518
La Reina del Desierto

Preámbulo

Es muy conocido Laurence de Arabia (1888 - 1935), sin embargo casi no se menciona a su compatriota y coetánea Gertrude Bell quien pasó mapas fundamentales para la misión de su compatriota Laurence de Arabia y además le enseñó el cómo debía tratar a los jefes de las dispersas tribus árabes. El año 2015 en Alemania le dedicaron a Bell, película en homenaje a la escritora, arqueóloga, exploradora, espía y cartógrafa que colaboró con el Imperio Británico a principios del siglo XX. Película que, según la crítica, no fue buena a diferencia de la inspirada en Laurence de Arabia. En este Portal deseo destacar a esa notable mujer pensando de a cuántos se les puede decir que crearon una Nación y es más, eso lo logró Bell como mujer que en el medio más machista, sectario, dogmático y fundamentalista religioso la reconoció y respetó como "La Reina del Desierto"... 

Esta mujer británica Gertrude Bell (1868 - 1926) lo recalco; vivió en plena época machista y qué decir donde se hizo famosa: en El desierto árabe que es una región desértica de la península arábiga, que cubre una extensión de cerca de 2.330.000 km², donde se sitúan Arabia Saudita, Jordania... e Irak ese Irak que ella colaboró para su creación. Fue condecorada con la Orden del Imperio Británico. En realidad es como para, de alguna manera, reconocer desde el Portal MUNDO MEJOR a esa mujer tan especial, destacada y dedicarle el presente escrito 518.


Desarrollo

Para conocer mejor a la, de manera injusta, poco conocida pero muy destacada Gertrude Bell veamos 9 artículos sobre ella:

1.
Gertrude Bell, la "Lawrence de Arabia femenina" que fue clave en la creación de Irak y a la que pocos recuerdan
4 agosto 2018
Algunos la llaman la "Lawrence de Arabia femenina", 
(Nota: A Lawrence debieron en justicia llamarlo el Gertrude Bell masculino y no a ella como él) pero cuando el famoso arqueólogo y escritor Thomas Edward Lawrence llegó por primera vez a Medio Oriente, Gertrude Bell ya había había recorrido gran parte de esta región, hablaba árabe con fluidez y hasta había publicado dos libros sobre su experiencia por aquellas tierras lejanas.
Este mes de julio se cumplieron 150 años del nacimiento de esta escritora, arqueóloga y hasta trabajó para los servicios secretos, cuyo legado cayó en el olvido hasta hace poco años, cuando a raíz de la Guerra de Irak muchos empezaron a recordar su figura.
Nacida en una familia acomodada de la Inglaterra de 1868, a Bell le tocó vivir una época en la que la libertad y el impacto que podía tener una mujer en la sociedad estaban muy limitados.
Sin embargo, llegó a ser tan respetada e influyente que su voz fue una de las más determinantes a la hora de trazar los límites de un nuevo Estado árabe al que, también por sugerencia suya, se le dio el nombre de Irak.
El interés de Bell por Medio Oriente surgió al visitar la región por primera vez en 1892. Acababa de salir de la Universidad de Oxford, donde se había especializado en Historia Moderna y logró la hazaña de ser la primera mujer que consiguió los máximos honores en esa carrera.
Tras acabar sus estudios, la joven viajó a Persia. Su tío, Sir Frank Lascelles, era el ministro británico de aquel país y residía en Teherán (actual capital de Irán).
Fue durante esta travesía que Bell desarrolló un cariño especial por el pueblo árabe visitando sitios arqueológicos, aprendiendo su idioma y adentrándose en el desierto según le dijo a la BBC en 2014 la profesora de Historia Británica de la Universidad de Newcastle Helen Berry.
"Era muy peligroso, pero obviamente a ella le gustaba el peligro", afirmó entonces la experta. "Se rodeó de un gran grupo de camellos, regalos prestigiosos y guías masculinos... Creo que no sabían qué hacer con ella, especialmente siendo una mujer, [pero] creo que se los ganó con su habilidad para comunicar".
Diseñando Irak
Bell llegó a aprender ocho idiomas, entre los que se encontraba el francés y el turco, y conoció tan bien a las tribus de la zona, que los servicios de inteligencia británicos la reclutaron. Trabajó para ellos durante la Primera Guerra Mundial en la delegación árabe, situada en Egipto, donde también estaba Lawrence de Arabia.
Al acabar la guerra, los Aliados decidieron desintegrar el Imperio Otomano en varios Estados. Bell fue una de las arquitectas del diseño que se decidió para esta región.
Su influencia fue una de las principales en la concepción de Irak. Tanto, que Winston Churchill, entonces secretario de Estado para las colonias británicas, la invitó en 1921 a una conferencia en El Cairo, donde se le pidió trazar los límites de lo que en ese momento llamaban Mesopotamia.
La misión de Bell era establecer en Irak un gobierno árabe favorable a los británicos y servir de vínculo con las figuras políticas que iban surgiendo.
La tarea resultó pacífica durante un tiempo, hasta que empezaron las revueltas en el lado chiita de la población, donde eran mayoría.
"Se sientan allí en una atmósfera con hedor a antigüedad y es tan gruesa por el polvo de tantos siglos que no puedes ver a través de ella... y ellos tampoco", le escribió a su madre sobre los clérigos chiitas en 1920.
En otra misiva, admitió los errores del Imperio Británico: "La verdad subyacente a todas las críticas es... que habíamos prometido instituciones autónomas y no solo no dimos ningún paso para conseguirlo sino que estábamos ocupados estableciendo algo totalmente diferente".
Bell aconsejó finalmente dar el poder a la minoría suní, a la que creía más educada y secular que los chiitas, que en su opinión se dejaban influenciar demasiado por sus clérigos "fanáticos". Su candidato al trono, Fáysal I, fue coronado rey de Irak en agosto de 1921.
Por razones como esta, algunos culpan a la exploradora de los problemas actuales de este país, ya que ayudó a imponer un sistema occidental que, según sus críticos, no encaja con la cultura árabe y una prueba de esto sería las décadas de inestabilidad que Irak ha vivido desde su fundación.
Ella creía que las mujeres no podían manejar el estrés y el contenido de la educación superior porque no eran tan fuertes como los hombres física, mental y emocionalmente, según la Enciclopedia Digital de Arqueólogos.
"Tenía una opinión pobre de la mayoría de mujeres, incluso de las que estaban a su nivel social... y era notablemente intolerante con las esposas de sus colegas", según recoge en su libro su biógrafa Susan Goodman.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-44979439


2.
La reina del desierto
Viajera, arqueóloga y espía, Gertrude Bell pasó de describir ruinas bizantinas a participar en la creación de Irak, cuyas fronteras actuales ayudó a trazar
Gertrude Bell se lanzó a recorrer el mundo para huir de la encorsetada sociedad victoriana y acabó convertida en la mujer más poderosa del Imperio Británico. La aventurera inglesa fue exploradora, escritora, fotógrafa, alpinista, etnógrafa, espía, geógrafa, administradora política y diplomática. Y también arqueóloga. Aunque la importancia de su papel en la creación del estado de Irak hace que su trabajo arqueológico quede en un segundo plano, o a veces ni se mencione, ella siempre lo consideró el eje de su vida viajera. "El sendero de la arqueología me llevó hasta la puerta de los jeques", escribió Bell, a la que en ocasiones se ha llamado la 'Lawrence de Arabia femenina', cuando lo más justo sería decir que Lawrence, casi veinte años más joven que ella y que la admiró, fue 'el Gertrude Bell masculino'.
Gertrude Margaret Lowthian Bell, la 'hija del desierto', 'la reina sin corona de Mesopotamia', 'la tigresa de Irak', nació el 14 de julio de 1868 en Washington Hall, Durham (Inglaterra), en una familia y un entorno que no tenían nada que ver ni con desiertos, ni con reinas, ni con tigres. Fue la primera hija del matrimonio formado por Sir Hugh Bell y Mary Shield Bell. La familia era muy rica. Poseía la sexta fortuna de Inglaterra, que había sido amasada por el abuelo, Sir Isaac Lowthian Bell, propietario de varias fundiciones, y engordada por el padre, Hugh Bell, que mantuvo el negocio bien rentable y saneado. Durante su infancia, Gertrude disfrutó de todas las ventajas y comodidades propias de la alta sociedad británica de finales del siglo XIX. La muerte de su madre, después de dar a luz a su segundo hijo, cuando Gertrude tenía 3 años, afectó mucho a la niña y reforzó la unión con su padre, que se mantuvo firme a lo largo de toda su vida. "No creo que alguna vez me sienta sola, aunque la única persona a la que a menudo echo de menos es papá", escribió en una carta durante uno de sus viajes. Sir Hugh volvió a casarse cuando la pequeña contaba siete años. Florence, la madrastra de Gertrude, era una joven de 24 años aficionada a escribir cuentos infantiles y obras de teatro, con la que la niña se encariñó enseguida y que acabaría siendo su segunda confidente después de su padre.
A pesar de que consideraban que una joven de su posición no debía recibir una educación que fuera mucho más allá de las lecciones de piano, los Bell se preocuparon por que Gertrude tuviera estudios. Después de asistir al Queen's College de Londres, y por recomendación de su tutor, la joven estudió en la Universidad de Oxford, a la que llegó con 17 años y en la que se convirtió en la segunda mujer en pasar un examen de grado. Concluyó su carrera de historia moderna -que entonces abarcaba prácticamente todo desde el mundo antiguo hasta el siglo XVIII- en dos años (uno menos de lo habitual) con honores de primera clase ('first class honours'). Un reconocimiento informal, pues nunca recibió ningún título: Oxford no los dio a las mujeres hasta 1920.
Al acabar sus estudios, Bell se quedó en una especie de 'fuera de juego social'. Su franqueza y su inteligencia desbordante parecían espantar a cualquier posible pretendiente. No había ninguno a su altura. Todos le parecían aburridos o medio idiotas. Convertida en una 'soltera difícil', la joven decidió ver mundo para escapar de una sociedad que le resultaba opresiva y limitada. "Fue en 1892, a la edad de 24 cuando tuvo su primer contacto con el Oriente Próximo", detalla Amanda Adams en 'Ladies of the Field: Early Women Archaeologists and Their Search for Adventure' (Greystone Books). Su destino fue Persia, hoy Irán. Este fue el primero de una serie asombrosa de viajes, todos pagados gracias a las arcas familiares, que incluyó dos vueltas al mundo (de 1897 a 1898 y de 1902 a 1903). La mayor parte transcurrieron por el Oriente Próximo, sobre todo en Mesopotamia, aunque también viajó por Turquía, Siria, Palestina y Arabia. Bell no solo atravesó desiertos: fue una alpinista extraordinaria. Escaló en las Montañas Rocosas y en los Alpes, en los que sobrevivió a un accidente colgada del extremo de una cuerda durante 53 horas, en plena ventisca con tormenta eléctrica incluida.
La 'H' aspirada
Bell se interesó por la arqueología desde el inicio de su vida viajera. Llevaba una cámara Kodak y empezó a retratar todas las ruinas que veía, como se puede apreciar en las numerosas imágenes que iluminan su primer libro, 'Syria: the desert and the sown' (1907). Una estancia de siete meses en Jerusalén le permitió demostrar su habilidad para aprender idiomas que, según sus amigos, "se tragaba como aspirinas", tal y como detalla Cristina Morató en 'Las damas de Oriente: grandes viajeras por los países árabes' (Debolsillo). Hablaba persa, francés y alemán, entre otros, y acabó dominando el árabe y muchas de sus variantes dialectales. Aunque parece que al principio esta lengua se le resistió: "Hay por lo menos tres sonidos casi imposibles para una garganta europea. El peor, en mi opinión, es una 'H' muy aspirada. Solo puedo pronunciarla sujetando mi lengua con un dedo. Pero claro, no puedes mantener una conversación con un dedo metido en la garganta, ¿no?", le escribió a su padre.
Bell empezó a publicar artículos en los que describía las ruinas y yacimientos que encontraba en la 'Revue archéologique', que editaba Salomon Reinach, al que conoció en París en 1904, un año antes de iniciar otra expedición a Líbano. Bell viajaba sola. Sin compañeros occidentales, se entiende, porque solía contratar guías y sirvientes locales, por lo que se desplazaba con un pequeño grupo de asistentes que, si se torcían las cosas, se convertían en escoltas. Procuraba disfrutar de ciertas comodidades, así que se desplazaba con gran cantidad de baúles que contenían desde polvo antipulgas hasta una bañera desplegable, además de vestidos y una vajilla completa. Bell nunca se disfrazó de hombre para evitar problemas, como sí hicieron otras viajeras de la época, y de hecho siempre llevaba falda, incluso al montar a caballo, pues se negaba a usar pantalones.
Semejante personaje llamaba la atención en el Oriente Próximo de principios de finales del siglo XIX y principios del XX. Pero en su caso fue para bien. Su exotismo atrajo a los jeques y jefes tribales. Morató explica que "sus temerarias expediciones en solitario la habían hecho famosa y todos querían conocerla, algo que la hacía sentirse importante". En una carta desde Bagdad, la aventurera explica a su familia que "en este país soy alguien. ¡Soy alguien! Parece que una de las preguntas que todo el mundo le hace a los demás es '¿ha conocido usted a la señorita Gertrude Bell?'"
La mayor parte del trabajo arqueológico de la viajera es descriptivo: localizaba los yacimientos, a menudo inéditos, los describía y los documentaba con cientos de fotografías. Amanda Adams llega a decir que no participó en una campaña de excavación propiamente dicha. Pero no es del todo exacto. En 1907 codirigió junto al arqueólogo escocés William Mitchell Ramsay una excavación en el yacimiento bizantino de Binbirkilise, situado en Anatolia. La ciudad era conocida como la de 'las mil y una iglesias'. Estos templos, de los que ya solo queda apenas una docena, fueron el centro de atención de los dos excavadores, que en realidad se dedicaron a despejar las estructuras más notables para su estudio arquitectónico sin tener en cuenta ninguna estratigrafía. Ramsay, que había visitado el yacimiento por primera vez acompañado de Sir Charles Warren en 1882, escribió que, "en nuestras excavaciones, nunca profundas, no encontramos ningún artículo que mereciera recogerse".
La aproximación al estudio de la arquitectura de Binbirkilise "fue sistemática y disciplinada" por parte de Ramsay y Bell, explican Robert G. Ousterhout y Mark P. C. Jackson en la introducción de una reciente edición de 'The Thousand and One Church' (Universidad de Pensilvania, 2008), el libro que documenta la expedición, publicado en 1909. Sus partes II y III son obra de Bell en solitario. En ellas describe al detalle las iglesias bizantinas del yacimiento y establece su tipología y una secuencia cronológica de su construcción. Las partes I y IV del libro son de Ramsay. Se ocupan de cuestiones históricas y geográficas, además de comentar otros monumentos del yacimiento y sus partes más antiguas, que se remontan a época hitita. A pesar de que el número de páginas escritas por Bell es muy superior al de las de Ramsay, la firma de él va por delante.
Yacimientos enormes
Hay que subrayar que la arqueología a la que se incorpora la exploradora inglesa es una disciplina en formación. Y más todavía en Oriente Próximo. Sus practicantes occidentales -ingleses, alemanes, franceses...- se han formado excavando yacimientos romanos, asentamientos de la Edad del Hierro y túmulos neolíticos en sus países de origen. En el mejor de los casos, han adquirido experiencia en Egipto. En Siria y Mesopotamia se enfrentan a un tipo de yacimiento para el que no se ha desarrollado aún una metodología específica: se trata de inmensos tells, yacimientos inabarcables que ocupan kilómetros de extensión y alcanzan alturas de decenas de metros. Alturas que cubren acumulaciones de etapas de ocupación que pueden llegar a abarcar desde el Neolítico a la Edad Media sin solución de continuidad. A veces, la 'cumbre' sigue siendo un pueblo habitado. En otras, hay un cementerio árabe con tumbas de santos que no conviene ni rozar. Cada excavador aprende por su cuenta y desarrolla sus propios métodos, a menudo a costa de la destrucción de yacimientos enteros, algunos de los cuales llegan a la década de los años 20 convertidos en auténticos patatales -como escribirá Mortimer Wheeler-. Trabajan con grupos numerosísimos de obreros y cada director desarrollará sus manías y métodos para manejarlos. El trato oscila entre el paternalismo en el mejor de los casos y la tiranía en el peor; el fondo es siempre colonialista. 
Se discute sobre la conveniencia de recompensar con una propina extra a los trabajadores locales que den con un hallazgo notable, o sobre separarlos o no por grupos tribales, o sobre los castigos en público a los revoltosos, o sobre la necesidad de usar armas para defenderse de los nativos. En muchos yacimientos, los arqueólogos llevan revólver o un rifle. En Karkemish (en la frontera entre Turquía y Siria) van armados todos, desde el director y su asistente hasta el último obrero, y una costumbre adquirida de la excavación será celebrar cada gran descubrimiento (una estela hitita, una estatua, cualquier cosa monumental) con una salva de fusilería, para terror de los visitantes occidentales desprevenidos.
Todos estos arqueólogos insistirán en sus publicaciones y libros de divulgación en que su objetivo es desentrañar el pasado, en reconstruir la historia de las grandes civilizaciones de la región, y subrayarán la naturaleza científica de su trabajo. Pero a menudo este discurso solapa el interés por obtener piezas excepcionales que puedan ser exhibidas en los grandes museos de sus respectivas naciones. Esta es la arqueología con la que se encuentra Gertrude Bell y con la que, a pesar de las carencias de su propio trabajo en Binbirkilise, se mostrará muy crítica en su visita a Karkemish, en la que conocerá a su futuro amigo y colega de aventuras T. E. Lawrence, esto es, 'Lawrence de Arabia'. Él tenía 23 años y ella 42 cuando se encontraron por primera vez. Para aplacar el disgusto evidente de ella por la forma en la que se estaba llevando la excavación, Lawrence y su compañero Reginald Campbell desplegaron su erudición en una charla interminable. "La dejamos agotada, pero impresionada -escribirá Lawrence-. Es agradable, de unos 36 años, no es guapa (excepto cuando lleva velo, quizá). Si hubiera denunciado nuestros métodos por escrito habría sido realmente fastidioso. Creo que no lo hará".
Como reconocimiento a su labor, Bell fue nombrada 'fellow' de la Royal Geographical Society en 1913. Pero la Gran Guerra interrumpiría su carrera arqueológica. El petróleo había sustituido al carbón como combustible principal de los barcos de la Royal Navy y cada vez había más automóviles. Para el Imperio Británico era necesario controlar Arabia y Mesopotamia. El conocimiento de Bell de aquellos países, y sobre todo sus contactos e influencia sobre sus caóticas jefaturas tribales, hizo que sus servicios fueran requeridos por el Arab Intelligence Bureau of the British Army, en El Cairo. Se convirtió en indispensable a la hora de tratar con los jeques de la zona del Golfo Pérsico y se trasladó a Basra en 1916.
Después de que los británicos quitaran Bagdad a los turcos, Bell fue nombrada 'secretaria oriental' ('oriental secretary'), responsable de tratar con las autoridades locales. Su objetivo fue convertirlas en manejables títeres del Reino Unido. Bell era una defensora de la independencia de Irak, pero solo concebía la misma bajo la protección -es decir, el manejo- de su país. Su trabajo consistió en colaborar en el 'montaje' de una nueva monarquía unificada con Faysal ibn Husayn como rey. A las órdenes de Winston Churchill, la arqueóloga fue la única mujer que participó en la conferencia de El Cairo de 1921 que selló el proyecto. Su papel fue mucho más allá, pues intervino en la redacción de las leyes fundamentales del nuevo país e incluso trazó sus fronteras, las mismas que tantos problemas han supuesto después.
Prohibido excavar sin permiso
Pero acabada su misión, fue dejada de lado. Dada su buena relación con el ya rey Faysal I, decidió quedarse en Irak y ocuparse de su patrimonio arqueológico. Se las apañó para sacar adelante una ley que prohibió realizar excavaciones en cualquier terreno del país sin un permiso escrito. Además, fundó el Museo Arqueológico de Bagdad, al que donó su propia colección, y supervisó las excavaciones extranjeras en el territorio. Entre sus labores como directora honoraria de Antigüedades de Irak estaba controlar el reparto de los artefactos obtenidos por las expediciones extranjeras. Arqueólogos como Leonard Woolley, excavador de Ur y compañero de Lawrence, y Max Mallowan, marido de Agatha Christie, la recordarían como inflexible, exigente y autoritaria en este cometido. No había lugar a la negociación o el regateo. Por ello Mallowan escribió en sus memorias que "ninguna tigresa hubiera salvaguardado los derechos de Irak como lo hizo ella". "Soy más ciudadana de Bagdad que muchos nacidos en Bagdad, Y apostaría que ningún bagdadí se preocupa más, o la mitad, por la belleza del río o de los jardines de palmeras, o se aferra más a los derechos de ciudadanía que he adquirido", escribió a su padre en una carta fechada el 30 de enero de 1922.
El contacto con sus padres no se perdió nunca. Su autoridad sobre ella tampoco. Cuando a los 24 años les pidió permiso para casarse con Henry Cadogan, secretario de la embajada británica en Persia, al que conoció en Teherán y con quien disfrutaba cabalgando por el desierto, aceptó su negativa sin rechistar. El motivo de la desautorización de los Bell fue que Cadogan tenía fama de jugador. Gertrude Bell nunca se casó. Veinte años después de su frustrado romance con Cadogan, mantuvo una especie de idilio platónico con el militar Charles 'Dick' Doughty-Wylie. Estaba casado y Bell se negó a mantener ningún contacto físico con él por esta causa. Era una defensora convencida del matrimonio y en ningún momento consideró mantener una relación adúltera, para ella inaceptable. Bell era muy conservadora, tanto que llegó a luchar contra el voto femenino militando en la Liga Británica Antisufragista. Consideraba que las mujeres de su tiempo no estaban preparadas para tomar decisiones políticas importantes. Algo como mínimo chocante viniendo de una mujer que prácticamente montó una monarquía y trazó las fronteras de países enteros.
Gertrude Bell murió en la capital de Irak la noche del 11 al 12 de julio de 1926, a los 57 años. El día 11 envió una nota a un amigo en la que le rogaba que se preocupara por que no le faltara de nada a su perro. La mañana del 12 la encontraron muerta en su dormitorio. En la mesilla había un bote vacío de somníferos. Fue enterrada en el cementerio británico de Bagdad esa misma tarde. Una multitud asistió al funeral. Además de sus libros, dejó 16 volúmenes de diarios, unas 1.600 cartas y 7.000 fotografías de gran valor, porque en muchos casos forman la única documentación disponible de yacimientos enteros que han desaparecido por el pillaje o por la guerra. El estreno de la película 'Queen of the desert', dirigida por Werner Herzog y ahora en fase de posproducción, recuperará su recuerdo a finales de este año. En ella Nicole Kidman da vida a la exploradora que en una carta fechada en 1892 escribió "qué grande es el mundo. Qué grande y qué maravilloso".
https://www.elcorreo.com/vizcaya/20140425/mas-actualidad/sociedad/reina-desierto-201404242232.html


3.  
Mujeres en la historia
La constructora de Irak, Gertrude Bell (1868 - 1926)
El 23 de agosto de 1921 el emir Faisal era coronado rey de Irak. Su elección había sido fruto de amplias negociaciones, conferencias en París y El Cairo pero, sobre todo, de las indicaciones de una dama inglesa que conocía el mundo árabe como la palma de su mano. Rica, elegante, amante del desierto, Gertrude Bell fue una mujer fascinante que se pasó buena parte de su vida viajando por Oriente Próximo, conviviendo y estudiando su cultura y su gente, de la que se ganó un profundo respeto. Sus conocimientos del terreno fueron de gran valor para el gobierno británico quien la contrató para formar parte del equipo de inteligencia militar de la Oficina de Oriente. Sus viajes, estudios arqueológicos y cometidos políticos salvarían, por un tiempo, a Gertrude Bell de la tristeza y la melancolía.
Una niña rica
Gertrude Margaret Lowthian Bell nació el 14 de julio de 1868 en el condado inglés de Durham. Su madre se llamaba Mary Shield y su padre Hugh Bell. Hugh era heredero del gran magnate de la siderurgia sir Isaac Lowlluan Bell. Gertrude había nacido en uno de los hogares victorianos más ricos y prósperos pero la felicidad fue truncada por la muerte prematura de su madre cuando dio a luz a su hermano Maurice. Gertrude tenía entonces tres años y la desaparición repentina de la madre fortalecería muchísimo la relación de tuvo con su padre la cual no desaparecería a lo largo de toda su vida. Ni tan siquiera cuando Hugh volvió a casarse en 1876 con Florence Olliffe, una joven escritora de veintiséis años que descubrió a la pequeña los fantásticos cuentos orientales.
Su padre y su madrastra tendrían tres hijos, Elsa, Molly y Hugo y en aquel tiempo Gertrude pasó largas temporadas con sus primos y abuelos y fue educada en casa. Cuando la joven cumplió dieciséis años, su padre, consciente del talento de su hija no dudó en enviarla a estudiar al prestigioso colegio femenino londinense Queen’s College. Allí Gertrude demostró ser una estudiante modelo y destacó hasta tal punto que su profesor de historia le propuso continuar sus estudios en Oxford, un lugar muy poco común para una mujer y donde su estancia académica no estuvo exenta de comentarios machistas por parte de profesores y estudiantes.
A pesar de los prejuicios sociales, Gertrude se había convertido en una joven coqueta, inteligente pero con tal nivel de arrogancia que espantó a cualquier posible pretendiente. Empezaron entonces unos años difíciles en los que la búsqueda de marido se convirtió en una tarea poco menos que imposible.
Buscando su camino
Gertrude Bell era una joven de poco más de veinte años que a pesar de haber demostrado grandes capacidades intelectuales no había conseguido el principal cometido de una muchacha en la Inglaterra victoriana, convertirse en esposa y madre.
Cansada de la búsqueda infructuosa de marido decidió dar un giro radical a su vida y marchar lejos de casa. Ni más ni menos que a Irán, donde estaba dispuesta a encontrar, sino el amor, al menos su camino vital.
En la embajada británica Gertrude sí conoció a un hombre que la atrajo, Henry Cadogan. Henry era secretario de la embajada, inteligente, culto, encantador pero había un pequeño detalle que el padre de la joven no pasaría por alto, la falta de fortuna. Esta fue la razón que adujo Hugh Bell para negarse a la petición de matrimonio de su hija. Y ella lo aceptó con todo el dolor de su corazón, tal era el respeto que sentía por su padre.
De vuelta a Inglaterra, Gertrude plasmó en su primer libro las experiencias vividas en Persia. Persian Pictures se publicaría en 1894. Un año antes había recibido la trágica noticia de la muerte en un accidente de su amado Henry Cadogan.
En 1899, después de varios viajes por Europa atravesando montañas y disfrutando de la cultura occidental, decidió volver a Oriente. Esta vez con un objetivo más audaz, viajar al desierto en una expedición organizada por ella. Aun pasarían unos años estudiando y preparándose para aquella aventura que la adentraría en un peligroso mundo nómada en el que conocería culturas totalmente opuestas a sus orígenes. The desert and de sown, publicado en 1906, fue su testimonio de aquella aventura.
Los siguientes años los pasó en Turquía, volcada en la arqueología y continuó realizando viajes al desierto, con su elegante equipaje, pero dispuesta a vivir esa total sensación de libertad que necesitaba para seguir adelante con su existencia solitaria.
Fue en una de esas expediciones arqueológicas en Mesopotamia cuando en 1911 conocería a un joven estudiante llamado T.E. Lawrence y que la historia bautizaría como Lawrence de Arabia.
La política en Oriente Próximo salvó a Gertrude de la depresión, sobre todo después de haber sufrido su segundo desengaño amoroso tras perder a un amor imposible, un hombre casado y que tendría también un final trágico.
El gobierno inglés contrató a la aventurera conocedora del mundo árabe gracias a sus constantes expediciones al desierto y a su constante contacto con las tribus árabes. Su papel más importante se encontraría en la conformación de Irak. Como secretaria para Oriente, Gertrude pudo tomar sus propias decisiones en materia política y tomo las riendas de la construcción de Irak, un largo camino que culminó con la coronación del emir Faisal como rey iraquí.
Pero al final de su trayectoria vital y profesional, Gertrude Bell volvía a estar sola. El nuevo rey ya no la necesitaba y ella se encontraba en aquel verano de 1926 con casi sesenta años, sola, sin una familia a la que cuidar o que cuidara de ella. Cuando el 12 de julio ya no despertó, la sombra del suicidio, causa de la muerte nunca declarada oficialmente, sobrevoló en su hermoso palacio.
Gertrude Bell fue una mujer de carácter cuya inteligencia y valentía no encajaron con la sociedad victoriana que le tocó vivir. Así, a pesar de que para la gran historia contemporánea jugó un papel determinante en la construcción de Oriente Próximo, al final su vida fue un continuo huir hacia delante, buscando su verdadero lugar en el mundo. Quizás fueron sus estancias en el desierto, con las gentes nómadas que habitaban en él, el único consuelo que tuvo en su vida.
https://www.mujeresenlahistoria.com/2013/05/la-constructora-de-irak-gertrude-bell.html


4.
Gertrude Bell, la dama inglesa que soñó Babilonia

Es un museo situado en Bagdad, Iraq que alberga preciosas reliquias de la civilización mesopotámica, algunas de las cuales fueron saqueadas durante la invasión de Iraq de 2003.
El museo fue inaugurado bajo el nombre primigenio Museo Arqueológico de Bagdad por el escritora y viajera británica, Gertrude Bell en 1926, poco antes de fallecer.
A la edad de 53 años ya era la mayor especialista en la compleja política de la región Mesopotámica
actualmente conocida como Irak. La llamaban la “Lawrence de Arabia femenina”
El 12 de julio de 1926, Bell fue encontrada muerta, aparentemente de una sobredosis de pastillas para dormir. Hay un gran debate sobre su muerte, pero se desconoce si la sobredosis fue un suicidio intencional o accidental ya que ella había pedido a su criada que la dejase sola.
Ella nunca se casó ni tuvo hijos. Algunos dicen que la muerte del Mayor Charles Doughty-Wylie le afectó para el resto de su vida y puede haber contribuido a un estado depresivo. Fue enterrada en el cementerio británico en Bagdad , en el distrito Bab al-Sharji . Su entierro fue un acontecimiento importante, al que asistieron un gran número de personas, incluyendo a sus colegas, los funcionarios británicos y el rey de Irak. Se dijo al rey Faisal observó la procesión desde su balcón privado, ya que llevaron el ataúd a hombros hasta el cementerio.
Un obituario escrito por su par David G. Hogarth expresa el respeto de los funcionarios británicos para con ella. Hogarth escribió en su honor diciendo:
Ninguna mujer en los últimos tiempos  ha combinado sus cualidades – su gusto por la aventura ardua y peligrosa, con su interés y el conocimiento científico, su competencia en la arqueología y el arte, su talento literario distinguido, su simpatía por todo tipo y condición de los hombres, su visión política y apreciación de los valores humanos, su vigor masculino, el sentido común y difícil de eficacia práctica – todo moderado por el encanto femenino y un espíritu muy romántico.
http://www.bloganavazquez.com/2012/01/19/gertrude-bell-la-inglesa-que-sono-babilonia/


5.
Más allá de tal arco iris de oscuros conflictos milenaristas, me atrae muy poderosamente la personalidad de Gertrude Bell, gran lingüista, orientalista emérita, espía, estratega, la primera mujer que llegó a doctorarse en historia contemporánea en Oxford, arqueóloga ejemplar, viajera apasionada, que, entre 1900 y 1913 recorrió más de 30.000 kilómetros, en camello, en coche, a caballo, a pie, etc., entre Turquía, Siria, Irak, Líbano, Israel, Egipto, “naciones” que todavía no tenían su fisonomía actual, que ella contribuyó a forjar, como primera mujer oficial del contraespionaje militar del Imperio Británico (una military intelligence donde ella tuvo como colega algo más turbulento a T.E. Lawrence).
Para acabar de seducirme, Gertrude Bell es autora de una traducción más o menos canónica del diván de Hafez / Hafiz, el más alto de los místicos y poetas persas de todos los tiempos.
Fuente: http://unatemporadaenelinfierno.net/2006/09/13/gertrude-bell-aventuras-espionaje-mistica-y-guerra-revolucionaria/

6.
Gertrude Bell, la dama de las arenas.
Arqueóloga y arabista, Gertrude Bell fue también una eficaz espía británica y una gran geopolítica. Ella dibujó el mapa de Irak tras la Primera Guerra Mundial que ha marcado dramáticamente la historia de Oriente Medio desde entonces. Cuando se cumplen 90 años de su misteriosa muerte, te contamos su apasionante historia.
En la madrugada del 12 de julio de 1926, la Reina del Desierto yace muerta en su lecho de su residencia de Bagdad, junto a un frasco vacío de somníferos. No se sabe si se suicidó o no. Gertrude Bell había encargado a su doncella que la despertase a la mañana siguiente. Ha muerto una de las exploradoras, arqueólogas y diplomáticas más importantes de su generación.
Gertrude Bell estaba destinada a convertirse en la perfecta esposa victoriana, cuyo cometido es administrar la casa, supervisar la educación de los hijos y dejar que los hombres moldeasen un mundo para ella, sin ella y a pesar de ella. Por suerte, su padre, un político,  pensó que sería interesante no alejar a su hija de las conversaciones sobre política internacional y le permitió estudiar en la Universidad una de las escasas carreras que admitían mujeres. Gertrude se doctoró en Historia Moderna en Oxford.
Con 24 años Gertrude tiene su primer contacto con Oriente Medio.  Ha convencido a su padre para recibir autorización para visitar a unos familiares destinados en la embajada británica en Teherán.
A su vuelta a Inglaterra, Gertrude recopila todas sus notas de etnografía y sus fotografías de los beduinos para la publicación de su primer libro PERSIAN PICTURES (1894),  en cuya elaboración ejerce una gran influencia la madrastra de Gertrude, Florence O Cliffe.
Entre 1900 y 1918  Bell aprovecha su paso por distintos destinos de su padre en Oriente Medio para explorar. Escribe libros, establece contactos con los jeques beduinos, hace regalos a sus esposas, traza mapas...Toma 7000 fotos de estos grupos que se conservan en un archivo de la Universidad de Newcastle. Gertrude recorre el desierto llevando consigo a sus criados y sus baúles con su vestuario, su bañera portátil y su vajilla de porcelana.
Bell se siente tan a gusto fumando una pipa con los beduinos como compartiendo confidencias con las mujeres de los harenes de sus anfitriones. Y no duda en tumbarse en el suelo con un vestido de faena para ayudar a los peones de las excavaciones arqueológicas en Karkemish, donde además, coincide con un joven compañero de Oxford llamado. T. E. Lawrence.
Cuando estalla la Primera Guerra Mundial ambos son reclutados a causa de su conocimiento de la psicología y la etnografía de los árabes por el Servicio de Inteligencia Británico de El Cairo, Egipto. El objetivo es acabar con el Imperio Otomano en Oriente Medio. Entre sus misiones secretas para ganarse el apoyo de los líderes tribales Bell obtiene el apodo de Al Khatun, La Dama del Estado.
Ella desea, como Lawrence, un estado dirigido por los árabes con asesores ingleses. Por eso le duele mucho encontrarse con un reparto del nuevo pastel colonial. Habría una provincia gestionada por el Imperio británico con asesores árabes.
Le piden que tracen un mapa de una región en Mesopotamia llamada Iraq y ella lo hace. Las condiciones es que los ingleses deben tener acceso a los recursos energéticos de la región del Tigris y del Eúfrates y proporcionar a la Armada Inglesa un puerto en el Golfo Pérsico. También se debe evitar que los kurdos tengan su propio Estado - a día de hoy siguen sin tenerlo- en beneficio de los intereses árabes. Bell mueve su ficha diplomática para sentar en el trono de Irak al príncipe Feysal, hijo del Jerife de La Meca. Este mueve sus propias fichas e independiza el país de sus asesores y protectores británicos en 1932. Pero es un país inestable donde distintas facciones luchan por el poder. Los monarcas de Irak son derrocados en los años 50. En 1968, un partido de ideología suní toma en control. Se le conoce como el Baas. En 1979 accede al control del país un líder laico llamado Saddam Hussein que asesina en negras fosas comunes a los kurdos y los chiítas. Tras dos guerras a causa del interés de Saddam por armas que podrían desestabilizar la región contra los Estados Unidos, Saddam y sus dos hijos son derrocados y asesinados en 2003.
Bell pasa el periodo de entreguerras dedicada a la documentación y protección del rico patrimonio arqueológico de Irak. También crea la Biblioteca Nacional.
 Murió sola, sin un marido ni hijos a su lado, aunque inició una relación con un hombre casado antes de la Primera Guerra Mundial que terminó mal. Le pidió en reiteradas veces al mayor Charles Doughti- Willie, que abandonase a su esposa para irse con ella. "Es eso o nada. No puedo vivir sin tí". Fue nada para las dos mujeres implicadas en el triángulo amoroso, porque Doughti- Willie fue uno de los oficiales caídos en Gallípolli.
Se puede visitar la tumba de Gertrude Bell en el cementerio cristiano de Bagdad, donde fue enterrada con honores. Incluso un asesino dictatorial como Saddam Husseim hablaba con respeto de ella. Es lo bueno de estar muerta y no poder causar problemas, que eres buena hasta que se demuestre lo contrario.
"Nuri Said dice que solo hay una Khatum... que en los próximos años se hablará de la Khatum que pasaba montada a caballo. Y creo que así será".
GERTRUDE BELL, en una carta a su padre.
http://elrincndecuchi.blogspot.com/2016/10/gertrude-bell-la-dama-de-las-arenas.html

7.
Gertrude Bell fue la mayor enemiga del sufragio femenino... y la mayor aventurera del Imperio Británico

Hablaba ocho idiomas, fue espía, montañera, arqueóloga, aventurera y diplomática. Dio forma a Irak. Y no quería que las mujeres votasen.
La semana pasada celebramos 100 años, y solo 100, de uno de los mayores avances sociales de la Historia de la Humanidad: el voto femenino en Inglaterra. Hoy es el centenario de Clara Campoamor, una de las grandes defensoras del sufragio para las mujeres en España.
Que las mujeres tienen el mismo derecho a votar que los hombres es algo que hoy hemos asumido como natural, pero que fue el producto de mies de protestas tanto moderadas (las sufragistas de Millicent Garrett) como un tanto más extrema (las sufragettes de Emmeline Prankhurst, con “acciones directas”, violentas e incluso explosivas) .
Ambas tuvieron una gran enemiga en una figura que hoy es un icono feminista a reivindicar, pero que en su momento fue una de las mayores opositoras al voto femenino: Gertrude Bell, arqueóloga, exploradora, diplomática, espía, alpinista…
Bell nació en 1868, poco después de que John Stuart Mill llevase por primera vez al Parlamento la idea del voto femenino. Hija de un noble y empresario industrial y nieta de diplomático, su prodigiosa cabeza la llevó a dominar no menos de ocho idiomas y a vivir una vida casi masculina para la época. Bell no sólo pudo viajar -más como aventurera que como turista- gracias a la fortuna familiar, también educarse nada menos que en Oxford, donde las mujeres no tenían permitido dar clase, no podían relacionarse con sus compañeros masculinos y tenían prohibido intervenir en clase. Allí estudió Historia (una de las pocas carreras que se le permitía a las mujeres) y fue la primera mujer en licenciarse con honores. ¿Qué hizo después?
Viajar. Dedicarse a la arqueología. Descubrir la diplomacia de la mano de su abuelo -Gertrude, huérfana de madre desde los tres años, se había criado casi como varón -. Escribir. Escalar. Conquistar los Alpes. Entre 1899 y 1904, Bell dominó el Mont Blanc y La Meija, y abrió al menos 10 nuevas rutas en los Alpes berneses. Incluso una de las cimas lleva su nombre. Cuando las sufragistas estaban a punto de dividirse para siempre entre moderadas y radicarles, Gertrude estaba bautizando una cima alpina: Gertrudespitze. O pasando dos días al borde de la muerte colgando de una cuerda a 4.000 metros de altura en una cara inexplorada del Finsteraarhorn: “48 horas en la cuerda. (...) Mis pies se han congelado un poco”.
Bell convirtió sus viajes y su capacidad políglota en una excelente red de contactos, especialmente en Asia Menor. Una que el Imperio Británico supo aprovechar. Directa o indirectamente, a Bell se la considera una de las figuras claves de la diplomacia británica en la región mesopotámica y, sobre todo, una de las edificadoras de Irak como país. Pero eso sería después de una década en la que Bell, soltera y sin compromiso, recorrió todo el Eúfrates, la Anatolia y zonas mesopotámicas que habían estado vedadas para los europeos durante décadas. Al mismo tiempo que esta mujer increíble exploraba el mundo como una Lara Croft de principios de siglo, sus diarios y sus cartas reflejaban su potente antisufragismo.
La antisufragista Bell es un buen ejemplo de que incluso las conquistas sociales se encuentran con oposición incluso en los grupos a los que favorece. En 1908, Bell aceptó el puesto de secretaria de la recién nacida Liga Nacional de Mujeres contra el Sufragio, que creció rápidamente hasta tener más de 10.000 socias en un par de años, y donde Bell era una de las figuras públicas. En sus diarios, Bell hablaba de cómo hasta en los viajes en tren convencía a las mujeres que se encontraba para que pasasen a ser parte de “las antis”.
Las antis no se oponían totalmente al voto: consideraban que las mujeres podían votar en las elecciones locales. Pero en las generales, donde es “la fuerza física del hombre la que ha creado el Estado”, las mujeres “pertenecen a otra esfera” y podrían “poner en peligro a Inglaterra, dado que su naturaleza y sus circunstancias las han privado del conocimiento político necesario”. Con lo que era mejor que se dedicasen a la vida doméstica. La forma sutil en la que las mujeres ricas como Bell le decían a las pobres que menos voto y que a fregar. Por Inglaterra.
Y eso que Inglaterra no fue el primer país en incorporar el voto femenino. Ni siquiera el primer país británico: Nueva Zelanda permitió el voto en 1893 y Australia le seguiría en 1902, incorporando la posibilidad también de que las mujeres se presentasen a cargos políticos. En Europa, Finlandia y el resto de países nórdicos se adelantarían varios años a esta celebración. Pero el país que empezó a promover la idea -la primera vez que se incorporó como promesa electoral fue en 1865 en el Reino Unido- y que todavía era el centro del mundo fue de los que más se resistieron: hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Las mujeres tuvieron que pelear durante dos generaciones para conseguir el voto.
Bell, afortunadamente, perdió la batalla anti. Tampoco era el mayor de sus problemas. Estuvo presente como enviada de los británicos en la Conferencia de París de 1919, donde se repartió el mundo posterior a la Gran Guerra. Y un año después presentó su propuesta para “civilizar” Mesopotamia. Gran parte de las fronteras actuales de Jordania, Irak, Siria y el resto de la región se deben a ella (incluyendo, por supuesto, el problema kurdo, que desde entonces son un pueblo sin Estado) .
Se dice que Churchill confiaba mucho más en ella que en el otro aventurero reconvertido en diplomático: Lawrence de Arabia. Bell murió en 1926, sin descendencia.
https://www.revistavanityfair.es/poder/articulos/gertrude-bell-antisufragista/29001

Para nada concuerdo con el machista pensar que llevó al autor del artículo N°1 del presente escrito y de otros que dicen: Gertrude Bell, la "Lawrence de Arabia femenina". En justicia y méritos algunos artículos sobre el más conocido Lawrence de Arabia debieron decir Lawrence el Gertrude Bell masculino. Es más Winston Churchill, entonces secretario de Estado para las colonias británicas, la invitó en 1921 a una conferencia en El Cairo, donde se le pidió trazar los límites de lo que en ese momento llamaban Mesopotamia e intervino de manera convincente y destacada en la redacción de las leyes fundamentales del nuevo país e incluso trazó sus fronteras y Churchill confiaba mucho más en Gertrude Bell que en Lawrence de Arabia. Es decir reitero lo mal puesto del título de ese artículo acá dejado. Gertrude no necesitó de Lawrence para realizar su especial Misión, Lawrence si necesitó de la enseñanza y apoyo de Gertrude para lograr la suya. Espero que con estos siete artículos nos quede claro quién fue y por qué recibió por parte del mundo árabe con admiración y respeto el nombre de la "Reina del Desierto" quien sin Lawrence por igual sería la Reina del Desierto y Lawrence sin Gertrude no sería el de Arabia.

Sobre su muerte por sobredosis de somníferos se habla de accidente o, en especial por la nota pidiendo que cuidaran a su perro sería suicidio, pero por igual yo agregaría a la duda el homicidio.

Sobre su rechazo al sufragio femenino siendo ella la Reina de la Femineidad de la época, bueno; nadie es perfecta o perfecto...

Dr. Iván Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile
Enero de 2020

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