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Una Precursora
 (1648 - 1695)


Hasta no hace mucho el machismo era la norma por ejemplo en lo político con solo derecho a voto de los hombres, o en una manifiesta desigualdad laboral en sueldos, responsabilidades y con acoso laboral y sexual, etc., etc. No olvidar que en Gran Bretaña se recibió el siglo XX con una dura lucha feminista que alcanzó su derecho a voto tan solo en febrero de 1918.

"El feminismo ha sido, como movimiento social, una de las manifestaciones históricas más significativas de la lucha emprendida por las mujeres para conseguir sus derechos. Aunque la movilización a favor del voto, es decir, el sufragismo, haya sido uno de sus ejes más importantes, no puede equipararse sufragismo y feminismo. Este último tiene una base reivindicativa muy amplia que, a veces, contempla el voto, pero que, en otras ocasiones, también exige demandas sociales como la eliminación de la discriminación civil para las mujeres casadas o el acceso a la educación, al trabajo remunerado (...)"
Mary Nash

El feminismo de ayer y de hoy
27 de marzo 2019
La “primera ola feminista” acontece desde la revolución francesa hasta mediados del siglo XIX, cuando se comienza a reflexionar acerca de la educación y los derechos de la mujer, y a cuestionar los privilegios masculinos afirmando que no son una cuestión biológica y/o natural, sino que una construcción social. Los derechos de la mujer comienzan a estar presentes en el ambiente político e intelectual.
La segunda ola feminista se dio desde mediados del siglo XIX hasta la década de los cincuenta. Durante este periodo, se comienza a cuestionar la falta de derechos civiles y políticos de las mujeres, logrando instalar dentro de sus puntos principales, el derecho al voto femenino. Es aquí cuando el debate alrededor del sufragio universal se intensifica. Además, surgen demandas como el acceso a la educación superior y el fin de la obligatoriedad del matrimonio impuesto a la mujer.
La “tercera ola feminista llegó en la década del sesenta, habiendo distintas opiniones respecto a su finalización; algunas afirman que finalizó en los años ochenta, otras plantean que aún está en vigencia. Esta ola instala la importancia de las políticas públicas que reivindican a la mujer y el fin del patriarcado. Junto a esto, aparecen con mayor fuerza los debates contemporáneos en torno de la violencia de género y la sexualidad en la mujer, siendo fundamental la legitimación de los anticonceptivos, lo que brindó a las mujeres el poder del control de la natalidad.
La cuarta ola feminista es la que vivimos en la actualidad, la que está caracterizada por el activismo a gran escala dada la masificación de los medios de comunicación virtuales. Esta ola tiene como uno de sus ejes, la erradicación de todas las formas de violencia hacia la mujer, mientras que en materia de derechos, la legalización del aborto aparece como un punto central. Además, se continúa planteando el fin de los privilegios y estereotipos de género establecidos históricamente, aparece una mayor afinidad con los movimientos de la disidencia sexual y se establecen cruces con otras formas de subordinación; de raza, clase, etnia.
Gracias al feminismo de las primeras olas, actualmente las mujeres tenemos derecho a voto, a acceder a la educación superior, al control de la natalidad, y a un sin fin de derechos que, sin esas luchas, no hubiéramos conseguido. El feminismo de hoy trata de continuar avanzando hacia la construcción de espacios democráticos, de mayor equidad, participación y autonomía de las mujeres, bajo la lógica de ampliación de derechos para toda la sociedad. Conquistar una vida digna en materia laboral, de salud, educación y pensiones; en este sentido, se trata de apostar por cambios profundos en la estructura social.
Por otro lado, si bien ha habido avances a nivel internacional y nacional, y esfuerzos en materia de legislación, siguen existiendo amplias brechas: la precarización en los trabajos de las mujeres persiste, la política pública es insuficiente, la legislación en materia de violencia de género por lo general se transforma en letra vacía, no logra actuar preventivamente y siempre parece llegar tardíamente. Asimismo, las instituciones fundamentales de la sociedad continúan siendo un reflejo de modelos patriarcales, no alcanzando tampoco la promesa de paridad en los cargos de representación.
Queda aún mucho camino por recorrer, pero para continuar avanzando es necesario entender a qué apunta la lucha del feminismo, entender que el feminismo no se posiciona en contra de los hombres, ni busca que hombres y mujeres seamos iguales (lo que está en el terreno de la imposibilidad), sino que busca la igualdad de derechos, ni más ni menos.
Para el feminismo, el problema no son los hombres sino que es el Patriarcado, entendido este como una forma de ordenamiento social donde el poder recae principalmente en el hombre, otorgándole mayor autoridad de la familia o grupo social. Esto supone un dominio de lo masculino y una subordinación de lo femenino, lo que favorece una distribución desigual del poder y de los derechos entre hombres y mujeres.
Se trata de dejar de concebir al feminismo como un peligro, sino que por el contrario, entenderlo como un espacio por el que todos podemos transitar, probablemente con contradicciones, con distintos énfasis y de diversas formas; con el cuerpo como arma o sin él, en lo individual o lo colectivo, en lo privado o lo público.
Se trata de reflexionar acerca de los estereotipos de género y los costos de estos en nuestras vidas, de cuestionar los patrones de crianza sexistas que continúan perpetuándose, de tener en cuenta como reproducimos cotidianamente comportamientos sexistas, porque es lo que aprendimos, porque es útil, ordena nuestro mundo, nos permite controlarlo y anticiparlo.
Se trata de asumir que todos somos protagonistas de la perpetuación de relaciones desiguales, sustentadas en la dominación de unos sobre otros, todos reproducimos dinámicas que favorecen la discriminación, ya sea en términos de género, raza, etnia, clase social etc., todos somos parte responsable de la misma.
En este sentido, de la forma que sea, a todos nos compete una parte de las transformaciones que, en materia de derechos, el movimiento feminista está impulsando, en el entendido que un país con mayor justicia social para las mujeres es un país más justo para todos.

Fuente: https://ongceres.cl/2019/03/27/el-feminismo-de-ayer-y-de-hoy/?gclid=EAIaIQobChMIy7ncvOz75QIVEA-RCh1HqQsmEAAYASAAEgKZqfD_BwE

“Y no hallo yo que este modo de enseñar, de hombres a mujeres, pueda ser sin peligro, si no es en el severo tribunal de un confesionario o en la distante decencia de los púlpitos o en el remoto conocimiento de los libros, pero no en el manoseo de la inmediación. Y todos conocen que esto es verdad; y con todo, se permite sólo por el defecto de no haber ancianas sabias; luego es grande daño el no haberlas. Esto debían considerar los que, atados al mujeres en la Iglesia callen, blasfeman de que las mujeres sepan y enseñen”.
Sor Juana (1690) al referirse a la inmediación de los hombres


Sor Juana Inés de la Cruz
(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 - Ciudad de México, id., 1695) Escritora mexicana, la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. La influencia del barroco español, visible en su producción lírica y dramática, no llegó a oscurecer la profunda originalidad de su obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la llevaron a enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.
Biografía
Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su primera loa. En 1659 se trasladó con su familia a la capital mexicana. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y su habilidad versificadora.
Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las carmelitas descalzas de México y permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por problemas de salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez definitivamente. Dada su escasa vocación religiosa, parece que Sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales: «Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros», escribió.
Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés Luis de Góngora (cuya obra introdujo en el virreinato), y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad. En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro (en los que se aprecia, respectivamente, la influencia de Luis de Góngora y Calderón de la Barca), hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.
Perdida gran parte de esta obra, entre los escritos en prosa que se han conservado cabe señalar la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. El obispo de Puebla, Manuel Fernández de la Cruz, había publicado en 1690 una obra de Sor Juana Inés, la Carta atenagórica, en la que la religiosa hacía una dura crítica al «sermón del Mandato» del jesuita portugués António Vieira sobre las «finezas de Cristo». Pero el obispo había añadido a la obra una «Carta de Sor Filotea de la Cruz», es decir, un texto escrito por él mismo bajo ese pseudónimo en el que, aun reconociendo el talento de Sor Juana Inés, le recomendaba que se dedicara a la vida monástica, más acorde con su condición de monja y mujer, antes que a la reflexión teológica, ejercicio reservado a los hombres.
En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (es decir, al obispo de Puebla), Sor Juana Inés de la Cruz da cuenta de su vida y reivindica el derecho de las mujeres al aprendizaje, pues el conocimiento «no sólo les es lícito, sino muy provechoso». La Respuesta es además una bella muestra de su prosa y contiene abundantes datos biográficos, a través de los cuales podemos concretar muchos rasgos psicológicos de la ilustre religiosa. Pero, a pesar de la contundencia de su réplica, la crítica del obispo de Puebla la afectó profundamente; tanto que, poco después, Sor Juana Inés de la Cruz vendió su biblioteca y todo cuanto poseía, destinó lo obtenido a beneficencia y se consagró por completo a la vida religiosa.
Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que asoló México en el año 1695. La poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante, y al mismo tiempo introdujo elementos analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del siglo XVIII. Sus obras completas se publicaron en España en tres volúmenes: Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, Sor Juana Inés de la Cruz (1689), Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz (1692) y Fama y obras póstumas del Fénix de México (1700), con una biografía del jesuita P. Calleja.
La poesía de Sor Juana Inés de la Cruz
Aunque su obra parece inscribirse dentro del culteranismo de inspiración gongorina y en ocasiones en el conceptismo de Quevedo, tendencias características del barroco, el ingenio y originalidad de Sor Juana Inés de la Cruz la han colocado por encima de cualquier escuela o corriente particular. Ya desde la infancia demostró gran sensibilidad artística y una infatigable sed de conocimientos que, con el tiempo, la llevaron a emprender una aventura intelectual y artística a través de disciplinas tales como la teología, la filosofía, la astronomía, la pintura, las humanidades y, por supuesto, la literatura, que la convertirían en una de las personalidades más complejas y singulares de las letras hispanoamericanas.
En la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz hallamos numerosas y elocuentes composiciones profanas (redondillas, endechas, liras y sonetos), entre las que destacan las de tema amoroso, como los sonetos que comienzan con "Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba" y "Detente, sombra de mi bien esquivo". En "Rosa divina que en gentil cultura" desarrolla el mismo motivo de dos célebres sonetos de Góngora y de Calderón, no quedando inferior a ninguno de ambos. También abunda en ella aquella temática ascética y mística que desde el renacimiento español había cuajado en obras cimeras como las de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz; en este grupo, la fervorosa espiritualidad de Juana se combina con la hondura de su pensamiento, tal como sucede en el caso de "A la asunción", delicada pieza lírica en honor a la Virgen María.
Sor Juana empleó las redondillas para disquisiciones de carácter psicológico o didáctico en las que analiza la naturaleza del amor y sus efectos sobre la belleza femenina, o bien defiende a las mujeres de las acusaciones de los hombres, como en las célebres "Hombres necios que acusáis". Los romances se aplican, con flexibilidad discursiva y finura de notaciones, a temas sentimentales, morales o religiosos (son hermosos por su emoción mística los que cantan el Amor divino y a Jesucristo en el Sacramento). Entre las liras es célebre la que expresa el dolor de una mujer por la muerte de su marido ("A este peñasco duro"), de gran elevación religiosa.
Mención aparte merece Primero sueño, poema en silvas de casi mil versos escritos a la manera de las Soledades de Góngora en el que Sor Juana describe, de forma simbólica, el impulso del conocimiento humano, que rebasa las barreras físicas y temporales para convertirse en un ejercicio de puro y libre goce intelectual. El poema es importante además por figurar entre el reducido grupo de composiciones que escribió por propia iniciativa, sin encargo ni incitación ajena. El trabajo poético de la monja se completa con varios hermosos villancicos que en su época gozaron de mucha popularidad.
El teatro y la prosa
En el terreno de la dramaturgia escribió una comedia de capa y espada de estirpe calderoniana, Los empeños de una casa, que incluye una loa y dos sainetes, entre otras intercalaciones, con predominio absoluto del octosílabo; y el juguete mitológico-galante Amor es más laberinto, pieza más culterana cuyo segundo acto es al parecer obra del licenciado Juan de Guevara. Compuso asimismo tres autos sacramentales: San Hermenegildo, El cetro de San José y El divino Narciso; en este último, el mejor de los tres, se incluyen villancicos de calidad lírica excepcional. Aunque la influencia de Calderón resulta evidente en muchos de estos trabajos (como la de Lope de Vega en su compatriota Juan Ruiz de Alarcón), la claridad y belleza del desarrollo posee un acento muy personal.
La prosa de la autora es menos abundante, pero de pareja brillantez. Esta parte de su obra se encuentra formada por textos devotos como la célebre Carta athenagórica (1690), y sobre todo por la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), escrita para contestar a la exhortación que le había hecho (firmando con ese seudónimo) el obispo de Puebla para que frenara su desarrollo intelectual. Esta última constituye una fuente de primera mano que permite conocer no sólo detalles interesantes sobre su vida, sino que también revela aspectos de su perfil psicológico. En ese texto hay mucha información relacionada con su capacidad intelectual y con lo que el filósofo Ramón Xirau llamó su "excepcionalísima apetencia de saber", aspecto que la llevó a interesarse también por la ciencia, como lo prueba el hecho de que en su celda, junto con sus libros e instrumentos musicales, había también mapas y aparatos científicos.
De menor relevancia resultan otros escritos suyos acerca del Santo Rosario y la Purísima, la Protesta que, rubricada con su sangre, hizo de su fe y amor a Dios y algunos documentos. Pero también en la prosa encuentra ocasión la escritora para adentrarse por las sendas más oscuras e intrincadas, siempre con su brillantez característica, como vemos en su Neptuno Alegórico, redactado con motivo de la llegada del virrey conde de Paredes.
A causa de la reacción neoclásica del siglo XVIII, la lírica de Sor Juana cayó en el olvido, pero, ya mucho antes de la posterior revalorización de la literatura barroca, su obra fue estudiada y ocupó el centro de una atención siempre creciente; entre los estudios modernos, es obligado mencionar el que le dedicó el gran poeta y ensayista mexicano Octavio Paz. La renovada fortuna de sus versos podría adscribirse más al equívoco de la interpretación biográfica de su poesía que a una valoración puramente estética. Ciertamente es desconcertante la figura de esta poetisa que, a pesar de ser hermosa y admirada, sofoca bajo el hábito su alma apasionada y su rica sensibilidad sin haber cumplido los veinte años. Pero la crítica moderna ha deshecho la romántica leyenda de la monja impulsada al claustro por un desengaño amoroso, señalando además como indudable que su silencio final se debió a la presión de las autoridades eclesiásticas.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/juana_ines.htm

Su confesor el jesuita obispo de Puebla, Manuel Fernández de la Cruz, hace llegar cartas a Sor Juana bajo el nombre de Sor Filotea para que se aleje de los asuntos teológicos, su afán del desarrollo intelectual y que se dedicara como mujer tan solo a la vida de religiosa sin interferir en cosas que corresponde tan solo a los hombres. Sor Juana le responde una muy extensa carta, de ella tomaré párrafos centrados en su posición de mujer:

Párrafos de la extensa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz
1 de marzo de 1692
Muy ilustre Señora, mi Señora: 
El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena; que les pudiera decir con verdad: Vos me coegistis. Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones --que he tenido muchas--, ni propias reflejas --que he hecho no pocas--, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí: Su Majestad sabe por qué y para qué; y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer; y aun hay quien diga que daña.
Volví (mal dije, pues nunca cesé); proseguí, digo, a la estudiosa tarea (que para mí era descanso en todos los ratos que sobraban a mi obligación) de leer y más leer, de estudiar y más estudiar, sin más maestro que los mismos libros. Ya se ve cuán duro es estudiar en aquellos caracteres sin alma, careciendo de la voz viva y explicación del maestro; pues todo este trabajo sufría yo muy gustosa por amor de las letras.
Pues por la --en mí dos veces infeliz-- habilidad de hacer versos, aunque fuesen sagrados, ¿qué pesadumbres no me han dado o cuáles no me han dejado de dar? Cierto, señora mía, que algunas veces me pongo a considerar que el que se señala --o le señala Dios, que es quien sólo lo puede hacer-- es recibido como enemigo común, porque parece a algunos que usurpa los aplausos que ellos merecen o que hace estanque de las admiraciones a que aspiraban, y así le persiguen.
Una vez lo consiguieron una prelada muy santa y muy cándida que creyó que el estudio era cosa de Inquisición y me mandó que no estudiase. Yo la obedecí (unos tres meses que duró el poder ella mandar) en cuanto a no tomar libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de letras, y de libro toda esta máquina universal. Nada veía sin refleja; nada oía sin consideración, aun en las cosas más menudas y materiales; porque como no hay criatura, por baja que sea, en que no se conozca el me fecit Deus, no hay alguna que no pasme el entendimiento, si se considera como se debe. Así yo, vuelvo a decir, las miraba y admiraba todas; de tal manera que de las mismas personas con quienes hablaba, y de lo que me decían, me estaban resaltando mil consideraciones: ¿De dónde emanaría aquella variedad de genios e ingenios, siendo todos de una especie? ¿Cuáles serían los temperamentos y ocultas cualidades que lo ocasionaban? Si veía una figura, estaba combinando la proporción de sus líneas y mediándola con el entendimiento y reduciéndola a otras diferentes. Paseábame algunas veces en el testero de un dormitorio nuestro (que es una pieza muy capaz) y estaba observando que siendo las líneas de sus dos lados paralelas y su techo a nivel, la vista fingía que sus líneas se inclinaban una a otra y que su techo estaba más bajo en lo distante que en lo próximo: de donde infería que las líneas visuales corren rectas, pero no paralelas, sino que van a formar una figura piramidal. Y discurría si sería ésta la razón que obligó a los antiguos a dudar si el mundo era esférico o no. Porque, aunque lo parece, podía ser engaño de la vista, demostrando concavidades donde pudiera no haberlas.
Si éstos, Señora, fueran méritos (como los veo por tales celebrar en los hombres), no lo hubieran sido en mí, porque obro necesariamente. Si son culpa, por la misma razón creo que no la he tenido; mas, con todo, vivo siempre tan desconfiada de mí, que ni en esto ni en otra cosa me fío de mi juicio; y así remito la decisión a ese soberano talento, sometiéndome luego a lo que sentenciare, sin contradición ni repugnancia, pues esto no ha sido más de una simple narración de mi inclinación a las letras.
Confieso también que con ser esto verdad tal que, como he dicho, no necesitaba de ejemplares, con todo no me han dejado de ayudar los muchos que he leído, así en divinas como en humanas letras. Porque veo a una Débora dando leyes, así en lo militar como en lo político, y gobernando el pueblo donde había tantos varones doctos. Veo una sapientísima reina de Sabá, tan docta que se atreve a tentar con enigmas la sabiduría del mayor de los sabios, sin ser por ello reprendida, antes por ello será juez de los incrédulos. Veo tantas y tan insignes mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigaíl; otras de persuasión, como Ester; otras, de piedad, como Rahab; otras de perseverancia, como Ana, madre de Samuel; y otras infinitas, en otras especies de prendas y virtudes.
¡Oh cuántos daños se excusaran en nuestra república si las ancianas fueran doctas como Leta, y que supieran enseñar como manda San Pablo y mi Padre San Jerónimo! Y no que por defecto de esto y la suma flojedad en que han dado en dejar a las pobres mujeres, si algunos padres desean doctrinar más de lo ordinario a sus hijas, les fuerza la necesidad y falta de ancianas sabias, a llevar maestros hombres a enseñar a leer, escribir y contar, a tocar y otras habilidades, de que no pocos daños resultan, como se experimentan cada día en lastimosos ejemplos de desiguales consorcios, porque con la inmediación del trato y la comunicación del tiempo, suele hacerse fácil lo que no se pensó ser posible. Por lo cual, muchos quieren más dejar bárbaras e incultas a sus hijas que no exponerlas a tan notorio peligro como la familiaridad con los hombres, lo cual se excusara si hubiera ancianas doctas, como quiere San Pablo, y de unas en otras fuese sucediendo el magisterio como sucede en el de hacer labores y lo demás que es costumbre.
Porque ¿qué inconveniente tiene que una mujer anciana, docta en letras y de santa conversación y costumbres, tuviese a su cargo la educación de las doncellas? Y no que éstas o se pierden por falta de doctrina o por querérsela aplicar por tan peligrosos medios cuales son los maestros hombres, que cuando no hubiera más riesgo que la indecencia de sentarse al lado de una mujer verecunda (que aun se sonrosea de que la mire a la cara su propio padre) un hombre tan extraño, a tratarla con casera familiaridad y a tratarla con magistral llaneza, el pudor del trato con los hombres y de su conversación basta para que no se permitiese. Y no hallo yo que este modo de enseñar de hombres a mujeres pueda ser sin peligro, si no es en el severo tribunal de un confesonario o en la distante docencia de los púlpitos o en el remoto conocimiento de los libros, pero no en el manoseo de la inmediación. Y todos conocen que esto es verdad; y con todo, se permite sólo por el defecto de no haber ancianas sabias; luego es grande daño el no haberlas. Esto debían considerar los que atados al Mulieres in Ecclesia taceant, blasfeman de que las mujeres sepan y enseñen; como que no fuera el mismo Apóstol el que dijo: bene docentes. Demás de que aquella prohibición cayó sobre lo historial que refiere Eusebio, y es que en la Iglesia primitiva se ponían las mujeres a enseñar las doctrinas unas a otras en los templos; y este rumor confundía cuando predicaban los apóstoles y por eso se les mandó callar; como ahora sucede, que mientras predica el predicador no se reza en alta voz.
Si el crimen está en la Carta Atenagórica, ¿fue aquélla más que referir sencillamente mi sentir con todas las venias que debo a nuestra Santa Madre Iglesia? Pues si ella, con su santísima autoridad, no me lo prohibe, ¿por qué me lo han de prohibir otros? ¿Llevar una opinión contraria de Vieyra fue en mí atrevimiento, y no lo fue en su Paternidad llevarla contra los tres Santos Padres de la Iglesia? Mi entendimiento tal cual ¿no es tan libre como el suyo, pues viene de un solar? ¿Es alguno de los principios de la Santa Fe, revelados, su opinión, para que la hayamos de creer a ojos cerrados? Demás que yo ni falté al decoro que a tanto varón se debe, como acá ha faltado su defensor, olvidado de la sentencia de Tito Lucio: Artes committatur decor; ni toqué a la Sagrada Compañía en el pelo de la ropa; ni escribí más que para el juicio de quien me lo insinuó; y según Plinio, non similis est conditio publicantis, et nominatim dicentis. Que si creyera se había de publicar, no fuera con tanto desaliño como fue. Si es, como dice el censor, herética, ¿por qué no la delata? y con eso él quedará vengado y yo contenta, que aprecio, como debo, más el nombre de católica y de obediente hija de mi Santa Madre Iglesia, que todos los aplausos de docta. Si está bárbara --que en eso dice bien--, ríase, aunque sea con la risa que dicen del conejo, que yo no le digo que me aplauda, pues como yo fui libre para disentir de Vieyra, lo será cualquiera para disentir de mi dictamen.
Pues si vuelvo los ojos a la tan perseguida habilidad de hacer versos —que en mí es tan natural, que aun me violento para que esta carta no lo sean, y pudiera decir aquello de Quidquid conabar dicere, versus erat—, viéndola condenar a tantos tanto y acriminar, he buscado muy de propósito cuál sea el daño que puedan tener, y no le he hallado. Pues si está el mal en que los use una mujer, ya se ve cuántas los han usado loablemente; pues ¿en qué está el serlo yo? Confieso desde luego mi ruindad y vileza; pero no juzgo que se habrá visto una copla mía indecente.
Si el estilo, venerable Señora mía, de esta carta, no hubiere sido como a vos es debido, os pido perdón de la casera familiaridad o menos autoridad de que tratándoos como a una religiosa de velo, hermana mía, se me ha olvidado la distancia de vuestra ilustrísima persona, que a veros yo sin velo, no sucediera así; pero vos, con vuestra cordura y benignidad, supliréis o enmendaréis los términos, y si os pareciere incongruo el Vos de que yo he usado por parecerme que para la reverencia que os debo es muy poca reverencia la Reverencia, mudadlo en el que os pareciere decente a lo que vos merecéis, que yo no me he atrevido a exceder de los límites de vuestro estilo ni a romper el margen de vuestra modestia.
Y mantenedme en vuestra gracia, para impetrarme la divina, de que os conceda el Señor muchos aumentos y os guarde, como le suplico y he menester. De este convento de N. Padre San Jerónimo de Méjico, a primero día del mes de marzo de mil seiscientos y noventa y un años. 

B. V. M. vuestra más favorecida
Juana Inés de la Cruz


Juana Inés de la Cruz, desafiando al machismo desde la colonia

Ayer se cumplieron 321 años de la muerte de la escritora mexicana Sor Juana Inés de la Cruz quien llegó a ser la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII.
Su espíritu siempre inquieto y su afán de saber y aprender la llevaron a enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.  
Reivindicación del derecho de las mujeres al aprendizaje
Entre sus obras se encuentra la carta «Respuesta a Sor Filotea de la Cruz» que en realidad se trata de una disputa con el obispo de Puebla, Manuel Fernández de la Cruz  quien le recomendó escudado en «Sor Filotea» que «se dedicara a la vida monástica, más acorde con su condición de monja y mujer, antes que a la reflexión teológica, ejercicio reservado a los hombres».
En respuesta Sor Juana reivindicó el derecho de las mujeres al aprendizaje, alegando que el conocimiento «no sólo les es lícito, sino muy provechoso».
Uno de sus más reconocidos poemas se llama Hombres Necios.

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
 
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
 
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
 
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
 
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
 
Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
 
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
 
¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
 
Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
 
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
 
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
 
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
 
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
 
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
 
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Es increíble notar que aun hoy, más de 300 años después, es igual de relevante y necesario el mensaje que allí transmitió, donde claramente crítica la incoherencia de los dobles estándares morales que se aplican a mujeres y hombres.
Pese a lo contundente de su postura, y la réplica que dio a la crítica del obispo de Puebla, la presión de la Iglesia la afectó profundamente; tanto que, poco después del suceso con el Obispo, Sor Juana Inés de la Cruz vendió su biblioteca y todo cuanto poseía, destinó lo obtenido a beneficencia y se consagró por completo a la vida religiosa, señalan sus biógrafos. Murió en 1695 mientras ayudaba a otras monjas que habían contraído cólera durante la epidemia que devastó México.
Nosotras la seguiremos recordando por sus reconocidas obras, y por su coraje al alzar la voz por los derechos de las mujeres a una educación y carrera intelectual.
Sin duda, Juana Inés fue una de las primeras feministas del continente, mucho antes de que ese término existiese.
https://ondafeminista.com/2016/04/18/juana-ines-de-la-cruz-desafiando-al-machismo-desde-la-colonia/


Sor Juana Inés de la Cruz, la madre feminista de la literatura mexicana
Juana de Asbaje se convirtió en el estandarte de un feminismo que cobija a toda América Latina
13 de noviembre de 2019
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, conocida más comúnmente como Sor Juana Inés de la Cruz, fue la religiosa cuyos libros prodigiosos sobrevivieron no sólo a 4 siglos de saqueos, olvidos, inundaciones e incendios, sino también a la misoginia presente en su época.
Nacida un 12 de noviembre de 1648 en Tepetlixpa (Estado de México, México), Sor Juana Inés de la Cruz se destacó durante sus 46 años de vida por ser científica, filósofa, dramaturga, música, compositora, poeta, cocinera y políglota (dominó el español, el latín y el náhuatl), además de monja. Por su trayectoria se le llamó "la décima musa", "el Fénix de América" y "la Fénix mexicana".
Sor Juana, feminista y madre del barroco mexicano
No es de extrañar que, desde muy pequeña, Juana Inés de Asbaje llamara la atención de sus cercanos. Aprendió a leer con tan sólo 3 años, y según se cuenta tuvo grandes y sorprendentes habilidades como autodidacta. En ese sentido, desde niña se perfiló para convertirse en uno de los principales estandartes del feminismo del continente americano y una de las figuras más importantes de la literatura mexicana.
Actualmente se sabe que durante su adolescencia, Sor Juana llamó la atención de la virreina de ese entonces, María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, e incluso se convirtió en la prometida de un caballero de la corte; sin embargo, varios eventos desafortunados relacionados con el hecho de ser mujer y de “baja cuna” la llevaron a terminar su compromiso y a cobijarse en las paredes de la religión católica en 1667.
Una vez dentro del convento, Sor Juana Inés de la Cruz organizó un salón con la élite intelectual de la entonces Ciudad de México. Fue ahí que logró aliados poderosos que permitieron la publicación de sus obras en España, tales como las virreinas de la Nueva España que la protegieron de sus detractores (principalmente hombres en la Iglesia que consideraban blasfemos sus escritos). Pese a todo (y que le prohibieron mantener libros de su propia colección y escribir a partir de 1694), Sor Juana continuó rebelándose contra el sistema que la oprimía.
Su reputación creció con sus comedias y poemas. Se le consideró como la madre de la literatura de la Nueva España. También se le reconoció por hacer uso de un sentido del humor que elevaba el intelecto, el cual fomentaba a su vez entre sus lectores (como ejemplo podrían citarse los Enigmas ofrecidos a la Casa del Placer, descubiertos y publicados a mediados del siglo XX). Asimismo, sus obras maestras, Primero sueño y La respuesta, fueron una defensa autobiográfica de los derechos intelectuales y habilidades de las mujeres. Para ella, podríamos intuir, su intelecto era su única defensa en contra de las críticas por ser una mujer con un regalo de la naturaleza: la curiosidad de aprender.  
Utilizó el humor para combatir la misoginia y la sátira
Sor Juana se encargó de denunciar la misoginia de su época. Con su obra convirtió a la figura de la mujer en la literatura en una persona competente y admirable, en vez de ser el objetivo de un humor misógino condescendiente y satírico que solía caricaturizar a las mujeres.
Sor Juana se abrió campo en todas las áreas posibles gracias a su gran capacidad de aprendizaje, y compartió ese conocimiento con todo el mundo. Literatura, filosofía, lenguas, cocina, artes, amor. Sin duda, "la décima musa" se convirtió en el estandarte de un feminismo que cobija a toda América Latina.
https://pijamasurf.com/2019/11/sor_juana_ines_de_la_cruz_la_madre_feminista_de_la_literatura_mexicana/

10 curiosidades sobre Sor Juana Inés de la Cruz

Una de las mexicanas más destacadas de la historia nació el 12 de noviembre de 1648​ en la Ciudad de México y 371 años después, sigue siendo motivo de inspiración.
2 noviembre 2019
A 371 años de su nacimiento, Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana es recordada por su poesía y también por estar adelantada a su época, al dejar de lado los convencionalismos propios del siglo XVII en la entonces Nueva España.
Cada 12 de noviembre se celebra en México el Día Nacional del Libro, instituido por decreto presidencial en 1979, en conmemoración del nacimiento de la poeta mexicana, quien fue una defensora del derecho a leer, una figura entregada a los libros y el fervor por el saber.
Aquí te presentamos 10 cosas que quizá no conocías de La Décima Musa:
1. Nació en 1651 y aprendió a leer y escribir desde los tres años de edad mientras vivía con su abuelo materno en la hacienda Panoaya, aquí, los trabajadores indígenas le enseñaron náhuatl, lengua en la que también escribió parte de su literatura.
2. Al morir su abuelo en 1656, ella heredó su vasta biblioteca colmada de escritores clásicos griegos, latinos y españoles, por lo que desde niña fue una asidua lectora.
3. A los 15 años de edad, Sor Juana fue aceptada en la corte del virrey Antonio de Toledo y Salazar tras un difícil examen hecho por 40 doctores en teología, filosofía y humanidades. Una vez aceptada, aprendió latín en solo 20 lecciones.
4. Cuando cumplió 17 años, decidió que dentro de sus objetivos no se encontraba el matrimonio e ingresó al convento de la orden de las jerónimas. Su habitación era muy amplia y tuvo la posibilidad de convertirla en biblioteca e incluso laboratorio científico, pues igual estudiaba física, biología, matemáticas y química.
5. La obra escrita de Sor Juana Inés de la Cruz abarcó romances, sonetos, liras, endechas, redondillas, décimas, villancicos, obras de teatro y prosa.
6. Su primer libro de poesía se publicó en España, en 1689, con el título de Inundación castálida. Y su más famoso y polémico poema largo, Primero sueño, se publicó en 1692.
7. La primera traducción de sus obras a otro idioma, en este caso al alemán, fue hasta 1879 gracias al poeta suizo Edmund Dorer.
8. Sigue siendo motivo de inspiración para otorgar reconocimientos sociales y literarios, como el premio Sor Juana Inés de la Cruz, que reconoce la excelencia del trabajo literario de mujeres en idioma español de América Latina y el Caribe.
9. El escritor y premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, aseguraba que Sor Juana Inés de la Cruz se había hecho monja para "poder pensar"
10. El 17 de abril de 1695 murió víctima de la enfermedad epidémica de la época, el tifus. Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia que asoló México durante ese año.
https://expansion.mx/vida-arte/2019/11/12/10-curiosidades-sobre-sor-juana-ines-de-la-cruz


Juana Inés de la Cruz. Feminismo en tiempos de oscurantismo
Esta mujer plantó cara, abrió camino, se enfrentó a las empobrecidas mentes masculinas de la época y al clero retrógrado reencarnado una y mil veces como una hidra
No tenía mucho encaje en aquel predio. Sobrada de conocimientos, de mirada penetrante y con un prognatismo muy acusado que le daba un plus de altivez, su esbelta figura arrollaba con su incontestable poderío. Era una mujer de belleza salvaje, que a una edad en la que la naturaleza femenina difícilmente se puede mejorar, decidió desaparecer en las profundidades de la mística y de la iluminación. Su afán de saber, su voracidad intelectual, su reto ilimitado a la ignorancia y al patrón de sumisión adjudicado a la mujer en aquellos pagos y en aquel tiempo, la convertirían en compañía poco recomendable a ojos de los que hacían del poder un arma de trepanación colectiva.
O estabas con el convencionalismo más ortodoxo o podías aventurarte a un pronóstico nada halagüeño cerca de alguna hoguera inquieta. En su tiempo, no se veía con buenos ojos que una fémina alimentara curiosidad intelectual o independencia de pensamiento. Se llevaba el estilo sumisa y tontita. Si eras culterana o “ligera de cascos“, ya eras candidata a una lapidación –figurada o literal–, por rebeldía o por mear fuera de tiesto.
Pero esta mujer plantó cara, abrió camino, se enfrentó a las empobrecidas mentes masculinas de la época, al clero retrógrado reencarnado una y mil veces como una hidra, a una religión estrecha, patriarcal y rancia, la que quemaba por mera venganza y estreñimiento mental a mujeres como Hipatia o las brujas de Zugarramurdi, o a cualquier forma de pensamiento que tuviera más ventilación que la permitida por el pensamiento único. Como un fermento oculto, esta enorme mujer ha calado en generaciones de mujeres cultas y avanzadas, como lo hicieron los alegatos de Christine de Pizan o de Marie de Gournay en el siglo XVI. Gloria Steinem (la activista pro derechos de la mujer en EE.UU) dijo en una ocasión una frase motora de tremenda actualidad que rinde homenaje a las mujeres que se arriesgaron desde siempre a que se les reconociera un derecho inalienable, tal que es: "Sin saltos de la imaginación, o soñando, perdemos la emoción de la posibilidad. Soñar, al fin y al cabo, es una forma de planificar".
Juana Inés de la Cruz se enfrentó a las vacas sagradas que habitaban las fosas sépticas del pensamiento humano, encarnadas en esclerotizados personajes habituados a medrar en las cómodas costumbres de los que nunca se enfrentan a la injusticia de sus personajes automáticos y que dan por hecho que nada necesita ser revisado, pues nada hay menos critico que la comodidad.
Habida cuenta de que su vocación religiosa era menos que cero patatero, Juana Inés de la Cruz eligió el convento para no pasar por las Horcas Caudinas del matrimonio y así poder seguir gozando de sus aficiones intelectuales.
Su celda era el punto de convergencia de poetas, intelectuales y curiosos, que en un desfile sin fin prestigiaron la increíble figura de esta mujer. Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente del poeta cordobés Luis de Góngora y del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, cuya esposa, Luisa Manrique de Lara, de la que fue dama de honor y con quien le unió una fraternal amistad, nutrían las filas de sus incondicionales.
Su biblioteca llegó a tener la nada desdeñable cifra de trescientos libros, una cifra incalculable, si entendemos que la imprenta acababa de aterrizar en estos pagos humanos. La filosofía, la mística, música e historia, la criptografía, la cocina y otros vértices del pensamiento, convivían alegremente entre las cuatro paredes del silencio en el que habitaban cuerpo y mente de esta adelantada. Compuso obras musicales, opúsculos filosóficos y una extensa obra que abarcó diferentes géneros; poesía y teatro convivían venerando la herencia de Luis de Góngora y Calderón de la Barca. Sus tertulias improvisadas eran de una erudición talentosa y magnética. Desde el virrey hasta las mentes más inquietas, nadie escapaba de su lucido verbo e hipnótico discurso.
Pero un día, a esta criatura no se le ocurrió otra cosa que tocar ni más ni menos que la teología.
Aunque gran parte de su obra fue quemada y destruida de maneras poco ingeniosas, la osadía de la verdad exploradora se perpetuó en el tiempo para demostrar a la historia que la justicia poética existe. Se conservan escritos en prosa entre los que cabe señalar la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. La tal Sor Filotea no era otro que el lerenda (estúpido) del obispo de Puebla, Manuel Fernández de la Cruz.
El acceso de ellas al conocimiento
En 1690, una obra de Sor Juana Inés, la Carta Athenagórica, en la que esta criatura singular hacía una dura crítica al 'Sermón del Mandato' del afamado jesuita portugués António Vieira sobre las 'Finezas de Cristo', sería el principio del fin del vuelo libre de esta rara avis. El purpurado había añadido a la obra una 'Carta de Sor Filotea de la Cruz', esto es, un texto escrito por él mismo bajo ese pseudónimo en el que recomendaba a esta atípica monja que se dedicara con más pasión a la vida eremitoria y menos a pensar, puesto que según el clérigo, la reflexión teológica era un ejercicio reservado a los hombres. Hasta ahí podíamos llegar.
En la respuesta a Sor Filotea de la Cruz, esto es, al clérigo rancio y poco ventilado de seseras, Sor Juana Inés de la Cruz reivindica el derecho de las mujeres al acceso al conocimiento. La Respuesta es además una bella muestra en prosa poética a través de la cual se pueden concretar muchos de los rasgos personales de la ilustre religiosa. Pero la crítica del obispo de Puebla la afectaría a la postre profundamente. Poco después, Sor Juana Inés de la Cruz se deshizo de su entera biblioteca y de sus escasas pertenencias y entró en el cenobio más profundo y austero. Tras deshacerse de su hatillo terrenal, destinó lo obtenido a la beneficencia y cerró tras de sí la puerta de la libertad.
Una mañana al alba, según despuntaba el sol por el este –la única concesión que había pedido, un mirador hacia la iluminación–, ayudada por sus compañeras en medio de la terrible epidemia de cólera que asoló México hacia el año 1695, entregaría su única posesión a esa luz que todo lo envuelve en un enigma avasallador.
El Barroco literario alcanzó con ella su momento culminante, al tiempo que introdujo elementos narrativos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del siglo XVIII. Su obra póstuma, el Fénix de México (1700), anticipa o lega –que más da–, la visión y lucidez de un pensamiento desbordante y atrevido, osado y valiente, no apto para un tiempo de ciegos y sordos.
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-07-08/juana-ines-de-la-cruz-feminismo-en-tiempos-de-oscurantismo_1411654/


De su amplia composición poética dejo una muestra acá:

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

Décimas

   Copia divina en quien veo        
desvanecido al pincel,        
de ver que ha llegado él        
donde no pudo el deseo;        
alto, soberano empleo          
de más que humano talento,        
exenta de atrevimiento,        
pues tu beldad increíble,        
como excede a lo posible,        
no la alcanza el pensamiento.          

   ¿Qué pincel tan soberano        
fue a copiarte suficiente?        
¿Qué numen movió la mente?        
¿Qué virtud rigió la mano?        
No se alabe el arte vano          
que te formó peregrino,        
pues en tu beldad convino,        
para formar un portento,        
fuese humano el instrumento        
pero el impulso divino.          

   Tan espíritu te admiro,        
que cuando deidad te creo        
hallo el alma que no veo        
y dudo el cuerpo que miro:        
todo el discurso retiro,         
admirada en tu beldad;        
que muestra con realidad,        
dejando el sentido en calma,        
que puede copiarse el alma,        
que es visible la deidad.          

    Mirando perfección tal,        
cual la que en ti llego a ver,        
apenas puedo creer        
que puedes tener igual:        
y a no haber original       
de cuya perfección rara        
la que hay en ti se copiara        
perdida por tu afición        
segundo Pigmalión        
la animación te impetrara.          

    Toco, por ver si escondido        
lo viviente en ti parece.        
¿Posible es que de él carece        
quien roba todo el sentido?        
¿Posible es que no ha sentido          
esta mano que le toca?        
¿Y a que atiendas te provoca        
a mis rendidos despojos?        
¿Que no hay luz en esos ojos?        
¿Que no hay voz en esa boca?          

    Bien puedo formar querella,        
cuando me dejas en calma,        
de que me robas el alma        
y no te animas con ella;        
y cuando altivo atropella          
tu rigor mi rendimiento,        
apurando el sufrimiento        
tanto tu piedad se aleja,        
que se me pierde la queja        
y se me logra el tormento.         

    Tal vez pienso que piadoso        
respondes a mi afición,        
y otras teme el corazón        
que te esquivas desdeñoso:        
ya alienta el pecho dichoso,          
ya infeliz el rigor muere;        
pero, como quiera, adquiere        
la dicha de poseer,        
porque al fin en mi poder        
serás lo que yo quisiere.         

    Y aunque ostentes el rigor        
de tu original fiel,        
a mí me ha dado el pincel        
lo que no puede el amor:        
dichosa vivo al favor          
que me ofrece un bronce frío,        
pues aunque muestres desvío,        
podrás, cuando más terrible,        
decir que eres imposible,        
pero no que no eres mío.

DETENTE SOMBRA

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

En el pendular de la apreciación crítica, sor Juana ha recibido loas a su poesía y a su lucha de mujer pensante, mas sin embargo, poca atención se ha prestado a su obra dramática y a su prosa religiosa. Hoy, sor Juana es primeramente una mujer, por lo que su biografía es citada prolija y abundantemente; luego es una poeta a la que se le han dedicado en el siglo XX una larga lista de estudios críticos; y también una monja, especialmente para ejemplificar su búsqueda de la libertad creativa en el convento y para describir su muerte mientras servía a sus hermanas en religión durante una epidemia. Sin embargo, para definir su personalidad poco se recurre a su condición de dramaturga, a pesar de lo mucho que la obra dramática de Sor Juana puede aportar a su mejor conocimiento.

Guillermo Schmidhuber de la Mora

El camino a la santidad de sor Juana ha sido muy azaroso, aunque en marzo pasado el papa Francisco tomó las primeras medidas para su beatificación definitiva, después de 500 años. El padre Inocente García de Andrés –postulador de su causa, editor del Libro del conhorte y autor de Teología y espiritualidad de Santa Juana: una mujer predicadora (2012)– considera que sor Juana representa “el triunfo de la devoción popular, la reivindicación de la espiritualidad y un ejemplo de liderazgo femenino para la sociedad contemporánea”. Me permito añadir que la canonización de aquella monja que fue espejo de Santa Teresa y personaje literario del Siglo de Oro sería el último milagro del barroco.
Fernando Iwasaki

Tanto destacó sor Juana Inés de la Cruz en el campo literario que, 322 años después de su muerte, su trabajo y su legado siguen siendo reconocidos a nivel nacional e internacional a pesar de no tenerlo nada fácil, ya que tuvo que enfrentarse hasta con los religiosos con quienes convivió porque no se veía bien que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.
Fuente: https://elpais.com/cultura/2017/11/12/actualidad/1510492770_526224.html


La ironía de sor Juana
Algo que siempre me gustó de la trama de los años finales fue la importancia que se le daba al perfil irónico de Sor Juana. Cuando ella escribe en su carta, por ejemplo, que una de las dificultades que encontró al escribirle al obispo fue “saber responder a vuestra doctísima, discretísima, santísima y amorosísima carta”, era común leer estas hipérboles como queja y disgusto más que como agradecimientos. Cuando sor Juana le dice al obispo que el hecho de haber publicado sin su consentimiento la Carta Atenagórica es una “merced tan sin medida” que “excede la capacidad de agradecimiento” yo siempre leí entre líneas: “no te voy a agradecer esta locura de haber publicado mi texto”. La Respuesta a Sor Filotea abunda en ejemplos de este tipo.
Fuente: https://www.letraslibres.com/mexico/literatura/la-ironia-sor-juana

No conforme con representar la dolorosa situación de los esclavos, sor Juana llega incluso a señalar y denunciar la hipocresía de las órdenes religiosas, supuestamente comprometidas con los sectores más miserables de la población. Un festejo importante de la sociedad novohispana era la celebración de los santos. Figura importante del santoral era san Pedro Nolasco, fundador de la orden de la Merced. Esta orden surgió hacia fines de la Edad Media con el fin de redimir cristianos cautivos en tierras turcas: conseguían el dinero para pagar rescate, y, si no lo conseguían, se quedaban en el lugar del cautivo. Así, en una de las letras de sus Villancicos a san Pedro Nolasco, sor Juana parece preguntarse si en América no hay turcos, ni cautivos por los turcos, ¿que hacen los mercedarios? Nada, se responde la misma sor Juana, salvo enriquecerse con las limosnas de los fieles. Traduzco lo que canta el negro: donde se venera a san Pedro Nolasco no debería haber esclavos, pues su función es “redimir”, pero estos frailes lo único que hacen es organizar una fiesta muy costosa, olvidándose por completo del cautiverio de los negros. Y, en una iglesia llena de gente y frente a las autoridades civiles y eclesiásticas, después de hacer al negro decir semejantes cosas, sor Juana remata con el negro diciendo: “Perdón, se me fue la lengua”.
Martha Lilia Tenorio


Amiga, Amigo:

Esta destacada autodidacta predecesora de la liberación e igualdad femenina aprendió latín en tan solo 20 leccionessu primer poema lo escribió a los 8 años, lo tituló Loa satírica en la festividad de Corpus Christi y está compuesto por 360 versos en náhuatl -pues estaba dirigido a los indígenas- y en español. Antes de morir sor Juana vendió lo que quedaba de su vasta biblioteca para ayudar a los afectados por las hambrunas y las epidemias que asolaban a la Nueva España a finales del siglo XVII. Encargó la venta de sus libros a un viejo amigo suyo, el sacerdote José Lombeida, quien los fue vendiendo aun después de que la poetisa murió, en abril de 1695.

No olvidar que el jesuita obispo de Puebla, Manuel Fernández de la Cruz, había publicado en 1690 una obra de Sor Juana Inés, la Carta atenagórica, en la que la religiosa hacía una dura crítica al «sermón del Mandato» del jesuita portugués António Vieira sobre las «finezas de Cristo». Pero el obispo había añadido a la obra una «Carta de Sor Filotea de la Cruz», es decir, un texto escrito por él mismo bajo ese pseudónimo en el que, aun reconociendo el talento de Sor Juana Inés, le recomendaba que se dedicara a la vida monástica, más acorde con su condición de monja y mujer, antes que a la reflexión teológica, ejercicio reservado a los hombres. Por este jesuita Sor Juana fue apresada por la Inquisición, se dice que la torturaron y se le quitaron todos sus escritos, aparatos científicos e instrumentos musicales, fallece al poco tiempo el 17 de abril de 1695 de tifus exantemático. Ella era reconocida por su poesía y envidiada por su intelecto; tras su muerte, dejó 180 volúmenes de obras selectas. Destacó por su feminismo, defender a los indios y a los esclavos, con un modo de pensar realizado con tal erudición, fineza, convicción y argumentos que las modernas féminas en su justa lucha de igualdad debieran conocer... Para ellas por lo tanto va este escrito 515 motivado por esa predecesora que por fortuna no terminó en la Santa Hoguera de la poco santa Inquisición, es más el Papa Francisco emitió un decreto 03 2015 que aprueba las "virtudes heroicas" de Juana y su condición de "Venerable", por la tanto el Vaticano ya establece el camino hacia la canonización después de haber realizado una extensa revisión de sus escritos. Es decir un jesuita ahora Papa rectifica la acción de predecesores que tanto atacaron a Sor Juana...

Amiga, Amigo:
Luego de leer lo escrito entiendo que sin querer quieriendo, párrafo a párrafo se fue desarrollando una temática tan actual y justa como lo es el del movimiento feminista. Es tan amplia la producción literaria dejada por sor Juana destacada dramaturga y poetisa, científica, teóloga, filósofa..., siendo tan profunda su forma de pensar, tan erudita y... que cuesta entender cómo una mujer de esa época de manera autodidacta lo logró y con razón se la llama "la Décima Musa", "el Fénix de América" y "la Fénix mexicana". Su inteligencia, maravilloso arte de escribir con argumentos y premonitoria visión de un futuro de igualdad para con lo femenino la hace ser una de las mentes más brillantes de la historia y honra la Galería de Personajes del Portal MUNDO MEJOR, en el que desde ahora figura bajo el  escrito N° 515, justo cuando se intensifica la lucha por los nobles e igualitarios derechos de las mujeres en relación con los hombres en muchas naciones, aunque no en todas
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Dr. Iván Seperiza Pasquali
Quilpué, Chile
Diciembre de 2019

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