostiene en Diario interior…, que 'La vida del doctor Favaloro no
es una vida, es más, un destino'. ¿Su vida con él, también lo fue? CP: Sin duda, 'a mí me cambió la vida'. Veintidós años juntos no es poco.
p:
Una frase de Goethe que usted citó: "Dos viajeros que parten de puntos
alejados, se encaminan a igual destino y se encuentran a media jornada,
suelen acompañarse mejor que si hubieran comenzado juntos el viaje".
¿Favaloro era uno de ellos y usted el otro? CP: Lo interesante
era ser complementarios. Teníamos en parte, mundos distintos. Yo viajaba
en colectivo. Procedíamos de formaciones distintas, con otro estudio,
otro tiempo, otra edad. Le trataba de transmitir lo que veía en mis
hijos, como un fiel registro de las nuevas generaciones.
p: Usted sostuvo que Favaloro era un arquetipo difícil de reemplazar. ¿Qué piensa sobre el Dr. Albino? CP:
Es uno de mis grandes referentes. Le cuento: hice todas las gestiones
ante la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires para que se impusiera
el nombre del doctor Esteban Laureano Maradona a una plaza que está
sobre la avenida Córdoba al 5000. Se hizo, pero aún falta la placa, se
olvidaron de ella. El país es así. Cuando dije que era un arquetipo
difícil de reemplazar es porque ¿Cuántos años, décadas cuesta que
aparezca un Borges, un Lugones, un Castagnino, un Fangio, un Favaloro?
En relación al doctor Albino, es un hombre ejemplar. Mi señora suele
decir: "Es otro Favaloro". Es admirable. Creo que es un soñador con los
pies más sobre la tierra, con más visión. Todo creador es un soñador,
pero el más práctico cierra el ciclo.
p: Resulta fácil
parangonar a Albino con Favaloro porque tienen un mismo enfoque:
medicina social, cuidar la salud de las criaturas, y la mirada sobre
Latinoamérica, ¿verdad? CP: Ambos tienen mucho en común, como lo
tenía también el doctor Maradona, en otros aspectos. Al escuchar a
Albino se desprende su calidad humana.
p: Don René
decía: "En el filo de la muerte no recordaremos nada material. Lo único
que cuenta al final es la mujer amada, al amigo, la naturaleza…" ¿Usted
era ese amigo? ¿Hablaba de usted? CP: No sé. No podría decirlo.
p: ¿Al citar esa misma frase, usted podría decir que ese amigo era él? CP:
'Yo lo voy a recordar toda la vida'. Yo no tengo fechas, pero lo
recuerdo indefectiblemente el 29. Será así porque estuve en su casa
cuando me avisaron de su suicidio, y a las 20 horas tuve que dar una
conferencia e informar a todos los medios del mundo. Es un día
imborrable en mi vida. Me llamaban de varios países. Dos meses después
hice pública la renuncia a mi cargo en la institución. Sin él no deseaba
continuar.
p: ¿Cuál fue el mejor proyecto que logró armar desde su función? CP:
Yo participé de todo el proyecto de la Fundación. Le voy a dar un
ejemplo. En los países de Europa hay un Coordinador de trasplantes de
pacientes. Acá éramos los únicos en la tarea. Fueron exitosos los
resultados. Pero el mejor desarrollo fue una transmisión para la
televisión alemana de cinco intervenciones en serie, realizadas por
distintos cirujanos del Staff de la Fundación. Luego de terminada la
primera, quince minutos después empezaba la siguiente y así
sucesivamente. Arrojó un resultado de 3 millones de televisores
encendidos en la madrugada europea. La repercusión fue increíble. Nunca
hubo otra experiencia similar en todo el mundo.
p: Se
percibe que René tenía al 'deber y humanismo', como
rasgos salientes. ¿Usted también los tenía? CP:
Favaloro tenía un proyecto de medicina para todo el país que a mí me
enloquecía. Me parecía brillante, único. Ya los últimos años no se podía
pensar en eso. Después del '97 se pudieron hacer muy pocas cosas.
p:
Favaloro, idealista o muy inteligente dejó una marca histórica, un
mensaje, un legado, como los grandes revolucionarios de la historia. Su
suicidio fue emblemático. Una denuncia. ¿Fue exitoso por lograr
conformar su obra? ¿Fracasó por no poder continuar? ¿En el balance, qué
parte pesa más? CP: Tuvo éxito en la cardiología mundial. Hubo un
antes y un después de él. Si se contemplan los proyectos que quedaron
en el camino, le faltaba concretar sus sueños. Un dato alcanza. Favaloro
intentó volver tres veces al país y no tenía inserción. Era negado.
Además creía que parte del pago de impuestos de las grandes empresas
podía destinarse a la salud y a su obra, como era el régimen de EE.UU.
Acá resultaba imposible. En nuestra cultura se puede financiar a un
futbolista, no un proyecto de salud. Se equivocó. No reparó en la
idiosincrasia.
p: En su libro hay una cita de Sigmund
Freud: 'La sociedad reposa sobre un crimen cometido en común'. ¿Qué o
quién mató a Favaloro? ¿La envidia de parte del mundo médico? ¿La
corrupción de un sector del sistema? ¿La indiferencia de un Estado
ausente? ¿Un gobierno en crisis? ¿Sus detractores? ¿Todos juntos? CP:
Todo eso junto. Y tal vez, también, un proyecto desmedido de él. No
entendió el país. Él llevaba programas sanitarios a varios presidentes y
siempre quedaban archivados.
p: ¿Qué es lo que más extraña de él? CP:
Me cambió la vida. Yo le llevaba los boletines de mis chicos. Tengo
fotos con él y mis hijos. Libros regalados por él. Uno que retiró de su
biblioteca y me dedicó. Es 'La creación del mundo moral', de Agustín
García. Tanto en común. Luchábamos por las utopías.
p: Usted cuenta que Favaloro se refugiaba en la naturaleza. ¿Dónde lo hace usted, en la letra? CP: Si, claro. Él también lo hacía en las lecturas, en nuestras charlas.
p: Resulta
fácil deducir que a través de vuestras charlas, él
podía reconciliar el espíritu. ¿Era
así? CP:
Hablábamos de revolución, de socialismo, de lo social, de la dignidad
del hombre, de la República, de nuestros mayores, de fútbol, de mujeres.
Recordábamos a Carrillo, a Oñativia, a Maradona, a Mazza. Recorríamos
las desventuras de varios de los vanguardistas. Sus utopías.
Ante
sus respuestas, se puede inferir que esos diálogos los llevaban a
intentar una existencia posible entre lo inalcanzable y lo mundano, lo
sagrado de encomiable objetivos que convivían con realidades profanas,
mezquinas. Capaz de una mirada profunda sobre lo incompleto de los
ambientes prosaicos, Penelas observaba el mundo de intereses que se
suele resistir a las grandes metas del espíritu. Era interlocutor del
Quijote, su intérprete, su exégeta. Asistir a René a dializar las
impurezas propias de un economicismo que se abre paso a codazos, con el
que se topaba, era entender su meta: evangelizar en pos de una medicina
social. Las catarsis, las charlas reconciliaban el espíritu y devolvían
el sentido a luchar contra la adversidad. Su colaboración sólo se medía
en compromiso, en fidelidad.
p: ¿Qué es lo más difícil de aceptar, su muerte o su paso a la inmortalidad? CP:
Ambas van de la mano. Hay un proyecto de país que soñó que no existe.
Dejó obras inconclusas. En el último tiempo le decía: "El proyecto se
está terminando". Prefería hablarle con crudeza y no engañarlo.
p: ¿No le resultaba difícil luchar con el Quijote? CP: Claro que era difícil. A veces golpeaba la mesa. Se enfurecía.
p:
Favaloro cerró una conferencia sobre Artigas, en Uruguay, con una letra
de Zitarrosa: 'Quisiera decir que tengo alegría en lo que doy, pero con
mi canto voy más triste de lo que vengo'. ¿Qué piensa de eso? CP:
Escuchábamos juntos a Zitarrosa, nos gustaba a ambos. Lo admirábamos.
Extraño nuestras charlas, como las que tuve con Borges, Sábato, Luis
Franco, Ricardo Molinari. Cada vez converso con menos gente.
p: Usted
fue muy valiente al admitir en su libro que soñaba
frecuentemente con su padre y con Favaloro. ¿Lo sigue
soñando? CP: Sí. Sobre todo, en estos días. Para estas fechas más aún.
Responde
a la última pregunta lentamente, con contadas palabras y una mirada
casi ausente. Quizás, atravesado por el recuerdo de una época
maravillosa. El brillo de sus ojos lo revela. Llena la descripción de
Machado en Cantares: 'caminante no hay camino, se hace camino al andar…
golpe a golpe, verso a verso'. Un conjuro mágico permitió escuchar las
confesiones del hombre, del amigo. Aquel tiempo en que el escritor
eximió a la pluma,… 'el poeta era sólo un peregrino'. Recorre en
silencio el laberinto de una intimidad que siempre conservará. La
entrevista concede un clima de evocación que devuelve con un relato
sensible, único. Refleja pasajes intimistas de un hombre de los más
respetados y queridos de Argentina y del mundo, 'emblema de humanismo y
honestidad'. Acaso, el Quijote. Cae la tarde. En su transcurso, permitió
contar una historia de amistad entre un médico rural y un escritor. Ya
próximo al descanso, acostumbrado al ambiente de hadas y druidas, sabe
que es probable que lo vuelva a soñar. Tal vez, luego de una charla
sobre poesía y literatura, en la que también comulguen espíritu,
ideales, luchas, utopías, y compartan alegrías y desahogos, René
Favaloro le repita: "Carlos, vamos, tenemos que trabajar", y Penelas no
dude en aceptar. Al despertar, sonreirá por la ensoñación. Pluma en
mano, volverá el poeta a sublimar, con 'las mismas letras que un día
dieron refugio al gigante y fuerzas para luchar'.–
Sellos postales argentinos en homenaje al Doctor René Favaloro
Amigas, Amigos:
Su discípulo el cirujano Fernando Boullon que le dedicó un libro, ante la pregunta: - ¿Cree que cambió algo con la muerte de Favaloro? Responde:
- Su muerte desgraciadamente no sirvió para mejorar nada. Está peor. Hay
tantos intereses creados. El tenía la idea de que había que tener un
sistema general de salud como tiene Europa. Todas esas historias se
quedaron en su esfuerzo. La Argentina tiene una gran chance y le tiene
que dar salud a 40 millones, por constitución nacional. Esas son
palabras que repetía Favaloro.
Su amigo Carlos Penelas, poeta y escritor, señala: Siempre dije que él "Pudo cambiar la
cardiología del mundo, pero no la sociedad de su tiempo". Es una crisis
moral, en la que hay un mucho de hipocresía y corrupción. No soy quien para juzgar las razones que en su latente depresión endógena a este gran ser humano y destacado médico argentino con un legado
que el tiempo no olvidará lo llevaron al
final que tuvo. En el desarrollo del presente escrito conocer su vida me emocionó y
llenó de respeto. Su Final que, en sus dos cartas conocidas, en
especial la liberada por su familia, de las seis que él les
dejó, muestra al desnudo una realidad que, a como de lugar por el PODER siervo del Nuevo Orden Mundial debe
ser
ocultada y Favaloro esa corrupción y falta de ética no
soportó, pensando
quizá al momento de que la certera bala paralizara su
corazón, que ese sacrificio final haría reaccionar a la
juventud en especial sobre la realidad reinante, con la Esperanza que
esa juventud reaccione: Miremos la realidad actual y sacad vuestras
propias conclusiones...
Os dejo este escrito, como lo
señalo al comienzo cual homenaje a quienes fuera de mi patria
médico me permitieron llegar a ser. Gracias.